El filósofo y poeta indio Rabindranath
Tagore subrayaba que "La poesía es este intento de atrapar la verdad más
honda del corazón humano." Esta cita subraya la función de la poesía como
una herramienta para explorar las profundidades del ser. "Atrapar la
verdad más honda del corazón humano", entonces, implica un proceso de introspección,
de mirar hacia adentro para descubrir y expresar las emociones y pensamientos
más esenciales y auténticos, aunque este no es un viaje confortable sino más
bien fragmentario y áspero. La poesía, en este sentido, se convierte en un acto
de autodescubrimiento y una forma de comunicar esa verdad interior.
Del
movimiento de mi ausencia (Alastor, 2025) de Mariela Paredes
es el segundo poemario de la autora huaracina. Este libro se detiene, a través
de la fragmentación del yo, en una introspección de la existencia, pues su
autora entiende a la poesía como una búsqueda o un viaje al universo interior
del ser.
Esta lectura se
acercará a algunos ejes temas que articulan el libro. El primer eje fundamental
que desarrolla Paredes en este poemario es el viaje al reino interior de las
percepciones (espaciales, sensoriales, emocionales) a partir de la
deconstrucción del yo. Desde esta perspectiva, la poesía refleja muchas veces,
en el universo interior del poema, el conflicto en el que subyace el sujeto
escindido y la fragmentación del universo que intenta representar a través del
lenguaje poético.
En este sentido,
no es casual que el yo poético se articule en este espacio a través de una
atmósfera sombría, áspera, laberíntica y acaso, pesimista. Por ejemplo, a lo
largo del libro se leen estas expresiones: “Observo mi reflejo en tinieblas”
(“Vuelo del atardecer”), “Voy hacia los bosques/ Me reúno con niebla”
(“Desaparición atómica”), “Me llama la línea del precipicio inevitable/ Escucho
sus piedras, su fango, sus espinas/ Su trágica forma de caer” (“Me alcanzó el
desierto”), “Salto a las/Entrañas de mi/ Insomnio/ Para poder/ Alimentarme/ Del
abismo al que/ Siempre visito” (“Desadormecer del insomnio”), “Vi una
transfiguración/ Empecé a palpar su camino/ Los espacios que rodeaba/ Rebuscaba
continuidades/ Se mecía/ había tocado el arrebol/ Sentía conmociones/ unas
cuantas fisuras” (“Resguardo dormido”), “Cae mi voz lenta en la orilla
menguada/ Extraigo mi melancolía enrojecida” (“A las 11:43”), “Conflicto
destructivo” (“Tripulante”), “Las densas horas de mi falta” (“Tercer viento”),
“ Reposar en el/ templado pánico” (“Mi fricción con los años”), “Larvas transitan/
Deforman su metamorfosis/ No llegan/ Donde duermen mis/ Alarmas” (“Cavidad
subrepticia”), “Bajo un sueño de acuosidad turbia/ Vi flotando mi llanto rojo”
(“Construcción en sobrevivencia”), “Mis delirios/ Dialogan con Furia/ Y/ Lamen
sus fracturas infantiles” (“Pálpito iridiscente”), “Los perros del miedo
frecuente/ Observan mi infección corporal humana” (“Versión interceptada”) y “n
a u f r a g a r” (“Vals en divergencia”).
Como se puede
advertir en el párrafo anterior, la voz poética explora dentro de una atmósfera
que este mismo nos da a conocer en forma de imágenes de miedo, en el ámbito del
tránsito del sueño a la vigilia (o viceversa), en medio de una crisis
existencial, la culpabilidad, el peso de la conciencia, la figura de la
ausencia, las trampas y vaivenes de la presencialidad, la frustración y el
llanto, estados mentales confusos, la violencia, los traumas, los vacíos y
carencias, etc., y que se sostienen también a partir de un universo
fragmentado. Por ello, no es casual el uso de figuras como la sinécdoque, para
referirse al todo haciendo alusión a la parte. Por ejemplo, en muchos poemas
aparecen ojos, manos, lengua, boca para hacer alusión al cuerpo o viceversa.
Esto último nos da a entender el estado fragmentario del universo donde mora el
ser, incluido la corporeidad del hablante poético, quien se haya escindido.
Otro eje
temático importante está relacionado con el anterior, y tiene que ver con la
crisis de la escritura y el lenguaje. En la poesía de Del movimiento de mi
ausencia, si bien se representa a la voz poética como un sujeto escindido, este
entra en crisis frente a la escritura y el espacio en blanco (la escritura como
espacio de tensión), también como símbolo de la existencia del ser. Si en el
eje anterior, el ser y el universo donde este mora se torna fragmentario y
hostil; ahora, en el terreno o espacio escritural hay cierta similitud, pues
artista y espacio en blanco también se hallan en dicha angustia. Por ello no es
casual que en algunos poemas del libro se explore o experimente con el espacio
en blanco, como tampoco no es casual que el penúltimo verso con el cual cierra
el libro (“Vals en divergencia”) haga referencia a “n a u f r a g a r”, cuya
escritura da cuenta de su fragmentación, primero escritural, luego espiritual.
Al respecto, en
la poesía de Stéphane Mallarmé, verbigracia, ya el espacio en blanco, lejos de
ser un vacío, se convirtió en un elemento fundamental para la creación de
significado y la exploración del lenguaje como de su crítica misma. Igualmente,
existen otros poetas quienes también reflexionan sobre la crisis de la
escritura en la escritura misma, esto es, la meta creación. Igualmente, Vallejo
señalaba “Quiero escribir, pero me sale espuma” (“Intensidad y altura”),
Pizarnik mencionará “Escribo contra el miedo./ Contra el viento con garras/ que
se aloja en mi respiración” (“Ojos primitivos”) y T.S. Eliot afirma “Intentando
aprender a usar palabras, y cada intento. Es un comienzo completamente nuevo”
(“Cuatro cuartetos”).
En los poemas de
Paredes se leen: “Voy hacia los bosques/ Me reúno con niebla/ Canto sus
odiseas/ Las rescato en estrofas/ Y las embalsamo/ Se desgarran las palabras”
(“Desaparición anatómica”), “Dibujo el sustantivo de siempre/ La escasez de la
palabra mejora” o en otro versos “Mi lengua no inicia bien la frase/ En ese
intermedio me creo un nervio más” (“¿Me haré la pregunta?”), entre otros
textos. De esta manera, el espacio de la escritura se configura como el dominio
íntimo de la voz poética, el lugar donde la subjetividad encuentra su cauce y
se articula a través del lenguaje. Es en este espacio textual donde las
emociones, las ideas y las percepciones del poeta cobran forma y resuenan con
una singularidad inconfundible. En contraste, el mundo se presenta como el
vasto escenario del ser, la realidad exterior con sus múltiples facetas, sus
desafíos y sus misterios. La tensión creativa surge precisamente de la
interacción entre estos dos espacios: la voz poética intenta aprehender,
interpretar y dar sentido a la experiencia del ser en el mundo, traduciendo la
complejidad externa en la singularidad de la palabra escrita.
Como se ha
podido evidenciar, Del movimiento de mi ausencia de Mariela Paredes es
un poemario que se adentra en la íntima exploración de la fragmentación del yo,
concibiendo la poesía como un profundo viaje introspectivo hacia las
profundidades de la existencia. Para Paredes, escribir versos se erige como una
búsqueda esencial, un descenso lírico al universo interior donde las verdades
del ser se develan en la fragmentación del lenguaje simbólico y de las extrañas
atmósferas.
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