Macedonio
Villafán Broncano (Taricá, 1949) es un destacado escritor ancashino que ha
publicado Apu Kolkijirka (1998), Los hijos de Hilario (1999), Cielo
de las vertientes (2013) y un conjunto de cuentos en diversas revistas de
literatura y libros colectivos. Después de casi trece años, el escritor
huarasino vuelve a publicar un libro, Arpa Taki (Comunicarte Editores,
2025). A continuación, me referiré sobre la reciente obra de Villafán partiendo
de algunos aspectos estructuradores y los tópicos por los cuales transita esta reciente
entrega.
Arpa
Taki,
de Macedonio Villafán Broncano, es una obra que está en el cruce vital entre la
literatura, la oralidad popular, el testimonio social y la memoria cultural de
los pueblos andinos migrantes. A través de una voz narrativa íntima, entrañable
y profundamente comunitaria, Villafán construye un universo ficcional que es
también documental, donde los hilos de la vida cotidiana, la música popular con
arpa y los relatos de lucha, desplazamiento y resistencia se entretejen en una
propuesta literaria singular, profundamente arraigada en una visión ética y de compromiso
con la cultura.
La
historia central de Arpa Taki gira en torno a las vidas de Alisia y
Avensia, dos cantantes de huayno con arpa, cuyas trayectorias están marcadas
por la violencia de género, la discriminación, la explotación económica y la
marginación cultural. Desde un estilo testimonial y a través de la visión del
migrante, la visión femenina del proceso, desde el espacio subalterno laboral,
desde donde erigen su discurso, muchas de ellas empleadas del hogar, incorporan
tanto el castellano como el quechua no solo como praxis comunicativa sino como
lugar de la memoria y espacio de fricción. El libro nos conduce por las calles
de Lima, los pueblos serranos de Oyón y Huari, los caminos del Marañón y los
escenarios migratorios desde donde parten los personajes. Esta geografía física
se complementa con una geografía emocional y simbólica en la que el arpa, como
instrumento sonoro y espiritual, se convierte en el gran hilo conductor de las
emociones, los recuerdos y los sueños colectivos, de ahí la recurrencia de los
huaynos como paratextos que aparecen en esta obra.
Uno
de los rasgos más poderosos del libro es su recurso técnico muy cercano a la polifonía
narrativa. La narradora principal, una trabajadora del hogar que se comunica
con su hermana en el extranjero, recoge voces diversas: las voces de otras
migrantes, las voces de los patrones, las voces de los músicos, las voces de cantantes,
las voces de las abuelas, las voces de los abuelos, las voces de los niños, las
voces de los muertos y las voces de los ausentes. En este entramado de voces,
Villafán da cuenta de una comunidad viva que piensa, canta, sufre y resiste. El
lenguaje empleado no solo reproduce la oralidad popular andina —con su ritmo,
su sabiduría y su ternura— sino que también confronta al lector con una
realidad que muchas veces se silencia o se estigmatiza desde los medios (mass
media) y los discursos oficiales (los discursos de poder político, por ejemplo).
Desde
el punto de vista lingüístico, Arpa Taki es un testimonio del
bilingüismo funcional que caracteriza a muchas comunidades migrantes andinas.
El quechua no aparece como adorno ni como folclorismo, sino como lengua viva,
emocional y política. Su inclusión naturalizada en los diálogos y canciones
revela la persistencia de una identidad cultural profunda que se resiste a la
desaparición. Además, el castellano popular —con sus giros regionales, su
estructura oral, sus metáforas cotidianas— nos sumergen en la visión de la
historia y sus ficciones desde la perspectiva periférica.
En
términos culturales, el libro retrata de forma interesante la música con arpa
como práctica identitaria. Las canciones, los conciertos, los ensayos y los
festivales se convierten en espacios de reunión comunitaria, resistencia
emocional y afirmación cultural. El huayno con arpa, en la voz de Alisia y
Avensia, no es solo un producto comercial, sino un espacio simbólico donde el
dolor, la migración, el desarraigo y el amor encuentran expresión y sentido.
Villafán hace del arpa una protagonista invisible pero constante: es la voz de
la madre tierra, el eco de los abuelos, el instrumento que llora y alegra, el
testimonio de una existencia desplazada pero no vencida.
La
estructura narrativa de la obra tiene un aliento coral y cronístico. La
historia se despliega en forma de carta hablada o testimonio dirigido a la
hermana migrante, un recurso que permite un tono íntimo, confidencial y a la
vez colectivo. La narradora es una mujer de pueblo, trabajadora doméstica en
Lima, que conoce el mundo de las élites desde los márgenes. Su posición
intermedia le permite ser puente entre los grandes relatos del poder y la
verdad pequeña de los subalternos, entre los titulares de la prensa limeña y
las historias que circulan de voz en voz, por teléfono, en las fiestas, en los
mercados y en los conciertos populares.
Desde
el punto de vista formal, la obra intenta desafiar las anteriores propuestas narrativas
de Villafán. Arpa Taki se mueve entre la novela, la crónica, el
testimonio y el relato oral. Su lenguaje no busca una perfección académica ni
una sintaxis literaria convencional. Por el contrario, se sostiene en la fuerza
de la palabra viva, en la musicalidad de las voces populares, en el ritmo de la
narración conversada. Esta estética es también política: es una literatura que
no busca hablar sobre los otros, sino hablar desde ellos, con ellos y para
ellos.
En
ese sentido, este libro puede leerse también como una crítica al centralismo
limeño, al clasismo estructural y a la explotación de las mujeres migrantes en
el Perú. La historia de Alisia y Avensia es también la historia de miles de
mujeres que han sido empujadas a Lima o al extranjero para sobrevivir, que han
enfrentado violencias múltiples, que han perdido hijos, esposos, hermanas; y
que, sin embargo, han construido redes, identidades, música y resistencia en
los márgenes de la ciudad y de la nación.
En
definitiva, Arpa Taki es una obra imprescindible para comprender el Perú
contemporáneo desde sus voces populares, sus lenguas originarias, sus mujeres
migrantes y su música andina. Con sensibilidad, respeto y profundidad, Macedonio
Villafán Broncano nos entrega un texto que conmueve y cuestiona, que celebra la
vida colectiva y denuncia la violencia estructural, que canta con el arpa y con
el alma de un pueblo que, pese a todo, sigue hablando, sigue cantando y sigue
viviendo.
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