martes, 4 de junio de 2019

APUNTES PARA UNA LECTURA DE "EL ARTE DE REMONTAR LA ZOZOBRA" DE AUGUSTO RUBIO ACOSTA


Los últimos impulsos desarrollados por poetas en Áncash han manifestado un sugestivo manejo del lenguaje poético que se materializan en propuestas como la de Manuel Cerna en Poemas perdidos, Ricardo Ayllón en Un poco de aire en una boca impura, Juan Carlos Lucano con su poemario La hora secuestrada, César Quispe con su libro Una piedra desplomada, Wilder Caururo Sánchez con Pájaro. Escrito para no matar, Dante Lecca con Breve tratado de ternura, Antonio Sarmiento con su obra La colina interior, Elí Urbina con La sal de las hienas y El arte de remontar la zozobra de Augusto Rubio, entre otros. Este dato resulta significativo; por un lado, se observa que los poetas provienen de ejes geográficos como Chimbote (en mayor cantidad) y Huaraz y; por otro lado, también se advierte que existe una creciente continuidad escritural forjada por escritores que llevan en alto el peso de poetas mayores como Rosa Cerna, Marcos Yauri, Julio Ortega, Juan Ojeda, Óscar Colchado, Román Obregón y Abdón Dextre.

El arte de remontar la zozobra (La resistencia Editores, 2018) es la más reciente publicación del poeta porteño Augusto Rubio Acosta (Chimbote, 1973). El autor, además, combina su faceta como gestor cultural, narrador y periodista. A esta reciente publicación se pueden añadir, también de su autoría, los siguientes poemarios: Inventario de iras y sueños (2005), Mi camisa de comando (2007) y Poquita fe (2010).

A través del presente texto me detendré en observar las particularidades de la poesía de Rubio. En primer lugar, analizo la configuración del sujeto escindido que se percibe por medio de la fragmentación del yo, la experiencia de la fugacidad cotidiana en el ámbito de la posmodernidad; en segundo lugar, observaré los tipos de memoria que se entretejen en el poemario; y, finalmente, abordaré cómo se construyen las representaciones figurales en el poemario a través del lenguaje.

1) Al leer el texto podemos observar que predomina la voz del locutor en primera persona (por ejemplo, en las deixis “yo” – “me”), también denominado como yo poético. En los poemas, este sujeto construye por medio del lenguaje una realidad escindida, que se percibe por medio de la fragmentación del yo, muy ligado a la experiencia de la fugacidad del tiempo en el ámbito cotidiano y la transformación de este en las grandes urbes como producto de la migración.
camino al peaje, desde los últimos ranchos, desde los barrios
innombrables donde termina-empieza la ciudad, los niños
harapientos me despidieron desnudos -sonriendo- mientras yo
pensaba en sus pulmones.

                                          (De “poemas de los días con los que hablaba con el mar”)

El tema del paseante en la urbe no es nuevo en poesía, hay una tradición importante iniciada con Baudelaire a partir de Las flores del mal (y de esta en la sección “Cuadros parisinos”), que funciona como una crítica a la sociedad, en la que aparecía la desproporcional “vida moderna”. La poesía de El arte de remontar la zozobra ofrece una interesante alegoría del viajante, del paseante por las calles, muy ligada al flâneaur Baudeleriano que al dandismo. El flâneaur o paseante baudeleriano ejerce una áspera crítica a la ilusión de la modernidad; en cambio el dandi consume la modernidad y se integra a ella. En la poética de Rubio el yo poético construye una identidad de paseante (cronista poético, por momentos), pues hay en esta una mirada crítica y áspera de la ciudad, del puerto, de la vida misma, una carga moral insoslayable frente al “ser” hendido.  De esta manera, la poética de Rubio levanta el polvo sobre la falsa modernidad y sus desastres en el hombre. El texto, “poema de los días en que hablaba con el mar” puede ser útil para entender esta dinámica:

me lavé la cara y la desdicha pensando en los abismos, caminé hacia el mar por la panamericana, y mientras veía pasar los autos, los pájaros, los patrulleros, cualquier cosa, me pregunté desde cuándo mi vida era una sombra, una lágrima hirviendo a la mitad de las infamias. había despertado y ahí estaba de nuevo mi voz; entre los médanos a uno nadie lo escucha y se puede hablar, toser, gritar y maldecir; las piedras se alinean en los bordes del asfalto como la historia, ese libro imperfecto de rabia y sudor, de sangre y hervor humano, ese rugido adulterado que registra -piltrafa abyecta- el transcurrir de los días. / camino al peaje, desde los últimos ranchos, desde los barrios innombrables… (p. 26)

El filósofo italiano Gianni Vattimo (1987) y el pensador francés Jean-François Lyotard (1987) coinciden en subrayar que la posmodernidad es un momento filosófico e histórico que advierte de la crisis y el fin del siglo XX. Entonces, la posmodernidad se caracteriza por la fragmentación del yo, la despersonalización, el signo del pesimismo y el debilitamiento de la historicidad, pues cuestiona a la Historia oficial que aparece como catastrófica y en la que se erigió el Progreso, el Humanismo, la Cultura, etc., como categorías importantes para interpretar la realidad. En este contexto el yo poético es el prisionero del tiempo, de la despersonalización del ser, la cosificación, la racionalidad instrumental, y cuya respuesta es su individualismo como vía de escape, que es a su vez una forma de volver a la construcción de la identidad y la individuación como sujeto único e irrepetible.
De esta forma, al leer el libro, podemos notar una atmósfera espiritual casi repetible en todos los poemas: el desencanto, la agonía, la crisis existencial, la orfandad y la crisis del mismo acto de escribir. El ir y el venir de la vida marca el círculo vicioso, el eterno retorno, lo monótono del día a día que llega a manifestarse como una crisis existencial en la voz poética:

el ir y venir a la deriva por los hondos bordes de una atmósfera
ominosa
me enrostra la angustia
la indagación de mi oficio
el asedio a la realidad vivida
la tensa alambrada en la azotea de la existencia

                                       (De “las psíquicas facultades de la noche”)

En este contexto posmoderno la figura femenina y la belleza se hallan en la experiencia de la fugacidad ligada al ámbito del dinamismo de la vida y a la transformación de esta en las grandes urbes; es así que la mujer y el amor son inasibles por la violencia del tiempo, donde el yo se resiste a integrarse y como auxilio queda solo la memoria, el recuerdo y la imagen de lo ausente:

en la soledad más salvaje de mi encierro, en la hora última -y a los hechos me remito- de pronto pensé en mis hijos; me vi en sus ojos transparentes, grandes y negritos, en las brasas de sus pechos de donde surge y se incinera -siempre- mi llantopensé también en las mujeres que un día me amaron. recordé las veces que fotografié a mi musa frente al océano, nuestro deambular por los insondables médanos de la noche, volví a las veces que dibujó en las orillas del viento, en los campos de cultivo donde nadie siembra, en las aguas que todo lo devoran…

                              (De “poema de los días en que hablaba con el mar”)

2) Otro elemento importante en el libro y que cobra notoriedad es la memoria. El antropólogo alemán, Jan Assmann distingue dos tipos: la memoria cultural y la memoria comunicativa. La primera cumple una función de almacenamiento social; mientras que la segunda, realiza la función de una memoria de todos los días que se sitúa en la actualidad. Desde mi perspectiva, en la obra de Rubio, advertimos en predominio una memoria comunicativa, situada en la actualidad y, por tanto, en la cotidianidad del “ser”. Hay elementos que nos permiten sostener esta idea, ya que constantemente nos encontramos con deícticos propios del ámbito cotidiano (caminar, cantar, sentar, escuchar, vestir, escribir, fumar, barrer, arrancar, etc.), pero que requieren información contextual para transmitir cualquier significado. El poema de esta manera plantea una memoria comunicativa de la cotidianidad, el siguiente texto de “también mi corazón escarbando”, puede resultar ilustrativo:

me pongo el saco y me pongo serio
(así como siempre he sido)
la realidad del ser humano
su desarrollo como especie social
y su conducta a través del tiempo
nunca fue de mi incumbencia
la forma de morir la elegí hace mucho:
convertirme en tu destino
en las antípodas de la luz y la memoria (p.17)

Otros elementos ligados a la categoría de memoria pueden ser (por el rasgo semántico): pasado, memoria, historia, nostalgia, recuerdo, etc., que aparecen en El arte de remontar la zozobra. En el libro es evidente que hay una clara representación del pasado, lo que podríamos denominar como una retórica órfica. ¿Y cómo se manifiesta esta?, ¿qué particularidades posee? Esta idea alegoriza al mítico Orfeo en relación con el tópico del viaje (simbólico, por cierto) que hace el héroe griego al mundo de los muertos (al pasado). El hombre recuerda y al hacerlo viaja a través del tiempo y se interna en el mundo del pasado para traer a la luz algún recuerdo, alguna nostalgia, alguna historia y activarla en el presente. Viaja a la oscuridad de la memoria. Pero al igual que en el mito, hay en este viaje figural una conciencia trágica, el pasado es inaprensible. De esta manera se configura, en el locutor personaje, una visión desesperanzadora en el presente:

le arranqué además respuestas
al dolor y la nostalgia
a nuestro mundo usurpado
y al desayuno que te nombra
a la taza donde bebo
a las raíces que nuestros ancestros
definitivamente han perdido
me arranqué verdades hoy
desde dónde escribo y para quién lo hago
qué es eso de arrojar botellas al océano
si me basta estar atado a tu memoria
descifrar el manuscrito en tus ojos
abandonarme a tu destino

                        (De “fulminación del invierno”)

3) Finalmente, abordaré el universo figurativo del poema y cómo se percibe el mundo de las representaciones en El arte de remontar la zozobra.
La poesía de Rubio ha procurado, desde sus libros anteriores, construir un discurso ligado al lenguaje cotidiano, a las jergas, al diálogo, a los clichés, y es que ha calado bastante la influencia de la poesía norteamericana de la segunda mitad del siglo XX, el rock and roll, y la vida del autor muy ligado a la crónica del día a día, propia del género periodístico donde también tiene muchos logros. Estos versos de dos poemas pueden resultar ejemplificadores:

yo nunca supe de commodities
de tasas de interés
ni indicadores bursátiles
la misión que tuve siempre en la vida
fue defender nuestra luna
el cielo las nubes las estrellas prostitutas
la alegría que a pesar del cemento y la mierda
brota como reclamo
de lo más profundo de la tierra

                           (De “Puerto eten”)

mi nombre es gucho
vivo en el progre
leo el periódico en la esquina de gálvez
con la avenida buenos aires
y me vacila pearl jam U2
stone temple pilots
y las enormes bridgestone
de los tráileres

                        (De “poema de cualquier tarde”)

Pero, ¿qué de particular tiene este lenguaje? A mi entender, el lenguaje poético de Rubio condensa perfectamente con la voz del o los personaje poéticos marginados o excluidos de la modernidad, pues esta representación del contexto y la atmósfera de la vida en las grandes urbes, muy distinto a otros poetas ancashinos, marcan una propuesta poética particular, quizás solo emparentado con Manuel Cerna, aunque los estilos sean disímiles.

Por otro lado, el título del libro es sumamente interesante. Está compuesto principalmente por tres palabras: arte, remontar y zozobra. El concepto de “arte” que aquí se desarrolla está en su acepción más extensa y referida a la actividad humana transformadora o trascendente; el concepto de “remontar” está ligado al ámbito de la navegación aguas arriba en una corriente y; “zozobra”, referida a la inclinación de una embarcación a consecuencia de la tempestad que origina la entrada del agua. Desde nuestra lectura, no es gratuita la referencia al elemento marino en el poemario. A nivel literal el título alude a la habilidad del navegante para sobresalir de la inestabilidad y la fuerza del mar; sin embargo, a nivel figurativo refiere la peripecia del hombre lanzado a remontar la inestabilidad de la vida misma que es el mar. Para Jorge Manrique, nuestras vidas son los ríos que va a dar a la mar; pero desde la visión de Rubio, la vida está en el mar, por ello la referencia constante a este en el libro, la mirada esperanzadora hacia este y es el lugar donde el yo poético retorna para reintegrarse a su mundo interior y encontrarse. 

Para finalizar, El arte de remontar la zozobra (2018) de Augusto Rubio confirma el estro creativo de su autor. El poemario, reafirma que la poesía ancashina de esta última década ha construido una poética donde el yo se haya escindido, como consecuencia de la experiencia posmoderna, tras la ilusión de la modernidad; de ahí resulta una reflexión sobre la fragmentación del yo y su individualismo como una actitud frente a un contexto apático, caótico, diforme y cambiante. El rincón feliz en este contexto es la memoria y; el lenguaje, su heroísmo catárquico.

Alejandro G. Mautino Guillén

lunes, 26 de marzo de 2018

"BATALLAS Y SUEÑOS DE UCHKU PEDRO" DE MELACIO CASTRO MENDOZA


Julia Kristeva (1978), importante filósofa y psicoanalista francesa refiere que “todo texto se construye como un mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto” (p. 190).  De esta manera entendemos al texto como un “sistema de estructuras coimplicadas en distintos niveles, de forma tal que cada elemento asuma un valor en relación con los demás” (Marchese [y] Forradellas 2004: 402). Es así que incluso una obra literaria está imbuida de otros textos: textos escritos, textos orales, textos de otras disciplinas, etc.

Acaba de publicarse, hace un par de años, Batallas y sueños de Uchku Pedro (Editorial Club Universitario, Alicante, España, 2016) del escritor Melacio Castro Mendoza, quien nació en Caín, un Caserío de la costa norte del Perú. Además, estudió Ciencias Sociales e Historia en la UNT (Universidad Nacional de Trujillo, Perú) y en la UDE (Universidad de Duisburg y Essen), Alemania.

Batallas y sueños de Uchku Pedro es como subraya Óscar Colchado Lucio (2016) en el prólogo:

un extenso poema épico [] cuyos versos recrean la historia de un sector de los Andes peruanos, Ancash, donde tuvo lugar la gran revolución indígena de 1885 con la figura protagónica de Pedro Celestino Cochachin, más conocido como Uchku Pedro, lugarteniente de Pedro Pablo Atusparia, jefe del levantamiento (Colchado 2016: 9).

  La obra de Castro Mendoza está compuesta de 54 poemas titulados de manera autónoma, pero deben entenderse todos ellos como una totalidad; y es que, efectivamente, se trata de un extenso poema épico escrito en prosa poética.
Al inicio subrayamos una cita de Julia Kristeva referida a que un texto es el resultado de la absorción y transformación de otros textos. De tal manera que hay en él las huellas (intertexto) de otros textos. Batallas y sueños de Uchku Pedro es un texto que absorbe no solo la historia, el mito, la leyenda, la religión, el pensamiento y la racionalidad andina, sino también su filosofía y su episteme; para luego transformar ese texto en otro, es decir en literatura, donde se perciben las huellas del lenguaje popular, ciertas marcas del quechua del Callejón de Huaylas y del lenguaje de sus principales ideólogos y combatientes. De esta manera, absorción y transformación textual resumen al libro de Castro.

Para muchos historiadores, la sublevación campesina de 1885 alcanzó una dimensión nacional que el tiempo no ha podido borrar. La literatura no ajena a ella también ha representado dicha gesta del pueblo indígena ancashino. En novela destacan, por ejemplo, El amauta Atusparia (1930) de Ernesto Reyna y  No preguntes quién ha muerto de Marcos Yauri Montero (1989); en cuento “Cordillera Negra” de Óscar Colchado (1985); en teatro Atusparia de Julio Ramón Ribeyro (1981);  y, en poesía (en algunos poemas), Reinos que declinan de Selenco Vega (2001) y Batallas y sueños de Uchku Pedro (2016) de Melacio Castro Mendoza. Como se puede observar hay una importante tradición de escritores de primer nivel que han representado dicho levantamiento en Ancash a nivel ficcional.


En Batallas y sueños de Uchku de Castro Mendoza se observa, en tiempos discontinuos, la voz poética de dos héroes. La primera es la voz de Uchku Pedro, quien da manifiesto de su estancia por la vida, su amor por Lucía y sus ansias de ver una tierra libre. Aquí Uchku Pedro está configurado como personaje y como voz colectiva en un ámbito histórico social; por otro lado, la segunda voz es la voz órfica del poeta cronista, Anacleto Méndez, quien al igual que Orfeo se introduce en la muerte, en el pasado, en la memoria cultural, en la historia y en los recuerdos para rescatar a los héroes con nombre y sin nombre que participaron en la sublevación de 1885 y otorgarles el valor que, como individuos colectivos, forjaron en el combate un ideal de nación indígena buscando igualdad y justicia.

En la prosa poética, de este libro, se desarrolla lo que para algunos teóricos como Elena Altuna denominan la "retórica del desagravio”. En este texto aparece la voz de Uchku Pedro y Anacleto Méndez como un discurso de desagravio, en el que se exponen los atropellos y abusos que se cometieron desde la llegada de los pseudo conquistadores. Es decir, hay una acción comunicativa en ese discurso, cuya finalidad es conmover al interlocutor dentro del texto y al lector del libro:

Llegaron la espada y la cruz.
Sus portadores, invasores sedientos de metales,
tierras y fuerza de trabajo, nos declararon bárbaros
amantes de la sierpe (p. 12).

Pero esta protesta que visibiliza el lastre dejado ya en la colonización también se extendió hasta las últimas décadas del siglo XIX (época en el que ocurre la sublevación de 1885 y que hoy en pleno siglo XXI se ha transformado en un neocolonialismo, por ejemplo, la privatización). En el libro de Castro Mendoza se leen estos versos:

La propiedad privada nos colgó a la cruz a la cruz del hambre
y su filuda espada nos sometió a la más negra
y absoluta miseria espiritual y física (p. 13).

Otro elemento que aparece en esta obra, y que deseo subrayar, es la racionalidad andina a través de la representación del mundo en la voz de sus principales personajes o héroes. Entendemos que por medio de la lengua del hombre viaja su cultura, su pensamiento, su idiosincrasia, su sistema de representación, etc. Es así que en la racionalidad andina se presenta una naturaleza metafórica a través de su discurso. Este está caracterizado por la prosopopeya o personificación, que consiste en atribuir propiedades humanas a un animal o a un objeto. Por ejemplo, en el libro leemos:

¿Oyes, mamá Hortulana?
Las rocas lloran la suerte de la patria
y, entre tanto,
las palomas arrullan la hora matinal (p. 17).

O en otro poema como “Habló el Auki” se lee:

Entronada a un Apu, una roca dijo:
«!Deja tus minas, Uchku Pedro: ve y busca al
viejo Atusparia! ¡En tus manos deposito
un sol y dos luceros!» (p.26).


Aunque en el libro abundan muchos ejemplos, he tomado solo los que acabamos de citar para hacer notar cómo en el texto se deja notar la racionalidad andina ligada a la personificación de todos los elementos que en el mundo andino se integran. Y es que en esta racionalidad, todos somos parte de la tierra y todos somos la tierra, no hay diferencias entre uno y otro, hombre y naturaleza son igual, por ello hay un respeto: he ahí porqué el diálogo con la coca, con la tierra, los apus, las piedras, los animales, etc. Sin embargo, esa relación armónica entre hombre y naturaleza se ve resquebraja con la llegada de los españoles, de los mishtis, de los hacendados, con la propiedad privada, con la indiferencia, el abuso del poder, el proteccionismo de las autoridades, los nuevos impuestos, etc., estos elementos son los que se denuncian a través de la voz del héroe en Batallas y sueños de Uchku Pedro.

Es así que para Carlos Toledo Quiñones (2018), por ejemplo, se producen dos momentos discursivos en la obra:

 El primer momento coincide con el desarrollo autónomo y soberano peruano correspondiente al añorado por Uchku Pedro, y el segundo, con la pérdida de la autonomía y de la soberanía, suplantadas por una dependencia, cuya madre es la invasión española.  Esta es parte constituyente de nuestra actualidad, madre, a su vez, de la aspiración del autor relacionada con la cosmovisión andina del Pachacuti (Toledo 2018).

Otro elemento importante en el libro es la reivindicación de los héroes anónimos de la sublevación de 1885. De esta manera, el yo poético en la voz de Anacleto Méndez testimonia sobre Manuel Granados, Ángel Baylón, Pedro Pascual Guillén, José Orobio, Severino Tukushuanca, Fernando Roque, Marcelino Sifuentes, Luis Felipe Montestruque, Tiburcio Mallki,  Lucía, Grimanesa Andrade, Mamá Hortulana, etc. De esta manera la voz de Anacleto Méndez, que es la voz poética y que funciona como memoria colectiva, trae del olvido no solo a Uchku Pedro y Atusparia, sino a otros combatientes del callejón de Huaylas y los reactualiza en su dinámicas más cotidianas, en sus posturas políticas, en sus ansias de una país más justo y en sus sueños de igualdad y de derecho.

Si bien es cierto, el tiempo individual es pieza clave en esta poética de Castro Mendoza pues esta refiere la reconstrucción de un pasado afectivo (llena de la vida de los héroes, sus hazañas y su modo de entender el mundo), también lo es el tiempo como recuerdo angustioso (el sufrimiento por sistemas de opresión aún tan vigentes desde la colonia). Batallas y sueños de Uchku Pedro es un texto que recrea la realidad histórica ancashina de 1885 a través de una intensa prosa poética y a su vez la ficcionaliza para traer a la memoria y reactualizar a todos esos héroes que la historia y el tiempo parecen querer olvidar. Particularmente este es un texto que reactualiza la historia desde la perspectiva de una poética histórica, reactualiza el lenguaje decimonónico del siglo XIX y sus héroes y reabre nuevamente el sentimiento de pertenencia y de denuncia frente a nuevas formas de colonialismo.   


Referencias bibliográficas

Castro Mendoza, Melacio. (2016). Batallas y sueños de Uchku Pedro. Alicante: Editorial Club Universitario.
Kristeva, Julia. (1978). Semiótica 1. Madrid: Editorial Espiral Fundamentos.
Marchese, Ángelo [y] Forradellas, Joaquín. (1994). Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria. Barcelona: Editorial Ariel.
Toledo Quiñones, Carlos. (2018). “Reflexiones en torno al poemario Batallas y sueños de Uchku Pedro”. Lima, Perú: Servindi. Comunicación intercultural para un mundo más humano y diverso. Recuperado de https://www.servindi.org/02/02/2018/reflexiones-en-torno-al-poemario-batallas-y-suenos-de-uchcu-pedro


domingo, 27 de noviembre de 2016

"PERDEDORES DE OFICIO" DE EDGAR NORABUENA FIGUEROA



El escritor, poeta y político francés Alphonse de Lamartine (1790-1869), afirmaba que “a menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd”. Sin duda esta cita resulta importante, pues la muerte ronda en las páginas del libro que nos convoca y tiene el corazón y la historia de quien se va y quien se queda, unidos en un enmarañado de historias tanáticas que devienen en múltiples formas de tragedia.

Edgar Norabuena Figueroa (Huaraz, 1978), poeta, narrador, promotor cultural y cazador empedernido de concursos por internet, acaba de publicar Oficio de perdedores (Killa editorial, 2016). Este nuevo libro está conformado por cuentos forzosamente unidos en un tema que atraviesa el libro como un cordón umbilical: la muerte. Asimismo, estos mismos intentan instalarse con mayor énfasis en otro topo simbólico como es el espacio costero, la urbe y Europa; recordemos que, en un primer momento, el autor tuvo una marcada predilección por el espacio andino (donde pese a algunas limitaciones, posee a su vez sus mayores logros narrativos) y; ahora, nos sorprende con la dinámica del espacio urbano.

El conjunto de cuentos de Norabuena se puede dividir en dos grupos. Un conjunto de cuentos donde se produce una muerte (“Muerte en San Valentín”,” Sebastián”, “¿Tú?”, “Simona”, “El pan de cada día”, “Las garras del miedo”, “Inocente por pecador” y “El inquilino”) y otro donde los personajes logran legitimar su personalidad por medio de la confesión de una verdad que lo libera (“Sed” y “Deidi”).

El primer cuento es “Muerte en San Valentín”; que refiere la historia del amor enfermizo de un hombre por Violeta y quién al final muere por el cuchillo del amante de ésta. La violencia en este cuento surge como una respuesta a las divergencias entre las expectativas no satisfechas que un género ha depositado en el 'otro'. Por momentos, opaca al cuento lo cursi y patético de algunas escenas de desprendimiento amoroso; sin embargo, a veces el cuento se eleva en temple con las referencias intertextuales con poemas de resemantizados de Pavese, Vallejo, Neruda y otros. El segundo cuento es “Sebastián”; que relata el amor adolescente de Sebastián por Bellorita y cómo el enamorado de ésta al final mata al frágil colegial en un arranque de celos y obsesión. Otro cuento es “¿Tú?”; que narra el tema del doble, a partir de la historia fantástica de una prostituta que retorna a su casa y encuentra a su doble. El cuento por momentos parece elevarse de nivel al mencionar textos y autores de la tradición universal con los cuales se intenta hacer un diálogo intertextual que sostenga la trama fantástica al mismo estilo borgeano; sin embargo, el cuento decae abruptamente cuando hace su aparición un narrador ebrio en el bar a través del elemento de la oralidad, más ligado a un amanuense de barriada o un matoncito de cantina que a un hombre cultivado en letras que intenta tejer una historia. Su pobreza se deja notar en expresiones de metáforas pobrísimas como “las ideas que van fluyendo como peces en la mar” (p. 38); frases ambiguas como “el mediocre finalista que siempre es”, pues no se sabe si se trata de El princeso o de Segundo; un denso diálogo a veces inverosímil dentro de lo fantástico como es el diálogo entre la prostituta y su doble; entre otros tropiezos escriturales del autor. Si bien es cierto, hay cuentos que merecían un mayor trabajo y corrección, hay otros como “Simona” que, a mi opinión, es uno de los más logrados no solo del libro sino de la producción narrativa de Norabuena. En este texto el autor nos sumerge en múltiples planos donde se dan cita lo infantil, lo existencial, lo macabro y lo fantástico. El cuento representa la dura vida de una maestra peruana quien emigra a España para ganarse la vida, ella vive con una hija que al final fallece y deambula como un alma en pena por las calles de Madrid. Lo interesante de este cuento es cómo el autor, a partir de la figura del narrador en segunda persona, nos va sumergiendo en múltiples planos de la historia. Dentro de esta desarrolla una reflexión sobre el paralelismo entre la madre y la hija al mismo tiempo en que se va dejando detalles que luego serán retomados al final del texto cuando la niña muere y divaga como alma en pena, recorriendo sus pasos, los lugares y personas que conoció. Solo esperamos que su autor no atente contra este buen cuento y no termine haciendo su parte I, parte II o sus sagas como sucedió con ese otro buen cuento como “Eugenita linda flor”. Volviendo a los textos del libro, continúan un conjunto de relatos cortos: “El pan de cada día”, “Sed”, “Las garras del miedo”, “Deidi”, “Inocente por pecador” y “El inquilino”. “El pan de cada día” refiere una extraña reflexión de un hombre moribundo sobre la condición del hombre en relación con el trabajo diario de una hormiga; “Sed”, en tanto, trata de cómo un hijo busca ser libre y legitimar su condición a partir de la declaración de su opción sexual; de otro lado, “La garras del miedo” y “Deidi” refieren un tema predilecto y monótono de Norabuena, el amor entre miembros integrantes de una familia; la hermana y la prima, ya aparecidos en otros cuentos. Aunque aquí hay una ligera variante; en el primero, la hermana y el personaje principal, maquinan la muerte de la otra hermana para vivir su amor y; en el segundo, la prima en una 'confusión' (tema muy típico de los cuentos del autor huaracino) termina viviendo con el personaje y éste le confiesa abierta y cínicamente su amor por la otra persona. En cambio, en “Inocente por pecador”, cuyo título ya de por si es previsible y pobre, una mujer en trauma por la muerte de su esposo en una equivocación mata a su hijo. Similar ocurre en el cuento “El inquilino”, donde también hay un asesinato en una situación confusa. En este último grupo de cuentos, como también en el primer conjunto, observamos que el autor utiliza técnicas literarias que sin duda demuestran su dominio y conocimiento del oficio técnico; sin embargo, casi todos son similares en los relatos (en este nuevo libro y en anteriores publicaciones); los cuales los hacen muy previsibles, otro detalle que debe repararse es que todos poseen una misma estructura: una narración en contrapunto, un final abierto en casi todos los textos y la sorpresa técnica que se develará en el último párrafo.

Como hemos podido observar, los personajes que aparecen en este conjunto de cuentos, buscan legitimar su existencia en relación al 'otro'. Hacer legítimo un amor enfermizo por medio de una posesión en “Muerte en San Valentín”; hacer legítimo una obsesión sin importar el precio en “Sebastián”; legitimar una vida decorosa en una sociedad de doble moral en “¿Tú?”; legitimar el equilibrio de la felicidad a costa de la muerte en “Simona”; legitimar el sacrificio simbólico en la vida diaria en “El pan de cada día”; legitimar la libertad de la opción sexual en “Sed”; legitimar un amor caprichoso con la hermana en “Las garras del miedo”; legitimar un amor pasional por la prima en “Deidi”; legitimar la venganza en “Inocente por pecador” y legitimar el arrebato macabro en “El inquilino”. De este modo, todos estos personajes están conectados con esa búsqueda y legitimación a través de la figura del 'otro', donde fracasan sueños, amores, ilusiones, etc. De esta manera el autor construye una visión particular sobre qué es ser un perdedor de oficio y cuál es el final trágico que se le procura; aunque observo que en muchos cuentos es innecesario que el narrador o personaje intente explicar o argumentar porqué una persona es un 'perdedor de oficio' y esto hace que el texto se sienta forzado en algunos párrafos. Por sí solo el título de la obra, Perdedores de oficio, bastaba pues este ya tiene una dimensión simbólica que ya no convenía explicar en cada cuento.

Como el lector podrá comprobar al leer la obra, hay un aura funesta que golpea a los personajes de Norabuena en este libro; pues sucumben frente a la pasión personal y a la naturaleza destructiva sobre el “otro”. Las fisuras existenciales, los traumas no superados y los vacíos del alma en la obra anulan la felicidad en los personajes. De este modo, se intenta representar el sentido trágico de la condición humana en donde existen fuerzas incontenibles pero que irremediablemente a ambas se llega a través del sometimiento y el terror. Hay, para decirlo como Michael Foucault (2003), un espacio donde se ejerce el discurso de poder sobre el cuerpo; es decir, de “vigilar y castigar”. Por un lado, el asesinato, tan caro al género negro y; por otro, la biografía romántica, propia de la novela rosa, parecen celebrar en la obra de Norabuena un complejo encuentro en este libro.

Por otro lado, he seguido de cerca el desarrollo de la narrativa de Norabuena y observo dos lugares comunes en aquella y que aún persisten en esta última entrega. Lugares que, por cierto, hacen previsible la técnica que emplea el autor (por ejemplo, el contrapunto narrativo y el narrador en segunda persona desde ya muchos libros anteriores a este y que al autor a veces los emplea con rigor y redundancia estructural) y la monotemática que a veces el autor no quisiera desligarse. Claro, esto no lo observa un lector colegial, sino los amigos quienes hemos leído de cerca la poética narrativa del autor. Como ya había advertido Javier Morales Mena (2007) sobre El huayco que te ha de llevar, hay malezas en el campo de trigo de la narrativa de Norabuena que incluso, en este aparente inicio de la madurez, observo que asoman casi descaradamente. El primero es la poca ficcionalización del discurso estilístico oral (Por ejemplo, “cuando los celos atacan por la puerta, el amor escapa por la ventana” (p. 14) o “el amor es vida y la vida es muerte” (p. 19) en el cuento “Muerte en San Valentín”; hasta una expresión pobrísima como “las ideas que van fluyendo como peces en la mar” (p. 38.) o textos forzados como “Retazos fuimos y en retazos nos convertiremos nuevamente” (p. 47) en el cuento “¿Tú?”; o en un título que intenta una metáfora pobre como “Las garras del miedo”)  y el diminutivo ligado muchas veces con el temple amoroso de algunas tramas narrativas que acaso lindan con lo cursi y lo inverosímil (por ejemplo, “Violeta, mi gaviotita Chimbotana” (p. 18) en “Muerte en San Valentín”, “Soy tu gatita, la gatita de tu corazón” (p. 24) en “Sebastián”, “Sí, fueron sus ojos de pichón de gaviota”(p. 73) o en “Te lo dedicaré, mi tierna gaviotita” (p. 73) en “Deidi”, que nos recuerdan por momentos a un romanticismo trasnochado.

Por lo que queda decir de Perdedores de oficio, este es un libro que a nivel técnico reitera muchos de los lugares comunes por donde ya ha transitado la narrativa de Norabuena; a nivel temático sucede igual: la violencia hacia el 'otro', la frustración, la tragedia, la mala fortuna y hasta ciertas tramas ya aparecidas en otros cuentos nuevamente se dan cita. Una primera parte de su narrativa focaliza el espacio andino (imbuida de la cosmovisión andina); en esta segunda, hay en cambio una aparente permuta de espacio (por la urbe); sin embargo, este parece ser solo un débil cascarón ya que muchos de los personajes poseen una racionalidad andina, un carácter similar al de los otros personajes, incluso en sus actitudes violentas no pueden desligarse de aquel vínculo. Pese a todo ello, considero a Norabuena un autor valioso dentro de la narrativa ancashina contemporánea, dentro de esta afirmación caben textos como El huayco que te ha de llevar, el cuento “Eugenita, linda flor” y Fuego cruzado como textos de muy buen nivel. En esta nueva publicación, así como en las anteriores, Norabuena ha hecho de la violencia uno de sus personajes principales de su narrativa. Esto, evidentemente, también puede obedecer a que en su poética escritural trata de representar cierto sector social donde este elemento se ha agudizado. Desde una lectura sociológica los personajes de Norabuena obedecen a cierto tipo de sociedad posmoderna imbuida en la crisis de los sistemas de historicidad y de los valores éticos y la verdad, propias de un sistema en crisis y donde prima el individualismo, el goce instrumentalizado del placer y ego macabro. En este libro, el lector podrá observar la compleja naturaleza humana que se muestra a través de complejos transtornos de ansiedad, traumas no superados, vacíos existenciales, la dependencia emocional, situaciones de depresión y personalidades anormales que nos permiten observar a una sociedad frívola y cambiante aún con mayor vertiginosidad que se representan en este siglo.



REFERENCIAS

Foucault, Michael. (2003). Vigilar y castigar. Buenos aires, Siglo XXI editores.
Morales Mena, Javier. (2007). “Primera aproximación a la narrativa huaracina última”. En: Kordillera. Revista Cultural, N° 22, Año 8, Huaraz, pp. 6-7.
Norabuena Figueroa, Edgar. (2016). Perdedores de oficio. Huaraz, Killa Editorial.

martes, 1 de noviembre de 2016

ENTREVISTA CON EL POETA RODOLFO HINOSTROZA

LA DIMENSIÓN DE LA PALABRA. ENTREVISTA CON RODOLFO HINOSTROZA


Alejandro Mautino: En su poética la leyenda y la historia desembocan en una reinterpretación de sus elementos. ¿El mito y sus componentes sociales, culturales y políticos han cambiado de escenario?

Rodolfo Hinostroza: Lo que ha cambiado es el mito. Ahora ya no son los mitos heroicos de los griegos o los persas, sino los mitos del hombre cotidiano, de la historia individual convertida en mito, de epopeyas humanas que son materia de mitos. Por otro lado, los mitos son de materia oral antiquísimos y narran hazañas en serie y tienen una razón muy poderosa de existir y todo ello reunido en una biblioteca oral, porque en un principio no teníamos bibliotecas como las que hoy conocemos, pero sí teníamos una biblioteca virtual que se transmitía de generación en generación, de padres a hijos. Desde que yo comencé a escribir yo fui atraído por el mito, desde el primer libro, y ahora ese mismo mito se afirmado más en mis últimos textos.

A.M.: Hablemos un poco de aquellas estructuras míticas que a veces forman un "collage". Cada parte de éste es una visión fragmentaria que forma un corpus mayor. En su poesía noto una estética de la fragmentación, a veces todas se hallan dispersas en la página en blanco, pero vistos en bloque forman una unidad  elemental del cosmos histórico.

R.H.: Claro, no solamente en mi poesía se puede notar eso, sino también en mis cuentos que son también así como "collages", como trozos, como visiones de cosas. La estética del "collage" es una cosa más reciente y mi visión fue un poco anterior al ver dichas cosas. Yo hago cuerpos independientes pero intercomunicados; escribo en géneros diferentes, pero en muchos me expreso a partir de una línea a partir de la expresión de mi propia alma -como decimos los poetas- y me valgo de todos los medios expresivos a mi alcance que tengan que ver con la palabra básicamente. El asunto es ese, no de la imagen porque yo no soy fotógrafo ni  pintor. Básicamente hay una imagen virtual que el poeta puede crear y hay una imagen real que la hacen los pintores, el sentido esencial entonces de mi poesía forma parte de una visión del mundo basado en la palabra. Me he preguntado a cada minuto porqué yo dejé de escribir poesía durante muchos años y siempre me preguntaban ¿porqué no escribe ya poesía? o ¿cuándo publicas poesía? Y había transcurrido algo así como treinta años que no publicaba poesía. Yo decía: “tengo otras cosas, escribo teatro, cuentos y muchas otras”; entonces, una de esas personas me dijo “pero usted ha abandonado la poesía por la prosa”,  y le respondí “no, un momento, no es que yo haya retrocedido sino que he ascendido a lo más alto que puede ascender el arte de la palabra, que es la palabra entera, que se ejecuta a través de todos los medios en poesía, cuento, teatro, novela, ensayo, crónica y verbalmente también a través de discursos", porque yo soy un ser de palabra fundamentalmente, me encuentro muy cómodo con la palabra y a través de ella me deslizo.

A.M.:¿Es posible, de este modo, integrar los diversos géneros literarios en una feliz correspondencia entre fondo y forma? ¿Cómo se te ha planteado esta disyuntiva en tu poesía, Rodolfo?

R.H.: He logrado a través de ella todo lo que comporta la palabra. Todo es palabra, todo ha pasado por la palabra, mi vida se ha dado a través de aquella y me he ganado los frijoles a través de ella y eso es una definición actual de mi trabajo poético literario. En general, es el hecho de haber trabajado durante cincuenta años, más o menos estoy con diversos tipos de expresión literaria, pero siempre literarios o extremos literarios como el periodismo. En fin, en todo caso, es lo que yo he querido unir, tengo que explicarle al público que esta fascinación por la palabra la heredé de mi padre que era un magnífico poeta que también vivió fascinado por la palabra. Escribió sobre todo teatro y poesía, pero hizo también novelas, radioteatro como “La conquista” que se difundió en muchos capítulos. Yo soy más o menos la segunda generación de poetas Hinostroza, porque hay un abuelo Hermenegildo Hinostroza que escribía, que no se si tuvo algún valor o déficit grande, en fin yo formo parte de una especie de familia interesada en la literatura. Yo creo por eso que es importante el origen ancashino en mi padre y en mí, pues yo me he criado en Huaraz. Entonces es de esa tradición de la que provengo, donde mi padre, me atrevo a decir, tiene una poesía muy lograda dentro de la poesía ancashina, quizás la más lograda por su manejo extraordinario del verso técnico y su gran lirismo que lo hizo cantor de la estampa.
 
A.M.: En una entrevista que concedes a Miguel Ángel Zapata señalas que “Imitación de Propercio” lo escribiste de un tirón, a propósito de la fiera de la inspiración que también tocó a tu padre el poeta Octavio Hinostroza ¿crees en la inspiración o la inspiración es el trabajo diario al cual se refería Baudelaire?

R.H.: Yo creo en la inspiración. Por otro lado, el trabajo es también importante porque refiere el empleo de la lengua; entonces, cuando estás como una especie de máquina bien afinada, bien aceitada, de repente ahí aparece la inspiración. Hay una anécdota de mi padre, quien me contó cuando tenía unos catorce años, época en que empezó a despertarme la poesía y entonces me preguntó cuál de sus poemas me gustaba más y yo le dije “Elegía a la muerte de Engracia” y él me dijo, "¿sabes cómo lo escribí?" y entonces me contó que había estado cruzando el patio de la casa de Huaraz y de repente, a la mitad del patio, le vino la inspiración y lo tumbó y se mandó entero con el poema, son como cuarenta versos que escribió de un solo tirón. Claro, yo decía que eso era imposible, hasta que me ocurrió a mí y cuando sucedió yo quedé fulminado con el poema, y eso me ha ocurrido varias veces como una especie de dictado. Después de una tarde que paseaba por París y tenía que estar en Normandía al día siguiente de visita a la casa de la tía de mi mujer, de repente me puse a escribir el poema largo y en la media noche mi mujer me dijo apaga la luz y al día siguiente empacamos y nos fuimos a Normandía y cuando recién volvimos a desempacar, lo primero que hice fue ponerme a escribir instalado en un cuartito, mientras ella iba a preparar el aperitivo seguí con el poema y lo terminé en dos sentadas, cuando ella regresó yo ya había terminado el poema, por eso aparece el Monte Saint-Michel constantemente en el poema. ¡En dos sentadas hice el poema de catorce páginas, ¡joder!, después le di un pequeño corte, dos versos que estaban demás los corregí, por eso yo creo en la inspiración porque es un poder secreto, un tigre en su motor, todo eso influye en la palabra. Los poetas sucumben a este designio.

A.M.: Rodolfo,observo que tu poesía está impregnada del aura culta de los clásicos poetas griegos y de los poetas de lengua inglesa. ¿Cómo has visto esta suerte de correspondencia entre lo culto y lo marginal en el arte contemporáneo?

R.H.: Yo diría que cada época lee su propio tiempo. Yo desconfío de las apariencias, yo tengo una estética que es no creer en lo que veo. Un poeta busca extraer de las apariencias las cosas mentales que hay en ella. Un poeta, también, va muy al fondo con su lenguaje y ve cosas que el lenguaje oculta y ofrece. Por eso propone alternativas de lectura de mitos, por ejemplo, el poeta debe tener ese espíritu de indagación formal y también de sentido porque la poesía es un poderoso medio.

A.M.: En tu poética noto también un intenso conflicto y me atrevería a señalar que en tus dos primeros poemarios está lo bélico, no sólo en términos militares, sino hasta las palabras que están en trance pero no se excluyen, mas bien se integran. Y está lo bélico en el amor, en lo erótico, en lo cultural, en la calle, en la imaginación y el pensamiento a través del lenguaje.

R.H.: Efectivamente, soy astrólogo y yo le doy mucha importancia a la mitología. Efectivamente yo tengo un componente de eso en mi escritura. A veces me da mucha energía animal, me da mucha agresividad porque yo reconozco ser una persona agresiva, no en el sentido de pegarle a la gente, pero sí soy irónico, uso la ironía como arma de humor. El estilo humorístico también es uno de mis medios. El Aries tiene esa genética, hay muchos como Charles Chaplin que eran Aries, porque el Aries no es sólo agresivo, sino humorista, tú ves esa vena pues la tengo yo. Asimismo, me gusta la comedia, yo tengo comedias escritas, me interesa ir dominando uno y otro arte y la empresa de la palabra: la novela, la poesía, el cuento, pues comencé con la poesía; después, me fui al cuento; luego, al teatro y; ahora, que estoy en la edad madura, al ensayo y a la memoria.


A.M.: Tú vienes de un grupo de escritores importantes como la Generación del 60, que en términos de Alberto Escobar "con aquella empieza un nuevo ciclo en la renovación de nuestra poesía". ¿Hubo una ruptura de la tradición? ¿Cuál fue tu posición frente a la Generación anterior?

R.H.: Los de la Generación del 50 como que se portaron muy bien con nosotros. Nos recogieron y fueron nuestros mentores: Alejandro Romualdo, Juan Gonzalo Rose y Wáshington Delgado. Ellos nos enseñaron el oficio y las actitudes. Yo aprendí muchísimo de Rose. Yo diría que fue una pasada de mano, la Generación del 50 nos pasó la antorcha olímpica y seguimos corriendo con la poesía. No peleamos o tropezamos y eso me importa porque sino se pierde esta celeridad, yo he visto que la gente se odia en este oficio y debemos mantener esa continuidad generacional que nos caracteriza como poesía nacional. En otros países como Argentina o Chile, de feroces dictaduras, no lograron configurar una suerte generacional, en cambio en nuestro país hay una huella generacional y de continuidad que hasta ahora en nuestra fecha está vigente en los jóvenes poetas. A mí me entusiasma todo eso, nosotros hemos excavado más en la poesía experimental porque toda la poesía moderna peruana viene de  una base experimental como los Orkopata, los Westphalen, los Eielson, los Sologuren que son corrientes experimentales que han forjado hondo en el alma de la poesía peruana. Entonces digo que hemos experimentado mucho en las formas poéticas. La poesía peruana es la más consistente  históricamente y la más variada en América Latina.

Huaraz,  mayo del 2012

domingo, 2 de octubre de 2016

"EL VIAJE A TRAVÉS DE LA PALABRA" (USIL, 2016) DE CAMILO FERNÁNDEZ COZMAN

                                      

PRÓLOGO


La obra crítica de Camilo Fernández Cozman (Lima, 1965) se ha incrementado considerablemente en estos últimos veinticinco años, merced a sus relecturas de poetas fundamentales de la tradición literaria peruana y latinoamericana, y también a partir de la perspectiva dialógica de la literatura con otras disciplinas humanísticas que dicho investigador practica. El académico esboza diversas perspectivas teóricas (psicoanálisis, retórica, interculturalidad, sociolingüística, estilística, semiótica, antropología, sociología, etc.) sobre la base de una Retórica General Textual (Tomás Albaladejo, Stefano Arduini, Antonio García Berrio y Giovanni Bottiroli) que dialoga con estas. El estudioso sanmarquino es uno de los investigadores más prolíficos y está muy atento a las transformaciones discursivas de la poesía latinoamericana del siglo XX; pues se ha detenido, desde diversas perspectivas (en sus libros, artículos, ensayos y notas), en el abordaje del ejercicio poético de los autores más importantes de nuestra tradición.

“La crítica es esencial a la creación literaria. No solo forma parte de ella, sino que también la hace posible. Pero es algo más que un método o un modo de conocimiento”, afirmaba el poeta y crítico literario venezolano Guillermo Sucre. Es decir, la crítica literaria tiene un papel fundamental dentro de la literatura, pues la crítica es también una creación. Pero ella no debe reducirse a la fetichización de la metodología o al hecho de que la obra literaria sea concebida solo un pretexto para exhibir el dominio del método, sino que procure más bien un diálogo armónico entre el crítico y el texto literario.

De otro lado, no se podría entender el proceso de la poética crítica de Camilo Fernández sin referirnos a los procesos y derroteros de la modernización de los estudios literarios en nuestro país. Quizás convenga recordar la apertura estilística y filológica de Luis Jaime Cisneros (1921-2011), la postura fenomenológica y lingüística en Alberto Escobar (1929-2000) y la perspectiva sociológica goldmaniana de Antonio Cornejo Polar (1936-1997), quienes, desde diversas canteras, renovaron la crítica literaria peruana de la segunda mitad del siglo XX y que han dejado huella en los escritores y estudiosos posteriores a estos, muchos de ellos discípulos de los investigadores antes mencionados.

Sin duda, caracteriza a la «poética crítica» de Camilo Fernández la amplitud dialógica del discurso. Es decir, el crítico no analiza la obra de manera insular (en otras palabras, intuitivamente ni de modo reduccionista), sino que procura una metacrítica necesaria para el inicio del recorrido. Se detiene en el análisis del contexto histórico-cultural en el que aparece la obra, posibilita una apertura interdisciplinaria y no plantea un monismo metodológico, sino que incorpora (la Retórica General Textual) otros discursos (verbigracia, la interculturalidad, la teoría de la antropofagia y la argumentación) que dialogan con la obra de arte. Evidentemente, podemos afirmar que hay predilección por abordar el estudio de la poesía; sin embargo, también observamos un interés particular por el estudio de la narrativa latinoamericana. En esta última tampoco le es ajena la óptica neorretórica como base para el análisis textual que retoma los planteamientos de la perspectiva filosófica y totalizante de la retórica aristotélica. En relación con los trabajos de Fernández dedicados al análisis de la prosa, distingo una preocupación por observar en la estructura novelística un universo cognitivo en el discurso del narrador (ideas y argumentos) y no únicamente la tentativa de explicar la actividad social de los seres humanos dentro del contexto histórico-cultural en el que se encuentran inmersos (más propias de un análisis sociológico tradicional). Estos trabajos sobre narrativa, en Sujeto, argumentación y metáfora (2011), abordan el relato hispanoamericano y el brasileño que no son de reciente interés en Fernández Cozman. De lo contrario, revísense algunos trabajos sobre narradores peruanos como, por ejemplo, un estudio a “El loco” de Carlos Eduardo Zavaleta que aparece en el libro C. E. Zavaleta: hombre de varios mundos (2009) compilado por Tomás G. Escajadillo o el análisis de los estilos de pensamiento en un fragmento de Los ríos profundos de José María Arguedas (Arguedas Centenario. Actas del Congreso Internacional José María Arguedas. Vida y obra, 2011) que revelan un esfuerzo por abordar la novela desde la perspectiva teórica de la argumentación y de la teoría de las ideas, no restringida únicamente a los discursos jurídicos.
La obra crítica de Camilo Fernández puede dividirse en dos grandes grupos. El primero está representado por un conjunto de ensayos de carácter monográfico sobre autores representativos de la tradición poética peruana como son los siguientes: César Vallejo, Emilio Adolfo Westphalen, César Moro, Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Wáshington Delgado, Rodolfo Hinostroza y José Watanabe. Estos libros son: Las ínsulas extrañas de Emilio Adolfo Westphalen (1990), Las huellas del aura. La poética de J.E. Eielson (1996), Raúl Porras Barrenechea y la literatura peruana (2000), Rodolfo Hinostroza y la poesía de los años sesenta (2001), Mito, cuerpo y modernidad en la poesía de José Watanabe (2009), Casa, cuerpo. La poesía de Blanca Varela frente al espejo (2010), César Moro, ¿un antropófago de la cultura? 2012) y El poema argumentativo de Wáshington Delgado (2012). A estos autores cabe agregar dos autores latinoamericanos también abordados, como el poeta mexicano Octavio Paz en el libro El cántaro y la ola. Una aproximación a la poética de Octavio Paz (2004) y el vate argentino Luis Benítez en La poesía es como el aroma. Poética de Luis Benítez (2009). El segundo grupo está representado por un conjunto de libros que compilan artículos, ensayos y ponencias, que han aparecido indistintamente a lo largo de 25 años. Estos libros son: La soledad de la página en blanco (2005), La poesía hispanoamericana y sus metáforas (2008), Sujeto, metáfora, argumentación (2011) y Fulgor en la niebla. Recorridos por la poesía peruana contemporánea (2014).

De otro lado, pienso que la obra ensayística de Camilo Fernández comprende cinco períodos. El primero es el de aprendizaje y evidencia una perspectiva psicológica y está constituido por su primer libro Las ínsulas extrañas de Emilio Adolfo Westphalen (1990, 2003). Allí se puede observar la utilización del método de la psicología analítica que proviene del marco teórico de Carl Jung y está referida al tratamiento de los arquetipos y del inconsciente colectivo, la perspectiva onírica de Gastón Bachelard y la visión antropológica de Mircea Eliade sobre la construcción y repetición del arquetipo. Estos autores son útiles  para abordar el enigmático mundo y las concepciones arquetípicas en Las ínsulas extrañas.

El segundo periodo es el de la retórica estructuralista del Grupo μ con apertura sociológica bajo la perspectiva poético-formal y está constituido por Las huellas del aura. La poética de J. E. Eielson (1996), Raúl Porras Barrenechea y la Literatura Peruana (2000) y la primera edición de Rodolfo Hinostroza y la poesía de los años sesenta (2000). En el libro sobre Eielson se puede observar cómo el crítico literario se nutre de procedimientos de análisis retórico y así manifiesta su inclinación por el análisis del estudio de las figuras del discurso, poniendo énfasis en las formulaciones del Grupo μ de la Universidad de Lieja. En este ensayo, Fernández Cozman procura, además, un estudio de las figuras semánticas, fónicas y sintácticas ligadas a una teoría de las ideologías apoyándose en las nociones sociológicas de Walter Benjamin (quien subraya que la modernidad se fundamenta como un proceso de desintegración del aura) y Karel Kosík (quien entiende que, en la experiencia cotidiana, la racionalidad utilitarista establece sus dominios sobre la base de un mundo de las apariencias). En cambio, en el segundo libro, Fernández analiza el pensamiento de Raúl Porras Barrenechea y su vinculación con la literatura peruana. Para el historiador peruano, nuestra literatura tiene una esencia mestiza; asimismo, Porras incorpora la categoría de la transculturación en la investigación literaria en el Perú. De igual manera, Fernández Cozman aborda también los planteamientos de Porras acerca de tres autores claves para la modernidad en el Perú (Ricardo Palma, González Prada y José Santos Chocano) y sostiene que Porras no fue un hispanista y colonialista, sino un apasionado admirador del legado prehispánico a través de los mitos y relatos andinos. En el tercer libro, dedicado a la poesía de Rodolfo Hinostroza, parte de la perspectiva hermenéutica para llegar al planteamiento metacrítico que permite subrayar la naturaleza comunicativa y pragmática de la poesía. Esta propuesta parte de la perspectiva teórica de la Retórica restringida del Grupo μ o de Lieja, poniendo énfasis en las figuras del discurso de índole pragmática y comunicativa; asimismo se subraya la predilección de Hinostroza por la experimentación formal y se analiza el rol que cumple el significante como organizador de las estructuras de significación de poemas de Consejero del lobo y Contra Natura.

El tercer periodo es la perspectiva antropológica e intercultural y está constituida por El cántaro y la ola. Una aproximación a la poética de Octavio Paz (2004), Mito, cuerpo y modernidad en la poesía de José Watanabe (2008), La poesía es como el aroma. Poética de Luis Benítez (2009) y César Moro, ¿un antropófago de la cultura? (2012). En estos ensayos se puede observar cómo el crítico literario centra su atención en los procesos culturales y la naturaleza intercultural de la poesía. En el primer libro, dedicado a Octavio Paz, se plantea la poesía antropológica que refiere a una lírica intercultural donde el poeta evoca el mundo prehispánico y lo confronta con el occidental, de este modo se posibilita un dialogo entre ambos. Fernández, además, vincula la praxis poética de Paz con la tradición literaria francesa, examina la categoría de la modernidad del poeta mexicano frente a las ideas de Jürgen Habermas y Jean François Lyotard. Finalmente, aborda, además, la concepción de la poesía y la naturaleza antropológica de Piedra de sol. El segundo volumen, dedicado al poeta José Watanabe, parte de una perspectiva “plurimetodológica” donde relaciona los estudios antropológicos, históricos y metacríticos para abordar una lectura de El huso de la palabra, Historia natural y Cosas del cuerpo. Allí Fernández aborda los tópicos subyacentes a la poesía moderna (la racionalidad instrumental, la tecnología, la modernidad, la lírica conversacional, la obra abierta y la desmitificación). La hipótesis fundamental que recorre el libro recalca que en la poesía de Watanabe se observa el pensamiento mítico, una reflexión sobre el cuerpo en la modernidad y una crítica de la racionalidad instrumental. El tercer ensayo, que indaga en el universo semántico de la poesía de Luis Benítez, se sitúa en el marco del estudio de la poesía latinoamericana contemporánea. Allí el investigador sanmarquino se detiene en el ámbito de la llamada Generación de 1980 en Argentina. En este libro, Fernández analiza el referente prehispánico que aparece  en Mitologías/la balada de la mujer perdida poniendo énfasis en la tradición poética hispanoamericana y la poética de la interculturalidad (que surge en el ámbito de la vanguardia y la posvanguardia y que procura una asimilación creativa de los aportes de occidente). Asimismo, aborda la poética de las sensaciones (auditivas, táctiles, visuales, y olfativas) a partir del legado del simbolismo francés y estudia el campo figurativo formulado por Stefano Arduini para rastrear cómo se configura esta estructura cogniica en la poesía de Benítez. El cuarto libro, dedicado a César Moro, confirma el rigor y el apasionamiento del crítico por navegar en el oro de la poesía peruana. Allí Fernández categoriza y sistematiza conceptos ligados al planteamiento de Oswald de Andrade en el “Manifiesto antropófago” publicado en 1928. Esta peculiar «antropofagia» tiene que ver con la idea de cómo es que los latinoamericanos absorbemos de modo creativo los aportes de la cultura occidental. Sobre la sistematización de este manifiesto como categoría se puede leer el ensayo de Emir Rodríguez Monegal “Carnaval/ Antropofagia/ Parodia” publicado en la Revista Iberoamericana, Pittsburgh, Nº 108-109, 1979, donde el crítico uruguayo sostiene que en la época (se refiere a las tres primeras décadas del S. XX) coinciden diversas perspectivas teóricas como la de Bajtin, quien señalaba que la novela de Dostoievski derivaba de los géneros parodiados y carnavalescos que instauran un dialoguismo (es decir, una pluralidad de voces). El crítico literario peruano, a diferencia de Rodríguez Monegal, sistematiza el manifiesto como categoría y lo aplica a un poeta paradigmático como Moro; asimismo, ve en el terreno de la sociolingüística y la Retórica General Textual las herramientas para analizar las estructuras figurativo simbólicas de la poesía de Moro y cómo este último hace uso de un lenguaje híbrido que manifiesta una ideología antropófaga. De este modo, utiliza el concepto de “imaginación plurilingüe” que le sirve para detectar ciertas procedimientos por los cuales Moro emplea el francés desde la óptica de un sujeto cuya lengua materna es el español. Es así que el poeta peruano castellaniza el idioma de Baudelaire. En consecuencia, el crítico sostiene que el autor de La tortuga ecuestre practica un procedimiento típico de la literatura latinoamericana: la antropofagia, pues en dicho poemario se observa cómo el poeta asimila creativamente (a través de la violencia verbal) el surrealismo europeo.

El cuarto periodo es el de la consolidación de la perspectiva de la Retórica General Textual, aunque esta ya se deja evidenciar en el anterior periodo. Se pone de relieve la naturaleza de la metáfora como un universal antropológico; pero en esta etapa se consolida el tratamiento de este método, mas  con apertura interdisciplinaria para la lectura analítica a partir de la cosmovisión que porta el poema. Conforman este periodo los siguientes libros: La soledad de la página en blanco. Ensayos sobre lírica peruana contemporánea (2005), donde se subraya la necesidad de analizar la dimensión retórica figurativa de algunos textos con el propósito de indagar en la ideología que subyace en los textos literarios; la segunda edición del libro Rodolfo Hinostroza y la poesía de los años sesenta (2009), ya que amplía y supera la postura restringida del Grupo μ y ahora más bien se asimila los aportes de la Retórica General Textual, en particular, las categorías de campo retórico y campo figurativo; La poesía es como el aroma. Poética de Luis Benítez (2009) que también puede situarse en este periodo, ya que allí se pone énfasis en la perspectiva intercultural y en la dimensión pragmática y cognitiva de la figura retórica, es decir, la metáfora no es un desvío respecto de la norma, sino un universal antropológico relacionado con la dimensión comunicativa; y Casa, cuerpo. La poesía de Blanca Varela frente al espejo (2010), donde se analizan los campos retóricos referidos a los vastos contextos culturales a fin de situar la poesía de Blanca Varela donde se abordan los campos figurativos de la metáfora y la antítesis, pero con mayor énfasis en la figura de la desmitificación que configurará la estructura de Valses y otras falsas confesiones (1964-1971) a partir de la figura del cuerpo como centro de reflexión y disputa. Particularmente, en este periodo se enfatiza con mayor detenimiento el análisis textual a partir de los aportes de la Retórica General Textual de Stefano Arduini, Tomás Albaladejo o Antonio García Berrio, y de la postura de la lingüística cognitiva de George Lakoff , Mark Johnson y Mark Turner.

Finalmente, el quinto y último periodo es el de la indagación en la perspectiva retórico-argumentativa y está constituido por tres libros. El primero es Sujeto, metáfora, argumentación (2011), que reúne en un solo volumen un conjunto de ensayos divididos en tres secciones, donde no solo se abordan textos poéticos, sino también narrativos. La primera sección se centra en la poesía hispanoamericana; la segunda, en la narrativa hispanoamericana; y la tercera, en la novelística brasileña, poniendo énfasis en una figura importante de la literatura del Brasil: Joaquim Maria Machado de Assis. En relación con los trabajos sobre poesía resulta interesante la reflexión sobre la construcción de la condición del sujeto “marginal” o marginado” latinoamericano y qué discursos plantean dicha problemática. Además, se reflexiona cómo el sujeto reacciona en su condición de “otredad” y desde qué espacio simbólico se ejercen aquellos discursos de cuatro poetas latinoamericanos (Vallejo, Neruda, Parra y Cisneros). En el segundo ensayo, “Los interlocutores en Escrito a ciegas (1961) de Martín Adán”, el crítico emplea la teoría de la argumentación, que se nutre de los aportes de la Retórica aristotélica y del marco conceptual de Chaïm Perelman y de Lucie Olbrechts Tyteca; además, analiza algunas metáforas sobre la base de una óptica cognitiva y pone en relieve el enfoque de la Retórica General Textual (representada por Tomás Albaladejo y Stefano Arduini). El académico plantea de este modo que el poema de Martín Adán es un texto argumentativo, pues el locutor personaje se dirige a una alocutaria representada con el fin de convencerla haciendo uso de cierta estructura argumentativa y de una amplia gama de figuras retóricas. El segundo libro es El poema argumentativo de Wáshington Delgado (2012), donde se profundiza con mayor despliegue la retórica de la argumentación. Este estudio tiene un sistema metodológico, teórico y de análisis sustentado en la Retórica General Textual (especialmente, en este libro, con Stefano Arduini y Tomás Albaladejo), pero aquí se pone énfasis en los elementos del “texto argumentativo” para luego detenerse en los campos figurativos, los interlocutores y la visión del mundo en los poemas analizados. En esta nueva publicación, Fernández profundiza en los conceptos de la Retórica de la argumentación de Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca en lo que respecta al funcionamiento de las técnicas argumentativas en una obra literaria, que, como señala el crítico, abre la posibilidad de una lectura pragmática del poema porque el argumento de un locutor intenta producir un efecto en el alocutario. Para Fernández Cozman, dicha particularidad de la obra de Delgado aparece a partir de Días del corazón y, sobre todo, desde Para vivir mañana; además, permite inferir que esta escritura busca fundamentar una opinión a través del empleo de una estructura argumentativa determinada. Y, finalmente, el último libro es Las técnicas argumentativas y la utopía dialógica en la poesía de César Vallejo (2014), que obtuviera el Premio Nacional de Ensayo Vallejo Siempre 2014. En este libro se estudia al vate trujillano en el contexto de la poesía peruana del siglo XX, donde este dialoga con los movimientos literarios y con otros poetas de la época; Fernández reflexiona, además, sobre la utopía dialógica desde una postura argumentativa que se observa en Poemas humanos y España, aparte de mí este cáliz. En este libro se reitera el trabajo sobre la base de la Retórica General Textual y la Retórica de la argumentación, pero noto que en este texto se profundiza en la noción cognitiva y pragmática del poema. Es decir, Fernández usa las categorías de “provincias figurales” de Giovanni Bottiroli  que subrayan el lazo entre la figura retórica y las estructuras de pensamiento y, por otro lado, emplea la noción de “poliacroasis” de la retórica cultural de Albaladejo, que  hace referencia al hecho de cómo el locutor se dirige a múltiples alocutarios en el universo representado en el poema.

La presente compilación de ensayos, El viaje a través de la palabra, tiene el propósito de mostrar y orientar al público lector a la lectura de un determinado conjunto de textos que, desde mi perspectiva, definen el proceso, los cambios metodológicos, las asimilaciones teóricas y el reciente interés de Fernández por insertar diferentes elementos de la retórica como saber con el propósito de echar luz sobre la obra literaria. Distingue a la escritura de Fernández Cozman la agudeza con la que observa los estudios sobre el autor abordado, la clara explicación de las categorías que utiliza y el análisis textual donde se operativizan los andamiajes teóricos y metodológicos que revelan cómo el corpus de la poética crítica del estudioso limeño  se constituye en una de las más sólidas de la crítica literaria latinoamericana. Él, sin duda, ha entendido que el oficio crítico es también una creación al igual que cualquier obra de arte.

Con esta antología, que es, a su vez, un homenaje, procuro dar una imagen de la «poética crítica» que nos plantean los ensayos del investigador sanmarquino. Son  25 años de producción bibliográfica (desde 1990 hasta el 2015) y casi una veintena de libros. Los análisis de Camilo Fernández son referencias imprescindibles para el estudio de la literatura peruana y la latinoamericana, sobre todo de la poesía. Aquí se antologa un conjunto de textos donde el crítico usa sus mejores antorchas para alumbrar el todavía enigmático bosque de la lírica peruana.



Alejandro G. Mautino Guillén
Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo
Sociedad Peruana de Retórica


"DEL MOVIMIENTO DE MI AUSENCIA" DE MARIELA PAREDES

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