sábado, 7 de noviembre de 2015

UN ACERCAMIENTO A LA POÉTICA DE "E(R)GO" DE WILDER A. CAURURO SÁNCHEZ. UNA LECTURA SOBRE LO POSMODERNO, DIOS Y EL YO.

La poesía en Ancash, en las últimas décadas, ha traído interesantes propuestas que se materializan en voces como la de Ricardo Ayllón en Un poco de aire en una boca impura, Juan Carlos Lucano con su poemario La hora secuestrada, César Quispe con su libro Una piedra desplomada y Breve tratado de ternura del poeta Dante Lecca, solo por citar a los poetas contemporáneos más importantes. Este dato resulta importante; por un lado, se advierte que la mayoría de los poetas mencionados son chimbotanos y; por otro, se observa que en estas últimas décadas en Huaraz la poesía no ha alcanzado el impulso ni la madurez suficiente de la que era la obra de Marco Yauri y Rosa Cerna Guardia. Hay poetas en cuantía, pero no hay poesía y quizás solo el tiempo logre rescatar contadísimos nombres. Por ello, la escritura poética de Wilder Caururo Sánchez (Huaraz, 1976), con los altos y bajos, resulta importante en este género tan caro en esta ciudad. Después de la propuesta poética de Manuel Cerna en los años noventa, la poesía en Huaraz ha tenido en Caururo a una de las voces que se resiste al paso de las oleadas narrativas, al boom del plan lector y editorial en Huaraz.
Caururo Sánchez es docente en la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, lugar donde estudió Lengua y Literatura, que dicho sea de paso en Huaraz; es una institución que ha forjado una joven pléyade de escritores. De otro lado, el autor huaracino obtuvo el Primer lugar en los Primeros Juegos Florales de la UNASAM en Poesía; ha sido, además, fundador y director del Círculo Literario Disidencia y Codirigió la revista de creación Kastillo de Umo. Nuestro poeta ha publicado el poemario Llevaba sombrero de copa (en coautoría, 2004), Botella (2011), Pájaro: escrito para no matar (2014) y ahora nos sorprende con un reciente libro, E(r)go (Esplín editores, Huaraz, 2015). Este nuevo poemario está conformado por siete poemas. Desde nuestra perspectiva, haremos una revisión de los aspectos temáticos que se abordan en dicha escritura y observaremos qué aspectos técnicos literarios se desprenden en este nuevo libro.
Hay tres grandes temas que aborda la poética de Caururo en E(r)go. El primero es la posmodernidad que se presenta como un instante angustioso; el segundo es la desacralización de la figura divina y su humanización y; el tercero, la deconstrucción del yo. Los paratextos como el título del libro (ergo y ego), los epígrafes (cita a Heidegger, Rilke, Apollinaire), que aparecen al interior del libro, y la sentencia en la contratapa, anuncian y confirman su temática.
El filósofo italiano Gianni Vattimo y el pensador francés Jean-François Lyotard coinciden en subrayar que la posmodernidad es un momento filosófico e histórico que indica la crisis y el fin del siglo XX. Este se caracteriza por la fragmentación del yo, el debilitamiento de la historicidad, que cuestiona a la historia oficial que aparece como catastrófica y en la que se erigió el Progreso, el Humanismo, la Cultura, la Religión etc., como categorías trascendentales para interpretar y normar la realidad. Sin duda, el hombre posmoderno reconstruye su historia en base a trozos, fragmentos, un collage de recuerdos provocados, pero es un recuerdo hedonista, caracterizado por el individualismo. He aquí la importancia de la posmodernidad y el énfasis en el locutor en primera persona (denominado como yo poético) en el poemario de Caururo a través de una tendencia exhortativa y desacralizadora.
En el poema que se abre a modo de epígrafe al inicio del libro se leen estos versos: “No han de quitarme esta sonrisa/ ni el estado de ultraje animal” (p. 2). En el poema “II” de E(r)go se lee: “Soy una desperfecta máquina de porquerías que destruir no podrás ni en tus más/ terribles sueños” (p. 5); en el poema “III”, la voz poética exige por medio del mandato o el imperativo transformar su cuerpo a través de estas expresiones: “Mátame”, “Moldea en mí”, “Extermina en mí”, “increpa mis huesos”, donde, por momentos, la figura de este hablante poético asume una voz y una postura femenina que busca que se haga en su cuerpo lo que la «otredad», a través de la violencia, desee. En el poema “Un niño juega a Dios…”, también se puede leer ese énfasis en la figura del yo poético en esta cita: “Y yo sentado en una esquina/ medito en tu excremento/ (si tan solo el hombre fuera más inmenso la vida sería natural)” (p. 9). En el poema “Canto”, se leen estos versos ilustrativos: “Amo los tacones altos de Dios/ construyo palacios/ espío a dios mientras se baña” (p. 10). Como se puede evidenciar, hay un énfasis particular en construir la figura del «yo poético» en relación al «tú oyente», a quien se le pide que actúe y rompa su pasividad y su estado acrítico. En la posmodernidad las relaciones con la “otredad”, tema importante en el libro por cierto, resultan conflictivas y angustiantes. En el poema “II” se leen estos versos que pueden resultar ilustrativos para entender este tópico: “Soy una desperfecta máquina de porquerías que destruir no podrás ni en tus más/ terribles sueños./ Asciendes. Telarañas extiendes de tu cuerpo que no logro sujetar./ Mi rey sin nombre./ Árbol deshojado, sin sombra, alargado. No te reconozco.” (p. 5).
El segundo tópico que desarrolla el poemario de Caururo es la desacralización de la figura divina y su humanización. En este sentido, la figura del yo poético en muchas ocasiones procura un lenguaje de prédica, pues asume una postura desacralizadora. En el texto de nuestro poeta se lee: “Despersígnate y asume tu orgasmo”, “abandonen vuestro estado de coleópteros mal avenidos”; en el poema “I” se lee: “No vuelvas a ser/ no te arrepientas”, “Armagedón no viene/ Armagedón no vendrá…”; en el poema “II” se lee: “Ponme bajo tu trono. No refluyas de mí. En inconsciencia, EL PECADO mismo nos/ une”; y en el poema “Tercera noche con dios” se lee “No es Dios quien los rescata/ No es Dios quien los castiga”, entre otros ejemplos. Como se evidencia, ese tono imperativo (o exhortativo, que también aparece muy marcado y a veces algo predictivo en este y en sus dos anteriores libros) tiene una visión desacralizadora a lo largo de todo el texto. Este asunto no es nuevo en poesía. Solo para tomar un ejemplo en la poesía moderna, en Baudelaire aparece este elemento. En la poesía latinoamericana; en Vallejo, Dios es el hombre, el que sufre, trabaja, come, suda y es un asalariado; en el Neruda de Crepusculario, por ejemplo, Dios es un perro y está en todas las cosas vanas y cotidianas perdiendo así su carácter sagrado y; en Benedetti, Dios aparece como una figura femenina y sensual en sus formas. Salvando las distancias, en la poesía de Caururo, Dios aparece como una mujer con tacones altos, como un niño o a veces ni aparece y se niega la posibilidad de su existencia en los actos carnales, en el amanecer, en el anochecer, en la historia de su resurrección y se forja un escepticismo; el poema “Tercera noche con Dios” puede resultar ilustrativo para esta referencia. Sin duda, el asunto religioso inunda este poemario, se deja notar a través de los deícticos y las iteraciones en torno a “pecado”, “sagrado”, “Dios”, Armagedón”, “Profanación”, “Credo”, “profeta”, “cruces”, “anticristo”, “celestial”, etc. De alguna manera en el poemario, la figura del yo siente una angustia, pues pese a utilizar un lenguaje exhortativo no conduce este a una respuesta, pues los oyentes permanecen estáticos y pasivos en el interior del libro, esto evidencia la angustiosa y tormentosa estructuración del yo y la construcción de su identidad. Esta reconstrucción desacralizadora, sin duda, obedece a una práctica neobarroca y posmoderna. En esta se imbrican modelos de discursos de predicas religiosas, citas latinas, disposición del espacio en blanco y la referencia a elementos de la literatura grecolatina; asimismo, el lenguaje neobarroco aprovecha arcaísmos, un lenguaje atiborrado de preciosismo y la utilización del modelo modernista en expresiones como “espejismo bursátil”, “pradera luz”, “afiebradas pensiles”, “arcadas lanzas”, “Danzas, arcadas”, etc.; el poema “Taedium” puede citarse como un ejemplo.
El tercer tema importante del libro es la deconstrucción del yo. Aquí quizás convenga examinar el libro desde una perspectiva intratextual, en el que se aborde el título del libro en relación a este tercer tópico. El título de este poemario, al igual que el de sus anteriores libros, intenta una nominación lúdica. Por un lado, alude a «ego» y; por otro, a «ergo». Ambas provienen de la terminología latina. Ego es el concepto de yo y es la instancia psíquica a través de la cual el individuo se reconoce como yo y es consciente de su propia identidad. El ego, por lo tanto, es el sitio de referencia de los fenómenos físicos y media entre la realidad del mundo exterior. En cambio, el ergo es una conjunción ilativa que equivale a “por tanto, luego o pues”; es decir, refiere a la situación, la razón o el motivo. Desde esta perspectiva el título alude al instante del yo, vale decir a la fugacidad del instante que evidencia la transitoriedad de la esencialidad del yo desde un tiempo posmoderno. Este elemento se torna angustioso, pues el yo se haya en un conflicto, en una escisión de su unidad, de su identidad, incluso de colectividad representada en la desacralización de la figura de Dios.
Otro elemento que quizás también debamos subrayar es respecto al lenguaje y al estilo del yo poético en la poesía del autor de E(r)go, pues en esta se manifiesta, como ya señalamos, una perspectiva conflictiva y angustiosa en la voz poética. Dicha perspectiva se percibe no solo en este nuevo poemario, sino también en el libro anterior, Pájaro: escrito para no matar (2014). Esta idea se sustenta en la predilección que tiene el autor por la disposición de las palabras en la página en blanco. Asimismo, merece atención especial la influencia de la literatura latina; particularmente Caururo la evidencia desde sus anteriores libros, con epígrafes, frases y otros préstamos lingüísticos. Todos estos elementos coadyuvan en hacer notar el uso de un lenguaje apelativo que busca una actitud pragmática en los alocutarios al interior del texto. El título del libro que juega con el ego y el ergo, asimismo, la frase de la contratapa (“Nisi credideritis, non permanebetis...” (Si no crees, no permanecerás), el título del poema “Taedium”, entre otros ejemplos, pueden ayudar a explicar la predilección del autor por esta lengua. Hay, sin duda, otras influencias diferentes respecto de lo comentado, pues esta poesía tiene deudas con la literatura grecolatina, la cultura medieval, la poesía satírica, además de la poesía de Octavio Paz, Charles Bukowski, Gonzalo Rojas y hasta de la música trova, entre otras son detectables en el autor de Botella.
Finalmente, para cerrar este acercamiento a la poética de E(r)go, quisiera subrayar que esta como propuesta continúa la ruta de sus anteriores textos. Es decir, sigue siendo fiel a su estilo. Pero, por la naturaleza del tema desacralizador, sobre todo en esta nueva entrega, se acerca a las fuentes de sus primeros versos publicados en revistas y plaquetas de poesía, incluso anteriores al poemario escrito a dos manos Llevaba sombrero de copa (2004). Desde mi lectura, observo que el tema de la crisis y la angustia de situarse en el instante y de consolidar su voz en la «otredad» sigue siendo todavía la columna vertebral de la poesía de Caururo. Quiero terminar este acercamiento a E(r)go, quizás con uno de los mejores versos del libro; se trata del poema “Taedium”:

Oh torres de espasmos
Constelas el hambre
Elástica sombra de infamia
Que prefiere no entender lo que asimila
Plástica excelencia de la verdad que admiras
Terreno baldío
Sofisma cruel
¿Hasta cuándo más de ti


              Mirada y hastío?

lunes, 2 de noviembre de 2015

A PROPÓSITO DE "LA POÉTICA NODAL. EL NUDO Y SU FUNDAMENTACIÓN ESTÉTICA EN LA POESÍA ESCRITA DE JORGE EDUARDO EIELSON" DE ÁLEX MORILLO SOTOMAYOR. UN ACERCAMIENTO AL TEJIDO POÉTICO.


La poética de Jorge Eduardo Eielson tiene el encanto de la lectura de culto. De esta tradición también se elevan nombres imprescindibles como el José María Eguren, Emilio Adolfo Westphalen y Martín Adán. Sin embargo, define a Eielson una naturaleza artística compleja e inclasificable, pues su universo figurativo abarca la poesía, la crítica, la narrativa, la pintura, la performance, la música, el tejido, los nudos, los montajes, etc. De esta manera podemos entender que este universo figurativo, que tiene raíces en las artes, sirve para definir su visión del mundo, de las cosas, de las relaciones y de su praxis poética.

Entendiendo el carácter intratextual e intertextual del autor de Habitación en Roma, el poeta y crítico literario sanmarquino Álex Morillo Sotomayor (Lima, 1984) acaba de presentar su estudio La poética nodal. El nudo y su fundamentación estética en la poesía escrita de Jorge Eduardo Eielson (2014, Fondo Editorial de la UNMSM – Paracaídas Editores). Dicho estudio, ahora publicado como libro, obedeció a los trabajos de investigación iniciados en San Marcos y que luego se concretaron como su tesis de licenciatura.

El libro está dividido en seis capítulos antecedidos por un prólogo de José Ignacio Padilla. En aquél sostiene que “la obra de Jorge Eduardo Eielson disfruta de excelente salud” (p. 15), pues esta ha logrado convocar a lectores apasionados como a críticos entregados a este quehacer. En esta tradición crítica refiere a los trabajos de Camilo Fernández Cozman, Sergio R. Franco y Emilio Tarazona, quienes han dedicado amplios estudios sobre la obra Eielsoniana. Para Padilla, Morillo se une al conjunto crítico, pues éste “busca aprehender una noción más amplia de la poesía: ya sea como producto o significación terminada (el nudo-poema), el acto creativo esencial (el anudamiento poético) o la condición de vida que despliega una visualización absoluta (el estado poético)” (p.19). El prólogo finaliza subrayando que este libro “abre una nueva etapa en los estudios sobre Jorge Eduardo Eielson […] ahora es posible […] manejar un corpus siempre en aumento, y saltar de un registro a otro, emulando el recorrido crítico y creativo de Eielson” (p. 21).

En el primer capítulo, “Clasificación y contextualización de la poética nodal”, el crítico sanmarquino aborda desde la perspectiva metacrítica “las aproximaciones críticas y teóricas en torno a la obra integral de Eielson [que] constituyen hoy, indiscutiblemente, un corpus riguroso e interdisciplinario que aborda sus múltiples coordenadas temáticas y formales” p. 25). En este capítulo se aborda lo que él denomina las hebras culturales de la poética nodal de Eielson: la hebra occidental, la hebra precolombina y la hebra oriental en la poética de Eielson y cómo este se nutre y lo asimila creativamente.

El segundo capítulo se denomina “La poética nodal”, en esta se encierra lo medular de la propuesta del autor de Fragilidad de lo visible. En este capítulo aborda tres ejes: el nudo, el anudamiento y la poética nodal. Respecto al nudo señala que este “es el signo mayor de Eielson. Es el signo de la búsqueda y de la iluminación en su obra. Es el gesto convergente donde las tres hebras culturales materializan lo poético en su continua e intensa correspondencia” (p. 103). De este modo, la poesía escrita de Eielson procura una escritura multisígnica que configura una red de sentido que logra una verdadera cosmovisión, que se nutre de varias culturas y resemantiza toda creación. Respecto al anudamiento, el investigador denomina “anudamiento verbal a la operación de significación donde los significados se contraen para dar paso a los sentidos que, en su despliegue, buscan renovar la fuerza expresiva de las palabras convocadas en los poemas” (p. 118). De esta manera, para el crítico el anudamiento supone la referencialidad de lo real desde una plataforma poética que busca la deconstrucción de las palabras para oxigenarlas. El tercer eje de este capítulo es la poética nodal, en donde sostiene que esta “busca aprehender una noción más amplia de la poesía: ya sea como producto o significación terminada (el nudo-poema), el acto creativo esencial (el anudamiento poético) o la condición de vida que despliega una visualización absoluta (el estado poético)” (p. 129). Es así que dicho planteamiento entreteje la experiencia individual del autor como creador y la experiencia colectiva (y su relación con el arte de otras culturas) que el poeta ha logrado dominar y hacer que su reflexión sobre el arte poético beba de diferentes fuentes y configure una postura del anudamiento en cuatro tipos. Morillo distingue a estos como el anudamiento iterativo, el anudamiento de la referencialidad directa, el anudamiento silencioso y el anudamiento metapoético, que son abordados en los siguientes capítulos.

El tercer capítulo desarrolla el primer tipo de anudamiento: “El anudamiento iterativo”. En este capítulo se desarrolla el concepto de que “la iteración es la operación que se encarga de reproducir una imagen o una palabra tal y como es” (p. 139). Esta naturaleza unida a la poética nodal es visible desde los primeros libros de Eielson, por ello el crítico analiza los elementos de la iteración en “Piano de otro mundo” (Reinos),”Doble diamante” (Doble diamante), “Inventario” (Tema y variaciones), “He aquí el amor” y “Variaciones ante una puerta” (Tema y variaciones), “Albergo del Sole II”, “Escultura de palabras para una plaza de Roma” y “Azul ultramar” (Habitación en Roma), entre otros ejemplos. De este modo, el carácter iterativo del anudamiento posibilita acentuar el encadenamiento (o anudamiento en conceptos del autor) no solo de palabras sino de una estética amparada en la búsqueda de la esencialidad.

El cuarto capítulo se denomina “anudamiento de la referencialidad directa”, donde el autor del libro parte de la tesis de que “la escritura poética, como acto, revela una postura particular del hombre frente al lenguaje” (p. 171). Bajo esta idea la escritura poética constituye un encuentro de “convencionalidad o pactos a los que llamamos estéticos” (p. 172). Y el crítico sentencia subrayando que “lo que encontramos en poéticas como la de Eielson es la proyección sobre la escritura de estos encuentros, contactos y realizaciones como cuestiones en plena reestructuración, en plena revitalización” (p. 172). En este capítulo, lo que señala como anudamiento de la referencialidad es un énfasis referencial directo o explícito, una poética que se alimenta en las hebras culturales y que ata y desata signos, un trabajo entre la escritura poética y el trabajo con la imagen.

El quinto capítulo del libro es “El anudamiento silencioso”, donde parte de la premisa de que resulta “representativa la presencia del silencio en la poética nodal, lo comprueban la serie de marcas textuales reconocibles desde los escritos iniciales hasta los más recientes” (p. 201). El tópico del silencio no es reciente en la poesía, en este sentido el investigador sanmarquino recurre a la tradición crítica que ha trabajado el tópico del silencio en la poesía para fijar las coordenadas silenciosas de la escritura de Eielson. Este anudamiento silencioso “explora el espacio en blanco mallarmeano, de tradición visual y vanguardista. En este aspecto Morillo sostiene que “el silencio en la poesía de Eielson adopta la forma de una huella de aspecto nodal, cuya fuerza gravitacional atrae todo aquello que está a su alrededor” (p. 210) y esta oxigena a la palabras en situacional tensional. En este apartado se analizan poemas como “Primavera en Villa Adriana” (Habitación en Roma), “Cuerpo mutilado” “Cuerpo en exilio”, “Cuerpo enamorado” y “Cuerpo de papel” (Noche oscura del cuerpo), entre otros, donde el eje del lenguaje se articula al anudamiento silencioso.

Finalmente, el sexto capítulo se titula “Anudamiento metapoético”, en este, a partir de una perspectiva intratextual, el crítico literario hace dialogar la obra poética de Eielson con las reflexiones estéticas de este. El investigador sanmarquino, de este modo, desarrolla algunas consideraciones como a) el surgimiento de la conciencia metapoética eielsoniana indisociable de una postura crítica, b) la conciencia en cuestión es una de las constantes de mayor influencia en la construcción de la identidad poética eielsoniana, pues cierra el ciclo del principio de búsqueda y c) el anudamiento metapoético se despliega con el fin de destacar la trasgresión como una de las operaciones más significativas del acto poético.  


Sin duda el libro de Álex Morillo, La poética nodal. El nudo y su fundamentación estética en la poesía escrita de Jorge Eduardo Eielson, demuestra cómo la crítica literaria también puede ser creativa y echar lazos dialógicos e interdisciplinarios entre las partes que componen la obra del autor, que no solo hunde sus raíces en la tradición literaria, sino en otras artes y otras búsquedas. Por ello, los textos de investigación crítica son una apología a la exigencia y a la relectura, quizás también una invitación (quiero decir una ceremonia) para repensar nuestros sistemas operativos en el análisis del arte tal como lo sugiere la intensa obra de Eielson.

SÍMBOLO, MEMORIA Y POSMODERNIDAD EN "UN CABALLO EN LA AV. ROCA Y BOLOGNA" DE MARCOS YAURI MONTERO

Desde la perspectiva del psicoanálisis, el caballo es un símbolo del psiquismo del inconsciente. José María Albert de Paco (2003) en su famoso Diccionario de símbolos señala que el caballo es un animal funerario por excelencia, el caballo se emplea por los chamanes como medio para la obtención del éxtasis, esto es, el viaje místico que redunda en la «salida de uno mismo». Por su parte, Mircea Eliade, también cree que el caballo conduce el alma al más allá que no es el infierno ni el cielo, sino otra dimensión en la cual se constituye su ruptura con el mundo.
El caballo es un animal dominado por la hermosura y la armonía; esta le ha servido para estar presente en la mitología, la literatura y el arte. Hay algunos representantes dignos de mencionar como Pegaso, Rocinante de Alonso Quijano, Babieca del Cid Campeador, entre otros. Asimismo, la representación del caballo en la historia y la literatura peruana no es reciente. Esta se deja notar desde las crónicas que narran episodios donde los españoles utilizan al equino como animal de batalla, que atropella a los indios, los pisa y los despedaza. En la poesía peruana moderna aparece representado en el poema “Los caballos blancos” de Manuel González Prada; en el conocido poema “Los caballos de los conquistadores” de José Santos Chocano; en el poema “El caballo” de José María Eguren; en el poema “LXI” de Trilce de César Vallejo; en “Balada para un caballo” de Jorge Pimentel; en “Un caballo en casa” de Wáshington Delgado; también aparece en otros poetas que han cantado al equino como Carlos Germán Belli, Jorge Eduardo Eielson, Mariela Dreyfus, etc.

Recientemente Marcos Yauri Montero (Huaraz, 1930) acaba de publicar Un caballo en la Av. Roca y Bologna (Huaraz, Killa editorial, 2015), donde el símbolo, la memoria y la posmodernidad inundan todo el poemario. El título del libro hace alusión a un caballo (representación del alter ego del autor) en la Av. Roca y Bologña de Miraflores, por donde transita en medio del caos, vehículos, edificios, bulla y un ambiente gris y hostil.
De este modo, el caballo es una figura importante en el libro, este se configura como un símbolo polisémico en la poesía peruana, unos están ligados a valores culturales y otros a valores privativos de cada autor. En la obra de Yauri, el caballo simboliza al hombre que huye de sí mismo y del tiempo para ingresar a la dimensión del recuerdo y la nostalgia. Tal como se puede observar desde nuestra lectura, la figura simbólica del caballo funciona como un elemento catárquico.

Por ejemplo, en el poema “Un paseo” se lee:

El sol le pasa su lengua a la montaña negra.
Por entre las ramas un rayo me hiere.
Abajo, entre hojas, leña, cactos, me espera mi hermano.
Él no sabe que soy un caballo (p. 19).

En otro poema “Con canto ajeno” se leen los siguientes versos:

Vimos llegar gente del mar, políticos, mafiosos, gentes
del norte, del centro, del viento, del este.
Del oeste, del sur, del vicio, de la avaricia.
De todo se adueñaron, sintiéronse superiores a los caballos.

Nuestra ciudad, ay caballo, de pulverizada se perdió
para siempre (p. 25-26).

Un poema como “Tú y yo, Caballo”, puede resultar ilustrativo para referirse a la figura simbólica del caballo que busca libertad en un medio hostil y gris como Lima.

Otro elemento importante e iterativo en el poemario (y también en toda la obra de Yauri) es la memoria. El antropólogo alemán, Jan Assmann distingue dos tipos de memoria: la cultural y la comunicativa. «La memoria cultural» cumple una función de almacenamiento social y la «Memoria comunicativa», realiza la función de una memoria de todos los días que se sitúa en la actualidad. Desde mi perspectiva, en la obra de Marcos Yauri ambas se conectan constantemente.

Por ejemplo, en el poema “Copo de algodón” se lee:

Duele el recuerdo. Duele la distancia.
Aldea y casa perdidas hace un millón de años
multiplicados por otro millón de veces,
con la madre llamando para el manjar
por su ternura misma modelada
hasta llegar a ser blanda y bella
como un copo de algodón (p. 17).

En otro poema como “Historia de abuelos”, se recuerda anecdóticamente la figura del abuelo en su funeral. La memoria cultural se haya en la referencia al canto del «salve, salve» en las exequias del abuelo. En los versos del poema se lee:

Un anciano parecido al ex guerrero San Pablo
entonó canciones de los muertos.
Con sus manos sostenía un libro enorme como si fuera su espada. (p. 20).

Esta referencia cultural, se deja notar también en el poema “Tiempos felices”, donde se lee:

Era yo relámpago, crines en torbellino, trueno.
Mi frente apuntaba a la vía láctea, Río Grande,
Río Jordán de los muertos de los grandes mitos.
Verdes orillas en flor, a la sombra
duermen perros que allegada la hora
me harán cruzar sus aguas camino al paraíso. (p. 27).

Finalmente, otro elemento que aparece en el poemario es la posmodernidad. El filósofo italiano Gianni Vattimo y el pensador francés Jean-François Lyotard coinciden en subrayar que la posmodernidad es un momento filosófico e histórico que advierte de la crisis y el fin del siglo XX. Este se caracteriza por la fragmentación del yo, el debilitamiento de la historicidad, que cuestiona a la historia oficial que aparece como catastrófica y en la que se erigió el Progreso, el Humanismo, la Cultura, etc., como categorías trascendentales para interpretar y normar la realidad y; la visión pesimista, que registra la entropía de la modernidad historicista y que ha posibilitado crear la historia a la luz de los nuevos desafíos del presente. Sin duda, el hombre posmoderno reconstruye su historia en base a trozos, fragmentos, collage de recuerdo, pero es un recuerdo hedonista, caracterizado por el individualismo. He aquí la importancia de la posmodernidad y la figura del énfasis en el yo poético en el poemario de Yauri.
Por ejemplo, en el primer poema “Coralie” asistimos a la construcción del discurso amoroso en torno al uso experimental del collage en poesía. De este modo, en el poema se usan citas de conversaciones mezcladas entre palabras quechuas como Rima-rima e inglesas como Happy birthday que se cruzan con los recuerdos que van cayendo como la lluvia andina.
El poema “A la sombra de un árbol en flor” puede resultar ilustrativa para entender la dimensión del yo poético:

Tibia la calle como la palma de mi mano ábrese comedida.
Tengo gastadas mis herraduras, pero mi USB está lleno
de cuanto a mí me encanta (p. 14).

En este contexto posmoderno la figura femenina y la belleza se hallan en la experiencia de la fugacidad ligada al ámbito de lo dinámico y a la transformación en las grandes urbes, donde el yo se resiste a integrarse y como ayuda está la memoria. El poema “Para el mañana falta mucho”; por ejemplo, el yo poético contempla la belleza femenina en la calle que resulta fugaz y perecedera:

Descubierta la cabeza, rizos vivos,
ojos sonrientes, Ella susurra:
Nadie sabe ni yo misma sé si volveré.
El semáforo de rojo pasa a verde.
Ella desaparece devorada por un bus azul (p. 21).

Sin duda, Marcos Yauri Montero es un escritor perseverante, cuya obra se distribuye en poesía, novela y ensayo. Creo con total seguridad, que El mar, la lluvia y ella (1960), No preguntes quién ha muerto (1989) y El señor de la soledad. Discurso de la abundancia y la carencia (1993), son las obras más logradas del autor huaracino. El escritor huarasino, es quizás un hecho atípico, como algunos pocos, pues ofrece un importante poemario neorromántico, una notable novela histórica y sugestivos (inmejorables, por cierto) estudios sobre etnohistoria, que han forjado aún más nuestra identidad.

Termino con estas últimas líneas proféticas del mismo Yauri, se trata del último poema del libro, donde sentencia:

Cualquier avenida es un lugar del mundo.
Los árboles no podrán resistir al tiempo.
Mañana quizás no haya flores amarillas.
¿Alguien sabe qué máquinas rodarán en el futuro?
También yo me habré ido.
Al irme de aquí, de esta Av. Roca y Bologna,
de todos los lugares de la tierra me habré ausentado (p. 52).

"MADRE Y MUERTA INMORTAL: GÉNERO, POÉTICA Y POLÍTICA DESDE LOS TEXTOS DE CÉSAR VALLEJO" DE ENRIQUE BRUCE MARTICORENA


La escritura poética de Vallejo, tiene el mismo efecto que la de Cervantes en lengua castellana. El escritor español es considerado una figura capital en el desarrollo de la novela en lengua española y; el vate peruano, un cuestionador de la lengua a nivel de la poesía propiamente dicha.  No hay un poeta español, de la época de Vallejo ni anterior a él que haya experimentado tan bruscamente con el lenguaje. Por otro lado, sería un error pensar que Vallejo es una isla (un caso especial de escritura), sino más bien un heredero de la tradición poética en lengua castellana. Precisamente, su posición frente al lenguaje, al igual que el de Cervantes, es una forma de rigor y parodia al mismo tiempo.

El libro de Enrique Bruce Marticorena (Lima, 1964), Madre y muerta inmortal: género, poética y política desde los textos de César Vallejo (USIL, 2014), es una clara muestra de que la escritura del vate trujillano se mantiene vigente y que sigue concitando la atención crítica la cual procura una fuente inagotable de signos y símbolos donde poetas y críticos asisten a beber de estas aguas. El libro de Bruce Marticorena está dividido en tres capítulos antecedidos por una “Presentación” de Julio Ortega. En aquél, el crítico literario ancashino subraya que este libro “propone leer a Vallejo desde la mirada psicoanalítica, en su versión menos clínica y más especulativa, la interpretación lacaniana. Y, con tacto que hace civil el riesgo, nos persuade que la figura de la Madre (ese campo semántico que transforma todo lo que toca es no solo el comienzo de la lectura crítica sino el precipitado orgánico de su proyección poética” (p. 7). Desde esta perspectiva, para Ortega, la poética crítica de Bruce busca develar el drama del lenguaje donde también subyace el sujeto hecho de aquel.

El primer capítulo del libro se titula “Madre y muerta inmortal”, aquí se pone especial énfasis en cómo la figura femenina, entiéndase como cuerpo, ha cobrado un importante rol en las poéticas de occidente. Es así que Vallejo, heredero directo de la tradición resemantiza el papel de este y lo refuerza en su elemento simbólico ligado a la madre, poco abordado por la tradición y figura importante en la poesía de vate trujillano. Para el investigador la premisa de que “el drama humano tiene un escenario irreductible: el cuerpo femenino. Y más precisamente, el cuerpo reproductivo de una mujer” (p. 21), resulta sumamente fundamental en esta perspectiva analítica. Para Bruce, esta figura aparece como un personaje gravitante o como un vocativo necesario en Vallejo. Asimismo, el crítico sostiene que Vallejo no está solo en su poesía.  No es que el yo poético celebra la figura dual de la mujer como madre y como amante, sino que también acompañan a esta figura del yo, un nosotros. De tal manera que “el drama del cuerpo materno (y de sus múltiples representaciones, a veces solapadas, como veremos), incluye a un nosotros infantil” (p. 28). Por ejemplo el poema “III” de Trilce y estos versos de aquél poema: “Mejor estemos aquí no más./ Madre dijo que no demoraría”, pueden resultar ilustrativos.

El segundo capítulo lleva por título “La formación de un yo poemático (problemático), donde se pone especial énfasis en una lectura psicoanalítica que retoma algunas categorías teóricas de Sigmund Freud. De este modo, el crítico parte de una idea fundamental “cuerpo y texto dentro de la experiencia de escritura, están fuertemente imbricados” (p. 53). Es así que la “ideología que se desprenda del cuerpo materno, del texto escrito vallejiano, tendrá que oponerse a la ideología falocéntrica, controlista, de la ley del padre. La ideología o estética resultante conformará una síntesis inevitable de ambos polos confrontacionales” (p. 56). En un primer momento, aborda la figura de El cuerpo materno vs. la ley del padre: en pugna por el niño poeta. Aquí el estudioso indaga en los estudios psicoanalíticos feministas de Melanie Klein, Julia Kristeva, Luce Irigaray, Judith Butler y Jessica Benjamin, para desarrollar conceptos como madre, niño y ley del padre que tienen un papel importante en la escritura vallejiana. Para Bruce, tanto en Los heraldos negros como en Trilce, la voz poética asume la figura del “un niño retrotraído al tiempo del presente verbal o encuadrado en un pretérito no exento de nostalgia” (p. 100); asimismo, cuando el crítico usa las categorías de Luce Irigaray sostiene que el poeta se coloca bajo el amparo desde una perspectiva de una figura femenina. “Ese impulso transgenérico vallejiano implicará también una añoranza por ese estadio de simbiosis narcisista con la madre” (p. 105).  En un segundo momento esta sección se concentra en Un poeta cristiano del Perú y un judío de Praga, que hace referencia a un “paralelo entre ambos escritores (Vallejo y Kafka) y en especial en su relación con la figura del padre, o con la valencia del mismo en sus respectivas poéticas” (p. 119). Aquí el crítico sentencia que hay una superación del viejo complejo edípico; es decir, una posposición del complejo. En un tercer momento, el crítico literario se concentra en Los intersticios del ritual y la palabra escrita, en donde el investigador limeño afirma sin ambages que “en el discurso religioso vallejiano, la figura de un dios padre se presenta ambigua de un lado, (figura que hace ambigua por extensión a la figura del padre) pero también encarna perfectamente con los elementos retóricos e ideológicos que lo muestran antitético al cuerpo materno” (p. 134).

Finalmente, el tercer capítulo se denomina “Dos vertientes de lectura de los tópicos más recurrentes en Trilce”, en donde propone dos vertientes de lectura. La primera es El cuerpo materno y la segunda propuesta es El texto poético. Este tercer capítulo sistematiza las propuestas hasta ahora abordadas en los dos primeros capítulos, pero propone dos vertientes de lectura que dirijan los tópicos y la poética vallejiana en las nuevas investigaciones sobre esta. Pues, desde la perspectiva freudiana y posfreudiana la escritura de Vallejo asume intuiciones poéticas sobre el cuerpo femenino y, particularmente, sobre el elemento materno. Una cita en el libro de Bruce Marticorena puede resultar importante sobre lo señalado: “el cuerpo materno propone una vía de escape, el viaje a la nostalgia de la madre y de los niños que cobijó en el hogar, o propone alternativamente un viaje hacia el futuro: el de la madre patria o la República, que cobija al soldado caído o muerto” (p. 172).


Vallejo es un clásico de la poesía universal y como aquel, su poética exige siempre una audaz y creativa relectura. Es así que el libro Madre y muerta inmortal: género, poética y política desde los textos de César Vallejo cumple con notable pertinencia al bucear en el universo figurativo y simbólico desde una perspectiva psicoanalítica que fija su atención en la figura que encarna lo femenino en la inagotable poesía del vate de Santiago de Chuco.

A PROPÓSITO DEL CUENTO “FIFÍ” DE RAMÓN ARCE CRUZADO

Ramón Arce Cruzado es un escritor norteño, nacido en 1949 en Yuved, en el valle de Jequetepeque, Cajamarca, cuyo ímpetu se revela una vez más en esta quinta edición de su primer cuento titulado como Fifí (Killa Editorial, 2015). Arce Cruzado es Licenciado en Educación, estudió Pedagogía y Literatura en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones – Lima y en la Universidad Mayor de San Marcos. El escritor cajamarquino, además, ejerce la docencia desde hace más de 35 años. Ha sido director en algunos colegios limeños y otro tanto en provincias (Áncash), Algunas de sus obras publicadas son El hechizo de Putkkilla y otros relatos, Yanapishgo y En dos tiempos polvo blanco.
En el prólogo de Luis Alberto Rondón Márquez al libro de Arce Cruzado se subraya el carácter verosímil de la historia de la personaje Fifí, una perra de raza cocker. Asimismo, se hace un recorrido por las obras y autores que han incursionado en la tratativa de personajes con animales que tienen un papel protagónico como el famoso Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, “El caballero Carmelo” de Abraham Valdelomar y Los días de Carbón de Rosa Cerna Guardia. Para el prologuista, el cuento “Fifí” de Arce también puede agregarse a esta lista. En esta obra los temas que se desarrollan son el respeto, la responsabilidad, el cuidado de la salud, el dolor y la muerte.
El cuento “Fifí”, de reciente reedición, narra la historia de una perrita de raza cocker que fue obsequiada por una profesora a Augusto en el colegio y poco a poco la perra fue incorporándose como un miembro muy querido en la familia; es decir, este animal fue ganándose el cariño de todos ellos (El padre, la madre, Augusto e Isabel). A lo largo del cuento suceden una serie de hechos, aventuras, paseos familiares, donde forma parte este animalito y donde estas hacen vivir al lector instantes de suspenso, ternura, solidaridad y tristeza. En este relato el escritor subraya, de muchos modos, la dimensión humana en relación y conexión con los animales.

El cuento, sin duda, está orientado a un público juvenil, pues hay un énfasis ético y moralizante en aquel. Uno de los temas importantes que desarrolla el texto es el de la solidaridad con el “otro” animal y la incorporación de este en el seno familiar. Esto significa mirar de manera horizontal la relación entre el hombre y el perro. Fifí es aceptada en la familia, tiene un rol importante en el desarrollo de los niños; pues en un momento posibilita el despertar la sensibilidad y, en un segundo momento, viabiliza generar a partir de su presencia sentimientos de protección y responsabilidad. Tópico que es referido en el siguiente párrafo:

Mi padre decía que en casa debemos tener siempre un animalito porque ayuda al desarrollo emocional de los hijos. Los hace más humanos, sensibles, se crían con una visión positiva de lo que es el amor. (p. 22).

Otro asunto que aparece de manera enfática en el cuento es el tema de la muerte ligada al tópico de la tragedia, pues la familia siempre ha criado perros y estos han muerto de mala manera. En el cuento, por ejemplo, se recuerda la muerte de Negro a razón de la llegada de Fifí, quien también al final del cuento será sacrificada para que no sufra. De tal modo que este tema se relaciona con la técnica en el manejo del tiempo. La historia empieza cuando atormentado y sobrecogido por un mal sueño el padre de Augusto se levanta en la madrugada y observa a su esposa, y este último le dice que sacará a pasear a Fifí. Es en este momento donde la perra es atropellada por un pequeño micro Nissan y queda moribunda. El padre se desespera, va en busca de su hijo Augusto para que le acompañe a emergencias de cualquier veterinaria para que le salven la vida. Llegan a la Veterinaria Flórez, después de buscar otra donde no los atendieron; entonces el veterinario decide operar a la perra y en ese momento se produce un flash back, un viaje hacia el pasado donde se recuerda la llegada de la perrita a la casa. Casi la última parte del cuento retoma el tiempo presente y es donde deciden inyectarle a la perra para que muera y no sufra tras la operación donde se observa que no viviría, pues sus órganos internos habían sufrido daños severos. Pero el manejo del tiempo no queda ahí, sino que sucede lo inesperado y nuevamente se activa la obra a partir de un final cíclico y abierto, pues al parecer se repetirá nuevamente la historia de la adopción de un nuevo perro:

Antes de subir a nuestro edificio encontramos a un niño con un perrito en sus brazos que nos dijo: “Se los regalo, es machito, mi mamá no lo quiere”. Rosa y mis hijos me miraron extrañados buscando en mis ojos una respuesta, me abrazaron, y sin decir nada… sonrieron (p. 50).

Por otro lado, también aparece la humanidad del ser como un elemento estructurador de la historia. Esta se deja notar en el tratamiento del personaje animal en el texto, pues en su llegada es incorporada sin distinción en el núcleo familiar, incluso le llevan a pasear, le celebran el cumpleaños, le asisten medicamente y le cuidan permanentemente. Esta también se deja notar en el gran amor que sienten por el animal y deciden dormirla para siempre para que esta no sufra; en primer lugar, por la sarna y en otro momento del cuento, cuando es atropellada. Asimismo, se observa cómo Santos se compadece del animal y no lo mata, sino que lo encarga a Silicio Vargas; quien baña al animal con aceite quemado y termina curando la sarna a Fifí.


Por lo que queda decir de “Fifí” de Ramón Arce Cruzado, esta es una obra que recorre los precarios linderos de la ficción y la realidad, pues combina episodios de la vida del autor con la dimensión ficcional de la narración literaria. En esta se exploran los tópicos de la solidaridad con el “otro” animal y la incorporación de este en el seno familiar, la muerte ligada al tópico de la tragedia y la humanidad del ser como un elemento estructurador de su condición.

viernes, 20 de febrero de 2015

"EL HOMBRE DE LA GABARDINA" DE MARCOS YAURI MONTERO. UNA LECTURA SOBRE LA VIOLENCIA DEL TIEMPO

Marcos Yauri Montero (Huaraz, 1930) es un escritor infatigable, prueba de ello son sus obras distribuidas en poesía, novela y ensayo. Por la década de los años sesenta su figura como poeta se revela con un libro clave El mar, la lluvia y ella (1960); poemario que condensa un aura neorromántica a través de una intensa lírica conversacional, cuya figura simbólica del agua lo inunda todo produciendo lo trágico, pero también el goce. En 1989, nuestro autor, publica una valiosa novela histórica, incluso anotada por Seymour Menton: No preguntes quién ha muerto. Yauri Montero es también un riguroso investigador de etnohistoria, donde emplea una metodología interdisciplinaria para el análisis de los discursos de la tradición oral. Véanse libros como El Señor de la Soledad. Discurso de la abundancia y la carencia, Simbología de las plantas nativas, Áncash en el tapiz, entre muchos otros. El escritor huaracino, es quizás un intelectual atípico, como algunos pocos, por ofrecer un importante poemario, una notable novela histórica y sugestivos estudios sobre la historia cultural de Áncash, que han forjado un derrotero por donde debe dirigirse nuestra identidad, ya que estudios de esta naturaleza escasean en nuestro medio.

En 1996 Marcos Yauri publicó El hombre de la gabardina con el sello de Azalea; después de casi 18 años, y gracias a la iniciativa de la Editorial Vivirsinenterarse, se acaba de publicar nuevamente esta obra, simbólica para Marcos Yauri, ya que esta define, por mucho, su poética narrativa: la memoria individual, que es a su vez la memoria colectiva arrasada por el tiempo. El hombre de la gabardina (Lima, Editorial Vivirsinenterarse, 2014) es una novela que trata del retorno del personaje Ulises del Pozo Montero a la ciudad de Huaraz, después de muchos años y donde el reencuentro con ésta provoca un conflicto.
El crítico literario gallego Benito Varela Jácome señaló, en su libro Renovación de la novela en el siglo XX (1967), que “el tiempo desempeña un papel significativo en las realizaciones teatrales, cinematográficas y novelísticas contemporáneas. El centro de la problemática temporal de la novela cambia según los autores: la búsqueda del tiempo perdido proustiano, el tempo lento, en Mann, Proust, Azorín y Miró; la ruptura de la secuencia temporal, en Huxley y Faulkner” (p. 77). En la novela que nos concierne, el tiempo también cumple un rol protagónico. La búsqueda angustiosa del tiempo perdido es en la novela obsesiva, va desde la contemplación de la ciudad, de los objetos (cuadros, asientos, pisos, etc.), hasta las personas activan la memoria y el pasado en el personaje principal, Ulises del Pozo Montero. Entonces el tiempo es el personaje que destruye a la ciudad, a las personas y se muestra dura y hostil. El tiempo es implacable con todo:

Me lacera la nostalgia, como cuando en una ciudad ajena, de improviso encuentras a un anciano o a una anciana que te recuerdan a tu padre y a tu madre, y entonces crees haber vuelto y que los dos te miran; pero pasado el deliquio tu alma se te derrama como un litro de sal. (29).

La novela se inicia el miércoles trece de enero con el retorno del personaje Ulises del Pozo Montero a la ciudad de Huaraz, su regreso se produce porque una de sus sobrinas, Yeni, se casa con Alberto Wong. Sin duda, hay dos elementos que rápidamente se precipitan y nos llevan a la Odisea de Homero, el tema del retorno del héroe y las celebraciones nupciales. En el texto de Yauri, estos temas se manejan a partir de una técnica que se entrecruza con los tiempos. Por un lado, la primera obedece al tiempo objetivo y donde se narra a partir de un estilo cronístico, dicha idea lo corroboran los «metatextos» como los títulos de las secciones, los epígrafes y los días fechados (del miércoles 13 al lunes 18 de enero). Asimismo, la figura del narrador, en este sentido, se orienta a la de los cronistas del siglo XVI, ya que se observa en la lectura cómo el personaje Ulises del Pozo Montero describe detalladamente los pormenores del viaje, la impresión que le produce Huaraz, luego hace un recorrido de la ciudad observando las particularidades y los cambios que ésta ha sufrido con el tiempo, la migración, la dispersión, los gobiernos que no han hecho nada, la modernidad desbordada, etc. Por otro lado, se observa el tiempo subjetivo, el del pensamiento, el tiempo de la nostalgia, el recuerdo, la memoria, el del sueño, las alucinaciones, etc. Esta se puede observar en cómo los personajes que aún viven como el padre del forastero, Claudio del Pozo Henostroza, quien recuerda a sus seres queridos que han sido tragados violentamente por el tiempo, recuerda la vida en el campo, los episodios cotidianos con su esposa Carlota, recuerda la muerte de sus perro Argos II, los viajes de trabajo, entre otros episodios que son activados a través de la memoria. El anciano en un pasaje de la novela, conversa en su mente con su esposa:

Carlota, ¿cómo la pasamos? Vivíamos en un cuartito alquilado, al lado su cocinita, con un patio de este tamaño, allí esperabas con tus comidas hechas con lo poco que teníamos. (p. 51).

En otro momento el anciano dice:

Carlota, el árbol no resiste al tiempo, ¿recuerdas el eucalipto gigante por el que nuestro hijo siendo niño lloró creyendo que se moriría porque le había clavado un clavo?, ¿el saúco que a la entrada formaba un hermoso arco? Al eucalipto lo tumbó el viento y el saúco se ha secado… Ah, Carlota, estos campos si los vieras ahora, son tierras muertas, no son el paraíso de antes. (p. 53).

Por otro lado, el forastero, Ulises del Pozo montero también recuerda a sus amores de otros años: Eliane, Delia y Helena. En la novela El hombre de la gabardina, el amor es un vago recuerdo que sirve para avivar momentos de felicidad en un escenario duro y hostil como también sucede en la novela histórica No preguntes quién ha muerto.

Desde otra perspectiva, conviene también subrayar cómo el personaje recuerda a los amigos que ya se fueron y cómo reconstruye la figura de su madre. En este proceso, a veces gana el melodrama, donde situaciones cotidianas y familiares se dejan evidenciar y aquí se produce la relación simbólica entre «padre, madre e hijo», un triángulo afectivo que no abandona a la novela hasta el final.  En una escena Claudio del Pozo Henostroza desde su remembranza expresa:

El que más me ha hecho y aún hace sufrir es Ulises. Desde que entró en la escuela sentí como si un pedazo que se le hubiera roto a mi corazón volaba por el mundo y peor fue cuando entró en la universidad, su madre con rabia me decía: «odio a esos camiones, porque se llevan a mi hijo». Más tarde se casó y se fue, por último dejó la ciudad para irse en busca de sus ilusiones. (p. 87).

La versión de La Odisea, en esta novela, se haya ligeramente invertida. Aquí Telémaco es Ulises del Pozo Montero, quien va en busca del recuerdo de su madre en la ciudad de Huaraz, pero ese recuerdo se torna dramático y crudo; porque la ciudad ya es otra, se ha transformado y solo encuentra a su padre, ya un hombre nonagenario, que al igual que él se resiste terriblemente a la violencia del tiempo. Éste es a su vez un Ulises, ya que viaja a través del recuerdo y la memoria a rescatar la figura de su amada esposa Carlota. La imagen órfica aquí resulta importante, el padre a diferencia del hijo, la rescata por medio de la memoria en sus sueños y al final de su vida desciende hasta el lugar de ella para encontrarse. Sin duda, el tema del viaje, simbólico, a través del recuerdo y la nostalgia cobran un caro cariz. En una entrevista que publicáramos en el 2014, Marcos Yauri sostiene lo siguiente:

Somos peregrinos en la tierra. Todos tenemos dentro un Ulises y todos de algún modo somos Ulises. ¿Pero, porqué digo esto?, porque uno siempre se está buscando: por ejemplo, cuando uno evoca su niñez o su juventud y quisiera volver a esos tiempos, está siendo de alguna forma un Ulises. (p. 29)

Sin duda, hay dos espacios que se focalizan en la novela a partir de la figura del viaje. El primero es el espacio que mitifica a Huaraz con dos rostros; el de ahora, lleno de desorden y fealdad y; el Huaraz de antaño, lleno de muebles vieneses, de art nouveau y otros artificios que encapsulan una bella época vista desde la perspectiva de la utopía; como proyecto, idea o sistema irrealizable en el instante en que se piensa o se planea. Quienes hablan de este Huaraz son el forastero Ulises del Pozo Montero, Claudio del Pozo Henostroza, Carlota Montero, entre otros. El segundo espacio es el del mundo de los muertos, desde donde habla Carlota Montero Mejía, la madre de Ulises. Son dos espacios y dos tiempos que se entrecruzan a partir de sueños, alucinaciones y a partir de un tiempo mítico, que rige a los muertos, pero que no se conecta con el mundo de los vivos sino a través de la memoria. En un pasaje de la novela se lee:

En el cielo, doña Carlota despierta al ser nombrada por su esposo. Por la ventana gótica mira las avenidas que se desdibujan en la neblina azul, allí donde flotan melodías suaves, caen hojuelas de oro y garúas etéreas. (p. 20).

Otro tema importante en la novela es el de la «identidad» en el narrador personaje, y la noción de «extranjerismo» con la que él mismo se define. La identidad de Ulises del Pozo Montero está en el Huaraz de antaño, pero aunque ahora esa ciudad ya no esté, este es su Ítaca a la que siempre anhela volver, aunque ya no esté físicamente ésta está en su corazón. De este modo, la identidad del personaje se halla en la utopía, en la memoria del pasado, en la nostalgia de los seres que ahora ya no están más. Asimismo, hay un énfasis particular en subrayar el carácter «letrado» del personaje en la novela, pues éste muestra dominio de la literatura occidental, de la literatura peruana y latinoamericana, de la historia, entre otros tema que abordan en sus diálogos y pensamientos. Por otro lado, desde la perspectiva de los sobrinos y los nietos, Ulises del Pozo Montero no es un extranjero, sino más bien éste se define como tal por pertenecer a otra generación y porque la ciudad que conoció no es la misma sino otra, ajena a él. La ciudad, también protagonista a ultranza está transformada y con otras gentes, eso posibilita en el personaje un efecto traumático al sentirse solo en la ciudad, su padre también se haya envuelto en la soledad, se sienten desamparados de madre y esposa, respectivamente. Son extranjeros en un medio hostil, deformado, donde se oye el murmullo desgarrador de la vida, el violento encuentro con el pasado, la proliferación de la desesperanza y la orfandad. Como diría el mismo Ernesto Sábato en su libro El escritor y sus fantasmas (2006): “el gran tema de la literatura no es ya la aventura del hombre lanzado a la conquista del mundo exterior sino la aventura del hombre que explora los abismos y cuevas de su propia alma” (p. 32).
Finalmente, la visión fatalista acompaña a la novela de inicio a fin. El narrador autobiográfico sabe que retornar, al igual que Ulises en La Odisea, es un proceso violento incluso para sus emociones. No tiene la certeza de que todo lo que vio y amó aún lo esperarán; la ciudad, los amigos, los familiares los amores juveniles, no sabe si el recuerdo de su madre muerta también aguardará allí en aquella ciudad de la sierra. Hay un dramatismo que se manifiesta en los personajes de principio a fin, son personajes desgarrados y huérfanos del tiempo. Se sienten ajenos a esta nueva generación, ven de modo apocalíptico la metamorfosis en la que se haya la nueva ciudad, por momento el telón de fondo del terrorismo también se adhiere a ese clima duro y hostil donde los personajes se desenvuelven nostálgicamente.


Por lo que queda decir de la novela El hombre de la gabardina de Marcos Yauri Montero, esta es una novela de la angustia por el inminente desarraigo que sienten los individuos ante el paso del tiempo, ante la pérdida del espacio histórico cultural mitificado. Es una novela donde el tiempo es el protagonista, y donde lo efímero del presente está compensado por el recuerdo y el pasado. El mismo Marcel Proust, autor por cierto muy leído por Marcos Yauri, dirá en su libro En busca del tiempo perdido: “la última reserva del pasado, la mejor, es la que, cuando todas nuestras lágrimas parecen agotadas, sabe aún hacernos llorar”.



Huaraz, 19 de febrero del 2015,
día en que miles de almas besan los pies al Señor de la Soledad,
patrono de Huaraz






Referencias bibliográficas:

MAUTINO GUILLÉN, Alejandro. (2014). La Biblioteca del Minotauro. Entrevistas con escritores ancashinos. Huaraz: Killa Editorial - Facultad de Ciencias Sociales, Educación y de la Comunicación de la UNASAM.
PROUST, Marcel. (2013). A la sombra de las muchachas en flor. En busca del tiempo perdido II. Barcelona: Editorial RBA.
SÁBATO, Ernesto. (2006). El escritor y sus fantasmas. Buenos Aires: Editorial Planeta – Seix Barral – La Nación.
VARELA JÁCOME, Benito. (1967). Renovación de la novela en el siglo XX. Barcelona: Ediciones Destino.
YAURI MONTERO, Marcos. (2014). El hombre de la gabardina. Lima. Editorial Vivirsinenterarse.
…………. (1996). El hombre de la gabardina. Lima: Editorial Azalea.












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