Una de estas últimas voces es,
precisamente, la poeta chimbotana Benggi Bedoya Rosales quien acaba de publicar
Lumbra (Paracaídas editores, 2012),
su primer poemario, que anticipa ya un encantamiento intenso por la palabra, pero que todavía no resulta un golpe contundente.
El pequeño libro de Bedoya Rosales está conformado por doce poemas, cuyos dominios
contemplan al mito antiguo desde una perspectiva del presente que cuestiona
constantemente. De este modo, sombras de seres como Dios, Dafne, Ícaro, Dédalo,
Ariadna, Minotauro, Orfeo y Apolo desfilan entre los versos en donde el locutor
personaje (yo poético, muchas veces) conversa con la tradición mítica de
occidente. En la estructura, podemos advertir dos entrecruzamientos: una
primera línea que focaliza al espacio (desde el origen y que retorna al origen
de modo cíclico) y una segunda, trágica,
de historias de personajes míticos.
En el poema “Dafne”; por ejemplo, hay
un cuestionamiento del destino trágico y donde la voz poética se solidariza con
la mujer y cuestiona a Dios y al destino: “Te rebelaste contra un destino
entretejido/ Por aquel dios que hiere de tan cerca,” (p. 7). En los poemas
“Ícaro”, “Ariadna”, “Dédalo” y “Orfeo”
hay un compadecimiento del hablante poético por lo trágico de las
historias de estos personajes. En el poema “Tragedia”, observamos un cuestionamiento a la
racionalidad humana, incapaz de reconocer sus propias cualidades “humanas”
frente a los animales que lo rodean: “La piel, los ojos, la conciencia,/ Las vísceras, mi
muerte,/ ¿Y
seré hombre?” (p. 19).
La mirada a la tradición mítica de
occidente no es nueva en poesía, pues en Europa hay muchísimos poetas que han
edificado obras sobre dicha base mitológica. En Hispanoamérica, quienes
mostraron mayor predilección por personajes mitológicos han sido los modernistas (que a
su vez aprendieron de los parnasianos). En el Siglo XX, el mito apareció con
mayor énfasis en narrativa, pero de algún modo se pueden leer en poesía en
pocos autores y poemas: José María Eguren, Rodolfo Hinostroza, Antonio
Cisneros, Marco Martos, solo por citar algunos autores peruanos.
Por lo que queda decir, Lumbra de Benggi Bedoya Rosales no se
ciñe a los estereotipos de escritura de las poetas en las últimas décadas (de
la poesía joven, me refiero) que intentan subrayar su feminidad y sacrificar a
la poesía en su intento. El título del poemario, por ello, alude e intenta ser
luz simbólica, alumbrar lo trágico que alude al mito desde las más primitivas
formas hasta los mitos actualizados y modernos. Por ello, Lumbra es un título antitético, pues todos los poemas revisten un
aura trágica y oscura, que sólo puede ser percibida como memoria y
reactualización del mito más primitivo: “Reescribiremos la antigua lengua/ Para llegar al interior
de la fuente,” (p. 21).
Mircea Eliade señalaba que el mito nunca ha desaparecido, pues se deja ver en
nuestras prácticas más cotidianas. El mito antiguo sería una metáfora cíclica
de ver el presente. Quisiera terminar con estos versos del libro de Bedoya
Rosales: “Edificamos
nuestras hambres/ Sobre la piedra fatigada del/ Mito, siguiendo la promesa/ De
un fuego sagrado.” (p. 13).
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