
Voy a referirme ahora a la novela Cuando la risa es fiesta y ofrecer un
breve recorrido por sus tópicos a través de mi lectura. En el libro, se
advierte un acercamiento contextual (a modo de prólogo) innecesario a cargo de Fátima Valera Burrell, quien equivoca
conceptos como indigenista e indigenismo, cuando en realidad la novela se
acerca más una visión neoindigenista; por asumir precisamente otras ópticas y
valores tematológicos y estilísticos. El
libro de Yauri es una novela compleja que pese a su apariencia de linealidad y
simplicidad, supera al ritmo exterior de la prosa técnica y temática de la
misma obra.
En la novela, hemos advertido tres
líneas discursivas que rompen con lo que plantea la prologuista Valera Burrel,
quien cree que hay un paralelismo (es decir, dos historias). En realidad hay
tres historias estructuradas en tramas narrativas que lindan más con el
simultaneismo que con el paralelismo. El primer discurso, en orden jerárquico,
es el de la vida de un grupo de amigos (un cirujano, un arquitecto, un gerente,
un profesor) que se reúnen en el quinto piso de un lujoso departamento de
Miraflores y que tienen en cada domingo, un cubículo que alberga historias
personales y cuentos, aprovechando la ausencia de las parejas y esposas. El
segundo discurso, es la historia contada por el cirujano, quien relata la biografía y la historia de “Juan, el tonto”. El tercer
discurso, es el del atardecer en la playa. Quizás convenga, ya adelantar, que
el tercer discurso es quien termina deglutiéndose a los dos primeros, porque es
precisamente el atardecer y el crepúsculo, donde finaliza la historia y se
silencia la narración. De este modo, el cirujano (primer discurso) busca alguna
conexión de su vida sexual con un pasaje erótico en la historia de “Juan, el
tonto” (segundo discurso); por otro lado, las metáforas de la frustración y de
episodios que suceden en la playa coinciden en muchos momentos con la historia
de “Juan, el tonto” y el cirujano.
En el primer discurso, (entiéndase aquél
como sistema que sobrepasa lo meramente comunicativo y que encierra un conjunto
de materias, de enunciados puestos en acción)
la historia asume una conciencia
crítica que fija sus ojos en la clase medía limeña. El segundo discurso, que en
apariencia es el más simple, pero al mismo tiempo más complejo, encierra todo
un sistema de organización del pensamiento andino. Sobre la base de este
segundo discurso narrativo, queremos plantear la hipótesis de que en la novela
se desarrolla a nivel de tema y técnica el “discurso de la abundancia y la
carencia”, tema por cierto abordado en el libro El señor de la soledad. Discurso de la abundancia y la carencia
(1993) de Marcos Yauri Montero. Nuestra hipótesis es sencilla, la historia del
personaje “Juan, el tonto” se ubica entre los vaivenes de las coordenadas de la
abundancia y la carencia. Yauri, ha señalado que “el mundo nativo es el de la
carencia de objetos culturales, de riqueza y poder, del lujo y la comodidad que
da el dinero”. En la novela, por ejemplo, las vicisitudes en el personaje Juan
se manifiestan cuando éste, emigra de su tierra, cuando busca ganar dinero
fuera de ella, es trabajador en los cañaverales, es arriero, es comerciante y donde
los sueños e ilusiones se van transformando y culminan en una frustración. Por otro lado, la abundancia está en “los
bienes espirituales: fe, amor, ternura, esperanza, sueños” en la novela,
verbigracia, cuando Juan retorna a su tierra y se dedica a ser hortelano y a
sus animales, hasta la lluvia (fertilidad) lo recibe y enverdece a la tierra. Asimismo,
el primer discurso del narrador cirujano, puede plantearse, frente a estos
universos de la abundancia y la carencia, como un mundo extranjero que ve como exótico la
historia del cirujano.
El autor pareciera decirnos que la
salida y el retorno a la imagen simbolizada de la tierra es una metáfora de las
fricciones y transformaciones que sufre el individuo en el contacto con otras
racionalidades. En este segundo discurso, también, se plantea la huella de la
oralidad como recurso que a su vez impele otras pequeñas historias.

Otros elementos, de la racionalidad
andina que aparecen son a través de la figura de animales de mal augurio como
el zorzal (que es capaz de decir con su canto si habrá lluvia o habrá sequía),
el zorro negro que cruza el camino de “Juan, el tonto” y la perdiz (ranya), que
sale despavorida de su escondite al oír a los arrieros, configuran algunas
marcas. Por otro lado, la religiosidad es también una metáfora de las
transformaciones sociales en la novela. Hay la noción del paraíso y del diablo,
pero ligados al pensamiento andino (entiéndase como cristianismo andino). Asimismo,
si en No preguntes quien ha muerto,
Uchcu va al cielo y conversa con San Pedro y Dios, y decide regresar a la
tierra convertido en huanca, en la novela que abordamos tras la muerte de “Juan,
el tonto”, la escena se repite, pero no es el cielo que se había dibujado en el
libro de 1989, sino que es un cielo posmoderno: donde San pedro utiliza
computadora, además de libro moderno, tiene lapiceros, tinteros, es decir toda una
oficina burocrática de fines del S. XX. Y donde Juan asume la posición cristiana
y es absorbido por esta. Sería interesante rastrear en un estudio cómo se
plantea la línea de la religiosidad andina y sus conflictos y complejidades en
la poética narrativa de Marcos Yauri. Por otro lado, en la novela hay una
escena fantasmagórica que nos recuerda a
Rulfo en Pedro Páramo, cuando Juan Preciado
viaja a Comala a buscar su identidad, en la novela de Yauri el hecho sucede con
ironía, pues su identidad es la búsqueda de una ternera (herencia de una tía
que le deja al morir). “Juan, el tonto” se encuentra con ella y ésta desaparece
al darle una pista.
Si quisiéramos encontrar lazos de cercanía
entre estas dos últimas novelas de Yauri me refiero a El misterio de la calle Loreto y Cuando la risa es fiesta, en ambas encontramos un puente comunicativo
en la noción de la oralidad, donde las historias más grandes que tienen que ver con el mito y
la leyenda de los pueblos y sus historias íntimas se acercan hasta los chismes
más personales y vanales de sus habitantes, confundiéndose con una polifonía de
voces y risas, para decirlo como Bajtín. De otro lado, el sentido figurativo
del viaje, la búsqueda de alguna información secreta para reconstruir una
canción (en la primera), es al mismo tiempo en la historia que teje el cirujano
(en la segunda) un viaje al interior de la identidad, es una alegoría del espíritu
del personaje narrador en primer orden. Lo fantasmagórico, en ambas novelas,
aparece como relación de reciprocidades, siempre hay algo que contar o dejar
aún después de muertos. En ambos casos, hay, al final, un planteamiento que
condensa una metáfora de la frustración. En la segunda novela, el tercer
discurso que nos faltaba abordar juega con esos límites, que es al mismo tiempo lenguaje y temporalidad. El lenguaje es
lírico, proliferan metáforas de atardeceres y crepúsculos como una
referencialidad parnasiana, en cuanto a la temporalidad desarrolla pequeños
dramas que terminan en frustración (los veraneantes achicharrados, la pareja
que discute, la niña y su castillo de arena destruido, la muchacha voluptuosa
violada con los ojos y el hombre suicida en el puente).
Por lo que queda decir, Cuando la risa es fiesta, es una versión
que escapa de ciertas modalidades que nos había estado acostumbrando Marcos Yauri
Montero. Para quienes creían que Yauri no había escrito cuentos, pues esta versión
juega con esos precisos límites. El autor se desnuda con un buen manejo de la
estructura del cuento. Posee una indiscutible prosa lírica y nos sorprende con
un final abierto. No decimos que la novela de Yauri se reduzca a un cuento, por
el contrario, prolonga la estructura y los mecanismos de composición del cuento
y los reformula con una técnica en una novela breve. Quiero terminar con unas palabras del mismo Yauri,
el texto se publicó en el diario La industria de Chimbote el 09 de mayo del
2009:
“Somos peregrinos en la tierra. Todos
tenemos dentro un Ulises y todos de algún modo somos Ulises. ¿Pero, porqué digo
esto?, porque uno siempre se está buscando: por ejemplo, cuando uno evoca su
niñez o su juventud y quisiera volver a esos tiempos, está siendo de alguna
forma un Ulises”.