martes, 27 de diciembre de 2011

LA "BOTELLA" DE WILDER CAURURO SÁNCHEZ





La poesía en Ancash, en las últimas décadas, ha traído interesantes propuestas que se materializan en voces poéticas como la de Ricardo Ayllón en Un poco de aire en una boca impura o en Una piedra desplomada de César Quispe, solo por citar algunos.  El poemario Botella (Arlequín, 2011) de Wilder Caururo Sánchez (Huarás, 1976), de reciente aparición, debe entenderse en la heterogeneidad de voces poéticas en la poesía ancashina última. Creo, particularmente, que con este poemario Caururo Sánchez inicia una mirada personal del oficio escritural (recuérdese que publicó poemas dispersos en diversos medios y un poemario compartido Llevaba sombrero de copa [2004]).
A nuestro entender, el título del poemario anuncia un carácter polifuncional, pues revela una serie de significantes. La “botella”, de este modo, alude a la forma en la que se contiene un elemento, por lo general líquido. Por otro lado, este aspecto podría tratarse de la unión de dos términos “bote” y “ella”, como una metáfora líquida de la incomunicación con la figura de la mujer (muy recurrente en los poemas, especialmente mujeres vírgenes, prostitutas, ebrias, lujuriosas, etc., son invocadas por la voz del locutor). Otro asunto importante, y quizás el más importante, es la comunión entre el “continente”, el “contenido” y un tercero, el “bebedor”. Es decir, el organismo del “bebedor” termina siendo otro “continente” y se repite la misma operación de contacto espiritual, de diálogo subjetivo con los efectos del “contenido”. En el poemario aquel esta asociado, si bien a un acto comunicativo y religioso, también a una desacralización del rito. Las figuras de dioses, vírgenes, hipocampos, duendes, centauros son focalizaciones de la utopía del goce místico. Aquellos temas nos recuerdan a los rituales de los antiguos griegos que usaban el “licor” para un acto sagrado, ligado al teatro, la música y el origen de la poesía. Esta meditación sobre el licor y su efecto subjetivo, espiritual, alucinante, será retomada por los parnasianos. Baudelaire tiene una sección interesante sobre “El vino” en Las flores del mal, y medita sobre el alma del vino; Rimbaud después escribe el “Barco ebrio”; Apollinaire escribirá Alcoholes. De Baudelaire y Apollinaire se destacan un tono conversacional y de mandato. En “El alma del vino” de Baudelaire se lee: “Brillando en las botellas, cantó el alma del vino./ «Hombre, elevo hacia ti, pobre desheredado,/”. En Apollinaire, en el celebre poema “Zona”, se lee: “y tú bebes este alcohol ardiente como tu vida/ tu vida que bebes como si fuera aguardiente…”. En ambos versos citados predomina un lenguaje conversacional, pues pareciera que la comunicación entre “continente” y “contenido”, no se reduce a la imagen sino al diálogo con el otro.
El breve poemario se abre con una epígrafe de Omar Khayyam, continua un caligrama, (Apollinaire fue uno de los primeros que empleó el caligrama, constituido como un cuerpo lingüístico e icónico, que trata de un texto que diseña una figura a través de una construcción lingüística), en este caso se trata de una botella. Mallarmé había enfatizado sobre la importancia de la página en blanco en el poema.  En el caligrama de Caururo Sánchez “la botella” (o la figura de aquella) estC solitaria en la página en blanco. Lo cual se confirma con la voz poética, que pide por ello: “Bebe de/ Esta botella/” (p. 6). Esta huella de mandato (o de súplica)  perseguir! a todos los poemas a lo largo del libro, pues la voz lírica anuncia una devastadora soledad, que muchas veces le permite evocar, crear personajes, figuras a quienes interpelar, pero solo recibe el filo del silencio.

En Botella el vate huarasino se nutre del legado vanguardista de las primeras décadas del siglo XX (a través de la incorporación de un lenguaje que usa términos poco usados como: toxicomanía, radiactividad, modiglianis, heliogábalo, azur, hético, flácido, Shhhiittt, etc..), pero por otro lado, bebe de las fuentes del parnasianismo (muy anterior a la vanguardia) a partir de la predilección y uso de figuras exotistas (Peter Pan, fauno, centauro, hipocampos, bestias, duendes, demonios, lucifer, la virgen, dios, etc., que aparecen en su poemas) y que conjugan una creativa asimilación de estas en torno a alucinaciones del paseante locutor personaje en la calle o espacios figurados. Estas marcas nos recuerdan a un notable poeta: Eielson, quien nutrido del legado neosimbolista reelaboran una poética con exuberancia de metáforas y cierta narratividad alegórica en Reinos o en Habitación en roma.
El poemario, como anotamos, refiere acerca de la imposibilidad de recobrar el diálogo con el “otro” y de recuperar el placer negado, pero el “otro” solo es silencio. Los amores, los deseos, los desvaríos, las alucinaciones, las sensaciones parecen así deslizarse bajo los puentes gustativos y líquidos a lo largo de todos los poemas.

En el libro de Caururo  Sánchez hay un énfasis en la figura del locutor personaje (en segunda persona). Por ejemplo en muchos poemas se leen: “bébetelos tú…”, “sé puta cara belleza…”, “te he visto…”, “ya no eres sagrada, belleza…” (en “A contra luz”); “éramos dioses consumidos por la gloria…”, “hemos hecho el diluvio universal dentro de nosotros…”,  “somos el resultado de nuestro temor…” (en “Instantes de ebriedad”); “búscame entre los ebrios a la hora de las pipas…”, “llegas con tu voz de canela y tu aire de santo…” (en “Búscame entre los ebrios”), otros poemas también siguen este esquema que enfatiza la voz lírica en segunda persona.  Aquel busca un diálogo y se dirige a otra persona (elemento, figura, ser, objeto), lo fundamental es que exige una comunicación, la búsqueda de una fórmula de penetrar en el “otro”, de definirse en la figura del “otro”, sin embargo encuentra un mutismo.
La condición anterior se sustenta en la medida en que no hay un solo poema del libro que no se restrinja a la lírica conversacional o más que aquella, al de mandato, es decir del uso –o abuso-  del apóstrofe.

sé puta cara belleza
pero no des tu cuerpo
haz el ademán universal y será la lluvia
muéstrate así desnuda
y que te cabalguen con su alma
los benditos
los nacidos para el orgasmo perpetuo


Esta voz se dirige hacia un alocutario representado y no-representado en los poemas. Por lo general se enfatiza en la figura de la mujer desacralizada, que encuentran en Baudelaire y Rimbaud a sus cuestionadores; quienes desacralizan la figura de la mujer arquetípica del romanticismo: la pura, la virgen, la perfecta y la angelical, que encuentra su antitética en la puta, la promiscua, la extrovertida, la pervertida y la lujuriosa. Estos motivos recuerdan la intensa lírica conversacional de Baudelaire. Precisamente cuando se refiere a las mujeres: prostitutas, vendederas, mendigas, infieles, horrendas y atroces en la segunda edición de Las flores del mal (especialmente en la sección “Cuadros parisinos”; donde desfilan éstas figuras).
No es difícil detectar los rasgos de la influencia de Baudeliare y Apollinaire en Botella (aunque pudiera ser que estos, hayan sido absorbidos por otros autores leídos por Caururo Sánchez).
La lírica de Eielson, Sologuren, en especial, guardan una cercanía con la poesía francesa. Posteriormente la generación del 60 retoma la lírica conversacional, aunque ésta no es de uso exclusivo, sino que aparece desde la Odisea, pero hay un énfasis mayor en estos periodos señalados. Precisamente asociados a los tormentos de la modernidad y los efectos de esta que procuran un espacio y un lenguaje fraccionado. Jorge Terán, en el prólogo de Botella, afirma sin ambages: “se podría hablar de las fuertes deudas que la escritura de Caururo tiene con la tradición poética occidental, específicamente con la relacionada a la vanguardia (relación también detectable a nivel de contenido en el constante trabajo con la figura del poeta maldito)”.
Botella es un interesante libro, pero aún así hay un excesivo abuso de algunas estructuras formales (voz, estilo, motivos) que se repiten, esperamos que estas expectativas se confirmen con un segundo libro.

domingo, 27 de junio de 2010

Cautiverio de la buena gente. Narrativa ancashina última.

Cautiverio de la buena gente es un libro de cuentos en colectivo que acaba de reeditarse con el sello editorial de Pakarina ediciones. Es una interesante apuesta para la narrativa ancashina contemporánea y que da muestra del trabajo de esta misma.

Edgar Norabuena Figueroa, por ejemplo, en su cuento “Eugenita, linda flor” reactualiza una suerte de intertextualidad con “Warma kuyay” de Arguedas y “Kuya kuya” de Colchado. Sin embargo el cuento de Norabuena nos recuerda estos juegos de deseo, aventura y  mentiras en estos amores niños-adolescentes /jóvenes-adultos. Por otro, creemos que el acierto radica en la incorporación de técnicas narrativas contemporáneas. Y es que, en el cuento, se inserta una figura, una sombra, un antiautor como recurso técnico para los que conocen al autor (el profesor Edgar, que aparentemente es un escritor con libros publicados y que se recuerdan sus cuentos como: Toro Moreno y Tumbacerro, aunque estos datos nos conducen a pensar que podría tratarse del autor del cuento, sabemos que no es así, es una técnica). Otro recurso utilizado por Norabuena es el manejo de un discurso nutrido de todo un bestiario de la andinidad. Vale decir una prosa lírica (pero esta tiene su origen en la canción popular, no en la poesía propiamente dicha); en donde se subvierten metáforas donde se incorporan animales (puma, paloma, perdiz, taruka, etc.) enriqueciendo a la técnica del discurso y la definición del hilo narrativo. ¿Nos será posible acaso reiterar que este cuento, como la mayoría de los cuentos de Norabuena, se inician por un presente, luego hacen un flash back (giro anti horario) para nuevamente situarse en el presente? Otro elemento visible es el rasgo sicológico de un personaje poseído por una desposesión y cuyo deseo irrefrenable de poseer a la mujer objeto de deseo, resulta todo un contrapunto transgresor en el relato, lo cual termina en un cuento donde los juegos de equivocaciones, a veces, ponen sus propias reglas. Los personajes de Norabuena sucumben finalmente a su destino. Sucumben a dos fuerzas telúricas: el amor y la naturaleza.
Eber Zorilla Lizardo en “San Gonzalito” explora, a través de una intensa narración en segunda persona, una explicación personal del planteamiento del drama de adoctrinamiento senderista. En un espacio marginal, periférico, en un espacio andino que nos da un efecto analógico que se trenza con el proceso de invasión y adoctrinamiento religioso que tuvieron los españoles con los indígenas. A través del recuerdo del personaje principal, situándose en un tiempo presente y haciendo que su interlocutor recuerde los hechos, hay en el cuento este juego de increpaciones direccionadas a un interlocutor. Cabe señalar que este cuento nos remite parcialmente al diálogo figurativo, donde vivos y muertos pueden comer en la misma mesa, en el día de los muertos. Otra vez la técnica salva al cuento en el manejo del hilo narrativo y el lenguaje.
Macedonio Villafán Broncano en el cuento “El enviado del dios Pachacamac” demuestra un buen manejo del discurso temático y del lenguaje. En el cuento centra a personajes migrantes, a personajes invasores de su propio territorio ancestral, a personajes marginales que ascienden paulatinamente en el proceso de la cholificación de la gran Lima. Pero creemos que el cuento de Villafán intenta dar con otro espacio, con otra explicación: el configurar las raíces étnicas del hombre andino en cualquier espacio a donde vaya. Es decir, el hombre no sólo lleva su maleta de equipaje; de accesorios materiales, sino que lleva y carga consigo, viaje a donde viaje, todo un conglomerado cultural que no ha de olvidar. En el cuento el enviado del dios Pachacamac resulta siendo un mítico animal: el perro costeño. El guardián de la tradición y el guía que reivindica a esta clase marginal, que es más cercana a su cultura. El cuento tiene como escenario un espacio marginal, aparentemente inhabitable, un arenal. El cuento además juega con los tópicos de la multiculturalidad, donde el elemento clave es el respeto, en el cuento se percibe de este modo: “de tanto cavar hasta había encontrado tumbas por los restos de esqueletos y de cerámica…cavando otro hueco profundo en la arena para nuevamente colocar los huesos con respeto y esparciendo hojitas de coca, invocó su permiso…” Otro tópico con el que conversa Villafán es el de la interculturalidad, nótese aquí el elemento clave: el diálogo. ¿Cómo es que un hombre conversa con una deidad o con un muerto de otra cultura?, como la costeña, por ejemplo. La respuesta es sencilla y es que, en la antigüedad había este respeto y este diálogo entre las culturas, una feliz suerte de correspondencias. A estos tópicos cabe agregar temas como la tradición y la modernidad, una suerte de correlaciones que parecen definir a estos en el cuento. En el primero, estos personajes arrastran el cordón umbilical de su cultura madre y del lugar donde vienen, así hay costumbres cotidianas que se incorporan a otras; la otra en cambio, incorpora a los elementos ya citados: la tecnología, la modernización de las casas, la llegada de vehículos motorizados.
Edgar Cáceres Flor en “Muerto en vida” nos ofrece a un personaje que sucumbe frente un vicio ambivalente: una mujer y el licor. Estos elementos son los que configuran su final trágico, en medio de la inmundicia, que nos transporta, por instantes, a una narrativa naturalista y por otro, a una óptica neorromántica asociada a la idea de amor igual a muerte. Por otra parte hay un muy buen manejo del hilo argumental e incluso un mejor dominio del lenguaje a diferencia del libro anterior, lo cual es un indicativo de madurez escritural. Pero creemos aún débil la aplicación de alguna técnica que tenga el valor de llevar el peso de un buen tema. Como también creemos que el epílogo desentona un final ya previsible, ya que intenta extender un cuento que ya había quedado liquidado con cierto halo de misterio y duda. Consideramos que aquello, en modo alguno, no desmerece el buen tema y la tratativa de éste en el cuento de Cáceres.
Daniel Gonzales Rosales en el cuento “La felicidad de hallar felicidad” explora el espacio de la cotidianeidad dentro de la rutinariedad en la que transita la vida moderna. Joyce, en cuentos y novelas, es el pionero de hablar sobre el sentido trágico de lo cotidiano y lo rutinario de la vida moderna, a pesar que no suceda nada en ella. Un elemento interesante del relato es la visión del “otro”. Hay esta búsqueda incesante de respuestas a ciertas preguntas cotidianas. En el cuento el tema de la felicidad nos lleva al plano contemplativo, donde el narrador reflexiona cómo es que dentro del caos, de personas, de vehículos motorizados (ciudad moderna y monótona), cómo nos es posible hallar esta relación de correspondencia entre dos o más seres que pueden desprender de sus gestos el amor, el compartir, la búsqueda de solidaridad entre las personas. Es una reflexión sobre el papel del otro (por ejemplo, en un cuento anterior “De pesca”, desarrolla esta perspectiva). Pero creemos a pesar del aporte temático, no sucede ningún rompimiento dentro del relato. Es decir, ni con el lenguaje, ni con la trama, ni con la estructura narrativa. Todo transita en esa misma rutina donde habitan estos personajes. Lo mismo ocurre en este otro cuento “Galileo acaba de iniciar sesión” Este cuento concebido así, es todo un acierto experimental. El autor inserta magistralmente un discurso ciberespacial (conversación a través del Internet- chat) lo cual es un acierto, puesto que dentro de la narrativa y más precisamente; en el cuento, no hay trabajos con este tipo de discurso. Pero creemos que también magistralmente el texto carece de un hilo narrativo, o, de una estructura que cuelgue esas hojas de hierba en un árbol con raíces. Hay conversaciones literarias, frente a conversaciones coloquiales, conversaciones en donde fluctúa el desamor, conversaciones de “ocasión” que quedan en el espacio como si una hoja de papel fuera una pantalla de computadora. Pero es así el lenguaje del internet, seres extraños, conversaciones con desconocidos, amores fugitivos, discursos fragmentarios que navegan en el espacio. Hay una intención de superposición de discursos que posiblemente resulten de una técnica si es que estos conduzcan una estructura profunda. Estos elementos por el contrario, juegan con la despersonalización de la comunicación en la modernidad tecnológica, pese a ello, no deja de ser interesante el yugo experimental.
Cautiverio de la buena gente es así un libro que involucra más o menos (hasta ahora un criterio arbitrario) a dos generaciones de escritores con una heterogeneidad dentro de un mismo espacio (Huaraz). Borges solía señalar que en un trabajo antológico o colectivo como este, es posible encontrar “semejanzas y diferencias”, lo cual también podría traducirse en niveles y desniveles. Creemos que en este libro hay ambas. Y precisamente, ambas también se corresponden. Así encontramos semejanzas tanto por uso del espacio (algunos prefieren la periferia, la zona marginal, el escenario andino frente a otros que prefieren la zona urbana de capitales de ciudades, lo cosmopolita), la tratativa de tiempo (muchos presentan este esquema: presente-pasado-presente) y el recorrido por los temas (que son universales, pero que en algunos se reiteran o tocan estos temas con parcialidad y aquí entra el talento, salva la técnica al tema y la reactualización de la misma ayuda).
Por lo que queda decir el libro da muestra, muestra y demuestra una literatura que ya está en un proceso en el que se percibe un tipo de actitud crítica frente a lo que ya se ha escrito y frente a la palabra misma. En algunos casos, las lecturas han hecho que se experimente con nuevas técnicas y que se acaricie de modo más cercano la elaboración de un lenguaje más elaborado, lo cual es loable. Los temas siempre conviven con nosotros, pero la técnica lo salva del olvido, de la redundancia, del vicio conmemorativo y hace que trascienda a otro plano mayor y se salva de decir con las mismas palabras lo ya dicho.

jueves, 24 de junio de 2010

Ricardo Ayllón: Las preguntas del ornitorrinco. Diálogos con la literatura peruana.

El poeta, narrador y editor Ricardo Ayllón (Chimbote, 1969) acaba de publicar un libro donde reúne entrevistas a escritores de diversas generaciones de la literatura peruana. En el libro, Las preguntas del ornitorrinco. Diálogos con la literatura peruana, se suman un total de 15 entrevistas a escritores de Lima y de provincia, especialmente.
Estas entrevistas como señala Ayllón fueron realizadas “durante los años 2002 y 2003” cuando impulsaba vía internet una suerte de revista gratuita enviada a través de mails.
La intención del libro Las preguntas del ornitorrinco. Diálogos con la literatura peruana, en palabras de Ricardo Ayllón , es “difundir el trabajo creativo de escritores de provincias, ¿pero por qué razón?... intentar una equidad en la difusión de la producción nacional, una que logre desbaratar aquel centralismo perjudicial para el conocimiento de buena parte de la obra de escritores de nuestras regiones”.
De este modo encontramos entrevistas a: Marco Cárdenas, Julio Carmona, Rosa Cerna Guardia, Óscar Colchado Lucio, Juan Cristóbal, Maynor Freyre, Ángel Gavidia, Cronwell Jara, Alberto Quintanilla, Carlos Rengifo, Oswaldo Reynoso, Jorge Luis Roncal, Enrique Rosas Paravicino, Macedonio Villafán Broncano y Ricardo Vírhuez.

"CHELITA, LA CANGREJITA", UNA NOVELA INFANTIL SOBRE EL VALOR DE LA AUTODETERMINACIÓN

  Juan Cervera (2004) señala que la literatura infantil integra todas las manifestaciones y actividades orientadas al niño, empleando la pal...