Macedonio Villafán Broncano (Taricá, 1949) es un escritor que ha publicado Apu Kolkijirka (1998), Los hijos de Hilario (1999) y un breve puñado de cuentos dispersos en revistas de literatura. Después de casi catorce años, el escritor huarasino vuelve a publicar un libro de su total autoría (antes, recuérdese, había divulgado un cuento en el libro colectivo Cautiverio de la buena gente publicado en el 2009), que confirma su predilección por la narrativa breve en el reciente libro: Cielo de las vertientes (Río Santa Editores, 2013). Este nuevo texto está dividido en dos partes, la nouvelle propiamente dicha “Cielo de las vertientes” y una segunda constituida por los comentarios críticos de Mauro Mamani Macedo y Alejandro Mautino Guillén. A continuación me referiré sobre la reciente obra de Villafán no sin antes buscar algunos ejes particulares de lo que podríamos llamar su “poética narrativa” y los tópicos por los cuales constantemente transita dicha narrativa.
Si el indigenismo proponía un complejo y dividido universo de negociaciones entre relaciones de jerarquía, poder y subalternidad, este universo en suma es blindado en la medida que sus actantes se encuentran en un topos cerrado. Posteriormente, el neoindigenismo rompería con ese esquematismo de las narrativas de la primera mitad del siglo XX que tienen como personaje al hombre del ande, pues desborda el topos a favor de un cronos cambiante y de una compleja diacronía ligada a una continua sincronía de los fenómenos sociales que repercuten en las sociedades andinas. De este modo, los antiguos actantes se movilizan, se transforman y rompen las antiguas relaciones de jerarquía, poder y subalternidad. A esta nueva necesidad, y al llamado de una nueva modernidad, responden los personajes de Macedonio Villafán Broncano en sus relatos.
Quisiéramos, por un lado, subrayar que la metáfora del desplazamiento en la narrativa andina que planteamos no es solo cultural (geográfica-espacial), sino también subjetiva (simbólica-atemporal). En la primera mitad del siglo XX, de otro lado, circunscrita a personajes indios, rurales y exotistas se evidencia no solo caracteres psicológicos planos, sino cerrados en la visión de los narradores. En cambio, a partir de la segunda mitad del mismo siglo, se exhiben con mayor énfasis los desplazamientos que aludimos, donde también se incorporan caracteres psicológicos conflictivos y complejos en muchos personajes ya escindidos. Creemos que un eje de la poética narrativa de Villafán Broncano es precisamente la metáfora del desplazamiento cultural (simbólico y espacial). La metáfora del desplazamiento, de este modo, es un eje estructurador de ese cuerpo narrativo. Claro está que ésta no solo tiene por finalidad reflejar la migración de la Cordillera Negra a la Cordillera Blanca, de la sierra a la costa, de la aldea a la ciudad, de la provincia a la capital, del colegio rural a la universidad capitalina, de Lima al extranjero, de la pobreza extrema a la ascensión económica; sino cumple un rol aún más complejo y problematizador que puede ser reflejada en la metáfora de un desplazamiento simbólico, acaso cultural si hablamos en términos de “construcción de identidades” como lo plantea Edward Said. Lo que queremos subrayar, aquí, es que no se trata de indios, campesinos, iletrados de condición precaria, ni de hombres de campo que trabajan las tierras sino de un nuevo tipo de indio ligado al carácter errante, letrado o al comerciante provinciano, disperso, sin residencia fija (en muchos casos), que asumen más o menos un cosmopolitismo provinciano, donde la aldea no existe como un topos maniqueo de centro y periferia o de subalternidad. Retrata, más bien, el dinamismo de los individuos, ajenos ya a un universo cerrado, pero que se vinculan a través del rito y los valores éticos como sucede en esta nueva obra de Villafán Broncano.
Pero no se trata de sujetos escindidos por una racionalidad instrumental más cercana a la narrativa posmoderna, sino que estos personajes mantienen una fuerte ligazón con el vientre cultural y los proyectos estéticos políticos de la narrativa andina última. En Cielo de las vertientes, por ejemplo, los destinos de muchos personajes son gobernados por la predicción andina que se alude hacia el final del relato en la memoria del personaje: “Yo le dije veo dos rostros, en la parte alta al pie de la Mamapacha que has dicho, a una señora también anciana, con cabellos sueltos a ambos lados; más abajo a una muchacha morena cuyos cabellos son las aguas de la pakcha grande, de la catarata. Ah, dijo, la primera es la Madre Cordillera Negra y la muchacha su hija. Siendo de la Cordillera Blanca, amarás a la Cordillera Negra y a su hija. Ella será una muchacha de estas tierras que te amará toda su vida y tampoco tú podrás olvidarla nunca. Luego nos ordenó que nos acercáramos a mojarnos y a beber de las aguas de la Pakcha, que ella por ser mujer ya no lo haría porque a esa hora del mediodía se hacía ya más poderoso el arco iris”. De este modo, más allá de que cada personaje gobierne su individualidad no escapa de la sujeción del carácter de sujeto colectivo, ligado a una determinación social, cultural si se quiere en el texto. Finalmente, estos valores de rito andino y de negociación con la “Pakcha” son los que vaticinan el desarrollo de la vida de los personajes.
La nouvelle Cielo de las Vertientes de Macedonio Villafán Broncano es, principalmente, una sinopsis acerca del amor y sus múltiples formas, una exposición sobre el paso del tiempo que destruye y reconstruye almas y nostalgias a través de la figura de un personaje mayor a los cincuenta años. La trama del cuento se desarrolla entre los espacios de la Cordillera Negra y la Cordillera Blanca, entre la ciudad de Huaraz y el camino hacia Lima. La temática del cuento no solo apunta al idilio entre Juan y Flor, sino a un complejo andamiaje cultural que se visibiliza en la descripción de la danza, la música y el rito andinos. El texto, hace hincapié en las diversas postergaciones del amor en el que sucumben la ilusión y la pasión, léase como libido de Juan por Flor. Pero el caso de Flor no resulta diferente, ella en su condición de mujer posterga sus realizaciones de feminidad por citas frustradas, por el carácter indiferente de su padre, por un viaje de estudios fallido a Lima. La imposibilidad de migrancia de esta última implica una cancelación personal a nivel sentimental y es que está vinculada a la lectura de la “Pakcha”; en cambio Juan migra a Lima y retorna como un letrado para insertarse dentro de un estatus social.
El retorno de la capital o el extranjero, no es un tema nuevo, menos para Villafán Broncano quien ha asimilado esta metáfora con un valor simbólico múltiple, se puede observar este influjo proveniente de la gran narrativa regionalista, especialmente aquella que construye la figura del provinciano letrado que retorna a su ciudad, aunque en los cuentos de Villafán los letrados ya se concentran en la universidad de la zona y reingresan a la periferia de la misma para recordar su origen. Por eso, no es gratuita la recurrencia de este tema en su narrativa. Aparece en “Fiesta grande”, cuando Shimako pregunta sobre semillas mejoradas de papa en la Universidad Agraria: “No, le respondí, en Lima averiguando en la Universidad Agraria por semillas mejoradas de papa” (p. 36). Aparece en “Sueños y viajes en las quebradas”: “con Rubén salíamos muy temprano de Comas para tomar los buses de la Universidad en Lima a las siete y viajar a Chosica” (p. 67). En “Como árbol sin fruto” se lee: “y tú, que terminabas ya la universidad poco después que yo, me decías Romelio, Rumi, yo no quiero pasar angustias económicas, no me gusta la pobreza” (p. 95). En “Réquiem para Miguel Broncano”, también se lee la alusión: “todo comenzó cuando trabajando como profesor de Literatura Regional con los profesores sin título pedagógico en la Universidad de Huarás les solicite un breve trabajo de recopilación” (p. 101). En “Memorial de la alegría. Voz y alma del testamento de Judas” se lee: “universitarios de cinco por medio, letraditos aprendices, a los muchachos que estudiábamos en la Universidad cuando esa tarde del sábado nos divertíamos haciéndonos chacotas unos a otro al final de la Semana Santa” (p. 98), y en Cielo de las vertientes se lee: “[h]asta que el año pasado, ya como docente de la universidad, la encontré en el colegio de Paltay, cercano a mi pueblo, como profesora de primaria” o en otras páginas “tú si que te has dado tus gustos, quién lo iba a creer habiendo salido de nuestros pequeños pueblos, ¿tanto ganan en la universidad?”. Como hemos podido advertir, la representación de los personajes en esta narrativa están focalizadas en los letrados andinos, personajes que han salido desde la ruralidad buscando cierto centralismo “espacial” merced a su paso por una universidad. Es un escenario ya no de indígenas, reducidos esféricamente al campo, como sucede en muchos cuentos notables de Óscar Colchado (me refiero a Cordillera negra), sino que ésta se diferencia precisamente por la condición de los personajes y en la proyección dinámica de estos que configuran una metáfora del desplazamiento. Esta presencia, de una sociedad de jóvenes letrados, es al mismo tiempo una metáfora del desarrollo de una ciudad, precisamente, desde la esfera universitaria que será el eje dinamizador y de “reconocimiento” a través de las fuentes orales, escritas, arqueológicas y geográficas. Esta última, ligada al rito y a la racionalidad religiosa andina es quien gobierna y decide el desarrollo de la vida de cada personaje. En su vejez, el narrador, reconstruye su pasado con una nostalgia a la vez devastada por la muerte, recuerda su vínculo cultural a través de la figura de una mujer que encendió en él un amor que superó al tiempo, una mujer que la Pakcha, allá en su adolescencia, le había advertido y entregado.
Por lo que queda decir, Cielo de las vertientes, es una obra donde la memoria convoca diversas etapas de la vida; diversas postergaciones de la libido en los amores adolescentes; reconstruye, a través de un personaje, la noción de sujeto plural de ciertas sociedades andinas que buscan desbordar lo geográfico y conectarse con la sociedad letrada provinciana. Es también el triunfo del cuerpo sobre la pasión (ambos se entregan al amor en su vejez, ella finalmente muere), es un recorrido por la inocencia, el amor, el ritual y la muerte, iluminadas por la conciencia y la memoria del narrador en el tiempo de las nostalgias y el atardecer de la vida.
viernes, 24 de mayo de 2013
martes, 30 de abril de 2013
“LOS ASESINOS DE BANCHERO” DE LUDOVICO CÁCERES FLOR. LA ESCENA Y EL CRIMEN REVISITADOS
Acaba de publicarse Los asesinos de Banchero (Etiqueta azul,
2013) de Ludovico Cáceres Flor, libro que nos recuerda uno de los crímenes más
sonados de la segunda mitad del siglo XX en nuestro país y que develó a un
mediocre y no autónomo sistema judicial enmarcado en el gobierno de Velasco
Alvarado. Esta novela confirma, una vez más, la predilección de Cáceres por el tópico de la
muerte y la incidencia en ciertas técnicas periodísticas ya desarrolladas en
sus anteriores novelas.
En esta nueva, la muerte se articula
como una isotopía tensional que se va desenrollando a lo largo de toda la
historia. Desde la amenaza al joven periodista Jesús Torres por el coronel Alejandro
Espinoza; aparece cuando Celeste lee el periódico con el titular “Banchero fue
cruelmente asesinado por su
jardinero”, se focaliza luego en el
asesinato de Celeste por represalias ante el robo de documentos confidenciales;
se muestra en el develamiento de la identidad de Klaus Barbie como sinónimo de muerte
(pues es el “Carnicero de Lyon”); aparece en la narración de sucesos en los
campos de concentración nazi que Fernando Jacobi devela al periodista Torres; aparece
en el asesinato de Banchero a manos de unos hombres, incluso en las
conversaciones del presidente Velasco Alvarado con Klaus Barbie se deja oler la muerte y;
finalmente, en el asesinato del joven periodista Jesús Torres. Como observamos,
la presencia de la muerte es una constante en esta novela, porque no solo
aparece como asesinato sino como noticia, suceso, amenaza, memoria, etc.
Por otro lado, la novela de Cáceres
Flor mimetiza ciertas situaciones, diálogos y tramas que ya han aparecido con
una descripción y narración más amplias en El
caso Banchero de Guillermo Thorndike. Hay
muchas similitudes entre estas dos novelas; en la de Cáceres, se explora
en algunos momentos con mayor
detenimiento en la implicancia de Klaus Barbie en el asesinato de Luis Banchero
Rossi; mientras que en la de Thorndike, hábilmente, se insinúan hechos, episodios,
dejando cabos sueltos y datos escondidos que el lector tiene que completar. Por
momentos, creo percibir que en la historia de Cáceres se describe la trama
narrativa sin dejar siquiera los huesos para el lector, el narrador intenta
decirlo todo (y lo hace de principio a fin) sin dejar cabos sueltos, enigmas,
biografías, pistas o datos escondidos que puedan generar en el lector una
expectativa o un problema. Probablemente, como señala en el prólogo Cronwell
Jara, “no sé hasta qué grado él se expone a estos riesgos en búsqueda de su
verdad” (p. 11). Ya que, desde el inicio, se anticipa ya un final trágico del
joven periodista Jesús Torres y su voluptuosa compañera la bailarina de cabaret
Celeste, probablemente el olfato periodístico muchas veces triunfe en pos de
una descripción más literaria, más ficcional en la novela.
Al inicio señalamos, que en Cáceres
hay una predilección por el tema de la muerte, sin embargo, no hay una
dimensión profunda ni reflexiva que indague más allá de los hechos realistas,
ni los personajes proponen una problemática psicológica. De otro lado, también
agota ciertas posibilidades técnicas ya desarrolladas y enmarcadas desde Asalto en el cielo (2007) y Rosas para Haydee (2011), quizás habría
que reforzar la trama narrativa desde la misma ficción y no en predominancia de
la documentación. Tengo la impresión de que, en muchas novelas de este tipo, al
autor le apasiona y le gana su estro periodístico y desatiende el nivel
ficcional, técnico de las novelas. Hay, por momentos, una intención de pulir el
lenguaje y refinar el suspense
narrativo que me parece una interesante vía para proponer un giro más ambicioso
a diferencia de los textos anteriores.
Por lo que queda decir, Los asesinos de Banchero es una novela
que explora en las pistas de los asesinos del magnate Luis Banchero Rossi, pero
más que deberle a Truman Capote o Ernest Hemigway, creo que la novela guarda
grandes deudas con la obra narrativa y periodística de Guillermo Thorndike. Por
otro lado, uno de los méritos indiscutibles de la obra es la valentía que su
autor ha tenido de reescribir una documentación novelada, teniendo ya en frente
a una extraordinaria novela como El caso
Banchero de Guillermo Thorndike, que por decirlo de algún modo, es la novela
peruana que epigoniza la perspectiva técnica de “El gran reportaje” ya
planteada por Tom Wolfe.
sábado, 23 de marzo de 2013
LOS ESPECTROS DE LO FANTÁSTICO EN "LA MUERTE SE SUEÑA SOLA" DE PAUL ASTO VALDEZ
En alguna oportunidad Adolfo Bioy
Casares, al comentar el prólogo de la Antología de la narrativa fantástica,
que él mismo hiciera junto a Jorge Luis Borges y Silvina Ocampo, señaló que
“[v]iejas como el miedo, las ficciones fantásticas son anteriores a las letras.
Los aparecidos pueblan todas las literaturas: están en la Zendavesta, en la
Biblia, en Homero, en Las mil y una
noches”. A nuestro entender, esta narrativa fantástica no solo se
materializa a través de seres como aparecidos y fantasmas, sino también como
sueño, locura, angustia y con la misma simbología que encierra la compleja dualidad
entre vida-muerte. Esta breve introducción, que anotamos, parece ser el curso
que nos depara la lectura de La muerte se
sueña sola (Vivirsinenterarse, 2012), del joven cuentista limeño Paul Asto
Valdez.
En el libro, de Asto Valdez, se
anticipa una epígrafe del poeta italiano Cesare Pavese: “vendrá la muerte y
tendrá tus ojos”, que funcionará como una isotopía de lo que vendrá en
adelante. El libro está conformado por siete cuentos: “Yo también la quería”,
“El rumbo de los sueños”, “La hija de la lágrima”, “Ícaro”, “El rostro de
Soledad”, “El último paradero” y “Parte de la religión”.
El primer cuento, “Yo también la quería”, nos plantea una estructura temática que cavila
entre el sueño y la vigilia, entre el presente y el pasado, entre el diálogo
del narrador y el silencio. Es la historia de un hombre que no soporta la
ausencia de la mujer, cuya carencia además se torna angustiosa y llega hasta un
sueño del absurdo más kafkiano: “Simplemente imagínense, echados sobre su cama
durmiendo tranquilos, hasta que de pronto oyen tocar la puerta. Se levantan,
bajan las escaleras descalzos, con el frío de la noche, caminando hacia la
puerta, y cuando se detienen para abrir, se ven durmiendo sobre su cama.
Nuevamente oyen tocar la puerta, bajan las escaleras, caminan, pero esta vez el
trayecto es el doble, y cuando, una vez más, están frente a ella, aparecen de
nuevo sobre la cama; así, una y otra vez, hasta despertarse a mitad de la noche
totalmente aterrados”. El sueño, en el libro de cuentos, de este modo, no es un
recurso estilístico, sino temático que intenta aportar en la compleja simetría
entre lo que es sueño y lo que es estrictamente realidad y complejizar la atmósfera
psicología de los personajes. El segundo
cuento, “El rumbo de los sueños”, que tiene como contexto la guerra
interna, está más cercano a una narrativa fantástica, donde Justina, personaje
principal sueña con la presencia de juancho, ya muerto hace mucho, este último
aparece en sus sueños como una visión fantasmagórica. Ella es la encargada de
hacer las pintas subversivas apoyando la lucha armada tras la muerte de
juancho. El tercer cuento, “La hija
de la lágrima”, es la historia mítica de
un pueblo que posee ciertas deidades femeninas relacionadas a la agricultura y
son las productoras de fecundidad al gotear sus lágrimas en la tierra. Es la
aventura de un típico novelista que va hacer un estudio de campo sobre la
historia fabulosa de un pueblo, pero que al final termina descubriendo la ambición
de un poblado sobre la felicidad de algunos personajes. El cuarto cuento es “Ícaro”, trata acerca de la levitación del
gordo Sánchez y la historia contada por su amigo, el cuento es una curiosa
pieza de lo fantástico ligado al humor negro y frío. El quinto cuento es “El rostro de Soledad”, que refiere las
angustias que un joven novelista tiene que pasar para intentar escribir su nueva
novela y hacerla una joya literaria. Es un cuento donde un hombre se autoexilia
del mundo para dedicarse al oficioso arte de escribir, pero se encuentra con la
soledad de la página en blanco y con una prostituta que terminaría
materializando todos sus ansias, sus angustias al decirle su nombre: “Soledad”;
y él, poder terminar con esta develación su novela. El sexto cuento es “El
último paradero”, narra la historia de cómo un chofer de una unidad vehicular
pública se enamora del fantasma de una mujer, que años antes había muerto en el
carro que él ahora conducía. El humor negro ligado a un aura neorromántica calibra
un final de impacto al final del cuento. Y,
el último cuento, “Parte de la
religión” es la historia de la transformación de un abogado y burócrata en un
asesino en serie. Este cuento, particularmente, está muy vinculado al relato policiaco
y deudora de las series policíacas de Tv y de películas como Taxi driver.
En nuestra lectura, observamos, con
curiosidad, que todos los personajes que aparecen son individuos escindidos,
que no han podido superar la ausencia del “otro” (ausencia de la madre ya
muerta, la esposa muerta, el amigo suicida, el hijo asesinado, por ejemplo)
para forjar su proceso de individuación en la sociedad. Son personajes
aislados, buscan la soledad y no les temen a la muerte (pienso en el personaje
narrador de “Yo también la quería”; en Justina de “El rumbo de los sueños”; en
el gordo Sánchez de “Ícaro”; en el chofer de “El último paradero” y en el personaje abogado caído en desgracia de “Parte de la religión”). Todos estos protagonistas
son portadores de una vida de angustia, no soportan la vida que llevan y la ven
absurda e injusta y se sienten tentados a continuar o a cambiarla. El personaje
narrador del primer cuento insiste en la racionalidad de su relato; en el
segundo cuento, Justina insiste en la continuidad de la lucha armada y la cree
una verdad absoluta; en el tercer cuento, Eumalia cree forzar y burlar la
tradición y culmina aquel gesto en tragedia; en el cuarto cuento, Ícaro (el
gordo Sánchez) tiene la certeza de poder volar como un superhéroe; en el quinto
cuento, el personaje joven y novelista tiene la certeza que su gran tema es la
soledad; en el sexto cuento, el chofer confía poder conquistar un amor metafísico
y; en el séptimo cuento, el personaje cree ser un justiciero y un dador de la
voluntad de divina. Entonces, si al inicio señalamos que este libro de cuentos
está cercano a la narrativa fantástica, podríamos denominar que esta sigue una
tendencia que es la realista en la literatura fantástica. Pues se aleja de los
estereotipos estrictamente folklóricos, salvo cuando se refiere a los grillos (y
su simbología) en el cuento “El rumbo de los sueños”.
Otro aspecto clave del libro, y que
está en relación ligado al sueño y a la locura, es la muerte. Aparece desde la
epígrafe como señalamos líneas arriba, aparece en la mujer muerta del primer
cuento; en juancho muerto que retorna en los sueños y como fantasma; aparece en
la conversación de las mujeres muertas en el cementerio y en el final de la
familia de Eumalia (su madre, su esposo y su hijo); aparece también en la
historia del gordo Sánchez, éste cree volar y se sube a un edificio y se tira;
aparece como “mujer” y como la “soledad” al final del cuento donde los personajes
se funden en el fuego que los calcina; aparece en la figura de la mujer
fantasma y en el chofer quien se enamora de la muerte; aparece constantemente
en el último cuento en los asesinatos que comete el personaje abogado y aparece
como horror como un alter ego del personaje al final del relato. Hay cuentos
con personajes soñados o alucinados, con metamorfosis de personalidad, con fantasías
no saciadas, con diálogos metafísicos, etc.,
que son variables de la gran narrativa fantástica heredada y deudora del siglo
anterior.
Por otro lado, en el libro de
cuentos veo materializado una simbiosis técnica referida al efecto literario, precisamente
me refiero al final abierto y a la sorpresa como efecto narrativo, donde ambas
aparecen simultáneamente en muchos cuentos del libro de Asto Valdez.
Por lo que queda decir de la
narrativa de La muerte se sueña sola,
esta está más cercana a la representación de una literatura de la angustia,
donde lo fantástico es una catarsis, un escape de lo abrumante de la modernidad
en la ciudad y de las pequeñas sociedades míticas y emergentes que se tornan
muy rígidas. Dije cercana a la literatura de la angustia, pues es una narrativa
que hereda los ambientes cotidianos, mediocres, los sistemas burocráticos asfixiantes,
logra la depresión más aguda y absurda de los personajes hasta el horror más kafkiano.
Estas formas de representación de una metódica imaginación y su estilo incoloro,
nunca obstaculizan el noble desarrollo y develamiento de los hilos narrativos
de la condición humana.
martes, 5 de febrero de 2013
“CON SU CAJÓN LUSTRABOTAS Y OTROS CUENTOS” DE LUDOVICO CÁCERES FLOR
Acaba de aparecer el breve libro Con su cajón lustrabotas y otros cuentos
(Huaraz: Pantera negra, 2013) del periodista Ludovico Cáceres Flor. En el prólogo,
hecho por Vidal Guerrero Támara, se señala que éste “revela junto al profundo
dramatismo de la familia rota y la precariedad económica, el desarrollo de la
ingenuidad, la hiperactividad y el terrible problema de la representación
edípica, en aquellos niños víctimas de la insanía de los adultos, la inmadurez
de los padres y el destino cruel” (p. 7).
Conforman el libro de Cáceres tres cuentos:
“Con su cajón lustrabotas”, “Un lugar para morir” y “Muerte en San Juan”. El
primer cuento, “Con su cajón lustrabotas” está dividido en tres breves y ágiles
capítulos, asimismo este está vinculado a la literatura para niños y jóvenes.
En el primer capítulo, se refieren episodios ligados a las travesuras del niño
Toño (coger pichones del árbol, escaparse del castigo de la abuela y jugar con
los amigos) y el retorno a la escuela (el regalo de una nueva camisa para
asistir al colegio). El segundo capítulo, refiere una expedición de un grupo de
niños hacia las faldas del nevado Wallunaraju, en este lugar se topan con un
pequeño templo de la cultura Recuay y en donde Toñito cae a una fosa y sufre
lesiones. El tercer capítulo, trata acerca del reencuentro entre Toñito y su
padre, quien aparentemente se había olvidado de él. Tras el encuentro feliz se
aclaran algunas situaciones como la reconciliación con la abuela y la “verdad” del
abandono del padre de Toño. En este cuento, más que la ausencia del padre se
deja sentir la ausencia de la madre no suplida por la figura de la abuela, sin embargo
esos vacíos son llenados por la acción (la solidaridad de los amigos, las
aventuras) y la memoria (la idea de papá y de mamá). Sobre esta tradición, de
cuentos para niños, es fundamental citar a una de las escritoras pioneras en
este rubro como es la figura de Rosa Cerna Guardia quien abrió el camino desde
diversas perspectivas desde la década de los años cincuenta del siglo que pasó.
El segundo cuento del libro es “Un
lugar para morir”, dirigido a otro tipo de lectores, pues trata la historia
psicológica de un hombre que al levantar el teléfono recibe la penosa noticia de
que su madre ha ingresado en coma en la sala de cuidados intensivos. Aparecen
familiares, el pasado se torna violento, el esposo de la moribunda se desgarra
escuchando a Schubert, los hijos tienen esperanzas de su mejoría, pero es
inútil porque al final la muerte triunfa sobre el cuerpo. El tercer cuento es
“Muerte en San Juan” y refiere la agonía de Nemías tras ser envenenado por doña Aurelia, vengando la perversa idea de
Nemías de construir un muro extenso alrededor de la escuela y la capilla de San Juan. El
envenenado busca auxilio de su compadre
Guillermo Castillo, pero parece ser tarde, pues el veneno continúa mordiéndole
las entrañas.
En estos dos últimos cuentos, breves,
hay una valoración de la vida sobre la muerte, los personajes se resisten a sucumbir
ante el llamado tanático. Hay, alrededor de esta nueva entrega de Cáceres, un
posicionamiento existencialista de los personajes, intentan luchar, sobrevivir.
El niño toñito busca vivir su existencia a pesar de saberse huérfano de madre y
ese dolor aún pesa sobre él; el personaje de “Un lugar para morir” se resiste a
la ausencia de la madre de ahí el relato desgarrador; también el personaje
Nemías busca en la figura del compadre un amparo maternal, de protección. De
este modo, la figura de la madre (en la abuela y su conducta matriarcal, la
madre muerta de Toñito, la madre moribunda en el hospital de asegurados, la
madre vengadora y asesina) y la muerte (y sus múltiples isotopías) están
estrechamente vinculados con los relatos.
Por lo que queda decir, Con su cajón lustrabotas y otros cuentos
de Ludovico Cáceres Flor, explora, desde diversas ópticas, el tópico de la
muerte en la psicología del niño frente a la ausencia de los padres, del hijo
frente a la muerte de la madre, del compadre frente a la muerte del otro. En
todos los casos, hay una angustia por la existencia que se torna dramática
frente al contacto con los “otros”.
miércoles, 30 de enero de 2013
"REVISTA DE LITERATURA MILLENNIUM"
Acaba de aparecer el segundo número
de la Revista de Literatura Millennium, dirigida por Juan Carlos
López Morales. En la editorial se señala que la propuesta es un “camino de
desarrollo de un proyecto cultural a largo plazo”, cuyo objetivo primordial es
involucrar a escritores jóvenes a una “cultura letrada y artística”.
La revista está dividida en cinco
secciones. La primera, obedece al campo del Ensayo, donde aparecen trabajos de Miguel Garnett, Roger E. Antón y
Ricardo Ayllón. Garnett refiere, en “Las facetas del poeta”, desde una
percepción muy personal, que el poeta combina diversos aspectos en su estro
poético. Distingue tres facetas: la percepción de la naturaleza interior de las
cosas (que requiere de una sensibilidad superior para revelar las verdades), el
buen uso del lenguaje (dominar el idioma) y crear belleza (en sus múltiples
versiones afectadas por la subjetividad). Estas perspectivas sobre las facetas
del poeta sirven quizás como pretexto para referirse sobre su propia poética,
porque al final Garnett se refiere a sus textos y se pregunta “¿cómo hacer las
cosas al revés y dar a algo inherentemente feo una descripción verbal bella que
no le quitara su fealdad?” (p. 6). Sobre esta interrogante, ya planteada por
los parnasianos, algunos poetas simbolistas y quienes hicieron suyo la estética
de lo grotesco, Garnett busca examinar los lugares de la modernidad periférica.
Por su parte, Roger E. Antón (en “C.E. Zavaleta o el viaje al reino de la letra
memorable”) escribe unas sentidas páginas por la muerte del gran narrador ancashino
Carlos Eduardo Zavaleta, donde el escritor chimbotano hace una recorrido autobiográfico
de su encuentro con Zavaleta subrayando las cualidades del autor de Pálido, pero sereno. Por otro lado,
Ricardo Ayllón (en “Don Jasho,
alrededor de un conflicto peruano de gran actualidad”) hace un acercamiento al
libro Don jasho de Miguel Garnett y
señala que en aquel “el autor compromete un tema de gran actualidad dentro de
las problemática peruana. Aquel donde se encuentran y acometen los intereses de
un consorcio minero y los de una típica provincia alejada de las bondades del
gobierno central” (p. 10).
Una segunda sección de la revista es
Crónica, aquí se ubica el texto
“Antonio Cisneros y su maestra vida” de Enrique Sánchez Hernán, donde el autor
de la Violencia de sol cuenta su
cercanía con Cisneros, remarca los lazos del grupo literario La Sagrada Familia
con el poeta: “nos acogía semanalmente en su casa de la calle Roma, mostrando
elocuentemente que la fama literaria le importaba un pepino. Prefería beberse
unas cervezas con nosotros y revelarnos algunos de los misterios de la
creación, que con otros poetas consagrados” (p. 14).
Una tercera sección es Cuento, que está conformada por textos
de Walter Toscazo, Ricardo Sumalavia y Jorge Quiñones. En la cuarta sección Poesía encontramos poemas de Pablo
Moreno Valverde, Juan Cristóbal y Viscely Zarzoza. En la quinta sección Critica hay comentarios sobre algunas
últimas publicaciones como Besos volados
(Juan Carlos López Morales); Lumbra (Benggi
Bedoya); ArX (Luis Boceli); Un perro yonqui (Armando Alzadora); Conversaciones con el mar (Teófilo
Villacorta Cahuide); Vacas rebeldes
(Alejandro Freddy Loarte) y Sueños de
palomas (Daniel Cubas Romero).
La Revista de Literatura Millennium es un modo de compromiso y, quizás
debo decir, de diálogo entre diversos géneros artísticos pasando por
escritores, artistas plásticos, artistas gráficos, fotógrafos, etc. Sin embargo,
quizás hubiera que revisar y precisar los títulos de los contenidos. Por
ejemplo, en la sección de “Ensayo”, ninguno de los tres textos posee esas características,
como también pudiera generar confusión la sección “Crítica”, pues en la revista
esta está más cercana al comentario. Por lo
que queda decir, Millennium es una
revista dirigida desde Barranca que procura involucrar a un circuito académico
a jóvenes escritores de Lima y de provincias. Ya de
por sí, la publicación de una revista literaria es un acto heroico, pues
involucra complejas redes para su realización y continuidad.
domingo, 20 de enero de 2013
“EL POEMA ARGUMENTATIVO DE WÁSHINGTON DELGADO” DE CAMILO FERNÁNDEZ COZMAN
El
fondo editorial de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (UNASAM)
y Ornitorrinco Editores acaban de publicar El
poema argumentativo de Wáshington Delgado de Camilo Fernández Cozman. Este
nuevo libro del crítico literario sanmarquino es un estudio sobre uno de los
más principales representantes de la denominada Generación del 50, pero no solo
se aproxima y dialoga con la poesía, sino también con la ensayística del autor
de Para vivir mañana. Este diálogo
fructífero servirá para acercarse a la “visión de la historia literaria peruana
porque no se puede comprender plenamente la poética de Delgado sin leer
atentamente sus ensayos” (p. p 13).
Este
estudio tiene un sistema metodológico, teórico y de análisis refugiado en la
base de la Retórica General Textual (especialmente, en este libro, con Stefano
Arduini y Tomás Albaladejo), incluso es un texto que se acerca a un libro
anterior Casa, cuerpo. La poesía de
Blanca Varela frente al espejo (2010). Pero quisiéramos identificar algunos
cambios sustanciales en este nuevo libro; porque como sostiene el crítico “no
creo en la imposición de un solo método para el análisis de todos los poemas”
(p. 14), pues aboga por una óptica interdisciplinaria. En esta nueva
investigación hace una ligera modificación a las tendencias de la poesía
peruana de los años cincuenta, pues agrega una sexta tendencia: la poesía
andina. Asimismo, el crítico involucra la ensayística de Wáshington Delgado (en
especial, Historia de la literatura
republicana (Nuevo carácter de la literatura del Perú independiente y Literatura colonial. De Amarilisis a
Concolorcorvo) con la poesía para indagar si hay una conexión entre ambas.
Otros aspecto, y quizás el más importante, es el sistema metodológico que, a
diferencia de sus anteriores posturas, aquí profundiza especialmente en los
elementos del “texto argumentativo” para luego detenerse en los campos
figurativos, los interlocutores y la visión del mundo en los poemas. En esta
nueva publicación desarrolla los conceptos de la Retórica de la Argumentación,
particularmente de Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca en lo que respecta
al funcionamiento de las técnicas argumentativas en una obra literaria, que
como señala el crítico “abre la posibilidad de una lectura pragmática del poema
porque el argumento de un locutor intenta producir un efecto en el alocutario”
(p. 15-16). Para Fernández Cozman, “dicha particularidad de la obra de nuestro
autor aparece a partir de Días del
corazón y, sobre todo, desde Para
vivir mañana; además, permite inferir que esta escritura busca fundamentar
una opinión a través del empleo de una estructura argumentativa determinada”
(p. 19).
El
libro del crítico literario sanmarquino está dividido en cuatro capítulos
precedidos por una introducción. El primer capítulo, “La crítica y la poesía de
Wáshington Delgado”, parte desde dos perspectivas (la cronológica y la comparativa)
para indagar en los comentarios a la poesía de Wáshington Delgado. De este
modo, comenta los enfoques de Luis Jaime
Cisneros, Miguel Brascó, José Miguel Oviedo, Javier Sologuren, Julio Ortega,
Alberto Escobar, Matyás Horanyi, Ricardo González Vigil, Alonso Rabí Do Carmo,
Marco Martos, Edgar O`hara, Américo Ferrari, Santiago López Maguiña, Gabriela
Falconí y Camilo Fernández Cozman, Óscar Coello, Jorge Cornejo Polar, entre
otros. El crítico señala tres periodos en la crítica a la poesía delgadiana: a)
el periodo de los enfoques iniciales (donde se precisa la concisión verbal como
rasgo peculiar de dicha escritura); b) el periodo del predominio de la crítica
estilística tradicional o de los enfoques históricos (que pone énfasis en el
contenido de dichos poemas) y c) el periodo de los nuevos enfoques (desde
varias perspectivas: semiótica, neorretórica, hermenéutica semiótica, etcétera).
Sin embargo, Fernández Cozman advierte que ningún trabajo analiza la naturaleza
argumentativa de Para vivir mañana o El extranjero y ello lleva a estudiar
“cómo el locutor, en estos poemas, busca convencer al alocutario a través del
uso de diversos tipos de argumento en el hilo del discurso poético” (p. 32). Es
valioso este estado de la cuestión pues implica la revisión de las ópticas y el
uso de sistemas metodológicos diversos para indagar en el fondo y la forma de la
poesía de Delgado, esto a su vez permitió evidenciar ciertas limitaciones en
algunos estudios.
En
el segundo capítulo, “Wáshington Delgado y la poesía peruana de los años
cincuenta”, el crítico aborda ciertas marcas políticas y socioeconómicas en
este contexto marcado por la dictadura de Manuel A Odría (1948-1956). En esta
época se evidencia un creciente proceso de urbanización a través de
infraestructuras; por otro lado, la dictadura de Odría representó la restauración
de la oligarquía en el control del país frente a la amenaza que significaba un
partido como el APRA. Entre otros aspectos, todavía se evidenciaba el fantasma
de la Segunda Guerra Mundial, circulaban muchos libros de los existencialistas
franceses, la obra de Vallejo fue redescubierta, Pablo Neruda publicaba hacia
1950 su Canto general que rebatía
sobre la poesía comprometida. Para Fernández Cozman “no es pertinente hablar de
generación del cincuenta porque esta no tuvo un líder espiritual (como lo fue,
en cierta forma, Friedrich Nietzsche para la generación del 98). No hubo un
suceso (como las pérdidas de las últimas colonias ─puerto rico y Filipinas─ que
sufrió España) que aglutinara a escritores como Eielson, Blanca Varela, Juan
Gonzalo Rose, Wáshington Delgado, Carlos Germán Belli, Javier Sologuren, entre
otros” (p. 40-41). En este capítulo, el crítico sanmarquino precisa algunas tendencias
en la poesía peruana de los años cincuenta, aunque subraya que “un autor, en
algunas ocasiones, puede ocupar más de una posición en este panorama, ya que la
versatilidad es una de la particularidades esenciales de estos poetas” (p. 41):
a) La primera tendencia: la instrumentalización política del discurso
(se nutren de la teoría marxista y de las nociones de Jean-Paul Sartre acerca
de la literatura comprometida); b) La segunda tendencia: la neovanguardia nutrida del
legado simbolista (que procura una creativa asimilación de los legados
simbolista y vanguardista, que a su vez distinguen tres subtendencias: la
primera, busca una experimentación formal con miras a un arte total; la segunda,
exhibe una postura neosimbolista que posee una orientación surrealizante; y la
tercera, una versión que emplea una imaginería surrealista y una sobresaliente
manifestación de la libertad en el mundo contemporáneo); c) La tercera
tendencia: la vuelta al orden pero con ribetes vanguardistas (cuyo máximo
representante es Carlos Germán Belli que plantea, en el nivel del lenguaje, la
pugna entre tradición y modernidad. La modernización del lenguaje, de este
modo, se sitúa en el cauce de la asimilación de formas estróficas arcaicas); d)
La cuarta tendencia: la lírica de la oralidad, nutrida del legado
peninsular (caracterizada por la asimilación del legado de la poesía
española, especialmente de la Generación del 27); e) La quinta tendencia: la
polifonía discursiva (hay una narratividad polifónica, donde el yo como
categoría coherente cae en sano desuso y, entonces, brota una multitud de voces
en el poema) y; finalmente, f) La sexta tendencia: la poesía andina (que
tiene como representante a Efraín Miranda). Sin embargo, resulta algo lamentable
que Fernández Cozman no se haya detenido con mayor profundidad a examinar
cuáles son los rasgos particulares y a qué tradición se involucra esta sexta
tendencia que él denomina como “la poesía andina”. Otro aspecto del que se
ocupa el crítico sanmarquino se refiere a las características de la poesía de
Wáshington Delgado y la búsqueda de la identidad nacional, donde señala que
desde el punto de vista temático hay ciertos rasgos distintivos en el ámbito de
la poesía peruana de los años cincuenta: 1) La búsqueda de una identidad nacional
a través de una reflexión sistemática acerca de la historia del Perú; 2) El
escepticismo como práctica cotidiana; 3) La búsqueda de una utopía; y 4) El
tópico de sentirse extranjero en su propia patria. Por otro lado, el profesor sanmarquino
se interesa por la crítica literaria ejercida por los propios poetas de la
denominada Generación del 50. Particularmente, estudia las perspectivas
metodológicas y de análisis de Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, Américo
Ferrari y Wáshington Delgado, quienes se han dedicado con entusiasmo a la crítica
literaria en esta generación. Sobre este último (Wáshington Delgado), Fernández
analiza los ensayos Historia de la
literatura republicana (Nuevo carácter de la literatura del Perú independiente)
(1980) y Literatura colonial. De Amarilis
a Concolorcorvo (2002), donde señala que son ensayos fundamentales desde la
perspectiva de la historiografía literaria, pero que sin embargo “revela[n] un
cierto arcaísmo metodológico y no concibe[n] la literatura como un polisistema”
(p. 80). Resulta importante la conclusión tentativa hacia el final de este capítulo,
donde el crítico señala que no se puede
comprender la poesía de Delgado sin su ensayística (que plantea al Perú como un
nación fragmentada, como un mundo dividido), pues argumenta que se tejen
complejas relaciones intertextuales entre la lírica y la ensayística de los escritores
de la denominada Generación del cincuenta.
En
el tercer capítulo, “El poema argumentativo en Para vivir mañana”, el profesor sanmarquino se detiene en los periodos
de la poesía de Wáshington Delgado. El primer periodo (poesía de índole
contemplativa) está bajo la asimilación del legado de Pedro Salinas y el tópico
neorromántico de la lejanía y está constituido por Formas de la ausencia; el segundo periodo (poesía de conciencia
crítica) abarca El extranjero, Días del corazón y Canción española, donde se percibe el influjo de Bertolt Brecht; y,
finalmente, el tercer periodo (poesía escéptica respecto de la realización de
la utopía) que comprende Para vivir
mañana, Parque, Destierro por vida, Historia de Artidoro y Cuán impunemente se está uno muerto. En
este capítulo, el crítico define su sistema metodológico a partir de la conceptualización
de las categorías y los elementos que componen la Retórica de la Argumentación
para luego analizar los poemas “Los pensamientos puros” y “Los tiempos maduros”.
Sobre el primer poema señala que el tono del locutor es el de una diatriba que
intenta desenmascarar el accionar de cada uno de los alocutarios individualizados,
en donde predominan diversos argumentos: a) argumentos casi lógicos, b)
argumentos basados en la estructura de lo real referido a la coexistencia y c)
argumentos de la disociación de las ideas. Sobre el segundo poema señala que
hay “una afirmación de un tiempo nuevo donde los seres humanos reconozcan la
posibilidad de materializar sus sueños de transformación social” (p. 110).
En
el cuarto capítulo, “El poema argumentativo en Cuán impunemente se está uno muerto”, se analizan las referencias
intertextuales del título del libro de Delgado con el poema LXXV de Trilce de César Vallejo. Como señala el
crítico “estar muerto, para Vallejo, es no ser sensible ante el dolor humano.
El título del poemario de Wáshington Delgado establece complejas relaciones
intertextuales con el poema LXXV de Trilce
porque enfatiza que los receptores tomen conciencia de la necesidad de luchar
por sensibilizar al hombre frente a la profunda crisis de valores que afecta al
mundo contemporáneo” (p. 116). Precisamente Fernández Cozman, analiza el poema
“Sobre la traslación de los restos de César Vallejo”, en donde señala que dicho
texto posee las cuatro partes del texto argumentativo (el exordio, la narración,
la argumentación y el epílogo). Desde un punto de vista pragmático ─ del
crítico ─ el poema como macroacto de habla se concibe como una refutación de la
necesidad de discutir el traslado de los restos de Vallejo al Perú. El locutor
en el poema, trata de refutar la opinión del alocutario con el fin de convencerlo.
Para tal propósito emplea una gama de técnicas argumentativas: a) un argumento
de reciprocidad, b) argumentos basados en la estructura de lo real, c) un
argumento de coexistencia y d) un empleo irónico del argumento de autoridad. El
segundo poema que analiza es “Un caballo en la casa”, donde se detiene en analizar
la simbología del caballo para luego referirse a las partes del texto
argumentativo en el poema de Delgado. Para Fernández Cozman, el título
evidencia una oposición entre la libertad y el encierro, además “el locutor que
delibera consigo mismo, no pierde de vista que, en un segundo momento, busque
convencer a un determinado auditorio o a un cierto alocutario” (p. 138), pero
desde el punto de vista pragmático el poema es un macroacto de habla, pues
plantea la afirmación del deseo de libertad y ello se exterioriza en el uso de
ciertos recursos estilísticos de iteración. Hay, según el autor, una argumentación
basada en la formulación de un modelo de conducta que debiera ser imitado por
los demás: “el caballo constituye ese modelo porque lucha por su libertad
individual, evidencia una interrelación con el otro” (p. 140). Quizás hubiera sido posible reforzar aún más
las hipótesis sobre la base de un corpus más amplio de poemas en el tercer y
cuarto capítulo, creemos que cuatro poemas no son suficientes para indagar en
la poética argumentativa de Delgado. Por otro lado, queda la duda de que el
poema argumentativo es una práctica discursiva solo en los poemas de Delgado o
también es una marca discursiva en otros poetas de al menos esa generación.
Por
lo que queda decir, El poema
argumentativo de Wáshington Delgado de Camilo Fernández Cozman es un libro
valioso para los estudios de la poesía peruana del Siglo XX que, precisamente,
indaga sobre uno de sus autores más representativos: Wáshington Delgado. No es
un libro que toma al poeta ni al texto como una isla paradisiaca e inaccesible como
en la prosa de Julio Verne, sino que dialoga constantemente con otros soportes,
no solo con textos del mismo autor, sino con libros de otros poetas peruanos,
asimismo con textos de la tradición occidental, sino también con otras
disciplinas que iluminan el difícil diálogo con los poemas. Por otro lado, la
incorporación de la Retórica de la Argumentación al sistema metodológico de análisis
de la neorretórica hace interesante la visión sobre todo en el abordaje de los interlocutores
en el poema.
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