miércoles, 30 de enero de 2013

"REVISTA DE LITERATURA MILLENNIUM"


Acaba de aparecer el segundo número de la Revista de Literatura Millennium, dirigida por Juan Carlos López Morales. En la editorial se señala que la propuesta es un “camino de desarrollo de un proyecto cultural a largo plazo”, cuyo objetivo primordial es involucrar a escritores jóvenes a una “cultura letrada y artística”.

La revista está dividida en cinco secciones. La primera, obedece al campo del Ensayo, donde aparecen trabajos de Miguel Garnett, Roger E. Antón y Ricardo Ayllón. Garnett refiere, en “Las facetas del poeta”, desde una percepción muy personal, que el poeta combina diversos aspectos en su estro poético. Distingue tres facetas: la percepción de la naturaleza interior de las cosas (que requiere de una sensibilidad superior para revelar las verdades), el buen uso del lenguaje (dominar el idioma) y crear belleza (en sus múltiples versiones afectadas por la subjetividad). Estas perspectivas sobre las facetas del poeta sirven quizás como pretexto para referirse sobre su propia poética, porque al final Garnett se refiere a sus textos y se pregunta “¿cómo hacer las cosas al revés y dar a algo inherentemente feo una descripción verbal bella que no le quitara su fealdad?” (p. 6). Sobre esta interrogante, ya planteada por los parnasianos, algunos poetas simbolistas y quienes hicieron suyo la estética de lo grotesco, Garnett busca examinar los lugares de la modernidad periférica. Por su parte, Roger E. Antón (en “C.E. Zavaleta o el viaje al reino de la letra memorable”) escribe unas sentidas páginas por la muerte del gran narrador ancashino Carlos Eduardo Zavaleta, donde el escritor chimbotano hace una recorrido autobiográfico de su encuentro con Zavaleta subrayando las cualidades del autor de Pálido, pero sereno. Por otro lado, Ricardo Ayllón (en “Don Jasho, alrededor de un conflicto peruano de gran actualidad”) hace un acercamiento al libro Don jasho de Miguel Garnett y señala que en aquel “el autor compromete un tema de gran actualidad dentro de las problemática peruana. Aquel donde se encuentran y acometen los intereses de un consorcio minero y los de una típica provincia alejada de las bondades del gobierno central” (p. 10).

Una segunda sección de la revista es Crónica, aquí se ubica el texto “Antonio Cisneros y su maestra vida” de Enrique Sánchez Hernán, donde el autor de la Violencia de sol cuenta su cercanía con Cisneros, remarca los lazos del grupo literario La Sagrada Familia con el poeta: “nos acogía semanalmente en su casa de la calle Roma, mostrando elocuentemente que la fama literaria le importaba un pepino. Prefería beberse unas cervezas con nosotros y revelarnos algunos de los misterios de la creación, que con otros poetas consagrados” (p. 14).

Una tercera sección es Cuento, que está conformada por textos de Walter Toscazo, Ricardo Sumalavia y Jorge Quiñones. En la cuarta sección Poesía encontramos poemas de Pablo Moreno Valverde, Juan Cristóbal y Viscely Zarzoza. En la quinta sección Critica hay comentarios sobre algunas últimas publicaciones como Besos volados (Juan Carlos López Morales); Lumbra (Benggi Bedoya); ArX (Luis Boceli); Un perro yonqui (Armando Alzadora); Conversaciones con el mar (Teófilo Villacorta Cahuide); Vacas rebeldes (Alejandro Freddy Loarte) y Sueños de palomas (Daniel Cubas Romero).

La Revista de Literatura Millennium es un modo de compromiso y, quizás debo decir, de diálogo entre diversos géneros artísticos pasando por escritores, artistas plásticos, artistas gráficos, fotógrafos, etc. Sin embargo, quizás hubiera que revisar y precisar los títulos de los contenidos. Por ejemplo, en la sección de “Ensayo”, ninguno de los tres textos posee esas características, como también pudiera generar confusión la sección “Crítica”, pues en la revista esta está más cercana al comentario. Por lo que queda decir, Millennium es una revista dirigida desde Barranca que procura involucrar a un circuito académico a jóvenes escritores de Lima y de provincias. Ya de por sí, la publicación de una revista literaria es un acto heroico, pues involucra complejas redes para su realización y continuidad.

domingo, 20 de enero de 2013

“EL POEMA ARGUMENTATIVO DE WÁSHINGTON DELGADO” DE CAMILO FERNÁNDEZ COZMAN


El fondo editorial de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (UNASAM) y Ornitorrinco Editores acaban de publicar El poema argumentativo de Wáshington Delgado de Camilo Fernández Cozman. Este nuevo libro del crítico literario sanmarquino es un estudio sobre uno de los más principales representantes de la denominada Generación del 50, pero no solo se aproxima y dialoga con la poesía, sino también con la ensayística del autor de Para vivir mañana. Este diálogo fructífero servirá para acercarse a la “visión de la historia literaria peruana porque no se puede comprender plenamente la poética de Delgado sin leer atentamente sus ensayos” (p.  p 13). 

Este estudio tiene un sistema metodológico, teórico y de análisis refugiado en la base de la Retórica General Textual (especialmente, en este libro, con Stefano Arduini y Tomás Albaladejo), incluso es un texto que se acerca a un libro anterior Casa, cuerpo. La poesía de Blanca Varela frente al espejo (2010). Pero quisiéramos identificar algunos cambios sustanciales en este nuevo libro; porque como sostiene el crítico “no creo en la imposición de un solo método para el análisis de todos los poemas” (p. 14), pues aboga por una óptica interdisciplinaria. En esta nueva investigación hace una ligera modificación a las tendencias de la poesía peruana de los años cincuenta, pues agrega una sexta tendencia: la poesía andina. Asimismo, el crítico involucra la ensayística de Wáshington Delgado (en especial, Historia de la literatura republicana (Nuevo carácter de la literatura del Perú independiente y Literatura colonial. De Amarilisis a Concolorcorvo) con la poesía para indagar si hay una conexión entre ambas. Otros aspecto, y quizás el más importante, es el sistema metodológico que, a diferencia de sus anteriores posturas, aquí profundiza especialmente en los elementos del “texto argumentativo” para luego detenerse en los campos figurativos, los interlocutores y la visión del mundo en los poemas. En esta nueva publicación desarrolla los conceptos de la Retórica de la Argumentación, particularmente de Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca en lo que respecta al funcionamiento de las técnicas argumentativas en una obra literaria, que como señala el crítico “abre la posibilidad de una lectura pragmática del poema porque el argumento de un locutor intenta producir un efecto en el alocutario” (p. 15-16). Para Fernández Cozman, “dicha particularidad de la obra de nuestro autor aparece a partir de Días del corazón y, sobre todo, desde Para vivir mañana; además, permite inferir que esta escritura busca fundamentar una opinión a través del empleo de una estructura argumentativa determinada” (p. 19).

El libro del crítico literario sanmarquino está dividido en cuatro capítulos precedidos por una introducción. El primer capítulo, “La crítica y la poesía de Wáshington Delgado”, parte desde dos perspectivas (la cronológica y la comparativa) para indagar en los comentarios a la poesía de Wáshington Delgado. De este modo,  comenta los enfoques de Luis Jaime Cisneros, Miguel Brascó, José Miguel Oviedo, Javier Sologuren, Julio Ortega, Alberto Escobar, Matyás Horanyi, Ricardo González Vigil, Alonso Rabí Do Carmo, Marco Martos, Edgar O`hara, Américo Ferrari, Santiago López Maguiña, Gabriela Falconí y Camilo Fernández Cozman, Óscar Coello, Jorge Cornejo Polar, entre otros. El crítico señala tres periodos en la crítica a la poesía delgadiana: a) el periodo de los enfoques iniciales (donde se precisa la concisión verbal como rasgo peculiar de dicha escritura); b) el periodo del predominio de la crítica estilística tradicional o de los enfoques históricos (que pone énfasis en el contenido de dichos poemas) y c) el periodo de los nuevos enfoques (desde varias perspectivas: semiótica, neorretórica, hermenéutica semiótica, etcétera). Sin embargo, Fernández Cozman advierte que ningún trabajo analiza la naturaleza argumentativa de Para vivir mañana o El extranjero y ello lleva a estudiar “cómo el locutor, en estos poemas, busca convencer al alocutario a través del uso de diversos tipos de argumento en el hilo del discurso poético” (p. 32). Es valioso este estado de la cuestión pues implica la revisión de las ópticas y el uso de sistemas metodológicos diversos para indagar en el fondo y la forma de la poesía de Delgado, esto a su vez permitió evidenciar ciertas limitaciones en algunos estudios.

En el segundo capítulo, “Wáshington Delgado y la poesía peruana de los años cincuenta”, el crítico aborda ciertas marcas políticas y socioeconómicas en este contexto marcado por la dictadura de Manuel A Odría (1948-1956). En esta época se evidencia un creciente proceso de urbanización a través de infraestructuras; por otro lado, la dictadura de Odría representó la restauración de la oligarquía en el control del país frente a la amenaza que significaba un partido como el APRA. Entre otros aspectos, todavía se evidenciaba el fantasma de la Segunda Guerra Mundial, circulaban muchos libros de los existencialistas franceses, la obra de Vallejo fue redescubierta, Pablo Neruda publicaba hacia 1950 su Canto general que rebatía sobre la poesía comprometida. Para Fernández Cozman “no es pertinente hablar de generación del cincuenta porque esta no tuvo un líder espiritual (como lo fue, en cierta forma, Friedrich Nietzsche para la generación del 98). No hubo un suceso (como las pérdidas de las últimas colonias ─puerto rico y Filipinas─ que sufrió España) que aglutinara a escritores como Eielson, Blanca Varela, Juan Gonzalo Rose, Wáshington Delgado, Carlos Germán Belli, Javier Sologuren, entre otros” (p. 40-41). En este capítulo, el crítico sanmarquino precisa algunas tendencias en la poesía peruana de los años cincuenta, aunque subraya que “un autor, en algunas ocasiones, puede ocupar más de una posición en este panorama, ya que la versatilidad es una de la particularidades esenciales de estos poetas” (p. 41): a) La primera tendencia: la instrumentalización política del discurso (se nutren de la teoría marxista y de las nociones de Jean-Paul Sartre acerca de la literatura comprometida); b) La segunda tendencia: la neovanguardia nutrida del legado simbolista (que procura una creativa asimilación de los legados simbolista y vanguardista, que a su vez distinguen tres subtendencias: la primera, busca una experimentación formal con miras a un arte total; la segunda, exhibe una postura neosimbolista que posee una orientación surrealizante; y la tercera, una versión que emplea una imaginería surrealista y una sobresaliente manifestación de la libertad en el mundo contemporáneo); c) La tercera tendencia: la vuelta al orden pero con ribetes vanguardistas (cuyo máximo representante es Carlos Germán Belli que plantea, en el nivel del lenguaje, la pugna entre tradición y modernidad. La modernización del lenguaje, de este modo, se sitúa en el cauce de la asimilación de formas estróficas arcaicas); d) La cuarta tendencia: la lírica de la oralidad, nutrida del legado peninsular (caracterizada por la asimilación del legado de la poesía española, especialmente de la Generación del 27); e) La quinta tendencia: la polifonía discursiva (hay una narratividad polifónica, donde el yo como categoría coherente cae en sano desuso y, entonces, brota una multitud de voces en el poema) y; finalmente, f) La sexta tendencia: la poesía andina (que tiene como representante a Efraín Miranda). Sin embargo, resulta algo lamentable que Fernández Cozman no se haya detenido con mayor profundidad a examinar cuáles son los rasgos particulares y a qué tradición se involucra esta sexta tendencia que él denomina como “la poesía andina”. Otro aspecto del que se ocupa el crítico sanmarquino se refiere a las características de la poesía de Wáshington Delgado y la búsqueda de la identidad nacional, donde señala que desde el punto de vista temático hay ciertos rasgos distintivos en el ámbito de la poesía peruana de los años cincuenta: 1) La búsqueda de una identidad nacional a través de una reflexión sistemática acerca de la historia del Perú; 2) El escepticismo como práctica cotidiana; 3) La búsqueda de una utopía; y 4) El tópico de sentirse extranjero en su propia patria. Por otro lado, el profesor sanmarquino se interesa por la crítica literaria ejercida por los propios poetas de la denominada Generación del 50. Particularmente, estudia las perspectivas metodológicas y de análisis de Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, Américo Ferrari y Wáshington Delgado, quienes se han dedicado con entusiasmo a la crítica literaria en esta generación. Sobre este último (Wáshington Delgado), Fernández analiza los ensayos Historia de la literatura republicana (Nuevo carácter de la literatura del Perú independiente) (1980) y Literatura colonial. De Amarilis a Concolorcorvo (2002), donde señala que son ensayos fundamentales desde la perspectiva de la historiografía literaria, pero que sin embargo “revela[n] un cierto arcaísmo metodológico y no concibe[n] la literatura como un polisistema” (p. 80). Resulta importante la conclusión tentativa hacia el final de este capítulo, donde el crítico  señala que no se puede comprender la poesía de Delgado sin su ensayística (que plantea al Perú como un nación fragmentada, como un mundo dividido), pues argumenta que se tejen complejas relaciones intertextuales entre la lírica y la ensayística de los escritores de la denominada Generación del cincuenta. 

En el tercer capítulo, “El poema argumentativo en Para vivir mañana”, el profesor sanmarquino se detiene en los periodos de la poesía de Wáshington Delgado. El primer periodo (poesía de índole contemplativa) está bajo la asimilación del legado de Pedro Salinas y el tópico neorromántico de la lejanía y está constituido por Formas de la ausencia; el segundo periodo (poesía de conciencia crítica) abarca El extranjero, Días del corazón y Canción española, donde se percibe el influjo de Bertolt Brecht; y, finalmente, el tercer periodo (poesía escéptica respecto de la realización de la utopía) que comprende Para vivir mañana, Parque, Destierro por vida, Historia de Artidoro y Cuán impunemente se está uno muerto. En este capítulo, el crítico define su sistema metodológico a partir de la conceptualización de las categorías y los elementos que componen la Retórica de la Argumentación para luego analizar los poemas “Los pensamientos puros” y “Los tiempos maduros”. Sobre el primer poema señala que el tono del locutor es el de una diatriba que intenta desenmascarar el accionar de cada uno de los alocutarios individualizados, en donde predominan diversos argumentos: a) argumentos casi lógicos, b) argumentos basados en la estructura de lo real referido a la coexistencia y c) argumentos de la disociación de las ideas. Sobre el segundo poema señala que hay “una afirmación de un tiempo nuevo donde los seres humanos reconozcan la posibilidad de materializar sus sueños de transformación social” (p. 110).

En el cuarto capítulo, “El poema argumentativo en Cuán impunemente se está uno muerto”, se analizan las referencias intertextuales del título del libro de Delgado con el poema LXXV de Trilce de César Vallejo. Como señala el crítico “estar muerto, para Vallejo, es no ser sensible ante el dolor humano. El título del poemario de Wáshington Delgado establece complejas relaciones intertextuales con el poema LXXV de Trilce porque enfatiza que los receptores tomen conciencia de la necesidad de luchar por sensibilizar al hombre frente a la profunda crisis de valores que afecta al mundo contemporáneo” (p. 116). Precisamente Fernández Cozman, analiza el poema “Sobre la traslación de los restos de César Vallejo”, en donde señala que dicho texto posee las cuatro partes del texto argumentativo (el exordio, la narración, la argumentación y el epílogo). Desde un punto de vista pragmático ─ del crítico ─ el poema como macroacto de habla se concibe como una refutación de la necesidad de discutir el traslado de los restos de Vallejo al Perú. El locutor en el poema, trata de refutar la opinión del alocutario con el fin de convencerlo. Para tal propósito emplea una gama de técnicas argumentativas: a) un argumento de reciprocidad, b) argumentos basados en la estructura de lo real, c) un argumento de coexistencia y d) un empleo irónico del argumento de autoridad. El segundo poema que analiza es “Un caballo en la casa”, donde se detiene en analizar la simbología del caballo para luego referirse a las partes del texto argumentativo en el poema de Delgado. Para Fernández Cozman, el título evidencia una oposición entre la libertad y el encierro, además “el locutor que delibera consigo mismo, no pierde de vista que, en un segundo momento, busque convencer a un determinado auditorio o a un cierto alocutario” (p. 138), pero desde el punto de vista pragmático el poema es un macroacto de habla, pues plantea la afirmación del deseo de libertad y ello se exterioriza en el uso de ciertos recursos estilísticos de iteración. Hay, según el autor, una argumentación basada en la formulación de un modelo de conducta que debiera ser imitado por los demás: “el caballo constituye ese modelo porque lucha por su libertad individual, evidencia una interrelación con el otro” (p. 140).  Quizás hubiera sido posible reforzar aún más las hipótesis sobre la base de un corpus más amplio de poemas en el tercer y cuarto capítulo, creemos que cuatro poemas no son suficientes para indagar en la poética argumentativa de Delgado. Por otro lado, queda la duda de que el poema argumentativo es una práctica discursiva solo en los poemas de Delgado o también es una marca discursiva en otros poetas de al menos esa generación.

Por lo que queda decir, El poema argumentativo de Wáshington Delgado de Camilo Fernández Cozman es un libro valioso para los estudios de la poesía peruana del Siglo XX que, precisamente, indaga sobre uno de sus autores más representativos: Wáshington Delgado. No es un libro que toma al poeta ni al texto como una isla paradisiaca e inaccesible como en la prosa de Julio Verne, sino que dialoga constantemente con otros soportes, no solo con textos del mismo autor, sino con libros de otros poetas peruanos, asimismo con textos de la tradición occidental, sino también con otras disciplinas que iluminan el difícil diálogo con los poemas. Por otro lado, la incorporación de la Retórica de la Argumentación al sistema metodológico de análisis de la neorretórica hace interesante la visión sobre todo en el abordaje de los interlocutores en el poema.

viernes, 11 de enero de 2013

“EL MARISCAL LUZURIAGA Y LOS DERECHOS DE LA PERSONA (DOCUMENTOS)” DE MANUEL S. REINA LOLI

Carl E. Schorske en Fin-de-siècle Vienna: Politics and Culture señala que “el historiador busca localizar e interpretar el artefacto temporalmente en un campo en el que se intersecan dos líneas. Una línea es vertical, o diacrónica, y con ella establece la relación de un texto o de un sistema de pensamiento con expresiones previas en la misma rama de actividad cultural (pintura, política, etcétera). La otra es horizontal, o sincrónica; con ella afirma la relación del contenido del objeto intelectual con lo que aparece en otras ramas o aspectos de una cultura al mismo tiempo”. Tomamos esta idea de Schorke porque creemos didáctica para el entendimiento de la visión de los documentos del Mariscal Luzuriaga publicados por el historiador Reina Loli (Huaraz, 1931). El historiador huaracino, de este modo, busca analizar dichos documentos en dos marcos: diacrónico y sincrónico. En el primero, establece la relación de los documentos con el proceso temporal de múltiples reformas en Ancash de la primera mitad del XIX ligados al tema político. En el segundo, afirma la relación del contenido del objeto intelectual (de los documentos y bandos) con los aspectos de la cultura (especialmente ligados al tema del individuo y las relaciones de urbanidad).

El libro de Reina Loli, El mariscal Luzuriaga y los Derechos de la Persona (CONALVISAC, 2012), está dividido en dos partes. La primera parte, tiene que ver con un acercamiento a la vida y obra del Mariscal Luzuriaga. Para Reina Loli, no hay duda que el Mariscal Luzuriaga nació en Huaraz el 16 de abril de 1782 y la prueba estaría en un censo de 1778 que da como vecinos de Huaraz a la familia Luzuriaga que en aquel periodo estaba constituida por tres hijos. Después, Luzuriaga se formaría militar en Argentina y es en este lugar donde tomó parte en los sucesos del 25 de mayo de 1810, donde además formó parte de la expedición enviada a extender la causa hacia el Alto Perú. Posteriormente, el Mariscal Luzuriaga retorna al Perú, regresa a Huailas, a su tierra  para gobernarla (ocho meses duró dicha gestión) pues “Huailas era un centro de aprovisionamiento y cubría la retaguardia y flanco del Ejercito libertador y después Lima. Igual fin cumplía el departamento de la Costa” (p. 23). Para Reina Loli, Luzuriaga tuvo una consciencia fijada en las relaciones socioeconómicas de los pobladores del Huaraz de aquella época, pues inmediatizó una serie de reformas a través de los decretos que se materializaron en un nuestro rostro de la ciudad como también en las formas de organización social y de urbanidad. Por un lado, no solo atendió a la clase  acaudalada de terratenientes, sino también a los indios huaracinos, prueba de ello es el decreto del 6 de junio de 1821 que señala “estando abolido enteramente el humillante nombre de Indios, son estos ciudadanos libres, y conforman un solo pueblo y una sola familia con todos los demás americanos y gozarán de las escenciones y prerrogativas de ciudadanos libres como lo tiene declarados” (p. 27). Para el historiador huarasino, los documentos de Luzuriaga develan un sólido proyecto social que ya había sido realizado en Cuyo (Argentina), donde el prócer huaracino fue gobernador e implementó y por eso usó la misma fórmula para emplearla en Huaraz. En Cuyo, saneo la ciudad con el reclutamiento de vagos y gente de mal vivir, fomentó la instrucción pública mejorando las escuelas, embelleció la ciudad mejorando las condiciones higiénicas, organizó el cuerpo de policías, implementó los servicios de atención médica, impulsó la agricultura y fomentó la industria. Todas estas reformas fueron planteadas y realizadas en Cuyo, estos mismos proyectos fueron planteados para la reforma total de la ciudad de Huaraz. La política reformista de Luzuriaga se interrumpió súbitamente en julio de 1821 debido a la ocupación de la ciudad de Lima por el general San Martín y la Proclamación de la independencia. Esta primera parte del libro (algo introductoria a los documentos y a la vida del Mariscal) resulta interesante porque describe bien las actividades del prócer huaracino no solo en el Perú sino también en Argentina; sin embargo, resulta escasa la indagación sobre las corrientes filosóficas y de pensamiento ligadas a los planteamientos reformistas de Luzuriaga, no hay, digamos, una relación entre la documentación, bandos y archivos frente a  otros proyectos de liberación y de reforma.

La segunda parte del libro tiene que ver con una compilación de documentos, decretos y bandos que el prócer huaracino dictó en su gobierno. Reina Loli señala que buena parte de los documentos rubricados por el mismo Luzuriaga fueron publicados por el historiador caracino Augusto Soriano Infante en 1937 con el título de “Prócer Ancashino Gran Mariscal de Luzuriaga”. Sin emabrgo, la fuente que utiliza Reina Loli para este libro obedece a la Notaría Alvarado, quien había reunido los archivos más antiguos de Huaraz.  Para el historiador, “el Mariscal Luzuriaga en Huaraz puso los cimientos de la nueva sociedad peruana; lamentablemente, la clase dirigente criolla de Lima, la que había rodeado al protector frustró la cristalización del proyecto. La evidencia de este proyecto está en los treinta y seis documentos que se guardaban en el archivo Notarial Alvarado” (p. 17). En esta documentación se pueden leer decretos como: “A los que fueron Indios, no se les perturbará, sino qe por el contrario se les protegerá en la propiedad y posesión de los terrenos que como tributarios gosaban con arreglo a las Ordenanzas del territorio” (p. 66); “Siendo incontable verdad, qe el aseo y ornato de los Pueblos, no solo terminan en dar mayor comodidad a sus habitantes, y una idea de civilización a los transeúntes, sino también, que influye cierto carácter de moralidad en las costumbres en el havito que se contrae ala decencia, qe, distingue al barbaro del civilizado” (p. 68); “AMADOS PAISANOS: se acerca el gran día veinte cinco de Mayo en que se rompieron pa siempre las humillantes cadenas de la esclavitud al barbaro yugo español! Día dichoso en qe se abrieron las luzes, y en qe las Armas en los virtuoso brazos de los Americanos en Buenos Aires dieron franco paso a la razon!” (p. 78); “Siendo hijos de familia qe antes de los dose años no sepan leer ni escribir se obligarán a los padres a que los pongan a la escuela a su costa, y hallandose notoriamente pobres estos se abrira una suscripción forsosa entre los pudientes de la Población para el sostén de la enseñanza de los desvalidos” (p. 84); “Todo vago que se halle sin destino al mes de publicado este Bando sera obligado a trabajar a ración, y sin sueldo pr el término de un mes a favor de cualquier Artesano qe le sorprenda dando parte a las justicias pa qe después sea remitido al Cuartel Gral” (p. 84), entre muchos otros decretos sobre la constitución de los alcaldes, la organización de la policía, la industria , los agricultores, el ejército, etc.

La historia en Ancash ha focalizado su atención muy bien en héroes, personajes ilustres, literatos, hechos históricos que tienen que ver con Ancash hasta la primera mitad del siglo XIX; sin embargo, el análisis de la historia sobre el siglo XX ha sido nula, lo cual lleva a suponer quizás una cancelación de la simpatía por los estudios de historia. Es lamentable que no haya historiadores sobre el siglo que pasó.

Por lo que queda decir, El Mariscal Luzuriaga y los Derechos de la Persona de Manuel  Reina Loli es una importante compilación de documentos, decretos y bandos que Luzuriaga emitió durante la presidencia de Huailas/Huaraz ocurrida en 1821. Este libro, si bien evidencia discursos jurídicos y de legislación, refiere a leyes sobre los huaracinos de la época. Es un libro valioso que nos muestra cuáles han sido las prácticas ciudadanas en Huaraz a inicio del siglo XIX.

jueves, 3 de enero de 2013

POLIFÓNICA DE INTRO-MISIÓN CULTURAL "ATATAU!"

Edward W. Said ha señalado que “ninguna identidad cultural aparece de la nada: todas son construidas de modo colectivo sobre las bases de las experiencias, la memoria, la tradición (que también puede ser construida e inventada), y una enorme variedad de prácticas y expresiones culturales, políticas y sociales”. Sobre un cuestionamiento a la desidia por estos temas (y quizás a la poca preocupación de la sociedad huaracina) surge el "Proyecto Atatau!" (voz quechua. Interj. ¡Qué asco! ¡Qué asqueroso!). Al inicio de la revista, se advierte los prólogos de Carlo Brescia y Marcos Yauri Montero. El primero, se pronuncia de modo enérgico sobre la realidad social (y de suciedad) en la que se encuentra la ciudad de Huaraz y cómo es que hay cierta “indiferencia de los ciudadanos para no tomar las riendas de su propio destino”, asimismo hay una preocupación en este primer prólogo por el destino y el cambio desordenado de la ciudad. Por su parte, Marcos Yauri Montero hace un balance del Huaraz a partir de 1970 y señala que hay una superposición de múltiples memorias (la memoria de un tiempo fenecido, la memoria del tiempo del sismo y una memoria del postsismo) que coincidieron con una “babilonización de Huaraz convirtiéndola en una “ciudad sin rostro” (término muy usado en la revista). A este fenómeno se agregarían más tarde las inversiones mineras, un caótico turismo y una informalidad cercana a un desborde popular. Yauri Montero también parece coincidir con una idea que suscriben los integrantes de la revista: “una vanidad que piensa que Huarás vale no por su cualidad humana, sino por su paisaje”. En ambos prólogos, hacia el final, hay una visión esperanzadora que implique una concientización de los ciudadanos  y que gire en torno a una verdad histórica y una verdad de progreso.

La primera sección, “El laberinto de la soledad”, reúne algunas versiones sobre qué es lo que entienden por identidad huaracina algunas personas. Sobre aquella, Torres Ramis señala que: “es necesario volver a él [se refiere al antiguo Huaraz] para reenganchar con lo que se quedó perdido por el año 70, seguramente bajo algún escombro que aún no hemos levantado”. Por su parte, Valverde Robles sostiene, desde un tono confesional, que “la identidad es un alimento, los huaracinos no asimilan esa sustancia”, refiriéndose a la despreocupación de los individuos por su ciudad; pero resulta exagerado preguntarse como él lo hace “¿Alguien sabe de algún plato originario de Huaraz que solo se coma solo aquí en Huaraz y en ningún otro lado? ¿Alguien sabe de algún personaje (político, militar, artista, científico, religioso) que sea paradigmático dentro y fuera de Huaraz?”, dichas interrogantes (sobre todo la segunda) pueden ser respondidas con un amplio listado de personalidades. Hay, particularmente en este texto, un tono confesional y de frustración desesperada por la indiferencia de los “otros” huaracinos. De otro lado, incidiendo en una visión socioeconómica, Arredondo Palacios plantea que la sociedad huaracina debiera estar a la altura de los paisajes que la rodean y establecer relaciones socioeconómicas saludables que viabilicen un proyecto articulado no solo a infraestructura sino también al sentido de pertenencia.

En la segunda sección, “Yo no soy de Huaraz”, podemos advertir una nota de Vargas V. quien hace un recorrido por la denominada “perifericentro” de Huaraz. En aquella, se advierte un crecimiento poblacional informal y caótico; dicho sector no logra relacionarse del todo con el “centro”, asimismo no hay un sentido de pertenencia de los nuevos huarasinos diseminados en la ciudad.

La tercera sección, “Ayer te vi” es un mosaico de los personajes históricos como Inés Huaylas (“¿dónde estas Inés?”), Toribio de Luzuriaga (“¿para qué luchamos tanto, Mariscal?”), Pedro Pablo Atusparia (“Sr. Atusparia, y la revolución ¿con qué se come?”), la zona arqueológica de Pumacayán (“¿Santísimo Pumacayaán, ¡¿por qué te hemos abandonado?!.

En la cuarta sección, “Diálogos”, precisamente, se reúnen distintos diálogos recogidos del facebook que giran en torno a la ciudad: “Huaraz no está en la foto y tiene plata “como michi””, “yo veo a Huaraz en pleno desarrollo por la minería, que ha traído cosas positivas como el desarrollo de diversos comercios, etc.; pero también ha traído los night clubs y bares. Huaraz se ha modernizado”, “La identidad huaracina solo la tienen las personas ancianas. Se ha perdido las tradiciones, su música, El grupo Atusparia, El jilguero del Huascarán, sus cuentos, sus artes”, “Huaraz es mi casa, eso me obliga a aceptarlo, tengo un compromiso de amor”.

"Atatau!", aparte de su incisivo cuestionamiento al ordenamiento postsismo y al actual desborde, destaca por su discurso visual que intenta argumentar desde otra arista sobre una hipótesis: hay una indiferencia sobre el tema de la identidad huaracina. Asimismo, es preciso advertir que la revista se inscribe dentro de las coordenadas no resueltas entre la modernidad y la posmodernidad. La modernidad en su nacimiento exige un “pasión crítica”: “amor inmoderado, pasional, por la crítica y sus precisos mecanismos de deconstrucción, pero también crítica enamorada de su objeto, crítica apasionada por aquello mismo que niega” -dice Octavio paz-, de este modo, es indudable el discurso crítico a lo largo de las páginas de "Atatau!", pero esta crítica evidencia un amor hacia dicho objeto. Por otro lado, lo que denominamos como posmodernidad refiere, a  nuestro entender, a la ausencia de cualquier proyecto con el “otro”, esta está más cercana a lo efímero, a la idea de la inexistencia de la alteridad, procura un individualismo hedonista y emerge caóticamente la noción del arte de lo bello y fugitivo. En los actores de la revista, probablemente, se ha gestado una conciencia crítica como consecuencia de una racionalidad posmoderna más que moderna en la ciudad de Huaraz. La polifónica de intro-misión cultural "Atatau!", precisamente, está formado con esos criterios: una crítica demoledora que implica una deconstrucción. Hay una mirada apocalíptica en sus páginas pero a su vez constructora frente a una colectividad integrada a una racionalidad instrumental. En la modernidad y la posmodernidad, la imagen es más complicada, pues las fuentes morales del yo desarrollan conflictos internos que colocan la identidad muy lejos del sujeto heroico y coherente del lejano romanticismo. La expansión hacia los cerros de una racionalidad instrumental, que subalterniza los proyectos culturales de identidad, es uno de los desastres de la naturaleza civil de los huaracinos del que quizás no podamos levantarnos.

Finalmente, "Atatau!" es una revista que no procura un espacio letrado (académico), sino mas bien, como advierten ellos mismos, intentar ser un polifónico de intro-mision cultural que busca dialogar con cualquier tipo de individuo que busque estrechar su relación de pertenencia con el suelo huaracino. Quisiéramos terminar con una cita de Octavio paz: “Ni lo moderno es la continuidad del pasado en el presente ni el hoy es el hijo ayer, son su ruptura, su negación”.

sábado, 1 de septiembre de 2012

“LUMBRA” DE BENGGI BEDOYA ROSALES


Sobre la poesía escrita por mujeres, en Áncash, no hay mayor atención de parte de los estudiosos en historia literaria ni en crítica literaria propiamente dicha. Por decirlo de otra forma, no hay profesionalismo en ninguna de ellas. Ello quizás obedezca a que la presencia de poetas mujeres no ha sido contundente a diferencia de los poetas (Marcos Yauri Montero, Juan Ojeda y Julio Ortega, solo por citar algunos), salvo algunas excepciones como Rosa Cerna Guardia en la década de los años 50 y en las últimas décadas autoras como Tania Guerrero, Eva Velásquez, Denisse Vega, Patricia Colchado y Benggi Bedoya han mostrado libros expectantes.

Una de estas últimas voces es, precisamente, la poeta chimbotana Benggi Bedoya Rosales quien acaba de publicar Lumbra (Paracaídas editores, 2012), su primer poemario, que anticipa ya un encantamiento intenso por la palabra, pero que todavía no resulta un golpe contundente. 

El pequeño libro de Bedoya Rosales está conformado por doce poemas, cuyos dominios contemplan al mito antiguo desde una perspectiva del presente que cuestiona constantemente. De este modo, sombras de seres como Dios, Dafne, Ícaro, Dédalo, Ariadna, Minotauro, Orfeo y Apolo desfilan entre los versos en donde el locutor personaje (yo poético, muchas veces) conversa con la tradición mítica de occidente. En la estructura, podemos advertir dos entrecruzamientos: una primera línea que focaliza al espacio (desde el origen y que retorna al origen de modo cíclico)  y una segunda, trágica, de historias de personajes míticos.

En el poema “Dafne”; por ejemplo, hay un cuestionamiento del destino trágico y donde la voz poética se solidariza con la mujer y cuestiona a Dios y al destino: “Te rebelaste contra un destino entretejido/ Por aquel dios que hiere de tan cerca,” (p. 7). En los poemas “Ícaro”, “Ariadna”, “Dédalo” y “Orfeo”  hay un compadecimiento del hablante poético por lo trágico de las historias de estos personajes. En el poema “Tragedia”, observamos un cuestionamiento a la racionalidad humana, incapaz de reconocer sus propias cualidades “humanas” frente a los animales que lo rodean: “La piel, los ojos, la conciencia,/ Las vísceras, mi muerte,/ ¿Y seré hombre?” (p. 19).

La mirada a la tradición mítica de occidente no es nueva en poesía, pues en Europa hay muchísimos poetas que han edificado obras sobre dicha base mitológica. En Hispanoamérica, quienes mostraron mayor predilección por personajes mitológicos han sido los modernistas (que a su vez aprendieron de los parnasianos). En el Siglo XX, el mito apareció con mayor énfasis en narrativa, pero de algún modo se pueden leer en poesía en pocos autores y poemas: José María Eguren, Rodolfo Hinostroza, Antonio Cisneros, Marco Martos, solo por citar algunos autores peruanos.

Por lo que queda decir, Lumbra de Benggi Bedoya Rosales no se ciñe a los estereotipos de escritura de las poetas en las últimas décadas (de la poesía joven, me refiero) que intentan subrayar su feminidad y sacrificar a la poesía en su intento. El título del poemario, por ello, alude e intenta ser luz simbólica, alumbrar lo trágico que alude al mito desde las más primitivas formas hasta los mitos actualizados y modernos. Por ello, Lumbra es un título antitético, pues todos los poemas revisten un aura trágica y oscura, que sólo puede ser percibida como memoria y reactualización del mito más primitivo: “Reescribiremos la antigua lengua/ Para llegar al interior de la fuente,” (p. 21). Mircea Eliade señalaba que el mito nunca ha desaparecido, pues se deja ver en nuestras prácticas más cotidianas. El mito antiguo sería una metáfora cíclica de ver el presente. Quisiera terminar con estos versos del libro de Bedoya Rosales: “Edificamos nuestras hambres/ Sobre la piedra fatigada del/  Mito, siguiendo la promesa/ De un fuego sagrado.” (p. 13).


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