lunes, 26 de octubre de 2009

¿Què se ama cuando se ama?. La poesía de Gonzalo Rojas: carne y luz a 180 km por hora

Por: Axthedmio Mau Guil

Conozco la poesía del poeta chileno Gonzalo Rojas (Lebú, 1917) desde la secundaria del colegio y, desde aquella época, su poesía que es aire, que es agua, que es fuego, que es tierra, que es todo y al mismo tiempo nada, me ha sido tan afín releerla.

Por razones que no me he podido explicar, éste es el primer artículo que le dedico con justicia a uno de los más grandes poetas latinoamericanos vivos, y que por cierto, ha sido candidato muchas veces al premio nobel de Literatura.

Éste gran poeta, autor de libros memorables como: La miseria del hombre (1948), Contra la muerte (1964), Oscuro (1977), entre otros, nos ha entregado una síntesis de las vanguardias latinoamericanas y europeas. Cabe señalar antes, que los dos primeros libros obedecen a un plano disociativo de las experiencias poéticas, el tercer libro en tanto viene a ser una especie de antología personal, reactualización si se quiere, cambios de títulos de libros anteriores, etc. O es todo y nada como señaló en alguna oportunidad Gonzalo Rojas. Posteriormente le continúan otras publicaciones tambièn memorables como: El alumbrado y otros poemas (1987), Del relámpago (1981), Materia de testamento (1997), etc.
En alguna oportunidad el poeta peruano Marco Martos, le rindió un efusivo homenaje a Rojas en el diario “Nuestra bandera” fechada en enero del 2004, después que Rojas ganase el Premio Cervantes de literatura (aparte de éste premio fue galardonado con el Premio Reina Sofía, Premio Octavio Paz, entre otros). Transcribimos la cita, porque nos parece sintética, pero no definitiva: “su poesía, una escritura transparente como la de San Juan, terrestre como la de Vallejo, aérea como la de Huidobro, sensual como la de Neruda, sufriente como la de Celán, Vital como la de Quevedo, tranquila como la de Horacio, profunda como la de Holderlin, única, personal e intransferible.”

Sin lugar a duda, una apreciación sintética de lo que plantea la poesía de Rojas, pero creemos que la poesía es irreductible, ella dice mucho de su carácter. De este modo se puede agregar o quitar aproximaciones porque ¿cómo entender en estado primigenio lo que escribió o lo que transita por la mente al poeta? Podemos agregar, además de las palabras del maestro Marco Martos una aproximación arbitraria.
Y es que la poesía de Gonzalo Rojas se genera y se regenera a través de la imagen musical (se detiene en vocalizar el mundo a través de la metáfora), la disposición balbuceante de verbos, el silabeo automático de la modernidad (véase por ejemplo los poemas: “Helicóptero”, “Carta a Huidobro” “Celular 09-2119000 71”), morbosamente lúcida que la hereda de Baudelaire (“Muchachas”, “A unas muchachas que hacen eso en lo oscuro”, etc.) la poesía visionaria y veloz como la de Rimbaud y Marinetti (“carta a Huidobro” “80 veces nadie”, etc.)

Gonzalo Rojas se desnuda y señala “Mi poesía es aire… oreja, pero es ojo a la vez… las cámaras lo saben: las fílmicas, las sigilosamente fotográficas los saben…” dice el poeta en el prólogo de su libro ¿Qué se ama cuando se ama? publicada en el año 2000 por DIBAM, Chile. Dicho libro perpetúa a uno de los poetas turbulentamente perturbadores y que mejor ha logrado sintetizar la poesía Latinoamericana y Europea contemporánea.
Cabe señalar que éste poemario o libro antológico personal, y que encierra luminosas cadenas eróticas, es una antología conformada por 41 poemas dotados de “libertinaje y rigor” y expuestos a la lúdica “erótica y mística”.
Donde la mujer más antigua, es decir; la fenicia, la griega, la china, la española, la egipcia, la nórdica, la cartaginesa, la americana, la musa, la santa, la bruja, la virgen y la puta son evocadas, fornicadas, deseadas, violadas, amadas, mordidas, bañadas de semen, carcomidas por el tacto, filmadas por la luz, ofendidas por las palomas blancas, los zapatos, los cuchillos, con tanto amor que la víctima termina aceptándolo todo o viceversa y confiando, en modo alguno, en su victimario. De este modo, ambos amantes deciden arderse en la comunión de la complementariedad.

Lo mismo sucede con el lector del libro, quien camina obnubilado por las imágenes que nos proyectan los poemas, con el fondo musical de una música remota, fresca, viva y reactualizada.
Culminamos ésta primera expiación con un poema tomado al azahar:

“Perdí mi juventud en los burdeles/ pero no te he perdido/ ni un instante, mi bestia,/ máquina del placer, mi pobre novia/ reventada en el baile./Me acostaba contigo,/ mordía tus pezones furibundo,/ me ahogaba en tu perfume cada noche,/ y al alba te miraba/dormida en la marea de la alcoba,/ dura como una roca en la tormenta./Pasábamos por ti como las olas/todos los que te amábamos. Dormíamos/ con tu cuerpo sagrado./Salíamos de ti paridos nuevamente/ por el placer, al mundo…” ("Perdì mi juventud en los burdeles" p.19 la citas son de la edición mencionada con anterioridad)

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