Acaba de publicarse Juan Ojeda. Poesía metafísica (Fondo
editorial de la Academia Peruana de la Lengua – Facultad de Letras y Ciencias
Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2013) de Javier Morales
Mena, libro que retoma nuevamente el estudio de la poesía ancashina en uno de
sus autores más enigmáticos y celebrados.
El libro del profesor Morales Mena
está dividido en tres capítulos (Márgenes,
Poética y Poesía metafísica en
“Crónica de Boecio”), antecedidos por un prólogo (titulado “A propósito de
la poesía de metafísica de Juan Ojeda”) de jesus Cabel. En el Prólogo, el autor
de Fiesta prohibida señala que “Juan
Ojeda es un poeta de excepción y excepcional, así se muestra y demuestra en este
amplio ensayo crítico que busca esclarecer, con argumentos sólidos, una «catalogación
inexplicada históricamente», para plantear definitivamente la urgente necesidad
de «repensar la poesía de Juan Ojeda y su relación con los discursos poéticos»”
(p. 9), sobre el cual no se profundizó ya que de él se conocía una “tímida y
hasta inadvertida plaqueta, y un breve pero intenso poemario” (Ibíd.) y; por el
contrario, y muy propio de la época, se construye míticamente su figura.
Finalmente, Cabel sostiene que “el aporte crítico al esclarecimiento de temas y
procedimientos creativos de la obra ojediana, gracias a este investigador, es
de tal precisión y agudeza que no solo está ya juzgada y consagrada, sino que
se siente desentrañada también en sus más recónditos enigmas” (p. 10).
El primer apartado del libro, denominado
como Márgenes, contiene un recorrido
por el estado de la cuestión: la revisión minuciosa de todas las notas,
comentarios, prólogos, ensayos, artículos y tesis sobre el autor de Arte de navegar. En primer orden analiza los “Discursos testimoniales o
trabajos del duelo: primeros artículos sobre Juan Ojeda (1974-1978)”; en
segundo orden, las “Interpretaciones semióticas sobre Juan Ojeda (1980-2000)” y;
en tercer orden, las “Primeras sistematizaciones: investigaciones (1993-2002)”.
Sobre el primero, “Discursos testimoniales o trabajos del duelo…”, Morales Mena
señala que éstos “antes de profundizar en la obra en sí, se asumió el
compromiso ontológico con el amigo muerto; responsabilidad que se tradujo en
textos que tienen huellas de juicio crítico, apesadumbrado obituario y sentida
memoria” (p. 19). En esta sección destacan los textos de Enrique Verástegui, Óscar
Colchado, Edmundo Bendezú, Nilo Espinoza Haro, Hildebrando Pérez Grande, Danilo
Sánchez Lihón, entre otros. En síntesis de Morales Mena, éstos trabajos
testimoniales o de duelo apuntan: a) resaltar la vida entregada a la poesía, la
reflexión y al conocimiento; b)la responsabilidad que Ojeda asume como poeta e
intelectual; c) el rigor de su autoformación literaria; d) su poesía opta por
una vía de ocultamiento, opacidad y
hermetismo; e) el tópico recurrente de su poesía es la muerte representada en
la metáfora de la navegación; f) la urgente necesidad de estudiar
sistemáticamente su obra y g) la no oficialidad de la poesía de Juan Ojeda. En
esta sección Morales Mena utiliza algunas categorías para referirse
precisamente a estos textos que indagan en aspectos de la vida del autor en relación
a su obra. La primera es el “materialismo” dentro de la teoría literaria y los
conceptos de Manuel Asensi que tienen que ver con “el genio y los avatares del
poeta, a través del vínculo indisoluble entre los contenidos de la obra y las
experiencias el autor” (p. 30). Morales, asimismo, utiliza al testimonio como categoría que
implica el comentario del testigo sobre Juan Ojeda. Particularmente, nos señala
que “los testimoniantes son poetas y amigos que a través de ciertos contenidos
persiguen conservar la memoria del amigo” (p. 35). Esta idea se desprende precisamente
de Jacques Derrida al referirse sobre “memoria” e “interiorización”, y lo que
en el texto se denomina como “trabajo del duelo”. En segundo orden está lo que
el crítico denomina “Interpretaciones semióticas sobre Juan Ojeda (1980-2000),
en este segundo tramo el autor mismo nos dice el objetivo: “centrar la
reflexión en la obra poética en sí. De esta manera, se abandonan los trabajos
del duelo para ensayar aproximaciones a la poética ojediana” (p. 39). En éste
precisamente revisa los estudios de Carlos López Degregori, Jesús Cabel,
Eduardo Urdanivia, Edgar O' Hara, Cesareo Martínez, Danilo Sánchez Lihón, entre
otros. Morales sintetiza en algunos puntos los estudios sobre la poesía de Juan
Ojeda en este tramo y subraya que a) Ardiente
sombra (1963) no presentaría mayor complejidad en su composición; b)
comentan sobre todo temáticamente los textos publicados por Ojeda; c)
consideran que Elogio de los navegantes
(1966) está estructurado sobre una base mítica, histórica y metafísica; d) las estructuras,
los símbolos y el lenguaje conforman un sistema complejo de elementos; e)
advierten una perspectiva catastrófica del mundo llena de caos, destrucción y vacío
en Arte de navegar; f) el lenguaje
experimenta asir lo imposible y explorar el misterio a partir del fundamento
del pensamiento de filósofos, poetas y científicos que comparten sus mismas
incógnitas y certezas y g) diferencian la poética de Ojeda con la de los otros
poetas de la denominada “Generación del 60” y sostienen que esta se diferencia
en estructura, temas e indagaciones. Para referirse sobre los textos analizados
en este tramo, Morales utiliza el concepto de semiótica advertido por Umberto
Eco, donde la interpretación semiósica es propia del lector semántico, mientras
que la interpretación semiótica es propia del lector crítico. En el caso de
este tramo, Morales Mena sostiene que muchos de ellos, salvo algunas pocas
excepciones indagan y echan sus redes reflexivas sobre la cuestión temática y
no abordan una interpretación crítica o semiótica que “desentrañe el complejo
universo poético ojediano” para decirlo en términos del crítico. En tercer
orden, se ubica el tercer tramo denominado como “Primeras sistematizaciones:
investigaciones (1993-2002)”, donde particularmente se analizan dos tesis sobre
Juan Ojeda: la de Rafael Dávila-Franco Cavero “Apuntes para una aproximación a
Juan Ojeda: una perspectiva histórica” y la de Gilberto Gálvez Zuloeta “Elogio de los navegantes. La visión del
infierno en la poesía de Juan Ojeda”. Sobre la primera tesis, Morales señala
que esta a) denuncia que no hay atención a la poesía de Ojeda, b) caracteriza a
la poesía de los años sesenta como aquella tocada fuertemente por el influjo
anglosajón, c) advierte recurrencias de recursos expresivos como iteraciones
formales y temáticas de los años sesenta como la narratividad, el prosaísmo, el
coloquialismo, el conversacionalismo, composición por campo y la autonomía de
la imagen, d) se explica el rasgo formal más importante de Arte de navegar que es el manejo de voces poéticas, la estructura
conversacional y la preocupación por el destino de la humanidad. Por otro lado,
la segunda tesis según Morales Mena: a) evalúa la crítica existente en torno a
la obra de Juan Ojeda como la crítica valorativa; por tanto, proyecta su análisis
como aquel que supera la limitación aludida; b) compara y diferencia con
aquellas modernas representaciones como la figuración del infierno que modela Elogio de los navegantes; c)Explica que Elogio de los navegantes tiene una
estructura narrativa, por cuanto relata una historia de tránsitos, cambios y
diferencias de estado, sobre todo cognitivo; d) explica e interpreta que la
figuración del infierno en Elogio de los
navegantes sigue todo un proceso de metaforización para llegar a significar “ciudad”. Para Javier Morales
resulta importante haber indagado en el estado de la cuestión; sin embargo,
llama su atención porqué se epigoniza o se nombra a Ojeda como poeta metafísico cuando poco se
han detenido en abordar este carácter en su poesía. Para Morales, hay un
descuido no solo formal sino metodológico donde la crítica sociológica a partir
de la década de los años sesentas abre diversas rutas para intentar forzosamente,
y con descuido, analizar únicamente el componente sociológico de la obra de
arte; pues como subraya el profesor sanmarquino “la crítica literaria atendiera
más la explicación de tópicos concernientes a los laberintos identitarios, los
desencuentros nacionales y los fracasos de la modernidad nacional” (p. 76). En
este apartado se hace notar no solo la ausencia o inclinación por los estudios
de la metafísica en la poética ojediana sino también que la crítica última pese
a sus logros no ha atendido a esta perspectiva.
La segunda parte del libro de
Morales Mena se titula Poética, que
particularmente analiza la geografía y atmósfera de la poesía ojediana a partir
de los textos que el mismo poeta chimbotano concediera en entrevistas y notas
con el propósito de “reconstruir el concepto de poesía que tiene Juan Ojeda”
(p. 80). Al iniciar nada más se advierte una nota del autor de Arte de navegar quien nos explica que: “una
profunda crisis me llevó a refugiarme en el estudio de la filosofía. Sobre esta
base intervenía el mostrar el proceso de enajenación y cosificación que
caracteriza a nuestra época” (p. 79). En
esta segunda parte también analiza a “la poesía como memoria cultural”, para
ello operativiza el concepto de poesía que tiene Ojeda y lo liga al contexto
sociocultural de los años sesenta. Morales reflexiona sobre una entrevista que
concedió Ojeda a Vilma Ritter para el diario Panamá América y publicado bajo el título de “Nuestra época exige
una poesía subversiva sin concesiones”. En este texto se advierten tres ejes
temáticos: a) la situación de la poesía en la era tecnológica; b) las características
de la nueva poesía y c) la concepción de poesía de Ojeda. Del análisis de los
tres tópicos abordados en dicha entrevista, el crítico sanmarquino señala que
se evidencian “el fuerte vínculo entre poesía y sociedad; (…) la constante
experimentación lingüística que debe tener todo poeta. (…) en tal sentido, una
conciencia poética muy comprometida con el entorno social y la práctica
escritural” (p. 82). Hay otra entrevista que también se analiza, se trata de
amigos cercanos del vate chimbotano: Virginia Mayorga y Danilo Sánchez Lihón
que lo titularon: “Con Juan Ojeda, hablando de poesía y algo más”. En aquella
se abordan los tópicos de a) la poesía y
la deshumanización, b) la poesía y la política, c) la poesía joven y d) las preferencias
temáticas y de escritura. En síntesis, de ambas entrevistas, Morales señala que
éstas focalizan 1) el discurso poético como una práctica de fuerte compromiso
con la humanidad; 2) la poesía como discurso autónomo que tiene el imperativo
de trabajar lúcida y creativamente la escritura y 3) la poesía como archivo
simbólico o memoria cultural que guarda en clave de imágenes los avatares y
derroteros de la existencia humana. Esta parte del libro es importante porque
sistematiza la concepción sobre la sociedad, el lenguaje y la poesía misma desde
la voz del mismo poeta; donde éste es pieza clave para entender dicha poética.
La tercera parte del libro de
Morales es analítica, se denomina “Poesía metafísica en «Crónica de Boecio»”.
Abre esta parte una epígrafe de Ojeda quien señala “la poesía es, pues, para
mí, conmoción y crisis (…) mi poesía es un informe sobre la desintegración
demencial que es la historia” (p. 89-90). En este tramo Morales intentará
explicar cómo se configura lo metafísico en la poesía de Ojeda, para ello
indaga en la descripción e interpretación de los componentes formales. Se
analiza el extenso poema “Crónica de Boecio” en
cuatro momentos: el locutor y el alocutario líricos, la conjunción, los
versos interrogativos y los códigos intertextuales. Sobre el primero señala que
en dicho poema se evidencia un locutor personaje, pues su huella se evidencia
en marcas deícticas de “yo” (“He oído las voces he oído los clamores”, etc.) y
en “nosotros” (“Escarbamos/ las anchas tierras con manos seguras, / y nada hay
allí que nos consuele”). Asimismo, este locutor personaje se dirigiría a un “alocutario
cero”; es decir, se habla a sí mismo. Sin embargo, en el análisis de los
interlocutores que hace Morales no se analiza porqué es que se dirige a su “alma”
y qué relación tiene el monólogo con la atmósfera que de aquel texto se
desprende. De otro lado se analiza la conjunción “y” en el poema, donde esta se
encargaría de las funciones de implicatura y copulatividad. Al decir de Morales,
su recurrencia implica no solo la conexión de conceptos abstractos sino también
la imagen crítica de una situación cognitiva, pero que no es analizada a
profundidad. Por otro lado, también se detiene en los versos interrogativos de
“Crónica de Boecio”, donde el crítico señala que “esta característica dota a la
dicción ojediana de cierto halo reflexivo, filosófico e incluso hermético” (p. 99); sin embargo, advierte que estas
poseen también otro orden. Morales subraya que el objetivo de los versos
interrogativos es, fundamentalmente, transaccional porque el locutor demanda en
el alocutario una información o un saber que no posee bajo una “sospecha del
saber”. De igual manera, también analiza los códigos intertextuales en “Crónica
de Boecio”, para tal fin usa las categorías genettianas de la ‘intertextualidad’,
‘paratextualidad’, ‘metatextualidad’, ‘hipertextualidad’ y ‘architextualidad’.
En “Crónica de Boecio”, el crítico advierte que los versos entrecomillados se
asumen como textos sin referencia precisa y donde no se conoce al autor de las
citas ya sea escritor, poeta o filósofo: estas representarían la topografía
donde acontece la crisis y el padecimiento del locutor y alocutario líricos. Por
otra parte, analiza a la crónica como testimonio en relación al hecho
escritural y más precisamente: poético. De esta manera sentencia que “su
experiencia en aquel mundo es traumaticamente testimonial (…) lo acontecido se
inscribe como metáfora de la experiencia vital” (p. 106). Asimismo Morales Mena
analiza la poesía metafísica y la dicción metafísica en “Crónica de Boecio”. Él
distingue dos sentidos de la dicción metafísica: a) el primer sentido apunta a
la indagación que compromete la universalidad: el origen y el término del
existir, los motivos trascendentales de una catástrofe, la búsqueda de
explicación de un acontecimiento que abarca la totalidad y; b) el segundo
sentido, refiere al cuestionamiento, es decir, ésta tiene que ver como una crítica
o un recusamiento de la razón, el lenguaje y todo aquello que por lógica o
determinación ha posibilitado hacer estallar el universo. Finalmente el crítico
se pregunta “¿ya podemos argumentar qué es la dicción metafísica de Ojeda?” (p.
111) y el mismo responde a la pregunta y sostiene que “lo metafísico es tal no
porque se encierre en la dimensión semántica del misterio y lo incomprensible;
(…) por el contrario, la aproximación analítica ha permitido ilustrar una doble
justificación: por un lado, lo metafísico como indagación por los orígenes y
fundamentos de lo universal (…) por otro lado, lo metafísico como crítica y cuestionamiento
de un tipo de racionalidad logocéntrica” (p. 111). Entonces, para Morales la
poesía metafísica de Ojeda busca la exégesis al problema de la existencia
humana y la dicción metafísica en el vate chimbotano es una continua crítica e
indagación por el saber institucionalizado y que ha traído consecuencias
perversas al desarrollo humano.
Pienso que el estudio sobre la poesía
metafísica y dicción metafísica en “Crónica de Boecio” es interesante porque no
solo se interesa en la obra del autor, sino que demuestra que es importante también
atender a la voz del autor cuando éste habla de su visión del mundo, del
hombre, del lenguaje, de la sociedad y de la poesía misma. Este análisis posibilitó releer la poesía de
Juan Ojeda desde sus mismos códigos cognitivos y formales. Sin embargo,
considero que hubiera sido interesante también poner énfasis en las figuras del
discurso en ese universo metafísico en relación a la dicción del locutor
personaje, ya que estas figuras no son elementos decorativos ya de la retórica
reduccionista ni de la vieja escuela formalista rusa, sino estructuras formales
de pensamiento que encierran una visión del mundo. Quizás el análisis de un
solo texto no basta para hacernos una imagen de dicha poética metafísica si es
que, digamos, es un elemento característico únicamente de “Crónica de Boecio” o
si es una constante que aparece también en otros poemas como “Swedenborg”, “Paracelso”,
“Caput Mortem”, “Dioscuros”, “Eleusis” etc. Creo que sería interesante detectar
qué elementos posee dicha dicción metafísica en la poesía de Ojeda en relación
a la tradición de este tema, digamos que esta también aparece en otros códigos
de tiempo, dios, universo, origen y sombra en la poesía de Vallejo, por ejemplo.
¿Pero qué diferencia de otros poetas de nuestra tradición la poesía metafísica
de Juan Ojeda? ¿Es lo metafísico un elemento clave de un solo texto o es
columna vertebral en la poética ojediana? Estas interrogantes pudieran ser quizás
desarrolladas en una segunda parte del libro o en otros estudios necesarios
para seguir navegando en el mar de la poesía de Ojeda.
Por
lo que queda decir del libro, Juan
Ojeda. Poesía metafísica de
Javier Morales Mena, este se inserta muy bien en el escenario de la crítica
literaria ancashina y nacional, que dicho sea de paso todavía exige de estudios
monográficos, minuciosos y amplios sobre sus procesos y autores. Este texto nos
hace ver la agudeza del crítico por indagar en diversos registros y por
sistematizar diversas categorías para el estudio de la todavía enigmática
poesía de Juan Ojeda, que tras esta publicación volvemos a celebrar pese a toda
desatención de los críticos capitalinos.