Tendencias temáticas en la antología La orgía inmóvil
15 poetas.
Muestra de poesía joven en Ancash
Gustavo
Tapia Reyes
Siempre hemos dudado de aquel gratuito adjetivo
impuesto a la poesía “joven” solo por el hecho de que sus autores pertenezcan a
un determinado año o periodo de nacimiento. O sea, joven, en tanto ¿aquellos
son noveles autores carentes de la ansiada experiencia literaria? O porque la
poesía, expresada en sí ¿todavía se encuentra viviendo un proceso de embrión?
Interrogantes, probablemente de larga data, en la medida en que, salvo
desconcertantes excepciones como el réprobo Arthur Rimbaud o el precoz Wolfgang
Mozart en la música, el oficio en la poesía se va depurando con el tiempo, solo
con los años se va adquiriendo ese extremo vertiginoso, donde a pesar de todo
continúa vigente la incertidumbre, no tan plausible a la decantación como en la
breve antología La orgía inmóvil 15 poetas. Muestra de poesía joven en Ancash, selección a
cargo de los estudiosos Ricardo Ayllón y Alejandro Mautino*.
Con una sugerente acuarela de Octavio Paniagua en
la portada, el mesurado prólogo de Camilo Fernández Cozman y el colofón de
Macedonio VillafánBroncano, tenemos ante nuestros ojos a las voces “nuevas” –el
entrecomillado resulta aquí necesario como nuestro– pugnando por emerger desde
la hondonada, hacerse de un espacio propio, a partir de una serie de
propuestas, agrupables, considerando los rasgos que les son tan comunes,
después de una lectura pormenorizada. Pueda no haya sido dicha intención el
norte de su trabajo, mas, deviene en natural encontrarlos en dicho nivel,
debido a las experiencias académicas y acaso íntimas afinando sus
sensibilidades, por caminos definitivamente próximos: todos y todas han pasado
o pasan todavía por las aulas de la Universidad Nacional del Santa (Chimbote),
Universidad Santiago Antúnez de Mayolo (Huaraz y Barranca), Universidad
Nacional Mayor de San Marcos (Lima), han participado de efímeros grupos o
círculos literarios, obtenido algunos reconocimientos literarios y efectuado sus
primeras publicaciones en revistas y periódicos así como a través de internet.
Empero, tales circunstancias, no los hace
monocordes. Cada uno ha tratado de emprender su propio camino y, en dicha pugna
con el tema, el lenguaje, la técnica, hay quienes comienzan a destacar por la
solidez manifiesta en sus poemas. En tal sentido, en el primer grupo, grupo de
avanzada dicho sea de paso, se encuentran formando un orden correlativo:
Patricia Colchado Mejía (Chimbote, 1981) quien, habiendo publicado la plaqueta Hybercubus (2000), posteriormente los
poemarios Blumen (2005) y Las pieles del Edén (2007), se perfila
con una voz rotunda hecha de versos breves, precisos, exactos, demostrando una
delicadeza en el tratamiento del lenguaje y la sutileza en el abordaje de los
temas. Colchado Mejía deliberadamente huye a la estridencia y se inclina más
bien por el susurro, la equidistancia, el sosiego, con un suave toque de
erotismo: “abriéndose sin temor/ mis labios sienten la pulpa/ roja tierna/ de
una fruta” (p.12). Luego, se ubica
Denisse Vega Farfán (Trujillo, 1986), acaso tan mediática hasta casi afectar la
dimensión de su talento, con una poesía plagada de las eternas interrogantes
del ser humano en torno al sino y la lógica, donde la voz se extiende en versos
largos con resonancias de un marcado carácter surrealista, sea en su no tan
logrado primer libro Euritmia (2005)
como en el posterior, mejor elaborado Una
morada tras los reinos (2008). Vega Farfán todavía prosigue en la búsqueda
del hallazgo: “madre árbol piara/ desierto pez/ hacerse mar grisácea costa/ y
sin embargo/ seguir tan inmóviles” (p.28). A continuación, cerrando este primer
grupo, está Roxana Ghiglino (Lima, 1980), incansable apareciendo en revistas y
demás publicaciones en la web aunque, no dejándose arrastrar por la densidad de
lo inmediato, prefiere la reflexión al desbarajuste, el verso cuidadosamente
trabajado a la espontaneidad de lo simple y, por eso mismo, cincela sus versos
con una precisión, procurando alcanzar la trascendencia: “Empiezo por enredar
mi propia sombra/ mi cuerpo rescatado de las hienas/ mi informe voz
despedazada” (p.11).
Las anteriores están seguidas por quienes han
convertido a la intertextualidad en una herramienta valiosa que les permite
establecer un diálogo con la tradición literaria. Ninguno de ellos ha querido
renegar de sus lecturas e incluso sus orígenes en el rubro; más bien, a partir
de aquellas se inclinan por crear, digamos, su propia poesía. Así tenemos a
Jaime Tranca Pérez (Caraz, 1982), entonando una voz relacionada con la del
narrador mexicano Juan Rulfo en el sentido existencial de ser alguien, ser
materia, ser cuerpo hecho de carne en alianza con quien se ama en forma real o
platónica y se tiene la certeza de la afirmación: “Vivo o muerto, sucedo/ Y
descanso de tanta lágrima que al final/ Solo pretende devolverme algo que se me
cayó” (p.14). Tenemos a AxthedmioMauGuil
(Lima, 1988), seudónimo de Alejandro Mautino, rasgando los acordes de
una poesía hecha de versos extensos entremezclados con versos cortos, extrayendo
hábilmente un tópico del narrador argentino Jorge Luis Borges, al considerar
aquel sueño como la base de todo para arribar a una estación desconcertante,
donde el fin representa también el inicio: “abortar el cadáver sediento/ que
cierra mis labios cierra el laberinto/ soñando al siguiente quien sueña
escribir/ que se ha sido soñado” (p.33); mientras Joule Cáceres Ángeles
(Huaraz, 1982), se encarga de remontarnos en el tiempo, centrarse en el siglo
XVII, regocijarse desde don Quijote de la Mancha, el inmortal personaje creado
por Miguel de Cervantes, para ir hilvanando unos versos que combinan a los
molinos de viento con la urbe moderna, los caballeros andantes con el dolor
siendo una constante irremediable: “mis alas rotas,/ mi alma rota./ Bendición
de unos dioses que no conozco” (p.17).
La incontinencia verbal que los impulsa a escribir
versículos repletos de una sobrante adjetivación, cayendo con frecuencia en la
pura hojarasca, les impide depurar mejor sus propuestas a Luz Shuán Espinoza
(Huaraz, 1982), empezando por definir una voz menos estridente, más exacta
dentro de una poesía como género, siempre exigente de lo esencial, poniendo al
margen lo accesorio. Shuán Espinoza quiere expresar algo, sin lograr decirlo: “Los
vientos azules de aquella noche se tejen con las mañanas tardías/ eternamente
tardías mis manos siguen manchadas/ marcadas con el lazo que tú libraste y
condenaste” (p.19); a John López Morales (Chimbote, 1982), otro autor
excesivamente mediático, movedizo en extremo, promotor inagotable de eventos
poéticos y culturales, extraviado en una poesía que toma a la palabras cuales
fueran elementos resonantes, no buscándoles su lado sugestivo para elegirlas
acaso como paradigmas sino insuflándoles una semántica de raíces surrealistas y
abstractas, imposibles de contener, salvo en el plano de lo absurdo: “los
jardines danzan desnudos en sus estrellas de vidrio,/ como un muro repetido de
árbol/ y como un sueño entre cordeles de aire y hierbas de agua” (p.21);
llegando a cerrar este grupo con Carlos Maguiña Villarreal (Huaraz, 1982),
igualmente desbordándose en una poesía de ruidos, oscilante en lo temático,
oscura en la significación, todavía pendiente de ser aligerada y, aunque ello
no implique se pueda caer en lo simple, nos deja la sensación de un vacío en la
expresión: “Las adolescentes existen, reviven, juegan con hadas /Carnívoras,/
Con sexualidades manipuladas entre la ternura y el coito” (p.15).
La búsqueda de una propia identidad como
individuos, íntimos y únicos, en relación con la sociedad dentro de la cual se
desenvuelven, se hace latente en la poesía de Benggi Bedoya Rosales (Chimbote,
1986), configurándose dentro de una voz que, intentando hallar al otro desde el
sentimiento amoroso, no anhela quedarse mirando hacia el interior de sí misma.
Sus versos, tampoco ansiando los ropajes ni los ornamentos, debido a que Bedoya
Rosales los ha desechado, recurren en consecuencia a la brevedad: “ayúdame
ahora/ que las pesadillas han vuelto/ a sacudir mis cabellos” (p.26). Se halla
también en este grupo: Ronal Marcelo Paulino (Recuay, 1985), pugnando por decir
cuánto quiere, cuánto le es de imperiosa necesidad hacerlo, cuánto no puede
callar en la medida en que está circunscrito a un espacio determinado del cual
procede, sumergiéndose en una poesía de tonalidad existencial con ciertos aires
barrocos: “He aquí una lágrima/ porque es un músculo agudo/ que depende de la
situación” (p.24) y está, por supuesto, José Cárdenas Jara (Huancayo, 1988),
todavía anhelando encontrar la voz que le permita brotar orondo desde su
condición no del todo segura, por el contrario, oscilante, acaso indefinida, en
tanto prosigue hurgando en las palabras, escapándosele de las manos: “y le
calzo una frazada marchita a su gota/ comienzo también dándole la mano/ y algo
más” (p.31).
Mientras el individualismo a ultranza para asumir
la condición humana, la conciencia de ser quien se es, provee a María Isabel
Guillén (Chimbote, 1986) de una voz con un claro acento erótico, donde los
versos cortos fluyen mezclándose con los versos largos, en medio de una
inquietante densidad temática de comunión con el ser amado. Nos hace recordar
mucho al primer Neruda: “Hazme vino y bébeme/ hasta saciar el afán de tus
células sedientas/ Arrúllame sobre la estrechez pálida de tus lozanos muslos” (p25);
a Christian Ahumada Heredia (Chimbote, 1987), de quien conocemos sus
prometedores relatos breves, que por igual se trasladan hacia una poesía con
tintes narrativos, tomando para ello a Perséfone, en la mitología griega, diosa
de los muertos y la fertilidad de la tierra, a quien le dice: “Usted busca/ la
eternidad en mi gruta/ de ventanas fijas y huerto helado” (p.30). Asimismo,
dejamos en la expectativa de cuánto pueda hacer en este género a Eber Zorrilla
Lizardo (Huari, 1982), a nuestro entender más narrador que poeta, quien por lo
tanto, extrae el erotismo soterrado de su primer libro de cuentos Las almas también penan por amor (2007)
y se desborda, se extiende, se afirma con unos versos largos de comunicativo
lenguaje, bajo una expresión directa: “Déjame escupir blanco en el trigal acre
de tu vientre,/ entre tus híbridas nalgas desnudas,/ en la dorada música de tus
caderas” (p.20).
En suma, estamos ante las voces de quienes por la
disciplina y por la rigurosidad mostrada en, parafraseando al poeta Antonio
Cisneros, un oficio de locos que encima no da ningún dinero, se han adelantado
en el camino para emerger evidenciando ya una poesía contundente, de perfiles
propios y cadencias subyugantes, sobre todo en Patricia Colchado, sin menoscabo
de Denisse Vega y Roxana Ghiglino o los intentos por identificarse desde su
formación literaria, patentes en Jaime Tranca, AxthedmioMau o Joule Cáceres.
También debemos rescatar los afanes por la permanente depuración, pese a los
yerros, en los poemas de Benggi Bedoya, José Cárdenas, Ronal Marcelo, María
Guillén, Eber Lizardo, Christian Ahumada y aguardar que solo el implacable
tiempo se encargue de propiciar la madurez en todas y en todos los incluidos en
la antología La orgía inmóvil 15 poetas,
agregando a Luz Shuán, John López y Carlos Maguiña, para beneplácito,
fortalecimiento y sobrevivencia de la poesía producida en esta parte del Perú,
políticamente llamada Región Ancash. Se entiende entonces que lo restante, en
consustancia al futuro, solo depende únicamente de ellas y de ellos, asimilando
cada quien cuánta vida hay de por medio, cuántas lecturas alcanzan a asimilar
en dicho transcurso, cuánto deben proseguir escribiendo sin prisa ni descanso.
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*AYLLÓN, Ricardo y MAUTINO, Alejandro.La orgía inmóvil 15 poetas. Muestra de la
poesía joven en Ancash, Ornitorrinco Editores, Lima, mayo del 2009. En esta
edición nos hemos basado para sacar las citas de este ensayo.
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