Los últimos impulsos desarrollados
por poetas en Áncash han manifestado un sugestivo manejo del lenguaje poético que
se materializan en propuestas como la de Manuel Cerna en Poemas perdidos, Ricardo Ayllón en Un poco de aire en una boca impura, Juan Carlos Lucano con su
poemario La hora secuestrada, César
Quispe con su libro Una piedra desplomada,
Wilder Caururo Sánchez con Pájaro.
Escrito para no matar, Dante Lecca con Breve
tratado de ternura, Antonio Sarmiento con su obra La colina interior, Elí Urbina con La sal de las hienas y El
arte de remontar la zozobra de Augusto Rubio, entre otros. Este dato
resulta significativo; por un lado, se observa que los poetas provienen de ejes
geográficos como Chimbote (en mayor cantidad) y Huaraz y; por otro lado, también
se advierte que existe una creciente continuidad escritural forjada por
escritores que llevan en alto el peso de poetas mayores como Rosa Cerna, Marcos
Yauri, Julio Ortega, Juan Ojeda, Óscar Colchado, Román Obregón y Abdón Dextre.
El arte de remontar la zozobra (La resistencia Editores,
2018) es la más reciente publicación del poeta porteño Augusto Rubio Acosta
(Chimbote, 1973). El autor, además, combina su faceta como gestor cultural,
narrador y periodista. A esta reciente publicación se pueden añadir, también de
su autoría, los siguientes poemarios: Inventario
de iras y sueños (2005), Mi camisa de
comando (2007) y Poquita fe (2010).
A través del presente texto
me detendré en observar las particularidades de la poesía de Rubio. En primer
lugar, analizo la configuración del sujeto escindido que se percibe por medio
de la fragmentación del yo, la experiencia de la fugacidad cotidiana en el
ámbito de la posmodernidad; en segundo lugar, observaré los tipos de memoria
que se entretejen en el poemario; y, finalmente, abordaré cómo se construyen
las representaciones figurales en el poemario a través del lenguaje.
1) Al leer el texto podemos observar que predomina la
voz del locutor en primera persona (por ejemplo, en las deixis “yo” – “me”),
también denominado como yo poético. En los poemas, este sujeto construye por
medio del lenguaje una realidad escindida, que se percibe por medio de la
fragmentación del yo, muy ligado a la experiencia de la fugacidad del tiempo en
el ámbito cotidiano y la transformación de este en las grandes urbes como
producto de la migración.
camino al peaje, desde los
últimos ranchos, desde los barrios
innombrables donde
termina-empieza la ciudad, los niños
harapientos me despidieron
desnudos -sonriendo- mientras yo
pensaba en sus pulmones.
(De “poemas de los días con los que hablaba con el mar”)
El tema del paseante
en la urbe no es nuevo en poesía, hay una tradición importante iniciada con
Baudelaire a partir de Las flores del mal
(y de esta en la sección “Cuadros parisinos”), que funciona como una crítica a
la sociedad, en la que aparecía la desproporcional “vida moderna”. La poesía de
El arte de remontar la zozobra ofrece
una interesante alegoría del viajante, del paseante por las calles, muy ligada
al flâneaur Baudeleriano que al dandismo. El flâneaur o paseante baudeleriano
ejerce una áspera crítica a la ilusión de la modernidad; en cambio el dandi
consume la modernidad y se integra a ella. En la poética de Rubio el yo poético
construye una identidad de paseante (cronista poético, por momentos), pues hay en
esta una mirada crítica y áspera de la ciudad, del puerto, de la vida misma,
una carga moral insoslayable frente al “ser” hendido. De esta manera, la poética de Rubio levanta el
polvo sobre la falsa modernidad y sus desastres en el hombre. El texto, “poema
de los días en que hablaba con el mar” puede ser útil para entender esta
dinámica:
me
lavé la cara y la desdicha pensando en los abismos, caminé hacia el mar por la
panamericana, y mientras veía pasar los autos, los pájaros, los patrulleros,
cualquier cosa, me pregunté desde cuándo mi vida era una sombra, una lágrima
hirviendo a la mitad de las infamias. había despertado y ahí estaba de nuevo mi
voz; entre los médanos a uno nadie lo escucha y se puede hablar, toser, gritar
y maldecir; las piedras se alinean en los bordes del asfalto como la historia,
ese libro imperfecto de rabia y sudor, de sangre y hervor humano, ese rugido
adulterado que registra -piltrafa abyecta- el transcurrir de los días. / camino
al peaje, desde los últimos ranchos, desde los barrios innombrables… (p. 26)

De esta forma, al
leer el libro, podemos notar una atmósfera espiritual casi repetible en todos
los poemas: el desencanto, la agonía, la crisis existencial, la orfandad y la
crisis del mismo acto de escribir. El ir y el venir de la vida marca el círculo
vicioso, el eterno retorno, lo monótono del día a día que llega a manifestarse
como una crisis existencial en la voz poética:
el ir y venir a la
deriva por los hondos bordes de una atmósfera
ominosa
me enrostra la
angustia
la indagación de mi oficio
el asedio a la
realidad vivida
la tensa alambrada en
la azotea de la existencia
(De “las
psíquicas facultades de la noche”)
En este contexto
posmoderno la figura femenina y la belleza se hallan en la experiencia de la
fugacidad ligada al ámbito del dinamismo de la vida y a la transformación de
esta en las grandes urbes; es así que la mujer y el amor son inasibles por la
violencia del tiempo, donde el yo se resiste a integrarse y como auxilio queda
solo la memoria, el recuerdo y la imagen de lo ausente:
en la soledad más salvaje
de mi encierro, en la hora última -y a los hechos me remito- de pronto pensé en
mis hijos; me vi en sus ojos transparentes, grandes y negritos, en las brasas
de sus pechos de donde surge y se incinera -siempre- mi llanto… pensé también en las mujeres que un día me
amaron. recordé las veces que fotografié a mi musa frente al océano, nuestro deambular
por los insondables médanos de la noche, volví a las veces que dibujó en las
orillas del viento, en los campos de cultivo donde nadie siembra, en las aguas
que todo lo devoran…
(De “poema de los días en que hablaba con el
mar”)
2) Otro elemento importante
en el libro y que cobra notoriedad es la memoria. El antropólogo
alemán, Jan Assmann distingue dos tipos: la memoria cultural y la memoria comunicativa.
La primera cumple una función de almacenamiento social; mientras que la
segunda, realiza la función de una memoria de todos los días que se sitúa en la
actualidad. Desde mi perspectiva, en la obra de Rubio, advertimos en predominio
una memoria comunicativa, situada en la actualidad y, por tanto, en la
cotidianidad del “ser”. Hay elementos que nos permiten sostener esta idea, ya
que constantemente nos encontramos con deícticos propios del ámbito cotidiano (caminar,
cantar, sentar, escuchar, vestir, escribir, fumar, barrer, arrancar, etc.),
pero que requieren información contextual para transmitir cualquier significado.
El poema de esta manera plantea una memoria comunicativa de la cotidianidad, el
siguiente texto de “también mi corazón escarbando”, puede resultar ilustrativo:
me pongo el saco y me
pongo serio
(así como siempre he
sido)
la realidad del ser
humano
su desarrollo como
especie social
y su conducta a
través del tiempo
nunca fue de mi
incumbencia
la forma de morir la
elegí hace mucho:
convertirme en tu
destino
en las antípodas de
la luz y la memoria (p.17)
Otros elementos
ligados a la categoría de memoria pueden ser (por el rasgo semántico): pasado,
memoria, historia, nostalgia, recuerdo, etc., que aparecen en El arte de remontar la zozobra. En el
libro es evidente que hay una clara representación del pasado, lo que podríamos
denominar como una retórica órfica. ¿Y cómo se manifiesta esta?, ¿qué
particularidades posee? Esta idea alegoriza al mítico
Orfeo en relación con el tópico del viaje (simbólico, por cierto) que hace el
héroe griego al mundo de los muertos (al pasado). El hombre recuerda y al
hacerlo viaja a través del tiempo y se interna en el mundo del pasado para
traer a la luz algún recuerdo, alguna nostalgia, alguna historia y activarla en
el presente. Viaja a la oscuridad de la memoria. Pero al igual que en el mito,
hay en este viaje figural una conciencia trágica, el pasado es inaprensible. De
esta manera se configura, en el locutor personaje, una visión desesperanzadora
en el presente:
le arranqué además
respuestas
al dolor y la
nostalgia
a nuestro mundo
usurpado
y al desayuno que te
nombra
a la taza donde bebo
a las raíces que
nuestros ancestros
definitivamente han perdido
me arranqué verdades
hoy
desde dónde escribo y
para quién lo hago
qué es eso de arrojar
botellas al océano
si me basta estar
atado a tu memoria
descifrar el
manuscrito en tus ojos
abandonarme a tu
destino
(De
“fulminación del invierno”)
3) Finalmente, abordaré el universo figurativo del poema
y cómo se percibe el mundo de las representaciones en El arte de remontar la zozobra.
La poesía de Rubio ha
procurado, desde sus libros anteriores, construir un discurso ligado al
lenguaje cotidiano, a las jergas, al diálogo, a los clichés, y es que ha calado
bastante la influencia de la poesía norteamericana de la segunda mitad del
siglo XX, el rock and roll, y la vida del autor muy ligado a la crónica del día
a día, propia del género periodístico donde también tiene muchos logros. Estos
versos de dos poemas pueden resultar ejemplificadores:
yo nunca supe de
commodities
de tasas de interés
ni indicadores
bursátiles
la misión que tuve
siempre en la vida
fue defender nuestra
luna
el cielo las nubes
las estrellas prostitutas
la alegría que a
pesar del cemento y la mierda
brota como reclamo
de lo más profundo de
la tierra
(De
“Puerto eten”)
mi nombre es gucho
vivo en el progre
leo el periódico en
la esquina de gálvez
con la avenida buenos
aires
y me vacila pearl jam
U2
stone temple pilots
y las enormes
bridgestone
de los tráileres
(De “poema de cualquier
tarde”)
Pero, ¿qué de
particular tiene este lenguaje? A mi entender, el lenguaje poético de Rubio condensa
perfectamente con la voz del o los personaje poéticos marginados o excluidos de
la modernidad, pues esta representación del contexto y la atmósfera de la vida
en las grandes urbes, muy distinto a otros poetas ancashinos, marcan una propuesta
poética particular, quizás solo emparentado con Manuel Cerna, aunque los
estilos sean disímiles.
Por otro lado, el
título del libro es sumamente interesante. Está compuesto principalmente por
tres palabras: arte, remontar y zozobra. El concepto de “arte” que aquí se
desarrolla está en su acepción más extensa y referida a la actividad humana
transformadora o trascendente; el concepto de “remontar” está ligado al ámbito
de la navegación aguas arriba en una corriente y; “zozobra”, referida a la
inclinación de una embarcación a consecuencia de la tempestad que origina la
entrada del agua. Desde nuestra lectura, no es gratuita la referencia al elemento
marino en el poemario. A nivel literal el título alude a la habilidad del
navegante para sobresalir de la inestabilidad y la fuerza del mar; sin embargo,
a nivel figurativo refiere la peripecia del hombre lanzado a remontar la
inestabilidad de la vida misma que es el mar. Para Jorge Manrique, nuestras
vidas son los ríos que va a dar a la mar; pero desde la visión de Rubio, la
vida está en el mar, por ello la referencia constante a este en el libro, la
mirada esperanzadora hacia este y es el lugar donde el yo poético retorna para
reintegrarse a su mundo interior y encontrarse.
Para
finalizar, El arte de remontar la zozobra
(2018) de Augusto Rubio confirma el estro creativo de su autor. El poemario, reafirma
que la poesía ancashina de esta última década ha construido una poética donde
el yo se haya escindido, como consecuencia de la experiencia posmoderna,
tras la ilusión de la modernidad; de ahí resulta una reflexión sobre la
fragmentación del yo y su individualismo como una actitud frente a un contexto apático,
caótico, diforme y cambiante. El rincón feliz en este contexto es la memoria y;
el lenguaje, su heroísmo catárquico.
Alejandro G. Mautino Guillén