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jueves, 12 de febrero de 2009

Lo todopoderoso del poeta frustrado: La poesìa de Karl Marx

Fuente: diario La Industria de Chimbote, 05 de marzo del 2008
“La poesía es el punto de intersección entre el poder divino y la libertad humana”.
Octavio Paz
Resulta extraño saber que Karl Marx –el constructor de las bases del Materialismo Histórico– pudiera “perder el tiempo” en algo tan subjetivo como la poesía. Cuando aún experimentaba la juventud, el científico que estudió las anomalías de la sociedad y diseñó un novedoso modelo económico y social que revolucionó la cosmovisión mundial, tuvo primero un norte: la fama literaria. El siguiente artículo explica una curiosa etapa de la vida del gran pensador alemán.
El bohemio de Treveris
Un joven de Treveris, de conflictos emocionales y una inteligencia todavía dormida, es lanzado del seno familiar a la vida universitaria y en aquel nuevo contexto transforma radicalmente sus modos conservadores hasta convertirse en uno de los más grandes bohemios de toda Alemania. Se llamaba Karl Marx, y aún no era el personaje de abundante barba que figura en los libros de historia universal.
Había incurrido en los peores hábitos estudiantiles: fue detenido por alboroto y embriaguez nocturnos en donde le confiscaron armas prohibidas, vinculadas con los duelos a pistola; no tenía interés en la universidad, no asistía con regularidad a las clases de Derecho y mostraba poco interés por las aficiones filosóficas o literarias. Marx dedicaba poco tiempo a las cuestiones intelectuales y ni siquiera tenía el hábito de la lectura o la escritura.
Entre estos y demás acontecimientos que le otorgan a Karl Marx el grado superior de “gran bohemio de Treveris”, figura también el gran amor de su juventud, la muchacha más bella de Treveris, Jenny Von Westphalen, quien fue seducida por la “brillantez retórica” del Marx enamorado. El amor por Jenny encendió en Karl la vocación por la poesía, y la idea de convertirse en un gran poeta le fascinó.
Con la existencia de Jenny, Karl tomó muy enserio la poesía. Dedicaba la mayor parte de su tiempo en la escritura, día y noche, invertía por completo su laboriosidad, fuerza de voluntad y mucha fe. Notas, esbozos, borradores, versiones definitivas. Nunca descansaba. Se dejaba llevar por la impetuosa determinación de conquistar, de un salto tempestuoso, una posición dominante en el mundo.
Era prolífico, en pocos meses logró un número importante de manuscritos, como los dos gruesos cuadernos de notas llenas de poemas, a los que denominó Libro de amor I y Libro de amor II (¿Marx escribiendo poemas amorosos?), los cuales dedicó a “mi querida y eternamente amada Jenny Von Westphalen”. A un tercer cuaderno de notas le llamó Libro de canciones. Posteriormente dedicó un cuarto libro a su padre, carente de título.
Su producción literaria también se vincula con la traducción de las Odas de Ovidio. Escribió un diálogo poético Cleantes, la novela humorística El Escorpión y Félix y Oulanem, tragedia a la manera clásica.(1)
Durante sus primeros meses en Berlín, Karl “progresa” tanto en novela como en tragedia, pero pronto el joven de Treveris es inundado por un desequilibrio emocional, lo que le lleva a ser presa de una reacción desesperada que terminó en la soledad y el desgano: ¡no era poeta!, solo era un trivial aficionado, como otros miles de jóvenes enamorados y cegados por la ilusión juvenil del amor.
Los manuscritos que había enviado a los periódicos, no solo le fueron devueltos, sino que además no traían consigo una sola palabra de aliento. Se dio cuenta de que sus escritos no mostraban talento y mucho menos genialidad. Las ilusiones literarias desaparecieron en el joven Marx con un aliento:
“Nada está claro / las emociones son vulgares e informes / no hay nada natural / todo está hecho de aire enrarecido / son reflejos retóricos en vez de pensamientos poéticos / todas mis creaciones se reducen a la nada”.(2)
Marx carecía de inspiración auténtica y el estilo que practicaba era rudimentario. Por ello, se deduce que el mundo no perdió nada con que renunciara a la poética. Entre ruinas se hallaba el joven Karl, fracasado, y ya no tenía energía ni ambiciones. El mundo no perdía un poeta, pero él había perdido al mundo.
Perteneció a la clase de los bohemios intelectuales, los de cafés, donde pasaba la mitad de su vida. El poeta fracasado vivía en un estado de parálisis emocional y motora. No trabajaba, no escribía, no tenía meta concreta alguna, era un estudiante que había fracasado en todo, y en ese estado de contrapunto existencial encuentra refugio en las bibliotecas, en los libros. Fundamentalmente había leído las obras completas de Hegel; asimismo, tradujo del latín la “Germania” de Tácito y del griego la “Retórica” de Aristóteles, todo en solo un año.
La inteligencia había despertado. Poseía una vasta cultura y argumentos filosóficos verdaderos, versados en lógica y en el arte de razonar mediante la analogía, la antítesis, y la eliminación.
Hasta entonces el lenguaje de Hegel era un enigma, pero Karl Marx logró esbozar un novedoso planteamiento sobre el pensamiento hegeliano, con lo cual conquistó su primer renombre entre los intelectuales. Aunque al principio causó gracia a los demás filósofos, más adelante logró la confusión de algunos y luego el respeto que merecía la tesis que planteaba. Karl Marx declaró la hostilidad a todo lo relacionado con dios y la religión.
El joven Karl logró un renombre, ya no era el bohemio, sino el genio que pudo sobreponerse de un fracaso y que convirtió la decepción de su período lírico en experiencia. El fanatismo por el arte literario lo condujo al hábito de la escritura y al estudio de los problemas sociales. El resto de la historia ya es conocida.
______Notas________
(1) Los títulos de la obra presentados en el artículo han sido tomados del libro de Leopold Schwarzschild (Schwarzschild, Leopold : El prusiano Rojo. La vida y la Leyenda de Karl Marx. Ediciones Peuser. Argentina, 1956)
(2) Ibid., p.43-44

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