Por: Axthedmio Mau Guil
Acaba de publicarse El cautiverio de la buena gente. Narrativa ancashina última (Andes book, 2009) Libro en colectivo donde figuran: Edgar Norabuena Figueroa, Eber Zorrilla Lizardo, Daniel Gonzales rosales, Edgar Cáceres Flor y Macedonio Villafán Broncano.
Edgar Norabuena Figueroa en su cuento “Eugenita, linda flor” reactualiza una suerte de intertextualidad con “Warma kuyay” de Arguedas y “Kuya kuya” de Colchado que nos recuerdan estos juegos de deseo, aventura y de mentiras en estos amores niños-adolescentes. Sin embargo, creemos que el acierto radica en la incorporación de técnicas narrativas contemporáneas. Y es que en el cuento se inserta una figura, una sombra, un antiautor como recurso técnico (el profesor Edgar, que aparentemente es un escritor con libros publicados y que se recuerdan sus cuentos como: "Toro Moreno" y "Tumbacerro", aunque estos datos nos conducen a pensar que podría tratarse del autor del cuento, sabemos que no es así: es una técnica), otro recurso utilizado por Norabuena es el manejo de un discurso nutrido de todo un bestiario de la andinidad; vale decir; una prosa lìrica en donde se subvierten metáforas donde se incorporan animales (puma, paloma, perdiz, taruka, etc.) enriqueciendo a la técnica del discurso y la definición del hilo narrativo. ¿Nos será posible acaso reiterar que este cuento, como la mayoría de los cuentos de Norabuena, se inician por un presente, luego hacen un flash back (giro anti horario) para nuevamente situarse en el presente? Otro elemento visible es el rasgo sicológico de un personaje poseído por una desposesión, y cuyo deseo irrefrenable de poseer a la mujer objeto de deseo, resulta todo un contrapunto transgresor en el relato, lo cual termina en un cuento donde las juego de equivocaciones, a veces, cobra su propio destino.
Eber Zorilla Lizardo en “San Gonzalito” explora a través de una intensa narración en segunda persona una explicación personal del planteamiento del drama de adoctrinamiento senderista. En un espacio marginal, periférico, en un espacio andino que nos da un efecto analógico que se trenza con el proceso invasión y adoctrinamiento religioso que tuvieron los españoles con los indígenas. A través del recuerdo del personaje principal del cuento, situándose en un tiempo presente y haciendo que su interlocutor recuerde. Hay en el cuento este juego de increpaciones. Cabe señalar que este cuento nos remite parcialmente al cuento “Cena de difuntos” de Villafán, donde vivo y muerto pueden comer en la misma mesa, en el día de los muertos. Otra vez la técnica salva al cuento en el manejo del hilo narrativo y el lenguaje. En otro cuento “La casa de los ajenos” Zorrilla experimenta un contraste que se subvierte en una aventura que podría remitirnos a “El retrato Oval” de Poe. Por los contrastes de los espacios entre claroscuros, y las sensaciones que intenta transmitir, vale decir; infundir miedo, frio en una noche oscura y salvaje, graznidos de aves, que intentan dar una imagen de misterio. De este modo el cuento merodea temas como el misterio, lo oscuro, el sexo, la muerte y la confusión “sin entrar a ellos”. Elementos utilizados por Poe, haciendo una especie de intertextualidad y que Zorrilla intenta experimentar en la narrativa ancashina. No obstante los aciertos y la experimentación, creemos algo previsible el final de la trama. Uno de los personajes confiesa un crimen, se le inculpa a otro de aquello, el propio autor resuelve el misterio que quiere ocultar ¿lo ideal no sería que el lector fuera cómplice de este descubrimiento?
Macedonio Villafàn Broncano en el cuento “El enviado del dios Pachacamac” demuestra un buen manejo del discurso temático y del lenguaje. En el cuento centra a personajes migrantes, a personajes invasores de su propio territorio ancestral, a personajes marginales que ascienden paulatinamente en el proceso de la cholificación de la gran Lima. Pero creemos que el cuento de Villafán intenta dar con otro espacio, con otra explicación: el configurar las raíces étnicas del hombre andino en cualquier espacio a donde vaya. Es decir, el hombre no solo lleva su maleta de equipaje de accesorios materiales, sino que lleva y carga consigo, viaje a donde viaje, todo un conglomerado cultural que no ha de olvidar. En el cuento "El enviado del dios Pachacamac" resulta siendo un mítico animal: el perro costeño, que será el guardián de la tradición y el guía que reivindica a esta clase marginal, que es más cercana a su cultura. El cuento tiene como escenario un espacio perifèrico, aparentemente inhabitable: un arenal. El cuento además juega con los tópicos de la multiculturalidad, donde el elemento clave es el respeto, en el cuento se percibe de este modo: “de tanto cavar hasta había encontrado tumbas por los restos de esqueletos y de cerámica…cavando otro hueco profundo en la arena para nuevamente colocar los huesos con respeto y esparciendo hojitas de coca, invocó su permiso…” Otro tópico con el que conversa villafán es el de la interculturalidad, nótese aquí el elemento clave: el dialogo. ¿Cómo es que un hombre conversa con una deidad o con un muerto de otra cultura, como la costeña, por ejemplo? La respuesta es sencilla y es que, en la antigüedad había este respeto y este diálogo entre las culturas, una feliz suerte de correspondencias. A estos tópicos cabe agregar temas como la tradición y la modernidad, una suerte de correlaciones que parecen definir a estos en el cuento. En el primero, estos personajes arrastran el cordón umbilical de su cultura madre y del lugar donde vienen, de este modo existen costumbres cotidianas que se incorporan a otras; la otra en cambio, incorpora a los elementos ya citados: la tecnología, la modernización de las casas, la llegada de vehículos motorizados, etc.
Edgar Cáceres Flor en “Muerto en vida” nos ofrece a un personaje que sucumbe frente un vicio ambivalente: una mujer y el licor. Estos elementos son los que configuran su final trágico en medio de la inmundicia, que nos transportan por instantes a una narrativa naturalista y por otro, a una óptica neorromántica asociada a la idea de amor igual a muerte. Por otra parte; hay un muy buen manejo del hilo argumental e incluso un mejor dominio del lenguaje a diferencia del libro anterior. Pero creemos aún débil la aplicación de alguna técnica que tenga el valor de llevar el peso de un buen tema. Como también creemos que el epílogo desentona un final ya previsible, ya que intenta extender un cuento que ya había quedado con cierto halo de misterio e insipiencia. El extenderlo intenta dar con una muerte ya esperada, se intenta aparecer a una mujer que al final sufre por la muerte del “otro”, una figura algo patética que desentona y que nos acerca a un final de novela de TV. Consideramos que debió suprimirse el epìlogo, lo cual no desmerece el buen tema y la tratativa de éste en el cuento “Muerto en vida”.
Daniel Gonzales Rosales en el cuento “La felicidad de hallar felicidad” explora el espacio de la cotidianidad dentro de la rutinariedad en la que transita la vida moderna. Un elemento interesante del relato es la visión del “otro”. Hay esta búsqueda incesante de respuestas a ciertas preguntas cotidianas. En el cuento el tema de la felicidad nos lleva al plano contemplativo, donde el narrador reflexiona cómo es que dentro del caos, de personas, de vehículos motorizados, cómo nos es posible hallar esta relación de correspondencia, de amor, de compartir, de búsqueda de solidaridad entre las personas. Es una reflexión sobre el papel del "otro" (por ejemplo; en un cuento anterior “De pesca”, se desarrolla esta perspectiva). Pero creemos, a pesar del aporte temático, no sucede ningún rompimiento dentro del relato. Todo transita en esa misma rutina donde habitan estos personajes. Lo mismo ocurre en este otro cuento “Galileo acaba de iniciar sesión” Este cuento concebido así, es todo un acierto experimental. El autor inserta magistralmente un discurso ciberespacial (conversación a través del internet, chat, etc.) lo cual es un acierto, puesto que dentro de la narrativa y más precisamente; en el cuento, no hay trabajos con este tipo de discurso. Pero creemos que también magistralmente el texto carece de un hilo narrativo, o, de una estructura que cuelgue esas hojas de hierba en un árbol con raíces. Hay conversaciones literarias, frente a conversaciones coloquiales, conversaciones sado-amorosas, conversaciones de ocasión que quedan en el espacio como si una hoja de papel fuera una pantalla de computadora. Hay una intención de superposición de discursos que posiblemente resulten de una técnica, si es que estos conduzcan una estructura profunda. Estos elementos por el contrario, juegan con la despersonalización de la comunicación en la modernidad tecnológica, pese a ello, no deja de ser interesante el yugo experimental.
El cautiverio de la buena gente es así, un libro que involucra más o menos (hasta ahora un criterio arbitrario) a dos generaciones de escritores con una heterogeneidad dentro de un mismo espacio (Huaraz). Borges solía señalar que en un trabajo antológico o colectivo como este, es posible encontrar “semejanzas y diferencias”, lo cual también podría traducirse en niveles y desniveles. Creemos que en este libro hay ambas. Y precisamente, ambas también se corresponden. Así encontramos semejanzas tanto por uso del espacio (algunos prefieren la periferia, la zona marginal, el escenario andino frente a otros que prefieren la zona urbana, lo cosmopolita), la tratativa de tiempo (muchos presentan este esquema: presente-pasado-presente) y el recorrido por los temas (que son universales, pero algunos reiteran o tocan estos temas con parcialidad y aquí entra el talento, salva la técnica al tema y la reactualización de la misma ayuda). Por lo que queda decir, el libro da muestra, muestra y demuestra una literatura que ya está en un proceso en el que se percibe esta actitud crítica frente a lo que ya se ha escrito y frente a la palabra misma, es decir frente al lenguaje. En algunos casos, las lecturas han hecho que se experimente con nuevas técnicas y que se acaricie de modo más cercano la elaboración de un lenguaje más elaborado, lo cual es loable. Los temas siempre conviven con nosotros, pero la técnica lo salva del olvido, de la redundancia, del vicio conmemorativo y hace que trascienda a otro plano mayor.