A PROPÓSITO DE BREVE ANATOMÍA DE LA SOMBRA DE
ALEJANDRO MAUTINO
GUILLÉN*
Por César Pinedo Bravo
Como
si quisiera homenajear a la literatura ancashina (que este año vio partir a dos
de su más queridos exponentes, Carlos E. Zavaleta y Efraín Rosales), el
huarasino Alejandro Mautino Guillén ha presentado al mundo su poemario Breve Anatomía de la Sombra, ganador del
Primer Concurso Literario Nacional “Libro Verde, Garza Blanca” 2011, convocado
por la Municipalidad Distrital de José Gálvez, Celendín, Cajamarca, de entre 33
trabajos. Mautino Guillén, licenciado en Lingüística y Literatura por la
Universidad Nacional “Santiago Antúnez de Mayolo”, conversó con Prensa
Ancashina.
¿Cómo tomas esta premiación, cuán
importante es para tu carrera?
Lo
tomo de la mejor manera. Un premio siempre alegra no sólo al que gana sino
también a los amigos de este. Pero claro, por otro lado, es también un estímulo
personal para el artista.
¿Qué elementos de inspiración
fueron relevantes para tu poemario Breve anatomía de la sombra?
Para
mí inspiración significa paciencia para el trabajo con la palabra. Es más o
menos lo que para un artesano significa trabajar su obra. Claro esto puede
durar horas, meses, años, décadas en algunos casos, pero la idea fundamental es
siempre eso: buscar cierta perfección. En alguna oportunidad leí una entrevista
a Álvaro Mutis donde afirmaba “escribir es un eterno corregir” y creo que esa
fórmula todo escritor debe planteárselo. Yo también creo en eso, creo que uno
corrige leyendo, escribiendo y viviendo. Esta tríada, lectura-escritura-vida,
me interesa mucho para trabajar un poema, por ejemplo. Quizás los elementos
relevantes para construir Breve anatomía
de la sombra han sido precisamente los diálogos interdiscursivos. Me
refiero al plano de la imagen y al lenguaje, es decir cómo estos pueden ofrecer
múltiples asociaciones. Breve anatomía de
la sombra es un poemario especial para mí, no porque ha ganado un premio,
sino porque le he perdido el rastro de influencias o de textualidades que han
confluido de diversos modos y en distintos momentos.
¿Cómo ves la escena literaria
ancashina?
Áncash
es un departamento con mucha tradición cultural. Especialmente los ejes han
sido los discursos andinos, costeños y la simbiosis entre éstas concebidas
desde la migración. Existen estudios sobre una historia literaria regional,
pero carecen de rigor crítico y aluden a especulaciones o muestras censales. Yo
creo que no hay un estudio sobre literatura ancashina que sistematice los
movimientos, las corrientes, los hitos, las figuras claves, los contextos
socioculturales, los discursos populares, las textualidades orales, las
canciones, etc. Como si lo hay en Puno o Arequipa, por ejemplo. Esa tarea aún
queda pendiente. No digo que sin ella, no pueda verse la literatura, pero sería
un punto importante para entender no sólo literatura, sino la vida cultural,
social, política de Ancash en el tiempo y el espacio. Ancash tiene notables
escritores: Carlos Eduardo Zavaleta, Marcos Yauri Montero, Óscar Colchado Lucio,
Juan Ojeda y Antonio Salinas. Otro grupo importante de escritores son Macedonio
Villafán Broncano, Abdón Dextre, Olger Melgarejo, Ítalo Morales, César Quispe,
Ricardo Ayllón, Edgar Norabuena, Dennise Vega, entre otros.
¿Qué pasos deben darse para
reforzar la AEPA?
Bueno,
yo creo que primero debe reformularse el nombre. Porque es sabido que un poeta
también es un escritor. En cambio en el título de la AEPA se lee “Asociación de
Escritores y Poetas Ancashinos”, como excluyendo al “poeta” en el rango de
“escritor”. Yo particularmente reconozco los grandes eventos que han organizado
desde sus inicios, la fuerza que le han puesto para juntar a los escritores. Es
loable todo eso, pero creo que en los últimos años la cosa se ha politizado un
poco y hubo división e improvisación. Yo creo que debiera reestructurarse todo.
Qué sensaciones te deja la partida
de Carlos Eduardo Zavaleta
Un
par de semanas antes que falleciera el maestro, Zavaleta, recibí su llamada. El
motivo era para corregir algunos puntos de la revista que dirijo “Casa de Asterión”,
que unas semanas antes le pude obsequiar y como todos pensé que el maestro, por
motivo de tiempo, no lo leería nunca. Pero ese día me sorprendió y me dio sus
apreciaciones de casi todos los trabajos publicados en la revista. Zavaleta
pese a que no fue mi maestro en un aula sanmarquina lo fue en el almuerzo, en
los cafés, en su casa y en los libros. Recuerdo mucho las conversaciones acerca
de Joyce, T. S. Eliot, Malraux, Vallejo y Abril. Zavaleta es indudablemente uno
de los renovadores de la narrativa peruana, uno de los más grandes cuentistas
baste citar sólo algunos como: “Mamá Alba”, “Una figurilla”, “El cuervo
blanco”, “El muñeco”, “Eclipse de una muchacha”, etc. y autor de novelas claves:
Los
aprendices y Pálido, pero sereno, etc. Sin duda
un gran maestro, murió leyendo hasta el último día. Por raros designios también
se fueron dos grandes: Ernesto Sábato y Gonzalo Rojas, casi al mismo tiempo que
Zavaleta.
*
Tomado de la revista Prensa ancashina,
edición de diciembre del 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario