PRÓLOGO

“La
crítica es esencial a la creación literaria. No solo forma parte de ella, sino
que también la hace posible. Pero es algo más que un método o un modo de conocimiento”,
afirmaba el poeta y crítico literario venezolano Guillermo Sucre. Es decir, la
crítica literaria tiene un papel fundamental dentro de la literatura, pues la
crítica es también una creación. Pero ella no debe reducirse a la fetichización
de la metodología o al hecho de que la obra literaria sea concebida solo un
pretexto para exhibir el dominio del método, sino que procure más bien un
diálogo armónico entre el crítico y el texto literario.
De otro
lado, no se podría entender el proceso de la poética crítica de Camilo
Fernández sin referirnos a los procesos y derroteros de la modernización de los
estudios literarios en nuestro país. Quizás convenga recordar la apertura
estilística y filológica de Luis Jaime Cisneros (1921-2011), la postura
fenomenológica y lingüística en Alberto Escobar (1929-2000) y la perspectiva
sociológica goldmaniana de Antonio Cornejo Polar (1936-1997), quienes, desde
diversas canteras, renovaron la crítica literaria peruana de la segunda mitad
del siglo XX y que han dejado huella en los escritores y estudiosos posteriores
a estos, muchos de ellos discípulos de los investigadores antes mencionados.
Sin
duda, caracteriza a la «poética crítica» de Camilo Fernández la amplitud
dialógica del discurso. Es decir, el crítico no analiza la obra de manera
insular (en otras palabras, intuitivamente ni de modo reduccionista), sino que
procura una metacrítica necesaria para el inicio del recorrido. Se detiene en
el análisis del contexto histórico-cultural en el que aparece la obra, posibilita
una apertura interdisciplinaria y no plantea un monismo metodológico, sino que
incorpora (la Retórica General Textual) otros discursos (verbigracia, la interculturalidad,
la teoría de la antropofagia y la argumentación) que dialogan con la obra de
arte. Evidentemente, podemos afirmar que hay predilección por abordar el
estudio de la poesía; sin embargo, también observamos un interés particular por
el estudio de la narrativa latinoamericana. En esta última tampoco le es ajena
la óptica neorretórica como base para el análisis textual que retoma los
planteamientos de la perspectiva filosófica y totalizante de la retórica
aristotélica. En relación con los trabajos de Fernández dedicados al análisis
de la prosa, distingo una preocupación por observar en la estructura
novelística un universo cognitivo en el discurso del narrador (ideas y
argumentos) y no únicamente la tentativa de explicar la actividad social de los
seres humanos dentro del contexto histórico-cultural en el que se encuentran
inmersos (más propias de un análisis sociológico tradicional). Estos trabajos
sobre narrativa, en Sujeto, argumentación
y metáfora (2011), abordan el relato hispanoamericano y el brasileño que no
son de reciente interés en Fernández Cozman. De lo contrario, revísense algunos
trabajos sobre narradores peruanos como, por ejemplo, un estudio a “El loco” de
Carlos Eduardo Zavaleta que aparece en el libro C. E. Zavaleta: hombre de varios mundos (2009) compilado por Tomás
G. Escajadillo o el análisis de los estilos de pensamiento en un fragmento de Los ríos profundos de José María
Arguedas (Arguedas Centenario. Actas del
Congreso Internacional José María Arguedas. Vida y obra, 2011) que revelan
un esfuerzo por abordar la novela desde la perspectiva teórica de la
argumentación y de la teoría de las ideas, no restringida únicamente a los
discursos jurídicos.
La obra crítica de Camilo Fernández puede dividirse
en dos grandes grupos. El primero está representado por un conjunto de ensayos
de carácter monográfico sobre autores representativos de la tradición poética
peruana como son los siguientes: César Vallejo, Emilio Adolfo Westphalen, César
Moro, Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Wáshington Delgado, Rodolfo
Hinostroza y José Watanabe. Estos libros son: Las ínsulas
extrañas de Emilio Adolfo Westphalen (1990), Las huellas del aura. La
poética de J.E. Eielson (1996), Raúl Porras Barrenechea
y la literatura peruana (2000), Rodolfo Hinostroza y la poesía
de los años sesenta (2001), Mito, cuerpo y
modernidad en la poesía de José Watanabe (2009), Casa, cuerpo.
La poesía de Blanca Varela frente al espejo (2010), César
Moro, ¿un antropófago de la cultura? 2012) y El poema
argumentativo de Wáshington Delgado (2012). A estos autores cabe agregar dos autores
latinoamericanos también abordados, como el poeta mexicano Octavio Paz en el
libro El
cántaro y la ola. Una aproximación a la poética de Octavio Paz (2004) y el vate argentino Luis
Benítez en La poesía es como el aroma.
Poética de Luis Benítez (2009). El segundo grupo está representado por un conjunto de
libros que compilan artículos, ensayos y ponencias, que han aparecido
indistintamente a lo largo de 25 años. Estos libros son: La soledad de la página en blanco (2005), La
poesía hispanoamericana y sus metáforas (2008), Sujeto, metáfora,
argumentación (2011) y Fulgor en la niebla. Recorridos por la
poesía peruana contemporánea (2014).
De otro lado, pienso que la obra ensayística de
Camilo Fernández comprende cinco períodos. El primero es el de aprendizaje y
evidencia una perspectiva psicológica
y está constituido por su primer libro Las
ínsulas extrañas de Emilio Adolfo Westphalen (1990, 2003). Allí se puede
observar la utilización del método de la psicología analítica que proviene del
marco teórico de Carl Jung y está referida al tratamiento de los arquetipos y
del inconsciente colectivo, la perspectiva onírica de Gastón Bachelard y la
visión antropológica de Mircea Eliade sobre la construcción y repetición del
arquetipo. Estos autores son útiles para
abordar el enigmático mundo y las concepciones arquetípicas en Las ínsulas extrañas.
El
segundo periodo es el de la retórica estructuralista del Grupo μ con apertura
sociológica bajo la perspectiva
poético-formal y está constituido por Las
huellas del aura. La poética de J. E. Eielson (1996), Raúl Porras Barrenechea y la Literatura Peruana (2000) y la primera
edición de Rodolfo Hinostroza y la poesía
de los años sesenta (2000). En el libro sobre Eielson se puede observar
cómo el crítico literario se nutre de procedimientos de análisis retórico y así
manifiesta su inclinación por el análisis del estudio de las figuras del
discurso, poniendo énfasis en las formulaciones del Grupo μ de la Universidad
de Lieja. En este ensayo, Fernández Cozman procura, además, un estudio de las
figuras semánticas, fónicas y sintácticas ligadas a una teoría de las
ideologías apoyándose en las nociones sociológicas de Walter Benjamin (quien
subraya que la modernidad se fundamenta como un proceso de desintegración del
aura) y Karel Kosík (quien entiende que, en la experiencia cotidiana, la
racionalidad utilitarista establece sus dominios sobre la base de un mundo de
las apariencias). En cambio, en el segundo libro, Fernández analiza el
pensamiento de Raúl Porras Barrenechea y su vinculación con la literatura
peruana. Para el historiador peruano, nuestra literatura tiene una esencia
mestiza; asimismo, Porras incorpora la categoría de la transculturación en la
investigación literaria en el Perú. De igual manera, Fernández Cozman aborda
también los planteamientos de Porras acerca de tres autores claves para la
modernidad en el Perú (Ricardo Palma, González Prada y José Santos Chocano) y
sostiene que Porras no fue un hispanista y colonialista, sino un apasionado
admirador del legado prehispánico a través de los mitos y relatos andinos. En
el tercer libro, dedicado a la poesía de Rodolfo Hinostroza, parte de la
perspectiva hermenéutica para llegar al planteamiento metacrítico que permite
subrayar la naturaleza comunicativa y pragmática de la poesía. Esta propuesta
parte de la perspectiva teórica de la Retórica restringida del Grupo μ o de
Lieja, poniendo énfasis en las figuras del discurso de índole pragmática y
comunicativa; asimismo se subraya la predilección de Hinostroza por la
experimentación formal y se analiza el rol que cumple el significante como organizador
de las estructuras de significación de poemas de Consejero del lobo y Contra Natura.
El
tercer periodo es la perspectiva
antropológica e intercultural y
está constituida por El cántaro y la ola.
Una aproximación a la poética de Octavio Paz (2004), Mito, cuerpo y modernidad en la poesía de José Watanabe (2008), La poesía es como el aroma. Poética de Luis
Benítez (2009) y César Moro, ¿un
antropófago de la cultura? (2012). En estos ensayos se puede observar cómo
el crítico literario centra su atención en los procesos culturales y la
naturaleza intercultural de la poesía. En el primer libro, dedicado a Octavio
Paz, se plantea la poesía antropológica que refiere a una lírica intercultural
donde el poeta evoca el mundo prehispánico y lo confronta con el occidental, de
este modo se posibilita un dialogo entre ambos. Fernández, además, vincula la praxis
poética de Paz con la tradición literaria francesa, examina la categoría de la
modernidad del poeta mexicano frente a las ideas de Jürgen Habermas y Jean
François Lyotard. Finalmente, aborda, además, la concepción de la poesía y la
naturaleza antropológica de Piedra de
sol. El segundo volumen, dedicado al poeta José Watanabe, parte de una
perspectiva “plurimetodológica” donde relaciona los estudios antropológicos,
históricos y metacríticos para abordar una lectura de El huso de la palabra, Historia natural y Cosas del cuerpo. Allí Fernández aborda los tópicos subyacentes a
la poesía moderna (la racionalidad instrumental, la tecnología, la modernidad,
la lírica conversacional, la obra abierta y la desmitificación). La hipótesis
fundamental que recorre el libro recalca que en la poesía de Watanabe se
observa el pensamiento mítico, una reflexión sobre el cuerpo en la modernidad y
una crítica de la racionalidad instrumental. El tercer ensayo, que indaga en el
universo semántico de la poesía de Luis Benítez, se sitúa en el marco del
estudio de la poesía latinoamericana contemporánea. Allí el investigador
sanmarquino se detiene en el ámbito de la llamada Generación de 1980 en
Argentina. En este libro, Fernández analiza el referente prehispánico que
aparece en Mitologías/la balada de la mujer perdida poniendo énfasis en la
tradición poética hispanoamericana y la poética de la interculturalidad (que
surge en el ámbito de la vanguardia y la posvanguardia y que procura una
asimilación creativa de los aportes de occidente). Asimismo, aborda la poética
de las sensaciones (auditivas, táctiles, visuales, y olfativas) a partir del
legado del simbolismo francés y estudia el campo figurativo formulado por
Stefano Arduini para rastrear cómo se configura esta estructura cogniica en la
poesía de Benítez. El cuarto libro, dedicado a César Moro, confirma el rigor y
el apasionamiento del crítico por navegar en el oro de la poesía peruana. Allí
Fernández categoriza y sistematiza conceptos ligados al planteamiento de Oswald
de Andrade en el “Manifiesto antropófago” publicado en 1928. Esta peculiar «antropofagia»
tiene que ver con la idea de cómo es que los latinoamericanos absorbemos de
modo creativo los aportes de la cultura occidental. Sobre la sistematización de
este manifiesto como categoría se puede leer el ensayo de Emir Rodríguez
Monegal “Carnaval/ Antropofagia/ Parodia” publicado en la Revista Iberoamericana, Pittsburgh, Nº 108-109, 1979, donde el
crítico uruguayo sostiene que en la época (se refiere a las tres primeras
décadas del S. XX) coinciden diversas perspectivas teóricas como la de Bajtin,
quien señalaba que la novela de Dostoievski derivaba de los géneros parodiados
y carnavalescos que instauran un dialoguismo (es decir, una pluralidad de
voces). El crítico literario peruano, a diferencia de Rodríguez Monegal,
sistematiza el manifiesto como categoría y lo aplica a un poeta paradigmático
como Moro; asimismo, ve en el terreno de la sociolingüística y la Retórica
General Textual las herramientas para analizar las estructuras figurativo
simbólicas de la poesía de Moro y cómo este último hace uso de un lenguaje
híbrido que manifiesta una ideología antropófaga. De este modo, utiliza el
concepto de “imaginación plurilingüe” que le sirve para detectar ciertas procedimientos
por los cuales Moro emplea el francés desde la óptica de un sujeto cuya lengua
materna es el español. Es así que el poeta peruano castellaniza el idioma de
Baudelaire. En consecuencia, el crítico sostiene que el autor de La tortuga ecuestre practica un
procedimiento típico de la literatura latinoamericana: la antropofagia, pues en
dicho poemario se observa cómo el poeta asimila creativamente (a través de la
violencia verbal) el surrealismo europeo.

Finalmente,
el quinto y último periodo es el de la indagación en la perspectiva retórico-argumentativa y está constituido por tres
libros. El primero es Sujeto, metáfora,
argumentación (2011), que reúne en un solo volumen un conjunto de ensayos
divididos en tres secciones, donde no solo se abordan textos poéticos, sino
también narrativos. La primera sección se centra en la poesía hispanoamericana;
la segunda, en la narrativa hispanoamericana; y la tercera, en la novelística brasileña,
poniendo énfasis en una figura importante de la literatura del Brasil: Joaquim
Maria Machado de Assis. En relación con los trabajos sobre poesía resulta
interesante la reflexión sobre la construcción de la condición del sujeto
“marginal” o marginado” latinoamericano y qué discursos plantean dicha
problemática. Además, se reflexiona cómo el sujeto reacciona en su condición de
“otredad” y desde qué espacio simbólico se ejercen aquellos discursos de cuatro
poetas latinoamericanos (Vallejo, Neruda, Parra y Cisneros). En el segundo
ensayo, “Los interlocutores en Escrito a
ciegas (1961) de Martín Adán”, el crítico emplea la teoría de la
argumentación, que se nutre de los aportes de la Retórica aristotélica y del
marco conceptual de Chaïm Perelman y de Lucie Olbrechts Tyteca; además, analiza
algunas metáforas sobre la base de una óptica cognitiva y pone en relieve el
enfoque de la Retórica General Textual (representada por Tomás Albaladejo y
Stefano Arduini). El académico plantea de este modo que el poema de Martín Adán
es un texto argumentativo, pues el locutor personaje se dirige a una alocutaria
representada con el fin de convencerla haciendo uso de cierta estructura
argumentativa y de una amplia gama de figuras retóricas. El segundo libro es El poema argumentativo de Wáshington Delgado
(2012), donde se profundiza con mayor despliegue la retórica de la
argumentación. Este estudio tiene un sistema metodológico, teórico y de
análisis sustentado en la Retórica General Textual (especialmente, en este
libro, con Stefano Arduini y Tomás Albaladejo), pero aquí se pone énfasis en
los elementos del “texto argumentativo” para luego detenerse en los campos
figurativos, los interlocutores y la visión del mundo en los poemas analizados.
En esta nueva publicación, Fernández profundiza en los conceptos de la Retórica
de la argumentación de Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca en lo que
respecta al funcionamiento de las técnicas argumentativas en una obra literaria,
que, como señala el crítico, abre la posibilidad de una lectura pragmática del
poema porque el argumento de un locutor intenta producir un efecto en el
alocutario. Para Fernández Cozman, dicha particularidad de la obra de Delgado
aparece a partir de Días del corazón
y, sobre todo, desde Para vivir mañana;
además, permite inferir que esta escritura busca fundamentar una opinión a
través del empleo de una estructura argumentativa determinada. Y, finalmente,
el último libro es Las técnicas
argumentativas y la utopía dialógica en la poesía de César Vallejo (2014),
que obtuviera el Premio Nacional de Ensayo Vallejo Siempre 2014. En este libro se
estudia al vate trujillano en el contexto de la poesía peruana del siglo XX,
donde este dialoga con los movimientos literarios y con otros poetas de la época;
Fernández reflexiona, además, sobre la utopía dialógica desde una postura argumentativa
que se observa en Poemas humanos y España, aparte de mí este cáliz. En este
libro se reitera el trabajo sobre la base de la Retórica General Textual y la
Retórica de la argumentación, pero noto que en este texto se profundiza en la
noción cognitiva y pragmática del poema. Es decir, Fernández usa las categorías
de “provincias figurales” de Giovanni Bottiroli que subrayan el lazo entre la figura retórica
y las estructuras de pensamiento y, por otro lado, emplea la noción de
“poliacroasis” de la retórica cultural de Albaladejo, que hace referencia al hecho de cómo el locutor se
dirige a múltiples alocutarios en el universo representado en el poema.
La
presente compilación de ensayos, El viaje a través de la palabra, tiene el propósito de mostrar y orientar al público
lector a la lectura de un determinado conjunto de textos que, desde mi
perspectiva, definen el proceso, los cambios metodológicos, las asimilaciones
teóricas y el reciente interés de Fernández por insertar diferentes elementos
de la retórica como saber con el propósito de echar luz sobre la obra
literaria. Distingue a la escritura de Fernández Cozman la agudeza con la que
observa los estudios sobre el autor abordado, la clara explicación de las categorías
que utiliza y el análisis textual donde se operativizan los andamiajes teóricos
y metodológicos que revelan cómo el corpus de la poética crítica del estudioso
limeño se constituye en una de las más sólidas
de la crítica literaria latinoamericana. Él, sin duda, ha entendido que el
oficio crítico es también una creación al igual que cualquier obra de arte.
Con
esta antología, que es, a su vez, un homenaje, procuro dar una imagen de la «poética
crítica» que nos plantean los ensayos del investigador sanmarquino. Son 25 años de producción bibliográfica (desde
1990 hasta el 2015) y casi una veintena de libros. Los análisis de Camilo
Fernández son referencias imprescindibles para el estudio de la literatura
peruana y la latinoamericana, sobre todo de la poesía. Aquí se antologa un
conjunto de textos donde el crítico usa sus mejores antorchas para alumbrar el
todavía enigmático bosque de la lírica peruana.
Alejandro G. Mautino Guillén
Universidad Nacional Santiago
Antúnez de Mayolo
Sociedad Peruana de Retórica