La
poesía en Ancash, en las últimas décadas, ha traído interesantes propuestas que
se materializan en voces como la de Ricardo Ayllón en Un poco de aire en una boca impura, Juan Carlos Lucano con su poemario La hora secuestrada, César
Quispe con su libro Una piedra desplomada
y Breve tratado de ternura del poeta
Dante Lecca, solo por citar a los poetas contemporáneos más importantes. Este
dato resulta importante; por un lado, se advierte que la mayoría de los poetas
mencionados son chimbotanos y; por otro, se observa que en estas últimas
décadas en Huaraz la poesía no ha alcanzado el impulso ni la madurez suficiente
de la que era la obra de Marco Yauri y Rosa Cerna Guardia. Hay poetas en
cuantía, pero no hay poesía y quizás solo el tiempo logre rescatar contadísimos
nombres. Por ello, la escritura poética de Wilder Caururo Sánchez (Huaraz, 1976),
con los altos y bajos, resulta importante en este género tan caro en esta
ciudad. Después de la propuesta poética de Manuel Cerna en los años noventa, la
poesía en Huaraz ha tenido en Caururo a una de las voces que se resiste al paso
de las oleadas narrativas, al boom del plan lector y editorial en Huaraz.
Caururo
Sánchez es docente en la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, lugar
donde estudió Lengua y Literatura, que dicho sea de paso en Huaraz; es una
institución que ha forjado una joven pléyade de escritores. De otro lado, el
autor huaracino obtuvo el Primer lugar en los Primeros Juegos Florales de la
UNASAM en Poesía; ha sido, además, fundador y director del Círculo Literario Disidencia y Codirigió la revista de
creación Kastillo de Umo. Nuestro
poeta ha publicado el poemario Llevaba
sombrero de copa (en coautoría, 2004), Botella
(2011), Pájaro: escrito para no matar
(2014) y ahora nos sorprende con un reciente libro, E(r)go (Esplín editores, Huaraz, 2015). Este nuevo poemario está conformado
por siete poemas. Desde nuestra perspectiva, haremos una revisión de los aspectos
temáticos que se abordan en dicha escritura y observaremos qué aspectos
técnicos literarios se desprenden en este nuevo libro.
Hay
tres grandes temas que aborda la poética de Caururo en E(r)go. El primero es la posmodernidad que se presenta como un
instante angustioso; el segundo es la desacralización de la figura divina y su
humanización y; el tercero, la deconstrucción del yo. Los paratextos como el
título del libro (ergo y ego), los epígrafes (cita a Heidegger, Rilke,
Apollinaire), que aparecen al interior del libro, y la sentencia en la
contratapa, anuncian y confirman su temática.
El
filósofo italiano Gianni Vattimo y el pensador francés Jean-François Lyotard
coinciden en subrayar que la posmodernidad es un momento filosófico e histórico
que indica la crisis y el fin del siglo XX. Este se caracteriza por la
fragmentación del yo, el debilitamiento de la historicidad, que cuestiona a la
historia oficial que aparece como catastrófica y en la que se erigió el
Progreso, el Humanismo, la Cultura, la Religión etc., como categorías
trascendentales para interpretar y normar la realidad. Sin duda, el hombre
posmoderno reconstruye su historia en base a trozos, fragmentos, un collage de
recuerdos provocados, pero es un recuerdo hedonista, caracterizado por el individualismo.
He aquí la importancia de la posmodernidad y el énfasis en el locutor en
primera persona (denominado como yo poético) en el poemario de Caururo a través
de una tendencia exhortativa y desacralizadora.
En
el poema que se abre a modo de epígrafe al inicio del libro se leen estos
versos: “No han de quitarme esta sonrisa/ ni el estado de ultraje animal” (p.
2). En el poema “II” de E(r)go se lee:
“Soy una desperfecta máquina de porquerías que destruir no podrás ni en tus
más/ terribles sueños” (p. 5); en el poema “III”, la voz poética exige por medio
del mandato o el imperativo transformar su cuerpo a través de estas
expresiones: “Mátame”, “Moldea en mí”, “Extermina en mí”, “increpa mis huesos”,
donde, por momentos, la figura de este hablante poético asume una voz y una
postura femenina que busca que se haga en su cuerpo lo que la «otredad», a
través de la violencia, desee. En el poema “Un niño juega a Dios…”, también se
puede leer ese énfasis en la figura del yo poético en esta cita: “Y yo sentado
en una esquina/ medito en tu excremento/ (si tan solo el hombre fuera más
inmenso la vida sería natural)” (p. 9). En el poema “Canto”, se leen estos
versos ilustrativos: “Amo los tacones altos de Dios/ construyo palacios/ espío
a dios mientras se baña” (p. 10). Como se puede evidenciar, hay un énfasis
particular en construir la figura del «yo poético» en relación al «tú oyente»,
a quien se le pide que actúe y rompa su pasividad y su estado acrítico. En la
posmodernidad las relaciones con la “otredad”, tema importante en el libro por
cierto, resultan conflictivas y angustiantes. En el poema “II” se leen estos
versos que pueden resultar ilustrativos para entender este tópico: “Soy una
desperfecta máquina de porquerías que destruir no podrás ni en tus más/
terribles sueños./ Asciendes. Telarañas extiendes de tu cuerpo que no logro
sujetar./ Mi rey sin nombre./ Árbol deshojado, sin sombra, alargado. No te
reconozco.” (p. 5).
El
segundo tópico que desarrolla el poemario de Caururo es la desacralización de
la figura divina y su humanización. En este sentido, la figura del yo poético
en muchas ocasiones procura un lenguaje de prédica, pues asume una postura
desacralizadora. En el texto de nuestro poeta se lee: “Despersígnate y asume tu
orgasmo”, “abandonen vuestro estado de coleópteros mal avenidos”; en el poema
“I” se lee: “No vuelvas a ser/ no te arrepientas”, “Armagedón no viene/
Armagedón no vendrá…”; en el poema “II” se lee: “Ponme bajo tu trono. No
refluyas de mí. En inconsciencia, EL PECADO mismo nos/ une”; y en el poema
“Tercera noche con dios” se lee “No es Dios quien los rescata/ No es Dios quien
los castiga”, entre otros ejemplos. Como se evidencia, ese tono imperativo (o exhortativo,
que también aparece muy marcado y a veces algo predictivo en este y en sus dos
anteriores libros) tiene una visión desacralizadora a lo largo de todo el texto.
Este asunto no es nuevo en poesía. Solo para tomar un ejemplo en la poesía
moderna, en Baudelaire aparece este elemento. En la poesía latinoamericana; en
Vallejo, Dios es el hombre, el que sufre, trabaja, come, suda y es un asalariado;
en el Neruda de Crepusculario, por
ejemplo, Dios es un perro y está en todas las cosas vanas y cotidianas
perdiendo así su carácter sagrado y; en Benedetti, Dios aparece como una figura
femenina y sensual en sus formas. Salvando las distancias, en la poesía de
Caururo, Dios aparece como una mujer con tacones altos, como un niño o a veces
ni aparece y se niega la posibilidad de su existencia en los actos carnales, en
el amanecer, en el anochecer, en la historia de su resurrección y se forja un
escepticismo; el poema “Tercera noche con Dios” puede resultar ilustrativo para
esta referencia. Sin duda, el asunto religioso inunda este poemario, se deja
notar a través de los deícticos y las iteraciones en torno a “pecado”,
“sagrado”, “Dios”, Armagedón”, “Profanación”, “Credo”, “profeta”, “cruces”,
“anticristo”, “celestial”, etc. De alguna manera en el poemario, la figura del
yo siente una angustia, pues pese a utilizar un lenguaje exhortativo no conduce
este a una respuesta, pues los oyentes permanecen estáticos y pasivos en el
interior del libro, esto evidencia la angustiosa y tormentosa estructuración
del yo y la construcción de su identidad. Esta reconstrucción desacralizadora,
sin duda, obedece a una práctica neobarroca y posmoderna. En esta se imbrican
modelos de discursos de predicas religiosas, citas latinas, disposición del
espacio en blanco y la referencia a elementos de la literatura grecolatina;
asimismo, el lenguaje neobarroco aprovecha arcaísmos, un lenguaje atiborrado de
preciosismo y la utilización del modelo modernista en expresiones como
“espejismo bursátil”, “pradera luz”, “afiebradas pensiles”, “arcadas lanzas”, “Danzas,
arcadas”, etc.; el poema “Taedium” puede citarse como un ejemplo.
El
tercer tema importante del libro es la deconstrucción del yo. Aquí quizás
convenga examinar el libro desde una perspectiva intratextual, en el que se
aborde el título del libro en relación a este tercer tópico. El título de este
poemario, al igual que el de sus anteriores libros, intenta una nominación
lúdica. Por un lado, alude a «ego» y; por otro, a «ergo». Ambas provienen de la
terminología latina. Ego es el concepto de yo y es la instancia psíquica a
través de la cual el individuo se reconoce como yo y es consciente de su propia
identidad. El ego, por lo tanto, es el sitio de referencia de los fenómenos
físicos y media entre la realidad del mundo exterior. En cambio, el ergo es una
conjunción
ilativa que equivale a “por tanto, luego o pues”; es decir, refiere a la
situación, la razón o el motivo. Desde esta perspectiva el título alude al
instante del yo, vale decir a la fugacidad del instante que evidencia la
transitoriedad de la esencialidad del yo desde un tiempo posmoderno. Este
elemento se torna angustioso, pues el yo se haya en un conflicto, en una escisión
de su unidad, de su identidad, incluso de colectividad representada en la
desacralización de la figura de Dios.
Otro
elemento que quizás también debamos subrayar es respecto al lenguaje y al
estilo del yo poético en la poesía del autor de E(r)go, pues en esta se manifiesta, como ya señalamos, una
perspectiva conflictiva y angustiosa en la voz poética. Dicha perspectiva se
percibe no solo en este nuevo poemario, sino también en el libro anterior, Pájaro: escrito para no matar (2014). Esta
idea se sustenta en la predilección que tiene el autor por la disposición de
las palabras en la página en blanco. Asimismo, merece atención especial la
influencia de la literatura latina; particularmente Caururo la evidencia desde
sus anteriores libros, con epígrafes, frases y otros préstamos lingüísticos.
Todos estos elementos coadyuvan en hacer notar el uso de un lenguaje apelativo que
busca una actitud pragmática en los alocutarios al interior del texto. El
título del libro que juega con el ego y el ergo, asimismo, la frase de la
contratapa (“Nisi credideritis, non permanebetis...” (Si no crees, no permanecerás),
el título del poema “Taedium”, entre otros ejemplos, pueden ayudar a explicar
la predilección del autor por esta lengua. Hay, sin duda, otras influencias
diferentes respecto de lo comentado, pues esta poesía tiene deudas con la
literatura grecolatina, la cultura medieval, la poesía satírica, además de la
poesía de Octavio Paz, Charles Bukowski, Gonzalo Rojas y hasta de la música
trova, entre otras son detectables en el autor de Botella.
Finalmente,
para cerrar este acercamiento a la poética de E(r)go, quisiera subrayar que esta como propuesta continúa la ruta
de sus anteriores textos. Es decir, sigue siendo fiel a su estilo. Pero, por la
naturaleza del tema desacralizador, sobre todo en esta nueva entrega, se acerca
a las fuentes de sus primeros versos publicados en revistas y plaquetas de
poesía, incluso anteriores al poemario escrito a dos manos Llevaba sombrero de copa (2004). Desde mi lectura, observo que el
tema de la crisis y la angustia de situarse en el instante y de consolidar su
voz en la «otredad» sigue siendo todavía la columna vertebral de la poesía de
Caururo. Quiero terminar este acercamiento a E(r)go, quizás con uno de los mejores versos del libro; se trata del
poema “Taedium”:
Oh torres de espasmos
Constelas el hambre
Elástica sombra de
infamia
Que prefiere no
entender lo que asimila
Plástica excelencia de
la verdad que admiras
Terreno baldío
Sofisma cruel
¿Hasta cuándo más de
ti
Mirada y hastío?