Cántaro de canto (2012,
Lima: Ediciones El Cóndor) es el nuevo poemario del poeta ancashino Néstor
Espinoza Haro (Huacachi, Huari - Áncash, 1938), autor también de otros
poemarios como Pequeña Canción (2000),
Poemas andinos (2002) y Huaraz del Alma (2007). Espinoza es un
poeta cuya empatía con el universo andino deba también ligarse a su filiación
con el “Grupo Intelectual Primero de mayo” allá por la década de los años de
1960, ya que es visible en su poesía una clara posición de clase. Esta toma de
posición, también, se manifiesta en su lenguaje, pues rompe con la retórica
tradicional de la poesía denominada como culta para servirse de las formas
populares como el canto quechua, el huayno, la oralidad andina, etc., para
expresar la óptica del proletariado y de otros sectores marginados y
postergados por la historia oficial.
La
poesía de Néstor Espinoza pertenece a la poca abordada poesía andina
contemporánea. Dicha poética retoma, pues, los nexos con la visión mítica e incorpora “la
modernidad” con técnicas expresivas del lenguaje. Hay una larga tradición de lo
que podríamos denominar como “discurso andino”, pues no solo abarca a la
poesía, sino también a otros discursos como la crónica (pienso en Guamán Poma
de Ayala o en el Inca Garcilaso de la Vega), las canciones andinas (de
resistencia cultural), el teatro quechua colonial, la pintura cuzqueña, entre
otros discursos producidos desde la colonia hasta nuestros días. A esta
tradición, asimismo, pertenecen los yaravíes de Mariano Melgar, la poesía de
Arguedas y otros poetas como Efraín Miranda, Kilqu Waraka, Mario Florián, Dida
Aguirre, Odi González que enmarcan su discurso sobre la base de una
racionalidad andina. Sin embargo, es preciso atender a una cualidad de estos
poetas: todos pertenecen al universo de las élites provincianas y letradas. Si
rastreamos desde la colonia hasta nuestros días, estos sectores están vinculados
directa o indirectamente con los sectores de élite letrados de su contraparte. Todos
han tenido contacto con la educación, ya sea con los libros o en la misma
universidad.
Carlos
García-Bedoya (2012) señala que “la producción discursiva de las élites andinas
no se define por la identidad de sus productores. Sus textos pueden ser el
resultado de la práctica escritural de individuos propiamente indígenas,
integrantes de tal élite, pero también de mestizos más o menos andinizados, que
comparten una posición semejante” (p. 171). Esta forma de producción, por ello,
está vinculada hasta nuestros días con una idea consensualmente compartida por
estos escritores, aunque también se han incorporado en su poesía los cambios socioeconómicos
de la segunda mitad del siglo XX e inicios del siglo XXI. Sin embargo, estos
discursos han sido poco abordados en su valor histórico, no hay,
lamentablemente, antologías o estudios historiográficos que fijen los
antecedentes, las propuestas y las perspectivas que han desarrollado este grupo
de escritores a lo largo de varios siglos.
Lo que se puede reconocer es que sí hay estudios diversos sobre algunos
autores como Guamán Poma de Ayala, otros han indagado en la poesía de Arguedas,
en la revalorada obra poética de Efraín Miranda; sin embargo, todavía está
pendiente una mirada sobre las poéticas regionales andinas. Porque como señala
Gonzalo Espino (2010), “el discurso canónico acepta los discursos nativos en
tanto prehistoria, no como una manifestación cultural viva, sino como un
proceso clausurado; en última instancia, se reproduce el sistema
discriminatorio que opera socialmente” (p. 13).
Con
este preámbulo, queremos acercarnos a la poesía de Néstor Espinoza Haro y
desprender algunas características elementales: la vinculación con el elemento
andino, la filiación de clase con ciertos sectores marginados y una retórica
anticanónica. Efectivamente, Espinoza Haro es un poeta cuya tradición en el
escenario ancashino viene de las líneas de Octavio Hinostroza y Marcos Yauri
Montero, cuando precisamente estos se refieren y representan (particularmente
en sus primeros libros en ambos) al mundo andino con sus mujeres, con su flora
y fauna dispersos en metáforas de la vida cotidiana rural.
Sobre
la poesía de Espinoza Haro, Óscar Colchado (2010) refiere que esta “tiene el
sello de la tierra, su olor a barro florecido bajo las lluvias de enero” (p.
7); por su parte, Segundo Castro (2010)
señala que en esta “se encuentra toda una celebración de y para los
elementos del paisaje, del mundo andino, a través de una poesía abundante en
imágenes. Se trata de una lírica plena de regocijo, apenas atenuado por la
melancolía” (p. 33); de otro lado,
Carlos Toledo (2010) subraya que en esta poesía “hay un recorrido que se
apertura con la confesión del yo poético que se sabe andino, y crece en las
siguientes páginas, descubriendo la naturaleza, el amor, el mito con su utopía
andina, para que ésta, acompañada de las deidades ancestrales, pueda hacerse
realidad un día” (p. 50); desde otra arista, y poniendo énfasis en los recursos
retóricos, Nelly Villanueva (2010) señala que “Néstor se vale de recursos
estilísticos como metáforas, prosopopeyas e imágenes, para hacernos descubrir
la magia que hay en la naturaleza, mirada desde su ángulo de poeta” (p. 52); de
igual modo que las primeras citas, Abdón Dextre (2010) sentencia que en esta poesía
“se halla aquella feliz correspondencia del hombre con la naturaleza” (p. 60); sin
embargo, desde otra visión Marcos Yauri (2003) afirma sin ambages que en la
poesía de Espinoza Haro “es aplastante la presencia del paisaje y no ha habido
la toma posesión del espacio por el hombre” (p.25) ; por su lado, Antonio
Cáceres (2008) enfatiza que “la línea temática que caracteriza la poesía de
Espinoza Haro gira básicamente entre el mundo andino, el amor y el asunto
social” (p. 5 - 6) y; finalmente, José Luis Ayala (2012) refiere que la poesía
de Espinoza está llena “de ternura, de un amor limpio como la lluvia, que se
siente cuando se lee sus páginas. Pero, al mismo tiempo, es un libro de
protesta contra las formas de la coloniedad y así el poeta alza la voz para
hablar en nombre de las grandes mayorías marginadas, empobrecidas y marginadas
a su suerte” (p. 9).
Cántaro de canto es un
poemario donde, a decir verdad, podemos encontrar algunas constantes en el
plano de la expresión y el contenido que ya habían aparecido en otros poemarios
como Pequeña Canción, Poemas andinos y
Huaraz del Alma. Por eso, las citas que aludimos líneas arriba refieren el
universo andino representado (particularmente en su flora y fauna; y otros
elementos como el sol, la luna, el viento el rayo, la lluvia, el río, la piedra
y la tierra); los múltiples interlocutores andinos (jóvenes, madres, hijos, arrieros,
agricultores, migrantes); las pasiones (amorosas, maternales, lúdicas,
lascivas, contemplativas, sensuales) y; finalmente, el tiempo (la memoria, el pasado,
la angustia, la soledad y la nostalgia). En el prólogo a Cántaro de Canto, el poeta José Luis Ayala (2012) señala que este
libro “es un canto de amor, un conjunto de poemas orgánicos de un auténtico
poeta que escribe desde el eje a la periferia y desde allí su voz se expande
con el viento. No necesita adaptarse a las exigencias de la literatura de
consumo” (p. 7). El libro de Néstor Espinoza está conformado por 44 poemas que
refieren diversos temas, particularmente, la celebración de la condición del
locutor personaje, la contemplación erótica de la mujer andina y la mirada nostálgica
desde la lejanía.
A
continuación me referiré sobre estos y algunos temas que aparecen en un
universo andino y cuya visión sobre aquel se resuelve a través de una
racionalidad mítica andina.
En
el poemario, se subraya la condición del locutor personaje (yo poético) en
muchos poemas, estos están ligados a la condición de hombre andino, de estirpe “inca”
y al “cholo”. Hay un anhelo intimista en el uso del “yo” por testimoniar su condición. En el poema
“Corazón cholo”, por ejemplo se lee: “¿Cómo seré de cholo yo,/ que mi voz es
voz de río,/ y mis ojos se tatúan/ con oro de retama” (p. 31); de otro poema,
“Preguntas” se desprende: “Yo soy arcilla/ de ríspida cordillera,/ con oro de
trigal” (p.25); en el poema “Perfil” se lee: “Yo no soy,/ más que aroma/ de
tierra labrantía,/ espiga de oro,/ voz de manantial.” (p. 29); en el poema
“Arpachallay” se lee: “Es que yo soy andino,/ andino de pies a pañuelo,/ andino
de corazón a paloma,/ andino de batán a trueno.” (p. 37), entre otros textos.
Otro
tema que se desarrolla, en algunos poemas, es el amor periférico, rural, del
campo entre los habitantes que tienen como cómplices y elementos ineludibles a
la flora y fauna andinos. Este amor erótico y a veces lúdico se presenta en
poemas como “Embrujo” donde se lee: “Después,/ premiada mi cintura/ con el
parto de la tierra/ y el tuyo,/ yo haré la promesa/ de sembrar eternamente/ tus
cenizas y las mías/ donde floreció el amor” (p. 14); en el poema “Parcela”, se lee: “de las
hurañas torcazas de tu pecho/ y tus pellizcos de tuna,/ bajo a la dulce quebrada/ de tu mayor recato,/ para
sembrar en ella,/ en una virgen parcela de amor,/ mi mayor ímpetu labrador” (p.
17) y; en el poema “Embriaguez”, se lee: “Cuando yo beso/ las tiernas mazorcas/
del maíz/ y tus pechos,/ me embriago dos veces” (p. 18). El tema amoroso,
acompañado del erotismo en estos poemas tiene como escenario el universo rural,
periférico y andino donde aparecen la flora y fauna materializando las partes
sexualizadas por el locutor personaje. En esta visión es quizás donde el poeta
logra mostrar mayor brillo de su estro poético, porque combina: imagen,
sensualidad, ritmo y elementos del mundo andino. Esta perspectiva, además se
alimenta de la metáfora del labrador que tiene que depositar la semilla en la
tierra para luego gozar de los frutos de esta. La deducción es simple: la mujer
es la tierra sexualizada en el surco de la tierra, además es la productora del
alimento y el sustento; mientras que el hombre o el labrador es el que deposita
la semilla y por tanto es el iniciador del climax sexual a través de la fuerza
en el trabajo de labranza. Esta representación del amor periférico y rural no
es nuevo, pues tienen en Vallejo y en Neruda sus más altos exponentes, recuérdense
los versos de “Pienso en tu sexo,/ surco más prolífico/ y armonioso” y en “Mi
cuerpo de labriego te socava/ y hace saltar el hijo del fondo de la tierra”
respectivamente; donde ambos poetas se refieren al mismo punto, lo sexual
representado en las metáforas que focalizan el espacio rural agrícola.
Hay
otros temas que aparecen en el poemario Cántaro
de canto, por ejemplo la
configuración de la figura maternal como protectora (en “Perfil” se lee: “Y
mi labriega madre,/ sentada ante el rojo fogón/ de su corazón,/ en abnegadas
trenzas/ que atizan amor,/ sólo amor”; en “Toro” se lee: “Madre,/ ¿qué pasará ahora,/
ahora que la lluvia alista/ rayos y truenos,/ para atar su agua al río?”; en
“Éxodo” se lee: “Madre,/ del río que bebe nuestro pueblo,/ allá en la tierra
natal que dejamos,/ nos hicimos estas lágrimas” ), la migración (en el poema “Tonada” se lee: “En un camión de
colores,/ se van las trenzas que yo caricié”; en “Procedencia” se lee: “Pero en
estas grises calles,/ de grandes manadas de suelas/ y moles de cemento/ que
vomitan ecos,/ no hay tonadas de insecto,/ ni vida que retoza”), los sectores populares y marginados (en
“Advertencia” se lee: “El hambre muerde/ con despiadados dientes/ nuestras
carnes/ y aúlla todos los días/ nuestra desgracia”; en “Prosperidad” se lee: “Y
el Perú/ es un país próspero,/ próspero en balas/ contra piedras” ), el culto a la tierra (léase el poema
“Canto quechua a mama pacha”, y aparece también el tema de la reivindicación andina (en “Corazón cholo” se lee: “Y del gusto
de ser cholo,/ mojo y remojo el paladar/ con dulces sorbos/ de orgullo”); en
“Serranía” se lee: “Y este concierto es el mío,/ este mundo soy,/ mundo rural
feliz”, el poema “Canto quechua a Túpac Amaru”, también puede resultar
ilustrativo).
Por
lo que queda decir de Cántaro de Canto de
Néstor Espinoza, este es un poemario de múltiples intensidades. A veces, es luz
radiante en un cielo azul como el que se describe en sus páginas y; a veces, es una mañana nublada todavía. Sin
embargo, destacan con luz propia los poemas eróticos trabajados con un buen
manejo de metáforas que a su vez usan elementos andinos, asimismo destacan
poemas como “Perfil”, “Pertenencia”, “Río”, “Éxodo”, “Tierra” y “Toro”.
Indudablemente, Espinoza Haro es un autor importante dentro de la denominada
poesía andina (poéticas regionales), que camina a la par de la poesía canónica
y miope. Quisiera terminar este breve acercamiento a la poesía de Espinoza Haro
con una declaración del mismo autor (2010): “[c]omo hombre andino, soy parte y
fruto de la realidad andina, no soy extraño a ella para pintarla desde fuera,
sino que soy real y palmariamente andino; esto es, biológica, cultural y estéticamente
andino” (p. 41).
___________
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YAURI MONTERO, Marcos (2003) Literatura ancashina: Origen, oralidad, historia y regionalizad.
(Reflexiones para un Derrotero de su Historia). Lima: Lerma Gómez.
Felicitaciones a Néstor por esta nueva entrega literaria, uno de nuestros grandes poetas ancashinos. Excelente comentario crìtico Alejandro Amutino.Un gran abrazo a ambos escritores.
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