En
alguna oportunidad Martín Adán (1975) sentenciaba en un poema “Poesía no dice
nada:/ Poesía se está, callada, / Escuchando su propia voz.”(p. 93).
Efectivamente, la poesía en proceso de maduración se contenta con escucharse
ella misma y desatiende la emotividad melodramática, las poses de maldito, la
improvisación, la ignorancia, los traumas del rencor y la envidia. Por otro
lado, T. S. Eliot ha subrayado que “los poetas inmaduros imitan; los poetas
maduros roban; los malos estropean lo que roban, y los buenos lo convierten en
algo mejor”. A nuestro juicio, la poesía de Wilder Caururo Sánchez (Huaraz, 1976)
se encamina hacia un proceso de maduración personal y estilística; pues la
tendencia de su poesía es creciente y va dejando de lado, poco a poco, como
dicen los escritores, a sus demonios y fantasmas interiores.
Caururo Sánchez es docente en la
Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, lugar donde estudió Lengua y
Literatura; que dicho sea de paso en Huaraz es una institución que ha forjado
una joven pléyade de escritores tanto en poesía como en narrativa. De otro
lado, el autor huaracino obtuvo el Primer lugar en los Primeros Juegos Florales
de la UNASAM en Poesía; ha sido, asimismo, fundador y director del Círculo
Literario Disidencia y Codirigió la revista de creación Kastillo de Umo. Nuestro poeta ha publicado el poemario Llevaba sombrero de copa (2004) y Botella (2011). Ahora nos sorprende con
un reciente libro, Pájaro: escrito para
no matar (Esplín editores, Huaraz, 2014), que conforma el segundo libro del
que señala será una trilogía denominada como: “Botella”, Pájaro” y “Ángel”. Este
nuevo poemario está conformado por 21 poemas. Desde nuestra perspectiva,
haremos una revisión de los aspectos temáticos que se abordan en dicha escritura
y observaremos qué aspectos técnicos literarios se desprenden en este nuevo
libro.
Hay dos grandes temas que aborda
la poética de Caururo en este libro. La primera es la reflexión angustiosa sobre
el oficio de la escritura y la palabra. Los paratextos como el título del
libro, la dedicatoria y los epígrafes que aparecen en la contratapa anuncian su
temática. Sin duda, el concepto de pájaro
guarda un sentido figural, pues alude a una simbolización de la palabra. Es así que el subtítulo del
libro juega con la ambigüedad en la expresión: “escrito para no matar”, que
tiene que ver con el hecho de que la palabra escrita del poeta, no debe ser
condenada a muerte por los ojos inquisidor del lector (perspectiva del autor) y;
por otro lado, la expresión quiere jugar lúdicamente con el lector a quien los
poemas no van a matar (perspectiva del lector). Los epígrafes que acompañan al
libro evidencian la configuración de la palabra en el pensamiento a través de
la locura, la frustración, la angustia, el pensamiento, la paranoia y el
diálogo frente al espejo o con el recuerdo de la amada. Por ejemplo, cuando
cita a Leopoldo María Panero se enfatiza “de todos los favores que pude
prometerte/ te debo la locura”;
cuando cita a Gonzalo Rojas se subraya “yo escribí
una noche de infierno en mi cabeza”;
y cuando cita a Bukowski se resalta la metáfora del sentimiento en “Hay un
pájaro azul en mi corazón/ que
quiere salir/ pero soy demasiado listo, solo le dejo salir/ a veces por la
noche”. La dedicatoria que abre el libro también es un paratexto interesante,
pues configura la necesidad de ofrendar la escritura a ese “otro” quien ha
producido en el poeta una insatisfacción, una angustia, una frustración atroz y
avasallante. Hay además poemas en el libro que nos confirman el tema del
conflicto con el lenguaje y, por tanto, con la palabra misma. El caso del poema
“De tijeras y pájaros” es ilustrativo, pues este texto define el “arte
poética”, donde a partir de un discurso que se acomoda como un manual de
instrucción define la simbología de la libertad y la palabra. En el poema hay
una doble simbolización; la tijera, representa el instrumento que nos permite liberarnos,
cortar y romper los moldes socioculturales que nos atan; mientras que el
pájaro, al igual que en el título del libro, representa la materialización de
la palabra (sea oral o escrita), aquella que incluso siendo fea, dura y áspera
puede ser hermosa como el canto de un pájaro. De este modo, se evidencia la metáfora
de cómo la palabra es recortada y sometida al instrumento que ejerce sobre ella
poder; y más precisamente, sobre el pensamiento y el decir el mundo, tópico muy
visible a lo largo de muchos poemas. Veamos cómo se presenta en los textos del
libro. En “De tijeras y pájaros” se lee: “pájaro cuyo canto nos cause/
beneficiosa jaqueca y cuyo plumaje/ sea tan bello como un pensamiento/ honesto”
(p. 5); donde nótese la resemantización del concepto ‘canto’ como ‘palabra’ y la
forma cómo contradictoriamente produce un efecto en el pensamiento: la jaqueca.
En otro poema como “Nullius in verba, cuya traducción sería “en la palabra de
nadie”, también nótese ese énfasis en la palabra y en cuyo efecto se subraya: “preguntas al margen/
quién evoca la gloria?/ limito a responder/ gorriones/ fiebres/ delirium
tremens/” (p. 7), en este poema se evidencia que todo conflicto con la palabra
y el lenguaje producen un efecto en la cabeza (pensamiento). Incluso en poemas
donde aparentemente el tema es la sensualidad y la muerte aparece la escritura
metamorfoseada como obra, como cuerpo y como alma. En “Dinamité el templo de
Afrodita” se lee: “bajo la turbia nada de mi obra/ supe que la belleza no
soporta/ jamás/ los embates destructores del alma/ ni los desprecios de una
espada” (p. 9); en el poema “Si pudiera tocar” se lee: “mientras me inspire la
tinta roja de tus/ labios que ya no he de besar/ te escribiré/ (p. 11). En el
poema “in vino veritas” que se traduce
como “en el vino está la verdad” se lee: “y cada verso que escuches de mí/
ahora/ terminará por perdernos/ por asesinarnos tanto” (p. 14). El texto “Poema
sur”, también debe entenderse dentro de este parámetro, pues en el poema hay
una autorreflexión sobre el oficio de la escritura: “un poema como este debe
escribirse para/ aterir al dolor en el umbral más enfermo/ un poema como este
se escribe limpio de / melancolía y ahíto de insatisfacción” (p. 41). En el
poema final del libro “Me quedas tú” se lee: “te tengo/ te conservo/ te abrigo/
palabra mía/ me quedas tú/” (p. 46). Sin duda, el tópico de la búsqueda
angustiosa de la palabra exacta y difícil evidencia el conflicto que tiene el
poeta con el oficio de la escritura como tal; así la obra, el verso, el
pensamiento y la palabra se hayan estrechamente ligados, tal como aparecen en
los textos que hemos citado. Reflejan asimismo el duro trabajo que resulta
parir los versos y; por otro, la influencia de Octavio Paz, quien en Libertad bajo palabra batalla en esas
lides de la página en blanco y en el poema “Las palabras” el poeta sugiere: “Dales
la vuelta/ cógelas del rabo (chillen, putas), / azótalas […] buey,
arrástralas, / hazlas, poeta,/ haz que se traguen todas sus palabras”.
Otro tema importante en Pájaro: Escrito para no matar es el
problema del “otro”, como metáfora para construir una identidad en torno al
modelamiento de los sentimientos humanos y la libertad plena. Es así como subtemas
como la mujer, la muerte, la frustración y la fatalidad se asocian en relación
de ese “otro” a quien el hablante poético, particularmente Yo poético, enfatiza
en su figura a partir de una lírica conversacional (que en el poema aparece
como una representación femenina, como una autorepresentación del yo poético y
una representación masculina a quien ridiculiza). La figura femenina; es decir
del “otro”, está representada a través de diversas perspectivas como la mujer gorgona
en el poema “Livia” (donde se lee: “gorgona mágica de pocos cabellos/ ha de
escaparse uno de ti/ o hacia ti?” (p. 16)); la mujer sobria en el poema
“Sofrosina” (donde se dice: “Conseguí una sonrisa/ y el costo es módico/ y el
pasadizo rojo/ me freno en el instante del solazar mi agonía” (p. 19)); la botella-mujer
que desprecia y es despreciada a la vez en el poema “Unos ojos jueves” (donde
se lee: “criatura de brillos/ ojos que se roban de muñecas de trapo/ y si este
es un desprecio/ debe de tener tu voz” (p. 22)); en el poema “Nocturnos con jd”
se lee “porque es imposible que intente cantarle a/ las rosas y ya no es
divertido/ producir solo meandros/ porque estoy perdido entre la gente/ como tú
lo estás de ti misma” (p. 23). Por otro lado, también aparece la fatalidad
ligada a la frustración en el Yo poético como un complejo proceso de
autoafirmación. En el poema “Empuja” se lee: “calculé mal/ la bala te salió del
cuerpo/ y no de la sangre/ estoy harto de tantas mentiras” (p. 26); en otro
poema “Fe de erratas” dice “te he fallado/ de casi todas las formas posibles/
he mentido/ y he azuzado al viento en este liar de espinas” (p. 27), donde más
adelante se agrega: “el espejo me habla/ tiene esos modales tuyos/ me señala
los miedos crudos/ me bajo del árbol/ para rescatar lo que queda de mí/ los
despojos de todas mis batallas/ mi corazón se congela/ imágenes que afloran en
la larga lengua del/ deseo/ y del no deseo” (p. 28). En estos poemas,
advertimos el camino tortuoso que vive el Yo poético, hay un conflicto muy
marcado en torno a la figura del “otro” (ella, él y yo). En los tres casos, el
locutor personaje o Yo poético sufre, se frustra, indaga en los experimentos y
excesos, su discurso se hace violento, grita de dolor, se asusta, entra en crisis.
Es decir, en esta nueva poética de Caururo Sánchez lleva a extremos el
padecimiento del Yo poético, quien al final del libro en el último poema solo
se contenta con tener a la palabra; solos ella y él, la única que jamás la ha
abandonado. Hay que precisar que al inicio señalamos que la “palabra” está
simbolizada como pájaro; entonces, al final el poeta se queda completamente
solo y, vanidosamente, contemplando su pájaro con ternura.
Se ha mencionado que este libro
de Wilder Caururo Sánchez está imbuida de la escritura surrealista, tanto por la
presentación de las imágenes, por la alusión a ciertos elementos del
surrealismo como el pájaro, la figura femenina y la escritura automática; sin embargo,
debemos señalar que tanto la figura femenina y el pájaro como elementos
figurativos del discurso no son exclusividades de la escritura surrealista,
porque estas también aparecen en el romanticismo. Hay más bien en este nuevo
libro del vate huaracino una postura neovanguardista, nutrida de los legados
simbolistas, una lírica de la oralidad que mitifica la historia cotidiana. En
tanto que el surrealismo plantea una escritura altamente irracional y desprovista
de toda lógica intelectual. Si bien Breton habla del pensamiento automático
como una función del hombre, dicha postura no se desarrolla en los versos de
Caururo. En el poeta huaracino no hay surrealismo, por ningún lado, hay más
bien una lírica de la oralidad que describe historias de frustración y
conflicto a partir de elementos simbolizados. El lenguaje y el estilo del Yo
poético en la poesía del autor de Botella
(2011) linda más con la sátira, que denuncia y se mofa de los vicios
individuales o colectivos, las locuras, los abusos o las deficiencias se ponen
de manifiesto por medio de la ridiculización, la farsa, la ironía y otros
métodos, aquella que censura o escarnece a las personas o cosas pero que; por
otro lado, manifiesta una perspectiva conflictiva y angustiosa en el poeta.
Dicha perspectiva se percibe no solo en este nuevo poemario, sino también en el
libro anterior, donde el poeta juega lúdicamente con elementos biográficos que
aparecen entre líneas. Esta idea se sustenta en la predilección que tiene el
autor por la literatura latina; particularmente por la poesía de sátira, que se
deja notar en el uso de un lenguaje apelativo y por tanto pragmático; el poema
“Déjala ir” puede resultar ilustrativo: “déjala ir/ quítate de ese rincón/ y
que otra antorcha reverbere por ahí” (p. 37), en el uso de personajes que se
retomaron en la literatura latina y que aparecen en el libro: Gorgona, Sofrosine,
Livia, Clavileño, Trasgo, Daemon, etc. Otro aspecto es el uso de expresiones
latinas como “nullius in verba”, “in vino veritas”, “fe de erratas”,
“confiteor”, “Daemon”, “advocatus” y “desolarium”. Todos estos elementos
evidencian y nos anticipan el estilo del discurso y el modo de abordar los
temas. La recurrencia de figuras literarias como la antítesis, la contradicción,
la paradoja y el apóstrofe confirman el camino angustioso y conflictivo del Yo
poético en el libro.
Esta reflexión sobre el más
reciente libro de Wilder Caururo Sánchez nos invita a resituarlo dentro de la
historia de la poesía huaracina de la segunda mitad del siglo XX y las dos
primeras décadas del siglo XXI, pues el abordaje a una obra también debe estar
ligada a que una obra es una manifestación de una época y no un discurso nacido
en el aire. En la poesía huaracina se pueden distinguir dos grupos de
escritores muy marcados. Un primer grupo está conformado por poetas que
configuran una suerte de tradición y; por otro lado, se configuran como los
fundadores de la moderna poesía en Huaraz (Octavio Hinostroza, Rosa Cerna
Guardia, Marcos Yauri Montero, Abdón Dextre Henostroza, entre otros.). A ellos
se les debe la profesionalización del discurso poético, merced a múltiples
influencias que recibieron de la denominada Generación del 50. Estos escritores
particularmente son insulares, pese a que algunos como Marcos Yauri Montero conformaron
un grupo cultural (“Piedra y nieve”) y pese a que Rosa Cerna Guardia ha sido
participante y miembro de la denominada Generación del 50 o que un escritor
como Octavio Hinostroza (poeta de los años veinte amigo de Magda Portal y
Carlos Oquendo de Amat) haya pertenecido a un movimiento cultural como “Vesperal”.
A todos ellos los distinguen los rasgos de la época, las influencias
literarias, los movimientos culturales y la perspectiva del siglo XX. Todos
ellos destacan por construir un complejo e interesante andamiaje con la
palabra, son insulares y sobresalen por mérito propio. Sin embargo, la obra
poética no ha sido del todo pareja, hay altibajos; particularmente destacan los
primeros poemarios; donde diversos temas como el ande en su flora y fauna, la
sensualidad del amor, las formas del silencio y la soledad, han sido las rutas
de dicha poética.
Otro grupo lo conforman
escritores muy jóvenes organizados en torno a grupos que ellos creen
anticulturales o antisistema. En ellos predomina la posmodernidad (la
ausencia de interés por el bienestar común, el culto de la individualidad, el
rechazo del racionalismo, el desencanto, la apatía y privilegia las formas
sobre el contenido). La posmodernidad como categoría
histórico filosófica, merma la importancia del pasado y hasta del futuro, pues
se le otorga relevancia al presente (que es efímero); por lo tanto, la religión
y lo espiritual, pierden importancia ante la valorización del cuerpo como
instrumento de libertad y fuente de placer. La civilización del espectáculo (que
nos enrumba a una banalización del arte y del escritor que buscar existir,
gritar, prender fuego y cuetecillos para llamar la atención descuidando la
función de la literatura como instrumento cultural), la fanfarronería (que es
una forma de inutilidad y estupidez), la pose del escritor maldito (aquellos que
han sido violados por el parnasianismo o el simbolismo y que les ha gustado más
saber de la vida del autor que leer su obra). Gonzalo Rojas diría: “No tenemos
talento, es que/ no tenemos talento, lo que nos pasa/ es que no tenemos
talento, a lo sumo/ oímos voces… Pero somos precoces, eso sí que somos, muy/
precoces, más/ que Rimbaud a nuestra edad; ¿más?/... Un puntapié nos diera e el
hocico”. Como diría y parafraseando a Antonio Cisneros, respecto a Hora Zero,
estos grupos han dado un gran paso en la literatura huaracina, lo único que les
falta es leer y escribir. Sin duda, se trata de un club del fracaso, de
homosexualidad, del rencor vivo, de la frustración de contemplar al “otro”, la
ignorancia la atrevida, de las ideas raquíticas que va secando el tiempo, del
suicidio que no llega y la envidia hipócrita; y quienes han hecho de estos
temas su voz. Este grupo lo conforman escritores que se supone a esta edad de
la vida deberían haber ya madurado con su escritura, escritores que creen que
cantidad es calidad y aquellos que aún se debaten en un dilema y no deciden la
ruta.
Esta caracterización resulta
importante para todo trabajo, pues permite situar a nuestro poeta en las
coordenadas poéticas de la poesía huaracina y posibilita, además, establecer
rasgos y diferencias. Al leer la poesía de Caururo Sánchez se puede advertir
que hay una diferencia muy marcada entre los dos grupos que párrafos arriba
anotamos. Su escritura se diferencia del primer grupo tanto por los temas que
aborda y por la forma como logra expresar dichos tópicos: la experimentación
del cuerpo a través del desarreglo de los sentidos por medio del licor, las
relaciones interpersonales borrosas, la crisis de la identidad, la angustia del
yo, el conflicto con la palabra y la soledad extrema. Hay, sin duda, otras
influencias diferentes respecto del primer grupo, pues particularmente la
literatura grecolatina, la cultura medieval, la poesía satírica, la poesía moderna
con Octavio Paz, Charles Bukowski, Gonzalo Rojas y la música trova, entre otras
son detectables en la poética de Caururo Sánchez. Por otro lado, la escritura
poética del vate huaracino tampoco se acerca al segundo grupo, pues su escritura
reniega de los meros gritos, del espectáculo, de los meros traumas insuperados,
de los mismos temas escritos a una sola mano y voz. La escritura del poeta en
este proceso me parece que se torna algo insular, se abre camino propio y se ubica
en medio de ambas porque no rechaza a los forjadores de la tradición poética huaracina;
pero tampoco contradice la presencia, en su escritura, de otras manifestaciones
culturales.
El poemario Pájaro: escrito para no matar, desarrolla el tema de la crisis del
pensamiento y el lenguaje; esta última, herramienta básica para la construcción
del mundo humano y que tiene la naturaleza de nombrar y definir todo cuanto le
rodea, excepto al sujeto, a quien sólo puede designar. Por eso, las relaciones
de “otredad”, otro tema importante, resultan conflictivas y angustiantes en
todo el poemario. Sin duda, se trata de un libro que se encamina hacia ese
complejo proceso de maduración poética, pues aquí ya se advierte de un complejo
andamiaje simbólico que utiliza hábilmente el poeta. Esperamos que el siguiente
libro también confirme nuestras expectativas.
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