miércoles, 1 de febrero de 2012

"CALZANDO CUERO AJENO" DE FRANKLIN ANGELES ZAMBRANO

El joven y entusiasta periodista Franklin Angeles Zambrano, director de la revista cultural A grietas acaba de publicar Calzando cuero ajeno (2011). El libro de Angeles Zambrano está conformado por seis poemas en prosa, cuyo referente más cercano en la poesía ancashina última es Cardumen seis de Tania Guerrero.
En el libro Calzando cuero ajeno el prologuista plantea una visión equivocada del hecho poético. Para el prologuista el uso de los locutores en primera persona (yo poético) evidencian la voz del autor textual del libro, es decir de Franklin Angeles. En dicho prólogo se lee: “Cuando Franklin tuvo la inverecundia de entregarme el bosquejo de sus escritos estaba convencido de que hallaría las efusiones de un hombre triste, y me alegra decir que no me equivoqué”. Esta visión nos recuerda a la vieja crítica como la de Sánchez, Tamayo, Xammar, entre otros quienes desatinadamente creen ver en la poesía de Vallejo, Valdelomar, Eguren y otros, un cuadro, un pasaje vivencial del autor representado en la obra literaria, desviando la atención de los poemas como organicidad y enfatizando en la vida del autor. Por otro lado, en un comentario en la contratapa del libro de Angeles Zambrano se lee “Me siento como una piedra verde y amorfa en un frutero con manzanas rojas…nos dice Franklin y continúa: Habita mi pensamiento un cúmulo infernal de acertijos que fabrican, sin reparos, los miedos que me hacen y me destruyen”. Como podemos observar el comentarista no distingue al autor real y al locutor en el poema, para él ambos serían lo mismo y por ello enfatiza en “nos dice Franklin”.

Estos comentarios no ayudan a arrojar luces sobre los textos ni preparan al lector, sino ofician una canalización del discurso poético y a veces una carnavalización, donde el prólogo se entiende como una creación de catarsis (donde el prologador se aprovecha de la página para escribir su poema). Aunque esto último no es el caso del libro de Ángeles Zambrano, un lector desatento podría pensar en hallar datos biográficos del autor en la obra o podría especular que los estados anímicos que el falso crítico cree ver son elementos claves de la personalidad del autor. Calzando cuero ajeno plantea una profusa utilización de elementos discursivos, como también una angustiosa tensión entre el yo poético y los interlocutores dentro del poema. Esto último se evidencia en la intensa lírica conversacional de los poemas, en donde a través del uso del yo poético (en primera persona) se intenta dar a conocer los atropellos de una vida torturante y angustiosa. El poemario plantea una crisis a nivel del discurso del yo, donde aquél se articula como un termómetro de la angustia existencial del universo interior del poema. Hay lugares comunes en este tipo de poesía como el uso del locutor personaje, a quien le suceden los estados existenciales de una vida torturante, el trance conflictivo de la identidad, la idea de la desposesión, la familia dispersa, la madre como brújula en la oscuridad, la nada que termina siéndolo todo y convirtiéndose en parte esencial de la cotidianidad. Nos ocuparemos de modo parcial sobre algunos poemas del libro, porque cada poema es un universo aparte. Para nosotros el autor ha muerto.
El primer poema del libro es “Confusión”, donde se utiliza una profusa adjetivación y cuyo registro alcanza desde el concepto simbólico de “despertar” hasta llegar a la “confusión” del modo de entender los acertijos y las crueldades de la existencia misma. El acto de “despertar” en el yo poético es una frustrante comprensión de las peripecias de una vida en un mundo atormentado por las relaciones de poder. Así se plantea una visión desacralizada de la religión cristiana, al mismo tiempo que se le reclama por no haber podido subsanar las grandes atrocidades y perversiones que suceden en el mundo y es cuando la voz poética señala que “solo el vacío pinta mejor la existencia”. Por otro lado hay la visión crítica hacia un mundo mercantilizado, donde “rechina la barata fragancia de una puta moneda”. El poema, de este modo, evidencia las fracturas socioculturales (lo religioso, lo económico, social y político) que atraviesa un mundo cuyos síntomas son percibidos con énfasis en el yo poético. Precisamente la voz, al acentuarse, en primera persona, tiene que ver con resaltar los actos depravados de un mundo que se prende de un sujeto sensible. Pero cabe añadir que esta conciencia crítica también es, al mismo tiempo, una confusión, porque la identidad ha entrado en conflicto. La idea de la desposesión inunda el poema, como un río desbordado que lo consume todo y escarba en la tierra y las raíces más profundas.

El segundo poema es “Existencial”, donde se plantea un pensamiento paradójico como recurso de contenido y de forma. El poema plantea lo complicado de verbalizar el mundo interior del yo poético, sin embargo aquél es posible a  través del acto de “decir el mundo”. Decir el mundo en el poema implica un reconocimiento profundo de las tensiones y angustias del locutor personaje o yo poético. En el poema se plantea del siguiente modo: “Decir que tengo miedo”; “Decir que soy víctima de la más patética invalidez”, “Decir que me siento disparejo para comprender el significado del ser”, “Decir que estoy en la esquina sabiendo que la ausencia de quien me espera en ella es certera”, etc. Como señalamos hay un rol enfático en el uso del locutor personaje evidenciado en que los hechos no suceden a otro sino a la voz poética. El poema de este modo evidencia el tránsito del alma del yo poético por las nebulosas del miedo, la monotonía, la soledad, la locura y la total anulación del ser. Ésta última se demuestra en el verso “tengo miedo inmenso a la palabra oral y más aún a la escrita”, en ambos casos (en lo oral y lo escrito) el ser se anula y sólo queda un vago eco de la idea del individuo, por ello en el acto de “decir” hay un abandono de lo único que le pertenece al yo poético: su voz. Esta idea de desposesión llega a su punto más crítico en el plano escrito, porque ya ni siquiera es una voz, sino una grafía, un vago eco del individuo. Ésta última vendría a ser la separación total, el desprendimiento máximo, que trae una vez más, como corolarios a la soledad, la confusión, la frustración, el tormento y la pérdida de la identidad a través del lenguaje mismo.
Otros poemas del libro son “Festín de delirios”, “Culpas a la “nada” de tu primera cicatriz”, “Si yo tuviera alas” y “…porque Sí”.

Calzando cuero ajeno es una primera publicación como libro orgánico de la poesía de Franklin Angeles Zambrano, donde todavía hay un manejo débil del poema en prosa, pero por otro lado éste plantea un universo poético exuberante y caótico que sintetiza las fracturas, las contradicciones, los quiebres, la desacralización del transitar entre las gentes de un alma atormentada. Hay una preocupación por la idea de la otredad, por hacerse escuchar y esperar respuestas que lo ayuden a configurarse como ser, pero por otro lado hay una conciencia “desconstructora”, un desvanecimiento de la singularidad del yo poético, una conciencia crítica severa que se fija en el mismo locutor.

martes, 17 de enero de 2012

"EL MISTERIO DE LA CALLE LORETO" DE MARCOS YAURI MONTERO



Marcos Yauri Montero (Huaraz, 1930) es un escritor infatigable, prueba de ello son sus obras distribuidas en poesías, novelas y ensayos. Por la década de los sesenta su figura como poeta se consolida con un libro clave El mar, la lluvia y ella (1960), poemario que condensa un aura neorromántica con una intensa lírica conversacional, cuya figura simbólica del agua lo inunda todo produciendo lo trágico, pero también lo fértil. Yauri es también autor de otros notables libros de poesía: La poesía es sencilla como el amor, Balada del amor de Lázaro, Lázaro divagante, entre otros.  En 1988 se publica una valiosa novela No preguntes quién ha muerto que consolida a Yauri como novelista. Dicha obra es interesante porque en aquella la historia y la memoria son usadas como temas y técnicas al mismo tiempo. De este modo la activación de una memoria hace que las otras historias se activen. La novela, así, plantea fricciones discursivas elaboradas como técnicas, esta última convierte ciertos temas en hechos friccionales en la obra. El autor también es un riguroso investigador de etnohistoria, donde emplea una metodología interdisciplinaria para el análisis de elementos escritos y orales. Véanse libros como El señor de la soledad. Discurso de la abundancia y la carencia, Simbología de las plantas nativas, Puerta de la alegría, entre otros. Marcos Yauri es quizás un hecho atípico, como algunos pocos, por ofrecer un importante poemario, una notable novela y sugestivos estudio sobre etnohistoria.

El misterio de la calle Loreto, de reciente aparición, confirman lo prolífico de la pluma de su autor. La novela trata del desplazamiento de un joven abogado Arturo Robles Oliveros a una ciudad de la sierra para indagar sobre la fortuna del padre de su amigo Antonio Páez Guzmán de la Colina. En dicha ciudad, en una pulpería, escucha la música de un viejo arpista que con su melodía hace que Arturo recuerde hechos de su niñez y oiga la canción de “el zorro negro” que cruza el camino de un hombre en señal de mal augurio. El personaje decide indagar la genealogía de la canción e intentará a través del músico indagar en el autor o los motivos de trocamiento de algunas letras de la canción (el cambio del zorro por el del gato negro). La historia de la canción, de este modo, guarda una memoria, reminiscencia que juega con las rivalidades de dos pueblos enfrentados por el agua.

Esta es una novela que ligeramente se separa de la poética novelística de Yauri, pero que al mismo tiempo confirma dicha poética. A diferencia de las anteriores novelas ésta busca la metáfora del retorno del héroe no a la ciudad perdida, añorada, subjetivada o idealizada, sino conquistar su propia ciudadanía espiritual. 
En El misterio de la calle Loreto a nivel del desarrollo de la trama no sucede nada, pero si hay un tema, y al mismo tiempo una técnica, narrativa clásica de Yauri que se asoma en la novela: la memoria. Esta es usada como técnica y tiene que activar las memorias individuales, que al mismo tiempo aprehenden las memorias colectivas. Estas memorias guardan el pasado, los recuerdos, la historia personal, las canciones populares, etc. La historia de este modo no se plantea como un descripción fría, sino como una recreación a través de la visión del narrador. Por otro lado, la memoria es una metáfora de desplazamiento cultural, donde el narrador se desplaza desde un lugar simbólico hacia el pasado y rescata su identidad y la asimila. 

En El misterio de la calle Loreto, el narrador indaga  a través de interrogatorios (como en una novela policial) el origen de la canción, pero no deja de lado su apasionamiento por hurgar en los motivos que condujeron al autor hacer la canción (una supuesta infidelidad de Aurora Díaz con un zorro de “Casca”, la cual motivó al marido de ésta, Policarpo Escudero Villanueva, al asesinato de los amantes). Los familiares de la pareja explican la canción de diversas formas. De este modo el narrador recurre a la oralidad, recurre a diversas voces que intentan dar una explicación tendenciosa del origen de la canción que, con el tiempo, se ha convertido popular.

La novela así es un claro y lúcido diálogo  entre la música, el paisaje, la memoria y la voz de los muertos que buscan a sus interlocutores. En la novela de Yauri se plantea un tenue diálogo con la modernidad. Precisamente tiene que ver con la penetración de esta última en los espacios andinos de la sierra (a través de la Coca-cola, los chiclets, el Yaris, la música clásica, etc.), pero no entra como indicador de cambios socioeconómicos, sino como una metáfora de las alienaciones y la penetración de la globalización en sociedades urbanas, periféricas y andinas.





lunes, 16 de enero de 2012

GUSTAVO TAPIA REYES SE REFIERE SOBRE LA ANTOLOGÍA DE POESÍA "LA ORGÍA INMÓVIL"



Tendencias temáticas en la antología La orgía inmóvil
15 poetas. Muestra de poesía joven en Ancash


Gustavo Tapia Reyes



Siempre hemos dudado de aquel gratuito adjetivo impuesto a la poesía “joven” solo por el hecho de que sus autores pertenezcan a un determinado año o periodo de nacimiento. O sea, joven, en tanto ¿aquellos son noveles autores carentes de la ansiada experiencia literaria? O porque la poesía, expresada en sí ¿todavía se encuentra viviendo un proceso de embrión? Interrogantes, probablemente de larga data, en la medida en que, salvo desconcertantes excepciones como el réprobo Arthur Rimbaud o el precoz Wolfgang Mozart en la música, el oficio en la poesía se va depurando con el tiempo, solo con los años se va adquiriendo ese extremo vertiginoso, donde a pesar de todo continúa vigente la incertidumbre, no tan plausible a la decantación como en la breve antología La orgía inmóvil 15 poetas. Muestra de poesía joven en Ancash, selección a cargo de los estudiosos Ricardo Ayllón y Alejandro Mautino*.

Con una sugerente acuarela de Octavio Paniagua en la portada, el mesurado prólogo de Camilo Fernández Cozman y el colofón de Macedonio VillafánBroncano, tenemos ante nuestros ojos a las voces “nuevas” –el entrecomillado resulta aquí necesario como nuestro– pugnando por emerger desde la hondonada, hacerse de un espacio propio, a partir de una serie de propuestas, agrupables, considerando los rasgos que les son tan comunes, después de una lectura pormenorizada. Pueda no haya sido dicha intención el norte de su trabajo, mas, deviene en natural encontrarlos en dicho nivel, debido a las experiencias académicas y acaso íntimas afinando sus sensibilidades, por caminos definitivamente próximos: todos y todas han pasado o pasan todavía por las aulas de la Universidad Nacional del Santa (Chimbote), Universidad Santiago Antúnez de Mayolo (Huaraz y Barranca), Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima), han participado de efímeros grupos o círculos literarios, obtenido algunos reconocimientos literarios y efectuado sus primeras publicaciones en revistas y periódicos así como a través de internet.

Empero, tales circunstancias, no los hace monocordes. Cada uno ha tratado de emprender su propio camino y, en dicha pugna con el tema, el lenguaje, la técnica, hay quienes comienzan a destacar por la solidez manifiesta en sus poemas. En tal sentido, en el primer grupo, grupo de avanzada dicho sea de paso, se encuentran formando un orden correlativo: Patricia Colchado Mejía (Chimbote, 1981) quien, habiendo publicado la plaqueta Hybercubus (2000), posteriormente los poemarios Blumen (2005) y Las pieles del Edén (2007), se perfila con una voz rotunda hecha de versos breves, precisos, exactos, demostrando una delicadeza en el tratamiento del lenguaje y la sutileza en el abordaje de los temas. Colchado Mejía deliberadamente huye a la estridencia y se inclina más bien por el susurro, la equidistancia, el sosiego, con un suave toque de erotismo: “abriéndose sin temor/ mis labios sienten la pulpa/ roja tierna/ de una fruta” (p.12).  Luego, se ubica Denisse Vega Farfán (Trujillo, 1986), acaso tan mediática hasta casi afectar la dimensión de su talento, con una poesía plagada de las eternas interrogantes del ser humano en torno al sino y la lógica, donde la voz se extiende en versos largos con resonancias de un marcado carácter surrealista, sea en su no tan logrado primer libro Euritmia (2005) como en el posterior, mejor elaborado Una morada tras los reinos (2008). Vega Farfán todavía prosigue en la búsqueda del hallazgo: “madre árbol piara/ desierto pez/ hacerse mar grisácea costa/ y sin embargo/ seguir tan inmóviles” (p.28). A continuación, cerrando este primer grupo, está Roxana Ghiglino (Lima, 1980), incansable apareciendo en revistas y demás publicaciones en la web aunque, no dejándose arrastrar por la densidad de lo inmediato, prefiere la reflexión al desbarajuste, el verso cuidadosamente trabajado a la espontaneidad de lo simple y, por eso mismo, cincela sus versos con una precisión, procurando alcanzar la trascendencia: “Empiezo por enredar mi propia sombra/ mi cuerpo rescatado de las hienas/ mi informe voz despedazada” (p.11).

Las anteriores están seguidas por quienes han convertido a la intertextualidad en una herramienta valiosa que les permite establecer un diálogo con la tradición literaria. Ninguno de ellos ha querido renegar de sus lecturas e incluso sus orígenes en el rubro; más bien, a partir de aquellas se inclinan por crear, digamos, su propia poesía. Así tenemos a Jaime Tranca Pérez (Caraz, 1982), entonando una voz relacionada con la del narrador mexicano Juan Rulfo en el sentido existencial de ser alguien, ser materia, ser cuerpo hecho de carne en alianza con quien se ama en forma real o platónica y se tiene la certeza de la afirmación: “Vivo o muerto, sucedo/ Y descanso de tanta lágrima que al final/ Solo pretende devolverme algo que se me cayó” (p.14). Tenemos a AxthedmioMauGuil  (Lima, 1988), seudónimo de Alejandro Mautino, rasgando los acordes de una poesía hecha de versos extensos entremezclados con versos cortos, extrayendo hábilmente un tópico del narrador argentino Jorge Luis Borges, al considerar aquel sueño como la base de todo para arribar a una estación desconcertante, donde el fin representa también el inicio: “abortar el cadáver sediento/ que cierra mis labios cierra el laberinto/ soñando al siguiente quien sueña escribir/ que se ha sido soñado” (p.33); mientras Joule Cáceres Ángeles (Huaraz, 1982), se encarga de remontarnos en el tiempo, centrarse en el siglo XVII, regocijarse desde don Quijote de la Mancha, el inmortal personaje creado por Miguel de Cervantes, para ir hilvanando unos versos que combinan a los molinos de viento con la urbe moderna, los caballeros andantes con el dolor siendo una constante irremediable: “mis alas rotas,/ mi alma rota./ Bendición de unos dioses que no conozco” (p.17).

La incontinencia verbal que los impulsa a escribir versículos repletos de una sobrante adjetivación, cayendo con frecuencia en la pura hojarasca, les impide depurar mejor sus propuestas a Luz Shuán Espinoza (Huaraz, 1982), empezando por definir una voz menos estridente, más exacta dentro de una poesía como género, siempre exigente de lo esencial, poniendo al margen lo accesorio. Shuán Espinoza quiere expresar algo, sin lograr decirlo: “Los vientos azules de aquella noche se tejen con las mañanas tardías/ eternamente tardías mis manos siguen manchadas/ marcadas con el lazo que tú libraste y condenaste” (p.19); a John López Morales (Chimbote, 1982), otro autor excesivamente mediático, movedizo en extremo, promotor inagotable de eventos poéticos y culturales, extraviado en una poesía que toma a la palabras cuales fueran elementos resonantes, no buscándoles su lado sugestivo para elegirlas acaso como paradigmas sino insuflándoles una semántica de raíces surrealistas y abstractas, imposibles de contener, salvo en el plano de lo absurdo: “los jardines danzan desnudos en sus estrellas de vidrio,/ como un muro repetido de árbol/ y como un sueño entre cordeles de aire y hierbas de agua” (p.21); llegando a cerrar este grupo con Carlos Maguiña Villarreal (Huaraz, 1982), igualmente desbordándose en una poesía de ruidos, oscilante en lo temático, oscura en la significación, todavía pendiente de ser aligerada y, aunque ello no implique se pueda caer en lo simple, nos deja la sensación de un vacío en la expresión: “Las adolescentes existen, reviven, juegan con hadas /Carnívoras,/ Con sexualidades manipuladas entre la ternura y el coito” (p.15).

La búsqueda de una propia identidad como individuos, íntimos y únicos, en relación con la sociedad dentro de la cual se desenvuelven, se hace latente en la poesía de Benggi Bedoya Rosales (Chimbote, 1986), configurándose dentro de una voz que, intentando hallar al otro desde el sentimiento amoroso, no anhela quedarse mirando hacia el interior de sí misma. Sus versos, tampoco ansiando los ropajes ni los ornamentos, debido a que Bedoya Rosales los ha desechado, recurren en consecuencia a la brevedad: “ayúdame ahora/ que las pesadillas han vuelto/ a sacudir mis cabellos” (p.26). Se halla también en este grupo: Ronal Marcelo Paulino (Recuay, 1985), pugnando por decir cuánto quiere, cuánto le es de imperiosa necesidad hacerlo, cuánto no puede callar en la medida en que está circunscrito a un espacio determinado del cual procede, sumergiéndose en una poesía de tonalidad existencial con ciertos aires barrocos: “He aquí una lágrima/ porque es un músculo agudo/ que depende de la situación” (p.24) y está, por supuesto, José Cárdenas Jara (Huancayo, 1988), todavía anhelando encontrar la voz que le permita brotar orondo desde su condición no del todo segura, por el contrario, oscilante, acaso indefinida, en tanto prosigue hurgando en las palabras, escapándosele de las manos: “y le calzo una frazada marchita a su gota/ comienzo también dándole la mano/ y algo más” (p.31). 

Mientras el individualismo a ultranza para asumir la condición humana, la conciencia de ser quien se es, provee a María Isabel Guillén (Chimbote, 1986) de una voz con un claro acento erótico, donde los versos cortos fluyen mezclándose con los versos largos, en medio de una inquietante densidad temática de comunión con el ser amado. Nos hace recordar mucho al primer Neruda: “Hazme vino y bébeme/ hasta saciar el afán de tus células sedientas/ Arrúllame sobre la estrechez pálida de tus lozanos muslos” (p25); a Christian Ahumada Heredia (Chimbote, 1987), de quien conocemos sus prometedores relatos breves, que por igual se trasladan hacia una poesía con tintes narrativos, tomando para ello a Perséfone, en la mitología griega, diosa de los muertos y la fertilidad de la tierra, a quien le dice: “Usted busca/ la eternidad en mi gruta/ de ventanas fijas y huerto helado” (p.30). Asimismo, dejamos en la expectativa de cuánto pueda hacer en este género a Eber Zorrilla Lizardo (Huari, 1982), a nuestro entender más narrador que poeta, quien por lo tanto, extrae el erotismo soterrado de su primer libro de cuentos Las almas también penan por amor (2007) y se desborda, se extiende, se afirma con unos versos largos de comunicativo lenguaje, bajo una expresión directa: “Déjame escupir blanco en el trigal acre de tu vientre,/ entre tus híbridas nalgas desnudas,/ en la dorada música de tus caderas” (p.20).

En suma, estamos ante las voces de quienes por la disciplina y por la rigurosidad mostrada en, parafraseando al poeta Antonio Cisneros, un oficio de locos que encima no da ningún dinero, se han adelantado en el camino para emerger evidenciando ya una poesía contundente, de perfiles propios y cadencias subyugantes, sobre todo en Patricia Colchado, sin menoscabo de Denisse Vega y Roxana Ghiglino o los intentos por identificarse desde su formación literaria, patentes en Jaime Tranca, AxthedmioMau o Joule Cáceres. También debemos rescatar los afanes por la permanente depuración, pese a los yerros, en los poemas de Benggi Bedoya, José Cárdenas, Ronal Marcelo, María Guillén, Eber Lizardo, Christian Ahumada y aguardar que solo el implacable tiempo se encargue de propiciar la madurez en todas y en todos los incluidos en la antología La orgía inmóvil 15 poetas, agregando a Luz Shuán, John López y Carlos Maguiña, para beneplácito, fortalecimiento y sobrevivencia de la poesía producida en esta parte del Perú, políticamente llamada Región Ancash. Se entiende entonces que lo restante, en consustancia al futuro, solo depende únicamente de ellas y de ellos, asimilando cada quien cuánta vida hay de por medio, cuántas lecturas alcanzan a asimilar en dicho transcurso, cuánto deben proseguir escribiendo sin prisa ni descanso.
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*AYLLÓN, Ricardo y MAUTINO, Alejandro.La orgía inmóvil 15 poetas. Muestra de la poesía joven en Ancash, Ornitorrinco Editores, Lima, mayo del 2009. En esta edición nos hemos basado para sacar las citas de este ensayo.

domingo, 15 de enero de 2012

ENTREVISTA A ALEJANDRO MAUTINO GUILLÉN


A PROPÓSITO DE BREVE ANATOMÍA DE LA SOMBRA DE
 ALEJANDRO MAUTINO GUILLÉN*


Por César Pinedo Bravo


Como si quisiera homenajear a la literatura ancashina (que este año vio partir a dos de su más queridos exponentes, Carlos E. Zavaleta y Efraín Rosales), el huarasino Alejandro Mautino Guillén ha presentado al mundo su poemario Breve Anatomía de la Sombra, ganador del Primer Concurso Literario Nacional “Libro Verde, Garza Blanca” 2011, convocado por la Municipalidad Distrital de José Gálvez, Celendín, Cajamarca, de entre 33 trabajos. Mautino Guillén, licenciado en Lingüística y Literatura por la Universidad Nacional “Santiago Antúnez de Mayolo”, conversó con Prensa Ancashina.

¿Cómo tomas esta premiación, cuán importante es para tu carrera?

Lo tomo de la mejor manera. Un premio siempre alegra no sólo al que gana sino también a los amigos de este. Pero claro, por otro lado, es también un estímulo personal para el artista.

¿Qué elementos de inspiración fueron relevantes para tu poemario Breve anatomía de la sombra?

Para mí inspiración significa paciencia para el trabajo con la palabra. Es más o menos lo que para un artesano significa trabajar su obra. Claro esto puede durar horas, meses, años, décadas en algunos casos, pero la idea fundamental es siempre eso: buscar cierta perfección. En alguna oportunidad leí una entrevista a Álvaro Mutis donde afirmaba “escribir es un eterno corregir” y creo que esa fórmula todo escritor debe planteárselo. Yo también creo en eso, creo que uno corrige leyendo, escribiendo y viviendo. Esta tríada, lectura-escritura-vida, me interesa mucho para trabajar un poema, por ejemplo. Quizás los elementos relevantes para construir Breve anatomía de la sombra han sido precisamente los diálogos interdiscursivos. Me refiero al plano de la imagen y al lenguaje, es decir cómo estos pueden ofrecer múltiples asociaciones. Breve anatomía de la sombra es un poemario especial para mí, no porque ha ganado un premio, sino porque le he perdido el rastro de influencias o de textualidades que han confluido de diversos modos y en distintos momentos.

¿Cómo ves la escena literaria ancashina?

Áncash es un departamento con mucha tradición cultural. Especialmente los ejes han sido los discursos andinos, costeños y la simbiosis entre éstas concebidas desde la migración. Existen estudios sobre una historia literaria regional, pero carecen de rigor crítico y aluden a especulaciones o muestras censales. Yo creo que no hay un estudio sobre literatura ancashina que sistematice los movimientos, las corrientes, los hitos, las figuras claves, los contextos socioculturales, los discursos populares, las textualidades orales, las canciones, etc. Como si lo hay en Puno o Arequipa, por ejemplo. Esa tarea aún queda pendiente. No digo que sin ella, no pueda verse la literatura, pero sería un punto importante para entender no sólo literatura, sino la vida cultural, social, política de Ancash en el tiempo y el espacio. Ancash tiene notables escritores: Carlos Eduardo Zavaleta, Marcos Yauri Montero, Óscar Colchado Lucio, Juan Ojeda y Antonio Salinas. Otro grupo importante de escritores son Macedonio Villafán Broncano, Abdón Dextre, Olger Melgarejo, Ítalo Morales, César Quispe, Ricardo Ayllón, Edgar Norabuena, Dennise Vega, entre otros.

¿Qué pasos deben darse para reforzar la AEPA? 

Bueno, yo creo que primero debe reformularse el nombre. Porque es sabido que un poeta también es un escritor. En cambio en el título de la AEPA se lee “Asociación de Escritores y Poetas Ancashinos”, como excluyendo al “poeta” en el rango de “escritor”. Yo particularmente reconozco los grandes eventos que han organizado desde sus inicios, la fuerza que le han puesto para juntar a los escritores. Es loable todo eso, pero creo que en los últimos años la cosa se ha politizado un poco y hubo división e improvisación. Yo creo que debiera reestructurarse todo.

Qué sensaciones te deja la partida de Carlos Eduardo Zavaleta

Un par de semanas antes que falleciera el maestro, Zavaleta, recibí su llamada. El motivo era para corregir algunos puntos de la revista que dirijo “Casa de Asterión”, que unas semanas antes le pude obsequiar y como todos pensé que el maestro, por motivo de tiempo, no lo leería nunca. Pero ese día me sorprendió y me dio sus apreciaciones de casi todos los trabajos publicados en la revista. Zavaleta pese a que no fue mi maestro en un aula sanmarquina lo fue en el almuerzo, en los cafés, en su casa y en los libros. Recuerdo mucho las conversaciones acerca de Joyce, T. S. Eliot, Malraux, Vallejo y Abril. Zavaleta es indudablemente uno de los renovadores de la narrativa peruana, uno de los más grandes cuentistas baste citar sólo algunos como: “Mamá Alba”, “Una figurilla”, “El cuervo blanco”, “El muñeco”, “Eclipse de una muchacha”, etc. y autor de novelas claves: Los aprendices y Pálido, pero sereno, etc. Sin duda un gran maestro, murió leyendo hasta el último día. Por raros designios también se fueron dos grandes: Ernesto Sábato y Gonzalo Rojas, casi al mismo tiempo que Zavaleta.

* Tomado de la revista Prensa ancashina, edición de diciembre del 2011.

martes, 27 de diciembre de 2011

LA "BOTELLA" DE WILDER CAURURO SÁNCHEZ





La poesía en Ancash, en las últimas décadas, ha traído interesantes propuestas que se materializan en voces poéticas como la de Ricardo Ayllón en Un poco de aire en una boca impura o en Una piedra desplomada de César Quispe, solo por citar algunos.  El poemario Botella (Arlequín, 2011) de Wilder Caururo Sánchez (Huarás, 1976), de reciente aparición, debe entenderse en la heterogeneidad de voces poéticas en la poesía ancashina última. Creo, particularmente, que con este poemario Caururo Sánchez inicia una mirada personal del oficio escritural (recuérdese que publicó poemas dispersos en diversos medios y un poemario compartido Llevaba sombrero de copa [2004]).
A nuestro entender, el título del poemario anuncia un carácter polifuncional, pues revela una serie de significantes. La “botella”, de este modo, alude a la forma en la que se contiene un elemento, por lo general líquido. Por otro lado, este aspecto podría tratarse de la unión de dos términos “bote” y “ella”, como una metáfora líquida de la incomunicación con la figura de la mujer (muy recurrente en los poemas, especialmente mujeres vírgenes, prostitutas, ebrias, lujuriosas, etc., son invocadas por la voz del locutor). Otro asunto importante, y quizás el más importante, es la comunión entre el “continente”, el “contenido” y un tercero, el “bebedor”. Es decir, el organismo del “bebedor” termina siendo otro “continente” y se repite la misma operación de contacto espiritual, de diálogo subjetivo con los efectos del “contenido”. En el poemario aquel esta asociado, si bien a un acto comunicativo y religioso, también a una desacralización del rito. Las figuras de dioses, vírgenes, hipocampos, duendes, centauros son focalizaciones de la utopía del goce místico. Aquellos temas nos recuerdan a los rituales de los antiguos griegos que usaban el “licor” para un acto sagrado, ligado al teatro, la música y el origen de la poesía. Esta meditación sobre el licor y su efecto subjetivo, espiritual, alucinante, será retomada por los parnasianos. Baudelaire tiene una sección interesante sobre “El vino” en Las flores del mal, y medita sobre el alma del vino; Rimbaud después escribe el “Barco ebrio”; Apollinaire escribirá Alcoholes. De Baudelaire y Apollinaire se destacan un tono conversacional y de mandato. En “El alma del vino” de Baudelaire se lee: “Brillando en las botellas, cantó el alma del vino./ «Hombre, elevo hacia ti, pobre desheredado,/”. En Apollinaire, en el celebre poema “Zona”, se lee: “y tú bebes este alcohol ardiente como tu vida/ tu vida que bebes como si fuera aguardiente…”. En ambos versos citados predomina un lenguaje conversacional, pues pareciera que la comunicación entre “continente” y “contenido”, no se reduce a la imagen sino al diálogo con el otro.
El breve poemario se abre con una epígrafe de Omar Khayyam, continua un caligrama, (Apollinaire fue uno de los primeros que empleó el caligrama, constituido como un cuerpo lingüístico e icónico, que trata de un texto que diseña una figura a través de una construcción lingüística), en este caso se trata de una botella. Mallarmé había enfatizado sobre la importancia de la página en blanco en el poema.  En el caligrama de Caururo Sánchez “la botella” (o la figura de aquella) estC solitaria en la página en blanco. Lo cual se confirma con la voz poética, que pide por ello: “Bebe de/ Esta botella/” (p. 6). Esta huella de mandato (o de súplica)  perseguir! a todos los poemas a lo largo del libro, pues la voz lírica anuncia una devastadora soledad, que muchas veces le permite evocar, crear personajes, figuras a quienes interpelar, pero solo recibe el filo del silencio.

En Botella el vate huarasino se nutre del legado vanguardista de las primeras décadas del siglo XX (a través de la incorporación de un lenguaje que usa términos poco usados como: toxicomanía, radiactividad, modiglianis, heliogábalo, azur, hético, flácido, Shhhiittt, etc..), pero por otro lado, bebe de las fuentes del parnasianismo (muy anterior a la vanguardia) a partir de la predilección y uso de figuras exotistas (Peter Pan, fauno, centauro, hipocampos, bestias, duendes, demonios, lucifer, la virgen, dios, etc., que aparecen en su poemas) y que conjugan una creativa asimilación de estas en torno a alucinaciones del paseante locutor personaje en la calle o espacios figurados. Estas marcas nos recuerdan a un notable poeta: Eielson, quien nutrido del legado neosimbolista reelaboran una poética con exuberancia de metáforas y cierta narratividad alegórica en Reinos o en Habitación en roma.
El poemario, como anotamos, refiere acerca de la imposibilidad de recobrar el diálogo con el “otro” y de recuperar el placer negado, pero el “otro” solo es silencio. Los amores, los deseos, los desvaríos, las alucinaciones, las sensaciones parecen así deslizarse bajo los puentes gustativos y líquidos a lo largo de todos los poemas.

En el libro de Caururo  Sánchez hay un énfasis en la figura del locutor personaje (en segunda persona). Por ejemplo en muchos poemas se leen: “bébetelos tú…”, “sé puta cara belleza…”, “te he visto…”, “ya no eres sagrada, belleza…” (en “A contra luz”); “éramos dioses consumidos por la gloria…”, “hemos hecho el diluvio universal dentro de nosotros…”,  “somos el resultado de nuestro temor…” (en “Instantes de ebriedad”); “búscame entre los ebrios a la hora de las pipas…”, “llegas con tu voz de canela y tu aire de santo…” (en “Búscame entre los ebrios”), otros poemas también siguen este esquema que enfatiza la voz lírica en segunda persona.  Aquel busca un diálogo y se dirige a otra persona (elemento, figura, ser, objeto), lo fundamental es que exige una comunicación, la búsqueda de una fórmula de penetrar en el “otro”, de definirse en la figura del “otro”, sin embargo encuentra un mutismo.
La condición anterior se sustenta en la medida en que no hay un solo poema del libro que no se restrinja a la lírica conversacional o más que aquella, al de mandato, es decir del uso –o abuso-  del apóstrofe.

sé puta cara belleza
pero no des tu cuerpo
haz el ademán universal y será la lluvia
muéstrate así desnuda
y que te cabalguen con su alma
los benditos
los nacidos para el orgasmo perpetuo


Esta voz se dirige hacia un alocutario representado y no-representado en los poemas. Por lo general se enfatiza en la figura de la mujer desacralizada, que encuentran en Baudelaire y Rimbaud a sus cuestionadores; quienes desacralizan la figura de la mujer arquetípica del romanticismo: la pura, la virgen, la perfecta y la angelical, que encuentra su antitética en la puta, la promiscua, la extrovertida, la pervertida y la lujuriosa. Estos motivos recuerdan la intensa lírica conversacional de Baudelaire. Precisamente cuando se refiere a las mujeres: prostitutas, vendederas, mendigas, infieles, horrendas y atroces en la segunda edición de Las flores del mal (especialmente en la sección “Cuadros parisinos”; donde desfilan éstas figuras).
No es difícil detectar los rasgos de la influencia de Baudeliare y Apollinaire en Botella (aunque pudiera ser que estos, hayan sido absorbidos por otros autores leídos por Caururo Sánchez).
La lírica de Eielson, Sologuren, en especial, guardan una cercanía con la poesía francesa. Posteriormente la generación del 60 retoma la lírica conversacional, aunque ésta no es de uso exclusivo, sino que aparece desde la Odisea, pero hay un énfasis mayor en estos periodos señalados. Precisamente asociados a los tormentos de la modernidad y los efectos de esta que procuran un espacio y un lenguaje fraccionado. Jorge Terán, en el prólogo de Botella, afirma sin ambages: “se podría hablar de las fuertes deudas que la escritura de Caururo tiene con la tradición poética occidental, específicamente con la relacionada a la vanguardia (relación también detectable a nivel de contenido en el constante trabajo con la figura del poeta maldito)”.
Botella es un interesante libro, pero aún así hay un excesivo abuso de algunas estructuras formales (voz, estilo, motivos) que se repiten, esperamos que estas expectativas se confirmen con un segundo libro.

domingo, 27 de junio de 2010

Cautiverio de la buena gente. Narrativa ancashina última.

Cautiverio de la buena gente es un libro de cuentos en colectivo que acaba de reeditarse con el sello editorial de Pakarina ediciones. Es una interesante apuesta para la narrativa ancashina contemporánea y que da muestra del trabajo de esta misma.

Edgar Norabuena Figueroa, por ejemplo, en su cuento “Eugenita, linda flor” reactualiza una suerte de intertextualidad con “Warma kuyay” de Arguedas y “Kuya kuya” de Colchado. Sin embargo el cuento de Norabuena nos recuerda estos juegos de deseo, aventura y  mentiras en estos amores niños-adolescentes /jóvenes-adultos. Por otro, creemos que el acierto radica en la incorporación de técnicas narrativas contemporáneas. Y es que, en el cuento, se inserta una figura, una sombra, un antiautor como recurso técnico para los que conocen al autor (el profesor Edgar, que aparentemente es un escritor con libros publicados y que se recuerdan sus cuentos como: Toro Moreno y Tumbacerro, aunque estos datos nos conducen a pensar que podría tratarse del autor del cuento, sabemos que no es así, es una técnica). Otro recurso utilizado por Norabuena es el manejo de un discurso nutrido de todo un bestiario de la andinidad. Vale decir una prosa lírica (pero esta tiene su origen en la canción popular, no en la poesía propiamente dicha); en donde se subvierten metáforas donde se incorporan animales (puma, paloma, perdiz, taruka, etc.) enriqueciendo a la técnica del discurso y la definición del hilo narrativo. ¿Nos será posible acaso reiterar que este cuento, como la mayoría de los cuentos de Norabuena, se inician por un presente, luego hacen un flash back (giro anti horario) para nuevamente situarse en el presente? Otro elemento visible es el rasgo sicológico de un personaje poseído por una desposesión y cuyo deseo irrefrenable de poseer a la mujer objeto de deseo, resulta todo un contrapunto transgresor en el relato, lo cual termina en un cuento donde los juegos de equivocaciones, a veces, ponen sus propias reglas. Los personajes de Norabuena sucumben finalmente a su destino. Sucumben a dos fuerzas telúricas: el amor y la naturaleza.
Eber Zorilla Lizardo en “San Gonzalito” explora, a través de una intensa narración en segunda persona, una explicación personal del planteamiento del drama de adoctrinamiento senderista. En un espacio marginal, periférico, en un espacio andino que nos da un efecto analógico que se trenza con el proceso de invasión y adoctrinamiento religioso que tuvieron los españoles con los indígenas. A través del recuerdo del personaje principal, situándose en un tiempo presente y haciendo que su interlocutor recuerde los hechos, hay en el cuento este juego de increpaciones direccionadas a un interlocutor. Cabe señalar que este cuento nos remite parcialmente al diálogo figurativo, donde vivos y muertos pueden comer en la misma mesa, en el día de los muertos. Otra vez la técnica salva al cuento en el manejo del hilo narrativo y el lenguaje.
Macedonio Villafán Broncano en el cuento “El enviado del dios Pachacamac” demuestra un buen manejo del discurso temático y del lenguaje. En el cuento centra a personajes migrantes, a personajes invasores de su propio territorio ancestral, a personajes marginales que ascienden paulatinamente en el proceso de la cholificación de la gran Lima. Pero creemos que el cuento de Villafán intenta dar con otro espacio, con otra explicación: el configurar las raíces étnicas del hombre andino en cualquier espacio a donde vaya. Es decir, el hombre no sólo lleva su maleta de equipaje; de accesorios materiales, sino que lleva y carga consigo, viaje a donde viaje, todo un conglomerado cultural que no ha de olvidar. En el cuento el enviado del dios Pachacamac resulta siendo un mítico animal: el perro costeño. El guardián de la tradición y el guía que reivindica a esta clase marginal, que es más cercana a su cultura. El cuento tiene como escenario un espacio marginal, aparentemente inhabitable, un arenal. El cuento además juega con los tópicos de la multiculturalidad, donde el elemento clave es el respeto, en el cuento se percibe de este modo: “de tanto cavar hasta había encontrado tumbas por los restos de esqueletos y de cerámica…cavando otro hueco profundo en la arena para nuevamente colocar los huesos con respeto y esparciendo hojitas de coca, invocó su permiso…” Otro tópico con el que conversa Villafán es el de la interculturalidad, nótese aquí el elemento clave: el diálogo. ¿Cómo es que un hombre conversa con una deidad o con un muerto de otra cultura?, como la costeña, por ejemplo. La respuesta es sencilla y es que, en la antigüedad había este respeto y este diálogo entre las culturas, una feliz suerte de correspondencias. A estos tópicos cabe agregar temas como la tradición y la modernidad, una suerte de correlaciones que parecen definir a estos en el cuento. En el primero, estos personajes arrastran el cordón umbilical de su cultura madre y del lugar donde vienen, así hay costumbres cotidianas que se incorporan a otras; la otra en cambio, incorpora a los elementos ya citados: la tecnología, la modernización de las casas, la llegada de vehículos motorizados.
Edgar Cáceres Flor en “Muerto en vida” nos ofrece a un personaje que sucumbe frente un vicio ambivalente: una mujer y el licor. Estos elementos son los que configuran su final trágico, en medio de la inmundicia, que nos transporta, por instantes, a una narrativa naturalista y por otro, a una óptica neorromántica asociada a la idea de amor igual a muerte. Por otra parte hay un muy buen manejo del hilo argumental e incluso un mejor dominio del lenguaje a diferencia del libro anterior, lo cual es un indicativo de madurez escritural. Pero creemos aún débil la aplicación de alguna técnica que tenga el valor de llevar el peso de un buen tema. Como también creemos que el epílogo desentona un final ya previsible, ya que intenta extender un cuento que ya había quedado liquidado con cierto halo de misterio y duda. Consideramos que aquello, en modo alguno, no desmerece el buen tema y la tratativa de éste en el cuento de Cáceres.
Daniel Gonzales Rosales en el cuento “La felicidad de hallar felicidad” explora el espacio de la cotidianeidad dentro de la rutinariedad en la que transita la vida moderna. Joyce, en cuentos y novelas, es el pionero de hablar sobre el sentido trágico de lo cotidiano y lo rutinario de la vida moderna, a pesar que no suceda nada en ella. Un elemento interesante del relato es la visión del “otro”. Hay esta búsqueda incesante de respuestas a ciertas preguntas cotidianas. En el cuento el tema de la felicidad nos lleva al plano contemplativo, donde el narrador reflexiona cómo es que dentro del caos, de personas, de vehículos motorizados (ciudad moderna y monótona), cómo nos es posible hallar esta relación de correspondencia entre dos o más seres que pueden desprender de sus gestos el amor, el compartir, la búsqueda de solidaridad entre las personas. Es una reflexión sobre el papel del otro (por ejemplo, en un cuento anterior “De pesca”, desarrolla esta perspectiva). Pero creemos a pesar del aporte temático, no sucede ningún rompimiento dentro del relato. Es decir, ni con el lenguaje, ni con la trama, ni con la estructura narrativa. Todo transita en esa misma rutina donde habitan estos personajes. Lo mismo ocurre en este otro cuento “Galileo acaba de iniciar sesión” Este cuento concebido así, es todo un acierto experimental. El autor inserta magistralmente un discurso ciberespacial (conversación a través del Internet- chat) lo cual es un acierto, puesto que dentro de la narrativa y más precisamente; en el cuento, no hay trabajos con este tipo de discurso. Pero creemos que también magistralmente el texto carece de un hilo narrativo, o, de una estructura que cuelgue esas hojas de hierba en un árbol con raíces. Hay conversaciones literarias, frente a conversaciones coloquiales, conversaciones en donde fluctúa el desamor, conversaciones de “ocasión” que quedan en el espacio como si una hoja de papel fuera una pantalla de computadora. Pero es así el lenguaje del internet, seres extraños, conversaciones con desconocidos, amores fugitivos, discursos fragmentarios que navegan en el espacio. Hay una intención de superposición de discursos que posiblemente resulten de una técnica si es que estos conduzcan una estructura profunda. Estos elementos por el contrario, juegan con la despersonalización de la comunicación en la modernidad tecnológica, pese a ello, no deja de ser interesante el yugo experimental.
Cautiverio de la buena gente es así un libro que involucra más o menos (hasta ahora un criterio arbitrario) a dos generaciones de escritores con una heterogeneidad dentro de un mismo espacio (Huaraz). Borges solía señalar que en un trabajo antológico o colectivo como este, es posible encontrar “semejanzas y diferencias”, lo cual también podría traducirse en niveles y desniveles. Creemos que en este libro hay ambas. Y precisamente, ambas también se corresponden. Así encontramos semejanzas tanto por uso del espacio (algunos prefieren la periferia, la zona marginal, el escenario andino frente a otros que prefieren la zona urbana de capitales de ciudades, lo cosmopolita), la tratativa de tiempo (muchos presentan este esquema: presente-pasado-presente) y el recorrido por los temas (que son universales, pero que en algunos se reiteran o tocan estos temas con parcialidad y aquí entra el talento, salva la técnica al tema y la reactualización de la misma ayuda).
Por lo que queda decir el libro da muestra, muestra y demuestra una literatura que ya está en un proceso en el que se percibe un tipo de actitud crítica frente a lo que ya se ha escrito y frente a la palabra misma. En algunos casos, las lecturas han hecho que se experimente con nuevas técnicas y que se acaricie de modo más cercano la elaboración de un lenguaje más elaborado, lo cual es loable. Los temas siempre conviven con nosotros, pero la técnica lo salva del olvido, de la redundancia, del vicio conmemorativo y hace que trascienda a otro plano mayor y se salva de decir con las mismas palabras lo ya dicho.

"CHELITA, LA CANGREJITA", UNA NOVELA INFANTIL SOBRE EL VALOR DE LA AUTODETERMINACIÓN

  Juan Cervera (2004) señala que la literatura infantil integra todas las manifestaciones y actividades orientadas al niño, empleando la pal...